El plan Milei-Caputo: no hay dólares que alcancen

Una economía que tiene escasez de dólares y que, además, es bimonetaria —es decir, que el ahorro dominante es en dólares—, como la argentina, ¿debe evaluarse su grado de apertura comercial como el de cualquier otra economía que no registre estas dos restricciones? A nivel regional, Argentina sigue ubicada en el extremo inferior del ranking de apertura comercial. Mientras países como Chile, México, Colombia, Uruguay o Paraguay exhiben ratios de importaciones que oscilan entre 20% y 45% del PIB, Argentina se mueve históricamente en un rango de 12%–18%, incluso en períodos de mayor apertura.
La respuesta inmediata al interrogante inicial es que, pese a estas cifras comparativas de apertura, no debería. La administración de las divisas resulta esencial para evitar perturbaciones en el frente cambiario, que tienen un impacto directo en la estabilidad macroeconómica. El escenario es todavía más crítico porque es una economía con elevado endeudamiento en dólares y sin acceso fluido al mercado de capitales voluntario internacional.
Si a este panorama ya de por sí agobiante se le agrega un régimen cambiario que fomenta el turismo al exterior, el cuadro global orienta hacia un horizonte de insolvencia: el ingreso de dólares del complejo exportador (agro, hidrocarburos, minería y servicios) y de la inversión extranjera directa resulta insuficiente, aun con cosechas récord y un creciente superávit energético por la producción de Vaca Muerta.
Sin embargo, el consenso entre economistas y analistas es que una mayor apertura comercial y la liberación total del mercado cambiario son dos condiciones indispensables para transitar hacia una economía estable y en crecimiento. El recorrido de la economía argentina en, por lo menos, los últimos cincuenta años revela que el saldo de esas medidas, sin el respaldo de un plan económico consistente de mediano y largo plazo, es el fracaso expresado en una crisis generalizada.
Esto no significa que una mayor integración al comercio internacional —más exportaciones y más importaciones— y un mercado cambiario libre y flexible no sean objetivos deseables. Lo que sucede es que la miopía de economistas del establishment y de empresarios y financistas, provocada por las ansias de ganancias rápidas y fáciles, deriva una y otra vez en la irrupción de la restricción externa que hace estallar todo por los aires.
Este límite —la cuenta de dólares— ya aparece con nitidez en los últimos números del balance cambiario informados por el Banco Central.
El plan Milei-Caputo: un barril sin fondo de dólares
El informe del CEPA sobre el balance cambiario del Banco Central aporta una foto que desnuda el problema: en noviembre, la cuenta corriente cambiaria volvió a mostrar números en rojo y el saldo negativo alcanzó los 1.163 millones de dólares. El pago de intereses de la deuda en dólares y el turismo al exterior se devoraron prácticamente el saldo comercial de bienes.
El plan de Milei-Caputo consiste en un esquema que necesita dólares de manera permanente, pero al mismo tiempo promueve la aceleración de la demanda de divisas. Por eso, la definición de "barril sin fondo de dólares", que en artículos anteriores mencioné, no es una consigna periodística: es una descripción objetiva de su inviabilidad.
Como prueba, el esquema macroeconómico de la dupla Milei-Caputo puede contabilizar un superávit comercial y, aun así, estar al borde del abismo cambiario, porque lo que importa es el balance integral de divisas. Si el tipo de cambio estimula la salida de dólares por turismo, si la carga de la deuda en moneda extranjera asfixia, y si los sectores de mayores ingresos dolarizan excedentes en forma permanente, el superávit de bienes se evapora.
La fuga/atesoramiento no es un comportamiento marginal. En noviembre pasado, la formación de activos externos (FAE) del sector no financiero fue de 1.119 millones de dólares, según el Banco Central. El equipo económico había publicitado que, luego del triunfo electoral de Milei en octubre, la compra de dólares había bajado a apenas 200 millones porque se despejó el "riesgo kuka". Esto último es la excusa: la compra neta de dólares siguió siendo intensa. En once meses, el atesoramiento de dólares sumó 30.517 millones.
Con este frente cambiario tensionado, la apertura importadora deja de ser una discusión tecnocrática y se convierte en presión directa sobre la caja de dólares. Y lo más relevante no es sólo cuánto se importa, sino qué se importa.
El boom importador
Las cifras de las importaciones totales y su composición en 2025 exhiben la inviabilidad del plan económico de Milei-Caputo. La información es proporcionada por la consultora Abeceb, que se esfuerza en exprimir el optimismo analítico con datos que, en realidad, describen una catástrofe productiva y de empleo, además de un despilfarro de dólares por compras externas que no mejoran en nada la competitividad, la productividad media de la economía ni la capacidad de generación de divisas.
