ERA MEDIANOCHE EN BHOPAL

Un día conocí a un indio alto, de unos cuarenta años, la frente ceñida con un pañuelo rojo y el pelo anudado en una trenza en la nuca. Su sonrisa resplandeciente y el calor de su mirada me hicieron inmediatamente comprender que aquel hombre era un auténtico apóstol al servicio de los más desfavorecidos. Habiéndose enterado de que el segundo barco-dispensario Ciudad de la alegría acababa de ser botado en el delta del Ganges para socorrer a las poblaciones de cuarenta islas total-mente desprovistas de asistencia médica, quería solicitar mi ayuda. Desde hace dieciséis años, Satinath Sathyu Sarangi, éste es su nombre, anima una organización no gubernamental, apolí-tica y no confesional, empeñada en cuidar a las víctimas más pobres y más abandonadas de la mayor catástrofe industrial de la historia, la que, en la noche del 2 al 3 de diciembre de 1984, a causa de un escape masivo de gases tóxicos, mató entre die-ciséis mil y treinta mil personas y causó más de quinientos mil heridos en la ciudad de Bhopal, en la India. Tenía un vago recuerdo de esa tragedia, pero, en cincuen-ta y dos años de peregrinaciones por todo este inmenso país, no me había detenido nunca en la magnífica capital del Madhya Pradesh.
Sathyu venía a pedirme financiación para montar y equipar una clínica ginecológica con el fin de curar a las mujeres sin recursos que, dieciséis años después del accidente, aún sufren sus terribles secuelas. Fui a Bhopal. Lo que descubrí ha sido, sin duda, uno de los mayores traumas de mi existencia. Gracias a mis derechos de autor, y a la generosidad de los lectores de La ciudad de la alegría y Mil soles, hemos podido abrir esta clínica, que hoy en día recibe, atiende y cura a un centenar de mujeres a las que todos los hospitales de la ciudad habían abandonado a su suerte. Pero sobre todo esa experiencia me puso sobre la pista de uno de los temas más conmovedores de toda mi carrera de pe-riodista y escritor: ¿por qué y cómo pudo llegar a producirse un acontecimiento tan trágico? ¿Quiénes han sido sus promo-tores, sus actores, sus víctimas y, finalmente, sus beneficiarios? Pedí al escritor español Javier Moro, autor de un soberbio libro sobre el drama del Tibet, que viniese a reunirse conmigo en Bhopal. Nuestra investigación ha durado tres años. Este libro es su fruto.
