Respirar en tres cuotas sin interés

Despidos. Ola polar. Hambre. Pobreza. Represión. Violencia mayorista. La SIDE desbocada. Allanamientos nocturnos cuasi clandestinos. Pero ¿saben cuándo saltó la alarma? Cuando los bancos se preocuparon porque aumentó la morosidad en los créditos personales y en las tarjetas de crédito.
Por Agustina Werner Gramajo y Gonzalo Assusa
El economista Emmanuel Álvarez Agis, exviceministro de economía de la Nación, explicaba hace un tiempo: "El problema es que la deuda es como la falopa. Al principio es rica, pero después te mata". ¿Qué pasa en el tiempo que transcurre entre que es rica y te mata? ¿Cómo es la agonía de las personas endeudadas? No hace falta ponernos románticos con el pasado. La dinámica de la economía viene siendo problemática hace varios años. La pregunta es: ¿podíamos estar peor? Y siempre, siempre hay un Torneo Federal A al cual descender.
No existe la expiación económica. La crisis puede siempre encallarse, solidificarse, cristalizar y volverse parte del paisaje. Según los datos de la Encuesta Permanente de Hogares publicada por INDEC del tercer trimestre de 2024, el 38% de los hogares de Argentina tuvo que gastar lo que tenía ahorrado para llegar a fin de mes. El 15% tuvo que pedir prestado a familiares. El 12% tuvo que pedir préstamos en bancos. El 10% tuvo que vender pertenencias. Un año antes, en 2023, los porcentajes eran todos más bajos: 33% gastó lo que tenía ahorrado, 13% pidió préstamo a familiares, 10% pidió préstamo a bancos, 9% vendió pertenencias. En 2014, eran más bajos aún: 23% gastó lo que tenía ahorrado, 11% pidió préstamo a familiares, 9% pidió préstamo a bancos, 5% vendió pertenencias.
Para mayo-abril de 2024, la encuesta de Estructura Social Argentina de 2024 del Programa de Investigación Regional Comparativa (PIRC-ESA) señalaba que, desde el comienzo de ese año, 4 de cada 10 hogares tenían menos comida en su mesa. El 37% tuvo problemas para enfrentar uno o más gastos corrientes del hogar. Entre el 54% y el 68% de los hogares cuyo sostén era cuentapropista no profesional o asalariado informal no le alcanzaban sus ingresos para llegar a fin de mes.
Y ojos que no ven, corazón que no siente. El gobierno tranquilo porque baja la inflación, aunque eso signifique más sobreexplotación, pluriempleo, mala alimentación, niñas, niños y jóvenes no pudiendo dedicar tiempo al estudio porque tienen que aportar ingresos a su hogar. Los bancos se empiezan a preocupar cuando una parte de esos hogares deja de pagar la cuenta, la mayoría la sigue pagando porque perder la tarjeta es como perder el fiado en el almacén, pero mucho más grave, porque el almacenero nunca te embarga el sueldo.
Y ni siquiera empezamos a pensar lo que pasa con los préstamos entre familiares o las financieras informales. Spoiler alert: el acceso a diferentes fuentes de crédito, así como las formas y el nivel de endeudamiento, es desigual según género y clase, pero también en relación al tipo de inserción laboral, con ser propietario o alquilar, y con la trayectoria financiera. Según el informe sobre vulnerabilidad financiera en contexto de pandemia de Ariel Wilkis, el porcentaje de hogares que piden préstamos a familiares es considerablemente mayor entre aquellos de bajos ingresos y con menores a cargo, y aún mayor cuando el sostén del hogar es mujer. La misma tendencia aplica para el fiado y para los préstamos bancarios. Mientras tanto, el uso de tarjetas de crédito crece a medida que aumenta el nivel de ingreso, sobre todo, en hogares con mujeres sostén de hogar y menores a cargo.
Un bonus: en el mismo informe, se propone una idea de endeudamiento que vaya más allá de su relación con el sistema bancario y/o financiero, para indagar sobre las mil y una formas en las que los hogares se endeudan. Durante la pandemia, entre el 40% y el 50% de los hogares tuvo deudas por atraso con familiares y/o conocidos, con el Estado (impuestos y servicios) y con empresas de telefonía e internet. En otras palabras, los atrasos de los hogares en los pagos de diversos servicios y créditos también son indicadores de que la cosa va mal y que, para algunos, va peor: «Los hogares con menos ingresos de la muestra presentan 28% de alta propensión al endeudamiento y 45% de media-alta. En cambio, en los hogares con más altos ingresos, estos indicadores descienden al 9% y 27%". Es decir, 7 de cada 10 hogares con ingresos bajos tenía buenas chances de endeudarse, contra 4 de cada 10 hogares con ingresos altos.
