El BCRA "pisa" el dólar futuro y reaviva dudas en la City sobre la credibilidad del plan Caputo

El Banco Central confirmó que tiene unos u$s2.000 millones en posturas del mercado futuro, con lo que contiene al tipo de cambio. Críticas en el mercado
El Banco Central confirmó lo que todos en el mercado sospechaban: que desde el levantamiento del cepo cambiario incrementó su intervención en los contratos de futuros, como forma de frenar la presión a la suba del tipo de cambio. Y de inmediato resurgió el debate respecto de si realmente se puede considerar al nuevo régimen cambiario como "de flotación".
El informe reconoce posiciones vendedoras al 31 de mayor por u$s1.946 millones, lo que implica que incrementó durante el mes sus posturas por u$s1.541 millones. En ese período, el tipo de cambio mayorista había empezado el mes muy alto, en $1.194 pero tuvo un bajón que lo llevó a terminar mayo en $1.160, tras haber tocado un nivel mínimo de $1.114 a mediados de mes.
En comparación con otros momentos históricos, no puede decirse que la intervención sea masiva. A fines de 2015, cuando durante la gestión kirchnerista el BCRA usaba el mercado de futuros como principal herramienta para contener al dólar, se llego un nivel de intervención de u$s17.500 millones, según estimó el economista Salvador Vitelli.
Pero esa situación no quita que se haya producido una polémica respecto de qué tan "liberal" es la política económica en la nueva fase. De hecho, las intervenciones ya se venían notando desde marzo, cuando se demoraba el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y el mercado empezó a dar señales de desconfianza en la continuidad del esquema del "crawling peg" al 1% mensual.
Tras la adopción del nuevo esquema, el ministro Luis Toto Caputo enfatizó en que no habría intervención oficial dentro de la banda, por lo que el esquema podía calificarse como de flotación. Y para reforzar ese concepto se anunció que el BCRA se abstendría de comprar dólares dentro de la banda, ya que ello equivaldría a desnaturalizar el libre juego de la oferta y demanda de divisas, porque el precio al que, eventualmente, comprara el Central sería interpretado como un "piso" por encima del límite inferior de la banda.
Fue también con ese argumento que se anunció que la compra de dólares para acumular reservas se haría a través de la emisión de bonos del Tesoro -suscribibles en dólar pero que se pagan en pesos-, porque de esa manera se cumplían simultáneamente dos objetivos: reforzar la caja del BCRA y mantener la pureza de la flotación cambiaria.
Quien argumentó ese punto fue Federico Furiase, el ideólogo del "plan de las tres anclas", quien sostiene que si el que compra es el BCRA, entonces se volcarían al mercado pesos que no necesariamente responden a una demanda genuina de dinero.
En cambio, si el Tesoro compra dólares a cambio de títulos públicos y con una "duration" mayor a un año, se cumplirá el objetivo de acumular reservas sin que eso implique emitir pesos. Y destacó que el punto central de ese plan es la disponibilidad de pesos por el superávit fiscal. "El fortalecimiento de reservas líquidas en dólares para aumentar el respaldo de los pesos YA emitidos es el RESULTADO del programa macro", escribió Furiase.
¿Está mal que el BCRA intervenga?
Pero esas declaraciones siempre fueron relativizadas por los analistas más críticos, que todos los días observaban posturas vendedoras de gran volumen que terminaban "planchando" la curva de futuros.
Por caso, el contrato para fines de octubre -es decir, el primero posterior a las elecciones legislativas- cotiza ahora a $1.297, mientras a principios de abril superaba los $1.341.
En realidad, no es que haya una prohibición para que el BCRA ponga contratos en ese mercado, pero muchos analistas creen que ese instrumento quedó "quemado" tras los juicios que se le hicieron a Alejandro Vanoli y a Axel Kicillof, respectivamente ex titular del BCRA y ex ministro de economía en 2015 -además de la propia Cristina Kirchner- cuando se llegó a un nivel récord de posturas que, cuando finalmente se devaluó, tuvieron un costo de u$s5.400 millones para el Estado.
Aunque finalmente la sentencia dictaminó la inocencia de los imputados, por entender que no se había incurrido en una conducta que deliberadamente dañara el patrimonio del BCRA y que esa intervención en futuros era una decisión que está dentro de las potestades de los funcionarios, igualmente quedó un remanente de rechazo. En caso de que, efectivamente, ocurra una devaluación, el BCRA tendrá que pagarles a quienes compraron contratos, y ante esas situaciones aparecen las acusaciones de índole político.
Movimientos llamativos
Pero, más allá de las derivaciones legales, lo que está en juego es la credibilidad del equipo económico respecto de su voluntad de sostener un esquema en el que el tipo de cambio flote libremente y sin interferencias.
