La vida sitiada

Es 08 de octubre. Miércoles. Hace tres semanas que la estación Congreso de la línea A del subte permanece abierta los miércoles, en plena militarización del palacio y zonas aledañas. Durante el resto del año permaneció cerrada "por operativo policial". Todos los miércoles, los adultos mayores se manifiestan en reclamo de mejoras para sus ingresos, históricamente. Entre las 13 y las 19, toda persona que baje en dicha estación estará sometida a una larga pasarela de cordones policiales provistos de armas largas, pistolas, Taser (picana), Byrna (escopetas de gas comprimido que lanzan municiones rellenas de gas), bastones, chalecos, cascos, escudos, escopetas, celulares, hidrantes, camiones de detención, motos policiales y camionetas antidisturbios.
Este espectáculo, propio de una ciudad sitiada por las fuerzas represivas, es el que atravesará, entre personal de escaso entrenamiento militar, toda la población civil (niños, familias con bebés, adultos mayores y jóvenes) antes de verse en la obligación de pasar entre un muro de vallas cuidadas por agentes de la Policía de la Ciudad. La ciudad ha sido militarizada por órdenes del Poder Ejecutivo, que se sostiene mediante la vetocracia y el decreto, a espaldas de toda la sociedad, e incluso de las decisiones que, por ley, le corresponden a los poderes legislativos y judiciales.
Por Andrés Manrique
Las fuerzas represivas cortan el tránsito de las avenidas Rivadavia y Callao -dos arterias que conectan el sur con el norte y el este con el oeste de la ciudad- con vallados y piquetes que colapsan el tránsito de la zona.
El miércoles 08 de octubre, el vallado se arma en diagonal, cortando toda Entre Ríos, y el tránsito que viene por Rivadavia se desvía por Callao. Entre uno y otro semáforo, los jubilados esgrimen sus banderas, cantos y pancartas de protesta delante de los vehículos. Motos, bicicletas, autos privados, taxis, colectivos y camiones pasan entre los manifestantes. La policía, de momento, queda guardada tras las vallas. Suenan bocinas en apoyo a la protesta.

Las situaciones que se dan son de alto riesgo. Los vehículos avanzan entre adultos mayores de a pie, entre otros ayudados por bastones, algunos incluso con andadores, y hasta personas con muletas o en sillas de ruedas. Todos empujados al reclamo porque no llegan a cubrir los gastos más básicos de vivienda, de alimentación y de salud. La ley del descarte rige.

Poco antes de las 16, la Policía de la Ciudad corta completamente el tránsito vehicular a la altura de Paraná. Las columnas de manifestantes jubilados avanzan por Callao al ritmo de la protesta. Cuando llegan a la calle Perón, un grupo de infantería bloquea el paso. Va de fachada a fachada, todo lo ancho de la avenida, incluidas veredas. Los manifestantes se detienen, pero la policía avanza marcialmente golpeando con escudos y bastones. La prensa se atiene a registrar la brutalidad. Y lo peor llega en ese momento, porque la línea de escudos, cada tanto se abre y asoman efectivos a manotazo limpio para arrancar del grupo a periodistas y a manifestantes. Las fotos y filmaciones son fiel registro. No hay agresiones de los militantes contras las fuerzas, sólo resistencia al abuso institucional. En el avance empujan a adultos mayores y tiran al piso a María Rosa Ojeda, una jubilada de más de setenta años, flaquita como un palo. Como siguen avanzando, un periodista la levanta justo antes de que la atropellen.
Al fin de la jornada, quedan 7 detenciones convalidadas. No existen motivos para la detención, mucho menos para su convalidación.


El Ejecutivo reprime a las personas comunes, condena a la protesta y burla derechos adquiridos como si no existieran. Las sentencias caen sobre las personas de a pie y sobre las fuerzas que el propio aparato represivo pone en marcha. Los efectivos de infantería (palabra que proviene de cuando se mandaba a los niños al frente de las batallas) obedientes del sistema, los oficiales y el sector más débil del sistema represor, pagan los platos rotos del poder. Siempre fue una esperanza mezquina que los soldados se dieran vuelta para apuntar al opresor. El soldado está entrenado para seguir órdenes. Esperar otra cosa es una estupidez. Pero la imposición por la fuerza acelera la cuenta regresiva de cualquier mandato: Milei tiene los días contados. Su destino: las rejas.
El protocolo antipiquetes instaurado por el Ministerio de Seguridad a pocos días de haber asumido La Libertad Avanza, genera un gasto multimillonario que depende del erario público. La responsabilidad es del gobierno. De este gobierno y de cada uno de los que, en su oportunidad, vació las cajas jubilatorias.
El Ejecutivo, tras el plan del FMI, vacía al país. Lo saben: cuanto más empobrecido más fácil el saqueo y la dominación. Los adultos mayores mueren por falta de medicación. Los haberes jubilatorios que perciben representan una quinta parte de lo que necesitan para subsistir. Sus ingresos no se han ajustado, a pesar de que el Congreso le rechazara el veto al presidente. Lo mismo pasa con la ley de emergencia en discapacidad. Lo mismo con las leyes de salud (la necedad de los antivacunas sale a relucir). Lo mismo en técnica y ciencia, lo mismo en educación. La presión social aumenta, pero el programa del FMI es más fuerte y el Ejecutivo lo sigue al pie de la letra.
Hay una cadena que esta gestión de gobierno viene actualizando, con severos riesgos para el conjunto de la población. Y se compone por el monopolio de fuerza en manos de un Poder asociado a la estafa y al narcotráfico; a través de la movilización permanente de las fuerzas armadas en contra de la población civil; por la amenaza del ejercicio de todo derecho; a través de la presencia de armas de guerra; de beneficios y prebendas a las fuerzas; y de la promulgación de leyes antiterroristas que reactivan los peores horrores de la historia Argentina. Un caldo de cultivo de políticas que no buscan gobernar, sino someter, cercenar, exprimir, saquear, violar y, de ser necesario, lisa y llanamente exterminar. La naturalización de la violencia es un viejo plan de las derechas más rancias a lo largo y ancho del mundo entero.
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