Continuidad en los Parques
Presentamos como parte del dossier "No hay planeta B Desafíos y alternativas frente al saqueo extractivista y al cambio climático" dos notas sobre las luchas en defensa del agua y contra la megaminería elaboradas por compañeres militantes de la Asamblea de vecinos autoconvocados de Uspallata. Por un lado, una línea de tiempo que gráfica de manera esclarecedora el largo recorrido del conflicto. Por el otro, la argumentación de porqué es necesaria la creación de una ley que cree el Área Natural protegida Uspallata-Polvaredas, propuesta imprescindible para frenar de manera definitiva los megaproyectos mineros en la región. En ambos queda clara la complicidad transversal de los partidos principales con el poder económico, así como los intereses internacionales que impulsan la megaminería y los cambios respecto a sus principales impulsores. Queda evidenciada la enorme criminalización de quienes resisten, así como la ofensiva mediática para demonizar a las organizaciones de base que sostienen esa larga pelea. También la convicción, resiliencia y persistencia de quienes entienden que se trata de conflictos que tienen un aspecto civilizacional. Se trata de defender la vida frente a un sistema que mercantiliza y fagocita todos los bienes comunes existentes y los inmola en nombre de la ganancia de unos pocos. Conocer esas resistencias, sus devenires y propuestas es uno de los objetivos centrales del dossier.
Te invito a que hagamos un viaje, real e imaginario, hasta la bella Uspallata, el valle más habitable cercano al Aconcagua. Donde los glaciares más altos de los Andes hacen de blanco, entre el cielo y la cordillera.
Por acá pasó la columna del general Las Heras, a cuerpear la libertad de medio continente a punta de bayoneta; mientras que la de San Martín se detuvo en Yalguaraz una noche a descansar, precisamente en el casco de la estancia que dos siglos después es propiedad privada de una trasnacional minera.
Hubo en este lugar un momento en que toda la campaña libertadora casi se pierde antes de nacer. Fue un 24 de enero de 1817: una avanzada de granaderos fue sorprendida en el fortín Picheuta, por una vanguardia de soldados del rey. Eran sesenta contra catorce. Siete quedaron prisioneros, Siete lograron escapar.
Cruzaron estas montañas, tantos kilómetros cuando no había un sólo camino. Lograron avisarle a tiempo al general Las Heras, en el campamento de Uspallata, que venían mil soldados realistas por el Valle del Aconcagua.
Ese momento fragilísimo de la historia, en el que todo el plan podía derrumbarse por cualquier demora o error, la libertad de medio continente contuvo el aliento: pendió de un hilo.
Al día siguiente, luego de una batalla de dos horas, el combate de Potrerillos selló el destino de esa libertad que costó tanto, y por muy poco hoy se la vende. Y qué fácil se la ensucia si no hay memoria, si pasamos de largo como turistas que ni saben lo que se pierden.
Como el Qhapaq Ñan, mal llamado Camino del Inca, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, estábamos intentando un esfuerzo conjunto con pueblos amenazados por la megaminería en Chile, para poner en valor, con el mismo sistema de gestión comunitaria del territorio a través de una red de Parques públicos, a estas rutas que hacen a la singularidad de nuestros pueblos: turismo con identidad.
Desde el punto de vista del ecosistema real (ahora le dicen "ecosistema" a cualquier cosa), una red de Áreas Naturales Protegidas conectadas entre sí, con el criterio de cuenca completa, nos permitiría salvaguardar de la extinción a especies como el cóndor, el puma, el suri, y el carismático gato andino. Tan en riesgo como nosotros ante los venenos, las explosiones y los metales pesados. Y a una flora endémica y bravía que sólo puede existir en el cruce de coordenadas de esta aridez y esta altura. Otra vez, se trata de poner en valor nuestra singularidad, frente a los 17 años de ninguneo, contaminación social y políticas públicas contraproducentes, diseñadas para quebrantar nuestra resistencia; y convencer a la opinión pública de que no tenemos un mejor destino que el de ser zonas de sacrificio para proveer de metales y tierras raras para sus guerras y especulación financiera.
Que de las entrañas de nuestra cordillera jamás van a salir, puesto que todo lo que está en juego es tan valioso que resulta ser lo invaluable mismo.
Todo el Oasis Norte depende únicamente del Río Mendoza. Con apenas un caudal promedio de 50 metros cúbicos por segundo, él solito abastece a más de un millón y medio de habitantes, más de 200.000 hectáreas cultivadas, más de 8700 explotaciones agropecuarias, y el cuarto polo industrial del país. Uno de los ríos mejor aprovechados del mundo, además, en productos de alto valor agregado como nuestros mundialmente famosos vinos, aceites de oliva, etc, a los que quisiéramos agregarle un sello que pueda decir con orgullo: "Hecho con Agua Pura de Mendoza".
Las Áreas Protegidas son la 7723.
Así se refería el apoderado legal de minera San Jorge, y presidente de la Cámara Mendocina de Empresarios Mineros, Raúl Rodríguez, sin tapujos: "Para nosotros esas Áreas son la 7723 porque si se cayera la 7722 queda todo bloqueado igual". Y no lo dijo en un off the récord ni en un pasillo, sino en la primera plana de la edición dominical del diario Los Andes. Puesto al servicio, como todos los medios masivos de comunicación, del cuento de la gallina de los huevos de oro y de los espejitos de colores 2.0.
Últimamente se han corrido a un umbral desastroso (observamos que esto es una tendencia nacional y global), de la calumnia a la demonización, del descuido de la verdad y de las fuentes a la fake new, y de ahí a la falsedad ideológica hay un sólo paso.
Afortunadamente, el caso Espert reveló cómo el dizque "industria lícita" extractivista, que financia campañas para luego hacerse leyes a medida, en realidad es la punta de un iceberg adonde se blanquean dineros sucios de la corrupción, el narcotráfico, la trata de personas, el tráfico de armas etc. De las que obtienen además las materias primas. Y, como ganancia extra, el control geopolítico de territorios como economías de enclave. Porque bien podrían reciclar honestamente todos los metales que hay en basureros tecnológicos, a ras de tierra en todo el mundo. Es incluso más barato que destruir montañas. Pero sin veneno y sin dolor, sin miedo ni sometimiento, no les cierra todo lo otro.
Frente a tanto horror, la única salida es comunitaria y colectiva: la única parte del Río Mendoza que falta proteger son tres estancias. Una es un bien privado del Estado Nacional en custodia del Ejército, otra de un terrateniente, y otra es propiedad de Minera San Jorge. Excepto una sola bajada al río con una playa pública, todos los accesos a los cauces naturales están alambrados, con carteles de "no pase o el centinela abrirá fuego".

El intento de convertirlos en un bien público, para que toda la comunidad uspallatina pueda beneficiarse, y todos los habitantes del Gran Mendoza aguas abajo puedan tener la certeza de beber agua pura, es la verdadera razón de tanta persecución. Por eso también, no podemos fallar ni rendirnos en esta apuesta por un mundo donde reine la hospitalidad en lugar de la hostilidad, y donde quede consolidado el derecho, para nosotros y para las generaciones futuras, a un ambiente sano. Y a disfrutar, que no es poco, de esas costumbres mendocinas como ir a tomarse unos mates, un buen vinito, con los amigos, a la montaña.
Fuente:
https://huelladelsur.ar/2025/11/24/continuidad-en-los-parques/