Abeceb destaca que, en perspectiva histórica, este año cerrará con volúmenes de importaciones récord, superando en 3,1% el máximo de 2017 y triplicando el promedio de la década de los 90. En el acumulado a noviembre (último dato oficial), las importaciones de bienes alcanzaron 70.235 millones de dólares, con un crecimiento interanual del 27%, el segundo mayor registro desde 2022.
El rasgo distintivo de este año fue el cambio en la composición de las importaciones, con un mayor protagonismo de bienes finales. Mientras las importaciones de bienes intermedios crecieron 6,2% interanual y las de piezas y accesorios para bienes de capital 17,4%, las compras externas de vehículos más que se duplicaron en valor (+109%), los bienes de consumo crecieron 58,3% y los bienes de capital 55,6%. Este patrón de comportamiento marca una diferencia respecto de etapas previas, donde la recuperación importadora estaba concentrada en insumos productivos.
La suba de las importaciones de insumos esta asociada a mayor actividad y a cadenas productivas integradas. Cuando el motor es el bien final —autos importados, indumentaria importada, electrónica importada—, el resultado no es modernización de la economía, sino que es sustitución de producción local, más desempleo industrial, más capacidad ociosa y, por lo tanto, menos capacidad futura de generar dólares.
El boom Shein: apertura sin industria
Abeceb advierte que el principal foco de atención hacia adelante no es tanto el nivel agregado, sino la dinámica de los bienes de consumo dentro de la canasta importadora. En 2025, esos bienes concentraron cerca del 15% de las compras externas: el valor más alto desde comienzos de siglo y apenas dos puntos porcentuales por debajo del promedio de los 90.
El fenómeno se refleja en el comportamiento empresarial. Según el Observatorio PyME, la proporción de empresas que reemplazan producción propia de bienes por importaciones casi se duplica y llega al 10,1% en el segundo trimestre de 2025 (versus 5,3% en el primero). Y las que sustituyen insumos y bienes intermedios locales trepan al 22,1% (desde 15,2%), con mayor intensidad en metalmecánica (28,4%) y en sustancias y productos químicos, caucho y plástico (29,2%). Esto implica que no se importa sólo lo que falta; se importa para reemplazar lo que se producía localmente.
Al interior de los bienes de consumo, el régimen de courier o "puerta a puerta" se consolida como canal de mayor expansión. Su peso en el PIB puede ser acotado —Abeceb menciona importaciones por 789 millones de dólares—, pero el crecimiento interanual a noviembre es explosivo (+291,8%). El courier actúa como un vector directo de competencia externa en rubros intensivos en bienes finales livianos (indumentaria, calzado, pequeños electrónicos, artículos para el hogar), profundizando el sesgo hacia bienes finales dentro de la canasta importadora.
El consumidor compra barato hoy, pero la economía paga caro mañana. Esta presión competitiva no se traduce en eficiencia o innovación cuando el entramado productivo opera con crédito caro, tarifas en alza, mercado interno deprimido y un tipo de cambio atrasado. En este marco, la apertura funciona como acelerador de quiebras.
Sector automotriz: más modelos, menos industria
Abeceb señala que las importaciones de autos medidas en unidades crecieron 120% acumulado a noviembre, alcanzando máximos desde 2018, aunque todavía se ubican 30% por debajo de aquel pico, según datos de ADEFA. A partir de septiembre, la aceleración estuvo impulsada por el ingreso de unidades bajo el cupo de arancel 0% para vehículos híbridos y eléctricos.
Brasil continúa siendo el principal origen (76%), aunque pierde participación frente a China y México, que ganan terreno con fuerza.
Este auge importador convive con una industria local que opera con elevados niveles de capacidad ociosa. Mientras las importaciones crecieron 36,2% interanual en volumen a octubre, la actividad industrial avanzó apenas 3,1% y aún se encuentra por debajo de los niveles de 2023.
Las cuentas externas no perdonan
El debate sobre la apertura comercial suele presentarse como una discusión de expertos: si Argentina es cerrada o abierta, moderna o atrasada. Pero en una economía con escasez de dólares y ahorro en dólares, la apertura sin administración del comercio exterior es una restricción material.
El frente cambiario es el talón de Aquiles. La cuenta corriente de la economía de Milei entra en déficit incluso con una balanza de bienes superavitaria. No se trata de ordenar un ranking regional de importaciones sobre PIB. Lo que está en juego es si el país elige un camino de acumulación productiva que genere divisas o si se entrega al modelo liberal-libertario de consumo importado, turismo al exterior subsidiado por el tipo de cambio y dolarización del ahorro interno.
Abrir importaciones de bienes finales y flexibilizar el mercado cambiario sin una estrategia de generación sostenida de dólares y sin regulaciones sobre la demanda es repetir el guion del fracaso: primero la ilusión de la estabilidad, después el faltante de divisas, luego el endeudamiento de emergencia, y finalmente el ajuste y la crisis.
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