Y la inflación se puede desacelerar y el calendario se puede desacelerar. Tanto así que, en algún punto entre la segunda y la tercera semana de cada mes, el salario se queda sin piernas y no hay arquero que se tire al piso con un falso calambre para ganar minutos en el partido. Así, ¿cómo se llega al tiempo de descuento?

Primero que nada, hay que entender que no estamos ante un "estallido" de ninguna burbuja inmobiliaria ni ante una crisis por los préstamos universitarios (antes, estábamos seguros de estar vacunados contra esta última; ahora, no tanto). Lo que hace saltar la alarma es la morosidad en tarjetas de crédito y créditos personales. Como muestra el informe de proveedores no financieros de crédito del BCRA, "en línea con estas dinámicas, las EEFF registraron, en el segundo semestre de 2024, una expansión en la demanda de crédito por parte de las familias, según midió la Encuesta de Condiciones Crediticias (ECC), tanto para tarjetas de crédito (23,5%) como para otros créditos al consumo (50,1%). Esta tendencia se mantuvo en el primer trimestre de 2025".
No fueron apuestas o deudas de capitalización que malieron sal. Son deudas de empobrecimiento, como son nombradas en el libro Una historia de cómo nos endeudamos, de Ariel Wilkis. Antes, en algunos hogares, quizás reservaban la tarjeta para los "gustitos": la ropa, los viajes, algunos electrodomésticos. Ahora, es una compra de súper de capeletinis, queso rallado, un aceite de oliva (porque es más sano), una leche deslactosada para no pasarla mal el finde y un repuesto de detergente. En tres cuotas sin interés. Pero cuando llega el resumen a principio de mes, de cada 10 pesos que cobraste, te quedás con entre 6 y 4. La mitad de tu sueldo de julio le pertenece a junio. La mitad de tu presente le pertenece a tu pasado reciente.
No es que nunca antes hayamos estado endeudados. Pero pasar de falopa los sábados a la noche a falopa de lunes a domingo para poder salir de la cama es preocupante por donde se lo mire.
Segundo que nada, hay que entender que esto que vivimos es la mejor expresión de "más mercado". La canasta básica no registra cuando un bien que, antes, era provisto por el Estado ―sí, ya todos sabemos que eso no es gratis, pero esperen y vean la diferencia― pasa a ser adquirido por vía del mercado. Entonces, si los gastos en salud ocupaban el 6% del presupuesto de los hogares y el transporte el 14%, el impacto del aumento de sus precios está siempre ponderado por ese 6% y ese 14%. Pero para que ese peso fuera del 6% y del 14%, había un Estado que subsidiaba y garantizaba. Ahora, ya no. La canasta, a esta altura, tiene el tamaño de un container. No podemos "elegir" dejar de asistir a trabajar ni de tomar nuestros medicamentos, así que lo que podemos, lo sacamos en cuotas y vamos viendo. Y nos podrán decir que se trata de un "sinciriminti". No nos cansamos de repetirlo: sacarle el bastón a alguien que lo necesita es crueldad, no sinceridad. El flujo natural de las cosas está sobrevalorado. Y quien esté en desacuerdo es libre de dejarse comer por un lobo o un oso.
No es para ponernos cuánticos, pero vivimos simultáneamente en una serie de tiempos con distinta aceleración. La inflación nunca se frenó, pero se desaceleró. El problema es que los ingresos vienen hace un par de cuadras con el freno de mano puesto. Según información de Argen.data (Fundar), los ingresos perdieron entre un quinto y un cuarto de su poder adquisitivo desde 2022, mientras que la pérdida es casi de la mitad comparado con 2011. Como resultado, normalizamos vivir simultáneamente en tres meses: transcurrimos en un mes cuyo salario le pertenece en gran parte al mes anterior, gastando a cuenta del mes siguiente. Y si le calculás para usar el crédito el día 25 del mes para que ya haya cerrado la tarjeta, ya estás viviendo en septiembre (o de septiembre, depende de cómo se lo mire). Hace dos años, nos quejábamos de vivir con el agua al cuello. Ahora, el agua nos tapó y el crédito es el oxígeno del tanque de buceo. Así se siente la agonía en ese tiempo entre que la falopa es rica y te termina de matar.
Fuente:
https://latinta.com.ar/2025/07/07/respirar-en-tres-cuotas-sin-interes/