Crisis de insolvencia

31.12.2025

Por Carlos Girotti  -  Sociólogo, Secretario de Enlace Territorial de la CTA de los Trabajadores. 

Anticipándose al último gambito practicado por Luis "Toto" Caputo, el economista Pablo Manzanelli, investigador en CONICET, docente en el Área de Economía y Tecnología de FLACSO y coordinador del Centro de Investigación y Formación (CIFRA) de la Central de Trabajadoras y Trabajadores de la Argentina, advirtió que el gobierno no iba a poder eludir la disputa que libran, por un lado, el FMI y, por el otro, Wall Street.

En efecto, a fines de noviembre pasado, cuando nada hacía presagiar que Caputo y Milei habrían de contradecir su propio dogma, Manzanelli sostuvo que en los últimos cincuenta años se había desplegado el bimonetarismo en Argentina y que las crisis recurrentes en dicho período, puestas de manifiesto con la insuficiencia de divisas y el bajo crecimiento, no se debían al exceso de emisión monetaria sino "a procesos de valorización financiera inducidos por los sectores dominantes que derivaron en las crisis de deuda y de fuga de divisas como ocurrió en 1981-82, 1989-90, 1999-02, 2018-19 y la que se está produciendo en la actualidad."[i]

A estas crisis recurrentes, Manzanelli las denomina "crisis de insolvencia", a estar por el sobreendeudamiento externo y la imposibilidad de pago de los compromisos contraídos. En los años '80, esta tensión se expresaba en dos modalidades de resolución que, de hecho, prefiguraron las actuales alternativas en disputa dentro de los actores del gran capital financiero. En ese entonces, afirma Manzanelli, el FMI sostenía que había que devaluar y juntar reservas para pagar las acreencias, mientras que el Banco Mundial retrucaba que esa salida apenas si garantizaba el pago de intereses y que, por lo tanto, había que acometer profundas reformas estructurales y privatizar todo lo privatizable para canjear los bonos de la deuda por patrimonio público. Pero, en la actualidad, la crisis de insolvencia viene con un efecto de arrastre que se origina – sostiene Manzanelli – en los 100.000 millones de dólares de la deuda contraída por Mauricio Macri, agravada de por sí por los condicionamientos del FMI, los vencimientos de corto plazo y, por cierto, la política del gobierno del Frente de Todos, que no resolvió el problema porque adoptó un criterio cortoplacista y postergó por otros tres años lo que podría haber sido una solución razonable para el pueblo y la nación argentina.

En este punto, recuerda Manzanelli, el total de la deuda pública actual alcanza los 197.000 millones de dólares porque, por supuesto, suma todo lo que hizo Milei hasta ahora. Pero lo que el investigador de CONICET y FLACSO destaca es que la mayor parte de ese monto vence durante el próximo quinquenio, y una cuarta parte del capital hay que saldarlo en los próximos dos años. Frente a semejante panorama, y con su certeza sobre la insolvencia, el coordinador de CIFRA vaticinó, ya a fines de noviembre del 2025, que la contradicción entre el FMI y Wall Street sería insostenible. ¿Por qué? Pues porque los Fondos de Inversión y los grandes bancos, más una parte del propio gobierno norteamericano -expresados en la figura simbólica de Wall Street- aportarían a lo que denominaron "recompra de la deuda" a condición de que el gobierno argentino reemplazara al FMI como acreedor privilegiado.

Las idas y vueltas de "Toto" Caputo, la escasez de recaudación de divisas, sumado al hecho de que siguen manipulando el mercado cambiario para sostener el precio del dólar, convencieron a Wall Street de que el gobierno no daría el paso previsto y le cerraron las puertas. Eso es lo que hizo que Caputo saliera a decir -como si fuera el ministro de Economía de un gobierno progresista- que "el objetivo es ir eliminando la dependencia que el país tiene con Wall Street". Pero la verdad de la milanesa es otra: el financiamiento externo no aparece y, mucho menos aún, el crédito y las inversiones extranjeras que el gobierno aseguró que llegarían a raudales. Por el contrario, grandes empresas extranjeras vienen liquidando sus activos y abandonan el país para invertir, según pontifican sus ejecutivos, en otras plazas más rentables. Lo de Vaca Muerta es tan solo un ejemplo entre muchos otros.

En sus "Notas preliminares sobre la crisis de la deuda", Manzanelli radiografía la crisis de esta manera: "De los 197 mil millones de deuda externa pública, 93 mil corresponden a organismos internacionales (FMI 60%, BID 20%, BIRF 13%, CAF 5%, etc.) y su peso en los vencimientos es sustantivo: 43% en 2026 y 2027 y 66% en 2028.". Esto significará más y más ajuste – que la reciente aprobación de la ley de Presupuesto en el Senado, con la aquiescencia del grupete de gobernadores "amigables", viene a ratificar -, lo cual traerá aparejado más y más represión. El brutal fusilamiento a mansalva del obrero Juan Gabriel González, perpetrado por un grupo de policías de la Ciudad de Buenos Aires, anuncia, por si hiciera falta, que para el gobierno neocolonial ninguna rebeldía será consentida.

Entonces, se hace necesario interpelar a quienes, desde el campo nacional y popular, hacen malabarismos para eludir una respuesta precisa a este estado de cosas. ¿Cómo es posible que todavía haya quien diga que, en verdad, la crisis de insolvencia se debe a una excesiva emisión monetaria, y no a la bicicleta financiera y la fuga de divisas? ¿Cómo entender a quienes mentan la necesidad de una "nueva estatalidad" sin poner el eje en el rol productor de un Estado al servicio de las grandes mayorías populares? ¿Cómo se puede hablar de construir una alternativa para 2027 sin ponerle nombre y apellido al sujeto social que debe ser el portador de los cambios? ¿Cómo aceptar que nadie explicite un programa de transformaciones cuyo cometido sea la completa derrota del proyecto de poder neocolonial que nos gobierna y la consolidación de una nueva fuerza social basada en el rol preminente de quienes hoy son sometidos a la miseria, la marginalidad y la explotación más encarnizada? ¿Por qué razón no se les cae una idea desde la cual organizar la rebeldía y, sobre todo, en la cual apoyarse para que las dirigencias más remisas y elusivas no sigan mirando hacia los costados, tal y como ocurre, sin ir más lejos, con esta prudentísima conducción de la CGT, que promete parar, pero no es siquiera capaz de invitar a sus palcos a las otras dos centrales sindicales?

La crisis de insolvencia pareciera no solo afectar a la economía del país, sino a toda una dirigencia que continúa metida para adentro sin entender que, de ese modo, empuja al abismo de la desafección política a los millones de personas que, alguna vez, en ella creyeron.

En estas condiciones, cuando apenas faltan tres meses para que se cumpla el cincuentenario de la implantación del terrorismo de Estado por parte de la dictadura cívico, militar y eclesiástica, es imprescindible recordar el gesto valiente de la Agrupación H.I.J.O.S. cuando nadie, salvo las Madres y Abuelas, clamaba por los desaparecidos y el juicio y castigo a los genocidas. "Si no hay justicia, hay escrache", dijeron, y salieron a marcar en sus barrios a los asesinos que vivían en libertad.

Quizás, ante tanta insolvencia política del campo opositor y ante tanta insolvencia moral de quienes se recuestan en el gobierno neocolonial para verse recompensados con alguna dádiva para su satrapía, haya llegado el momento de reeditar aquel ejemplo de coraje cívico pero, esta vez, para señalar a los responsables de los despidos, a los que alzaron la mano para votar a favor del ajuste en las áreas de ciencia y tecnología y de educación, a los que fugan divisas hacia los paraísos fiscales, a los que aceptan sin chistar aumentos del 2% en la paritaria estatal, a los responsables de los suicidios en los cuarteles, y así por delante.

Es verdad que solo con resistir no alcanza, pero todo no puede valer lo mismo.




Referencias:

[i] Manzanelli, Pablo: «Notas preliminares sobre la crisis de la deuda«; Bs.As., (Inédito), noviembre de 2025, pgs.1 y 2.

Fuente:

La Tecl@ Eñe