LA DIRGENCIA POLITICA Y LA FALTA DE RESPONSABILIDADES

01.05.2025

El análisis de la falta de responsabilidad de los dirigentes del kirchnerismo, macrismo, radicalismo y mileismo en Argentina respecto a sus actos pasados revela un patrón recurrente en la política argentina: la tendencia a eludir la autocrítica, desplazar culpas y priorizar narrativas polarizadas sobre la rendición de cuentas.  


Por Alejandro Olmos Gaona

Es por tal razón que brevemente es oportuno puntualizar algunos hechos, integrando información relevante y una perspectiva crítica, sin aceptar ciegamente las narrativas establecidas.

1. Kirchnerismo: Narrativa de la "década ganada" y elusión de errores. El kirchnerismo, liderado por Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015, y luego como figura central del Frente de Todos hasta 2023), ha construido una narrativa de logros bajo el concepto de la "década ganada", destacando la recuperación económica post-2001, la reducción de la pobreza y el fortalecimiento del rol del Estado. 

Sin embargo, esta narrativa a menudo omite o minimiza los errores y consecuencias de sus políticas:

Falta de autocrítica económica

Durante sus gestiones, el kirchnerismo enfrentó críticas por manipulación de estadísticas del INDEC, controles cambiarios que generaron distorsiones económicas y un aumento del déficit fiscal. El informe "El estado del Estado" efectuado en 2016 denunció un "descalabro financiero" heredado, con un déficit fiscal elevado y una inflación acumulada del 700% entre 2003 y 2015. Dirigentes como Axel Kicillof, exministro de Economía, rechazaron estas acusaciones sin reconocer posibles fallos en la gestión económica.

Desplazamiento de culpas

El kirchnerismo ha culpado sistemáticamente a gobiernos anteriores (Menem, De la Rúa) o al macrismo por problemas estructurales como la pobreza o la inflación, incluso tras 12 años en el poder (2003-2015). Por ejemplo, un post en X de 2023 señala que el kirchnerismo atribuyó sus problemas a gestiones previas durante sus mandatos y, tras perder en 2023, culpó al mileismo de los males actuales. Esta estrategia evita reflexionar sobre decisiones como el aumento del gasto público clientelar o la falta de inversión en infraestructura energética, sin freferirse a contratos como los realizados respecto a la explotación de Vaca Muerta, que se mantuvieron secretos y hubo que acudir a la justicia par conocer solo uno de ellos, porque el otro sigue sin conocerse.

Judicialización y victimización

Ante acusaciones de corrupción, como los casos de lavado de dinero o el "vacunatorio VIP", figuras kirchneristas, incluida Cristina Kirchner, han denunciado persecución política ("lawfare") en lugar de abordar las imputaciones. La desestimación de algunas causas por la justicia no equivale a una asunción de responsabilidad, sino que refuerza una narrativa de victimización, y si bien es importante reconocer muchas causas armadas, no todo es producto de acusaciones falsas. Quizás la más relevante de esas falsedades, fue la imputación de Nisman a la Sra. de Kirchner, que no fue un alegato riguroso, sino un libelo infame con la única intención de culparla de un delito inexistente.

Cultura militante

El kirchnerismo fomentó una militancia juvenil que idealizó su proyecto, pero no promovió una reflexión crítica sobre sus limitaciones. La construcción de la categoría "joven" como símbolo de prestigio evitó cuestionar prácticas clientelares o la polarización discursiva contra la "oligarquía" y los medios.

2. Macrismo: La "herencia recibida" como excusa permanente. El macrismo, liderado por Mauricio Macri (2015-2019) a través de Cambiemos y el PRO, basó gran parte de su discurso en la "herencia recibida" del kirchnerismo para justificar sus dificultades y decisiones impopulares. Sin embargo, esta estrategia refleja una falta de responsabilidad por sus propios errores.

Obsesión con el kirchnerismo

Macri construyó su identidad política como antítesis del kirchnerismo, evitando definiciones ideológicas propias y centrándose en culpar a los gobiernos anteriores por el déficit fiscal, la inflación y la pobreza. El informe "El estado del Estado" detalló deudas estatales y desorganización administrativa heredada, pero el macrismo no reconoció que medidas como la devaluación del 42% en 2015 o la reducción de subsidios, que generaron tarifazos de hasta 2000%, agravaron la situación social. 

Negación de resultados económicos

La gestión de Macri enfrentó una crisis económica desde 2018, con una caída del PBI del 2,5%, inflación del 34,3% y aumento del desempleo al 9,1%. Dirigentes macristas, como Nicolás Dujovne, admitieron la magnitud del ajuste económico, pero lo justificaron como necesario sin asumir la responsabilidad por su impacto en las clases medias y bajas. La derrota electoral de 2019 fue materia de excusas varias en lugar de a errores propios, como la falta de empatía con sectores populares, y la afectación que estos sufrieron durante la gestión. Párrafo aparte merecería el desmesurado crecimiento de la deuda, con el bono a 100 años, y el Stand By con el FMI.

Falta de renovación interna

Tras la derrota de 2019, el macrismo no realizó una autocrítica profunda. Macri osciló entre mantener influencia en Juntos por el Cambio y evitar un liderazgo claro, bloqueando la consolidación de nuevos referentes. Esto refleja una resistencia a asumir el desgaste de su ciclo político y a ceder espacio a liderazgos renovados.

Relación con el mileismo

Algunos macristas, como Patricia Bullrich, se acercaron al mileismo tras 2023, pero sin reflexionar sobre cómo su propio gobierno pudo haber alimentado el desencanto que llevó al ascenso de Javier Milei.

3. Radicalismo: Entre la alianza y la indefiniciónLa Unión Cívica Radical (UCR), aliada del macrismo en Cambiemos, ha mostrado una falta de responsabilidad al oscilar entre posturas críticas y una subordinación al PRO, sin asumir plenamente las consecuencias de su participación en el gobierno de 2015-2019.

Subordinación al macrismo

Dirigentes como Oscar Aguad apoyaron a Macri como una "superación" del bipartidismo PJ-UCR, pero no asumieron responsabilidad por los resultados negativos de Cambiemos. La UCR no cuestionó públicamente medidas como los tarifazos o el endeudamiento externo, que afectaron su base electoral.

Falta de autocrítica histórica

Los radicales han evadido reflexionar sobre gestiones pasadas, como la de Fernando de la Rúa (1999-2001), cuya crisis terminal marcó un punto de inflexión en la política argentina. En Córdoba, por ejemplo, radicales como Marcelo Cossar evitaron mencionar la gestión de Ramón Mestre, prefiriendo culpar al kirchnerismo o al schiarettismo por problemas locales.

Internas sin resolución

Sectores alfonsinistas alertaron en 2017 sobre el riesgo de que Cambiemos absorbiera a la UCR, pero no lograron articular una alternativa clara. La indefinición entre apoyar a Macri o a Sergio Massa en 2023 refleja una falta de liderazgo y responsabilidad para definir un rumbo propio.

4. Mileismo: Negación del pasado y promesas disruptivas. El mileismo, liderado por Javier Milei y La Libertad Avanza, es un fenómeno reciente (2023-presente), pero ya muestra signos de eludir responsabilidades, tanto por sus promesas de campaña como por su relación con el pasado político.

Negación del pasado político

Milei ha calificado al kirchnerismo y al macrismo como parte de una "casta" responsable de todos los males de Argentina, sin reconocer que su propio ascenso se debe en parte al desencanto generado por esas gestiones. Su discurso de ruptura total ignora la complejidad de los problemas estructurales, como la inflación o la pobreza, que no pueden atribuirse únicamente a sus antecesores. A todo esto se suma el crecimiento de la deuda, la violación del estado de derecho, el gobernar a puro decreto, la demonización de todo el que cuestione sus políticas.

Falta de rendición de cuentas inicial

En su primer año, Milei ha justificado medidas como la megadevaluación de 2023 o el DNU de reforma constitucional con la necesidad de un "cambio mayúsculo". Sin embargo, no ha asumido responsabilidad por los efectos inmediatos, como el aumento de la pobreza o la conflictividad social, atribuyéndolos a la "herencia" de gestiones previas.

Contradicciones internas

Algunos libertarios, como José Luis Espert, han definido al macrismo como "kirchnerismo con buenos modales", pero el mileismo ha incorporado figuras macristas como Patricia Bullrich sin explicar esta contradicción. Esto sugiere una falta de coherencia en su narrativa de "anti-casta".

Riesgo de polarización

Al igual que el kirchnerismo y el macrismo, el mileismo utiliza un discurso maniqueísta ("libertad vs. casta") que dificulta la autocrítica. Su rechazo al diálogo con sectores dialoguistas, tildados de traidores, refuerza una postura que evita rendir cuentas por los costos de sus políticas.

Patrón común

Polarización y maniqueísmo. Los cuatro movimientos comparten una tendencia al maniqueísmo, presentando la política como una lucha entre el "bien" (su proyecto) y el "mal" (sus adversarios). Esto se manifiesta en:

Desplazamiento de culpas

El kirchnerismo culpa a la "oligarquía" o al macrismo; el macrismo, a la "herencia kirchnerista"; los radicales, a ambos; y el mileismo, a la "casta".

Esta estrategia evita la introspección y perpetúa la polarización.

Falta de autocrítica pública

Ningún movimiento ha realizado una revisión pública de sus errores. Por ejemplo, el kirchnerismo no reflexiona sobre la corrupción sistémica, el macrismo sobre su elitismo, los radicales sobre su indefinición, ni el mileismo sobre los riesgos de su radicalidad.

Liderazgos personalistas

Cristina Kirchner, Mauricio Macri y Javier Milei encarnan liderazgos fuertes que inhiben la renovación y la autocrítica interna. En el caso de los radicales, la ausencia de un liderazgo claro agrava su incapacidad para asumir responsabilidades.

Impacto en la democracia

La falta de rendición de cuentas erosiona la confianza en las instituciones. La ciudadanía, termina "juzgando" a los dirigentes en las urnas, pero la ausencia de reflexión interna perpetúa ciclos de crisis.

Los dirigentes del kirchnerismo, macrismo, radicalismo y mileismo en Argentina exhiben una notable falta de responsabilidad al evitar la autocrítica y desplazar culpas hacia adversarios o gestiones pasadas.

El kirchnerismo se refugia en la narrativa de la "década ganada" y la victimización; el macrismo, en la "herencia recibida" y el antikirchnerismo; los radicales, en una indefinición que evade su rol en Cambiemos; y el mileismo, en un discurso disruptivo que niega la complejidad del pasado. 

Este patrón, alimentado por el maniqueísmo y liderazgos personalistas, no solo perpetúa la polarización, sino que dificulta la construcción de una política responsable y reflexiva, capaz de abordar los desafíos estructurales del país.