De hecho, en las últimas semanas hubo movimientos del dólar que llamaron la atención de los inversores. Después de un mínimo a fines de mayo -cuando el tipo de cambio mayorista tocó $1.133 y el blue $1.160-, había comenzado un marcado proceso de suba, en línea con lo que esperaba el mercado. Era algo que hasta el propio gobierno parecía celebrar, cuando el ministro Luis Toto Caputo negó que tuviera la intención de empujar al dólar hacia el piso de la banda de flotación, porque eso podría complicar la competitividad de economías regionales.
Pero esa suba -que alcanzó un pico de $1.191 para el mayorista y de $1.205 en el paralelo- se encontró con un techo, que tiró los valores abajo, hasta nuevos mínimos de $1.142 y de $1.160 respectivamente.
Hubo mucha discusión respecto de qué había ocasionado la abrupta baja. Se habló sobre factores estacionales, como la concentración de exportación agrícola -para aprovechar los últimos días de venta con retenciones bajas-, también de inversiones externas directas en proyectos de Vaca Muerta. Pero, además, el mercado de futuros estuvo también bajo la lupa.
¿Podría esta situación complicar el acuerdo con el FMI? No está tan claro. En principio, el organismo no es amigo de las intervenciones cambiarias, aunque en los últimos tiempos ha flexibilizado su postura en esta materia. "Lo permite en momentos de volatilidad, al igual que en el contado con liquidación y MEP. No tuvimos de esos aún", apunta el Gabriel Caamaño, director de la consultora Outlier, quien recuerda que el retraso en el cumplimiento de las metas de reservas es una prueba de que el Fondo no está demostrando injerencia en las decisiones del equipo económico.
Costos y beneficios de frenar al dólar
¿Por qué motivo querría el gobierno contener una presión alcista sobre el dólar? Hay consenso sobre el primer motivo: el ancla cambiaria es una de las bases del modelo desinflacioniario. Y el gobierno priorizó el freno a la inflación por encima de otras variables, como el nivel de actividad.
"Para una inflación que en el primer semestre de 2025 habrá acumulado 15,5%, se corresponde una variación del tipo de cambio de exportación del orden del 11,0% (partiendo del "blend" de fin de 2024). Las operaciones en los mercados de futuros y la astringencia de pesos son los instrumentos para este combo de políticas", sostiene Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea.
Esa prioridad por la estabilidad cambiaria y un IPC que quiebre el piso del 1% mensual es considerado por los politólogos como una de las cartas ganadoras de Javier Milei con vistas a las elecciones legislativas de octubre.
Pero en el mercado manifiestan preocupación por los costos de esa política. Entre los más evidentes figura el deterioro de la balanza comercial, que en mayo registró una caída interanual de las ventas de 7,4%, mientras las importaciones subieron un vigoroso 29,4%. Es decir, una situación típica de los momentos de retraso cambiario.
Y, aunque el gobierno argumenta que la suba de importaciones es imprescindible para garantizar el crecimiento de la economía, lo cierto es que el rubro que lidera el crecimiento importador no es el de insumos ni bienes de capital sino el de productos de consumo final y automóviles. Estos dos, sumados, ya representan 21% del total importado -hace un año eran apenas 14%-.
Así, muy lejos de la proyección oficial del gobierno, que espera un holgado superávit de u$s20.000 millones por la balanza comercial y la venta de servicios, hay economistas que ya están previendo números en rojo.
"Pasada la estacionalidad favorable de las exportaciones del agro, es esperable observar un empeoramiento del saldo de bienes, con lo que es posible que veamos meses con saldo negativo. El superávit promedio mensual hasta el momento ha sido pequeño (u$s300 millones) y es fácilmente reversible", argumenta un reporte de la consultora LCG.
¿Cómo sigue?
¿Qué pasará en adelante? Históricamente, el segundo semestre es más escaso de divisas que el primero, dado que la mayor parte de la cosecha agrícola ya está vendida. El gobierno apuesta a que la exportación de petróleo podrá compensar esa situación, pero la volatilidad de los precios en el mercado internacional hace dudar sobre cuál será el aporte del crudo producido en Vaca Muerta.
Pero, además, está el tema electoral, que pondrá un elemento extra de presión, como es tradicional. Un dato a observar es el de los pequeños ahorristas, que en apenas dos semanas de abril atesoraron u$s2.000 millones.
Por lo pronto, los economistas creen que la vocación intervencionista no cambiará el en corto plazo. "Por el momento no vemos una baja considerable de la exposición del BCRA a futuros de dólar", señaló un reporte de la consultora Romano Group.