Decisivo para el dólar: pueden entrar más de u$s13.000 millones tras baja de retenciones

Al final, Javier Milei decidió la jugada más obvia respecto de las retenciones a las exportaciones del campo: hacer equilibrio entre el ingreso de dólares y el cuidado de la caja fiscal, sin volcarse de lleno a ninguna de las puntas de ese incómodo dilema.
Si hubiese cumplido con el reclamo de eliminar de un plumazo las retenciones, habría obtenido el aplauso del campo, pero pondría en riesgo el superávit fiscal, considerado por el gobierno el pilar del programa económico.
Para tener una dimensión de las cifras, en los meses de mayor liquidación agrícola, las retenciones representan un 7,5% de la recaudación impositiva total. Demasiado riesgo para un modelo que apuesta al "ancla fiscal". Y, aun en el caso de que esa hubiese sido la intención, el gobierno habría chocado con el escollo del Fondo Monetario Internacional, según el propio Toto Caputo confesó a dirigentes de la Sociedad Rural.
Si, por el contrario, Milei hubiese anunciado algo apenas simbólico, habría asegurado cierta robustez fiscal, pero al costo de arriesgar que los silobolsas se llenaran de mercadería sin embarcar y que la economía sufriera una aguda sequía de dólares en el segundo semestre. Y además, claro, habría significado un alto costo político por la desilusión con los votantes de las provincias más ligadas al agro.
No por casualidad, en las horas previas a este anuncio, se había producido un reclamo conjunto de gobernadores provinciales como Maximiliano Pullaro, de Santa Fe, Martín Llaryora, de Córdoba y Rogelio Frigerio, de Entre Ríos, que están presionando por un cambio de sistema tributario y acusan al presidente de "sostener un modelo de país porteñocéntrico".
Y, aunque naturalmente Axel Kicillof no se sumó al discurso anti retenciones, también es cierto que la zona netamente agrícola del norte de la provincia de Buenos Aires, donde Milei espera imponerse en las elecciones legislativas, también había señales de descontento por la reducción de los márgenes de rentabilidad.
Lo cierto es que lo que ocurrió -mantener el mismo esquema de retenciones anunciado en enero y que teóricamente sólo se mantendría hasta junio- era algo que los productores venían sospechando que ocurriría. Acostumbrados a este tipo de esquemas de incentivo para apurar las ventas, sabían que el gobierno tenía que poner una fecha límite para que no enlenteciera el ingreso de divisas y no podía "blanquear" que después de junio se mantendrían los recortes.
Y los números terminaron dándole la razón al esquema de Toto Caputo: en los meses previos al teórico fin del incentivo hubo un considerable aumento del ritmo exportador, que había empezado el año a media máquina. En mayo ingresaron unos u$s3.000 millones, en junio u$s3.700 millones. Y los expertos ya estiman que julio superará los u$s4.000 millones.
El riesgo de la sequía de dólares
Con el foco puesto en los dólares, un corte en la continuidad exportadora es un lujo que Caputo no puede darse. La prueba está en que en junio, cortando una racha de un año de números en rojo, se registró un superávit de la cuenta corriente -aun cuando siguen creciendo a toda velocidad las importaciones y la salida de divisas por turismo-.
La explicación está en el espectacular ingreso de divisas por el rubro de oleaginosas y cereales, que más que duplicó lo que había ingresado en junio del año pasado. Y ese cúmulo de divisas tiene más valor si se considera que los precios del mercado internacional se ubican considerablemente por debajo del de hace un año.
En el caso específico de la soja, principal producto de exportación, el mercado de Chicago cotiza hoy en torno de u$s370 por tonelada mientras hace un año lo hacía a u$s420.
Y Caputo había tenido una señal clara de lo que le esperaba si no hacía una concesión al campo y permitía que las retenciones a la soja volvieran al nivel de 33%: en las últimas jornadas las liquidaciones agrícolas habían caído a u$s100 millones diarios y con tendencia a la baja, después de haber promediado más de u$s200 mientras rigió la retención en 26%.
Esto suponía un sombrío pronóstico para el segundo semestre: por más que la exportación petrolera ayude y, como se pronostica, deje un superávit comercial neto de u$s8.000 millones, no habría forma de disimular un bajón drástico en el aporte del campo.
En otras palabras, se arriesgaba a una escasez de divisas justo en el cierre de la campaña electoral, y cuando los pequeños ahorristas están volviendo a comprar dólares en los bancos a un nivel cercano a u$s200 millones diarios.
Los productores sacan cuentas
¿Cómo sigue la situación tras el anuncio de recorte de retenciones? Los números indican que todavía queda sin vender un 18% de la cosecha de trigo, un 46% de la de soja y un 53% de la de maíz.
Traducido a dólares, y considerando los precios del mercado internacional, eso implica un ingreso potencial de unos u$s13.500 millones hasta fin de año, después de los u$s15.323 millones que entraron en el primer semestre.
Sólo por la soja, el ingreso potencial es u$s8.500 millones, correspondiente a un remanente sin vender de 23 millones de toneladas. Si, además, se considera la soja vendida pero sin precio a fijar, entonces el número sube a 29 millones de toneladas.
Claro que esto no significa que, efectivamente, todo lo que está guardado sea vendido en los próximos meses, pero el gobierno se muestra optimista en el sentido de que habrá un buen ritmo de ingreso exportador.
La palabra final la tendrán los productores, que harán los números finos para saber en qué momento les conviene desprenderse de su producto. La tendencia del mercado indica una perspectiva de caída en los precios, de manera que ahí existe un factor de incentivo para la venta en el corto plazo. Pero claro, no es el único factor, también incide el costo de financiamiento, que en los últimos tiempos se convirtió en un problema para los productores con los márgenes más ajustados.
Los productores sojeros están recibiendo -todavía con una retención de 33%- unos $340.000 por tonelada, es decir unos u$s265. En otras palabras, un 69% del precio internacional. Lo que estiman los expertos del negocio agropecuario es que, con las retenciones nuevamente en 26%, ese precio podría subir por encima de $400.000 -algunos arriesgan que llegaría a $430.000.
Dicho en otras palabras, la mejora implica que, con el viejo esquema, por cada tonelada de soja se le dejaba al Estado unos $150.000 en concepto de retención, y ahora ese impuesto bajará a $80.000 o menos.
Cuál será el costo fiscal
Junto con esta medida, está la contracara de la mejora en el ingreso de dólares: ¿cuánto sacrificará la caja fiscal por mantener las retenciones de la soja en 26%?
Suponiendo que todo el remanente de la cosecha sea exportado antes de fin de año, eso implicará que entrará a la caja de ARCA el equivalente a u$s2.700 millones. Mientras que el sacrificio por la rebaja de las retenciones significaría unos u$s720 millones.
En términos de PBI no luce como un costo impactante: lo que se resignaría de la recaudación está en el orden de 0,1 puntos del PBI -aproximadamente un 0,5% de la recaudación impositiva-.
Claro que, desde el campo, se defiende el argumento de que ese costo fiscal será compensado con una mayor área sembrada. Según un informe de CREA, con retenciones de 33% apenas un 20% de la superficie agrícola lograría un margen positivo, mientras que con el 26% que se acaba de anunciar, esa mejora se extiende al 61%.
Pero claro, para ver ese incremento de volumen habrá que esperar a la próxima campaña agrícola, algo que en términos políticos argentinos es hablar de largo plazo.
Fuente: