LA FURIA DE LOS LIBERTADORES

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Por Alejandro Olmos Gaona
En la Argentina de la desmemoria, donde solo se recuerdan aquellas acciones que puedan justificar determinadas posturas ideológicas, y se condenan al olvido otras que hay que invisibilizar. El bombardeo de la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, nunca mereció la debida atención de todos aquellos que escribieron sobre los años previos al derrocamiento de Perón y lo ocurrido posteriormente. El peronismo nunca se ocupó con precisión sobre ese acto terrorista, y los apologistas de la autodenominada "revolución libertadora" hicieron de cuenta que no había existido, y siempre privilegiaron lo ocurrido ese mismo día a la noche con el demencial incendio de los templos católicos y de la Curia Eclesiástica.
La quema de templos históricos como Santo Domingo, San Francisco, San Ignacio, la Merced y otros sumados al vandalismo y al saqueo pretendió arrasar con años de historia, y lo ocurrido en la Curia determinó la destrucción de miles de documentos importantes sobre la población de Buenos Aires. Todavía se puede contemplar dentro de San Francisco en una vitrina, uno de los restos quemados de una de las magníficas columnas talladas que tenía la iglesia cuyo altar mayor fue totalmente destruido por el fuego, hoy sustituido por el tapiz de autoría de Raúl Soldi. Esto si bien constituyó una tragedia, y siempre fue algo muy comentado por los historiadores, no ocurrió lo mismo con el bombardeo del 16 de junio, que solo en los últimos años mereció algo más que una crónica sobre lo ocurrido ese día, sin tener en cuenta que no existió nada comparable a lo ocurrido hace hoy 70 años.
Cuando se hace referencia a que los 85 muertos en el atentado a la AMIA, con su secuela de múltiples heridos, mencionando que fue el mayor atentado terrorista de la historia, se olvida que este acto criminal arrasó con cientos de vidas de seres humanos, y con cientos de heridos con secuelas de por vida, donde todavía hoy algún sobreviviente recuerda ese día luctuoso.
La oposición a Perón era cada vez más visible en ese año de 1955. La tensión política derivada del enfrentamiento con la Iglesia, la oposición de sectores políticos y militares, el creciente enfrentamiento con sectores del nacionalismo, exacerbado por el contrato con la petrolera California Argentina, a quien se le entregaran en concesión 48.000 kilómetros cuadrados de territorio en el sur, y el marcado autoritarismo del gobierno habían generado un ambiente lleno de tensiones entre los diversos sectores y se conspiraba desde sectores militares, la UCR, y del nacionalismo que habían apoyado anteriormente al Presidente.
La procesión de Corpus Christi, el 11 de junio donde la hostilidad al gobierno fue manifiesta, la quema de una bandera argentina, la expulsión de dos obispos el 14 de junio que habían liderado la marcha, fueron el antecedente de lo que ocurriría días después, ya que el complot para derrocar a Perón en el que intervinieron destacados oficiales de la marina como el almirante Toranzo Calderón y Benjamín Gargiulo entre otros, estaba preparado de tiempo antes y el 16 de ese mes fue el elegido para intentarlos. Los complotados que sabían de las reuniones de los miércoles de Perón y que ese 16 habría un acto de desagravio a la bandera nacional en la plaza de Mayo no esperaron más. El presidente tenía agendado una reunión con el embajador de EE.UU, la que fue interrumpida, porque le avisaron de posibles intentos de golpe en la Casa Rosada.
Alrededor del mediodía
Treinta aviones de la Armada y la Fuerza Aérea, incluyendo 22 North American AT-6, cinco Beechcraft AT-11 y tres Consolidated PBY Catalina, despegaron desde la Base Aérea de Morón. Sin previo aviso, descargaron entre 9 y 14 toneladas de explosivos, con más de 100 bombas, sobre la Plaza de Mayo, la Casa Rosada, la CGT y otras zonas del centro porteño. La primera bomba cayó sobre un trolebús lleno de pasajeros, matando a todos a bordo, incluyendo niños que se dirigían a visitar la Casa Rosada. Otra bomba impactó en un transporte escolar, causando más víctimas civiles. Los aviones, especialmente los Gloster Meteor, realizaron múltiples pasadas, ametrallando a la población con cañones de 20 mm.
Los ataques se ejecutaron en diversas fases entre las 12:40 y las 17:40. La segunda y tercera fueron particularmente sangrientas, con ametrallamientos aéreos dirigidos a civiles y trabajadores que comenzaban a llegar a la plaza, convocados por la CGT para defender al gobierno. Edificios como el Ministerio de Hacienda, el Hotel Mayo y el Departamento Central de Policía quedaron marcados por impactos de balas y esquirlas, algunas de las cuales aún son visibles hoy. La Casa Rosada sufrió 29 impactos directos, pero la mayoría de las víctimas (al menos 296 de las 308 registradas) estaban fuera, en la plaza y calles aledañas. También cayó una bomba en el Palacio Unzué (residencia presidencial) que no alcanzó a estallar.
Las fuerzas leales, incluyendo el Regimiento de Granaderos a Caballo y el Regimiento Motorizado Buenos Aires, defendieron la Casa Rosada, repeliendo a dos compañías del 4º Batallón de Infantería de Marina que intentaban tomarla. Se desplegó fuego antiaéreo para contrarrestar los aviones rebeldes.A las 15:17, tras negociaciones entre el contralmirante Aníbal Olivieri, líder de los rebeldes, y el general Lucero, los golpistas izaron una bandera blanca desde el Ministerio de Marina. Sin embargo, una segunda oleada de ataques aéreos comenzó poco después, destruyendo dos pisos del Ministerio de Guerra y causando más bajas. Un tanque M4 Sherman disparó contra el Ministerio de Marina, iniciando un incendio. Los combates en tierra, con civiles armados liderados por Miguel A. Zavala Ortiz enfrentándose a la policía, continuaron hasta la tarde.
Las bombas lanzadas indiscriminadamente dejaron un saldo devastador: al menos 308 muertos (según cifras oficiales) y más de 800 heridos. Entre las víctimas había mujeres, niños y trabajadores que transitaban por el centro en un día laboral. Muchos cuerpos no pudieron ser identificados debido a las mutilaciones y la carbonización causadas por las explosiones. La ciudad quedó marcada por escombros, autos quemados, cañerías rotas y edificios dañados.
El intento de golpe fracasó, y muchos de los responsables, incluidos pilotos y líderes huyeron a Uruguay. El almirante Gargiuolo de suicidó, el ministro de marina, Contraalmirante Olivieri, fue sometido a Consejo de Guerra y destituido.
Los medios gráficos de la época mostraron apenas parte de lo currido y fundamentalmente los destrozos, ya que hubo ordenes expresas de Perón de no enfatizar la cantidad de muertos y heridos, y tratar de no mostrarlos, para no incentivar aún más los enfrentamientos políticos.
El bombardeo de Plaza de Mayo fue el mayor acto criminal cometido contra una población indefensa por parte de fuerzas militares y considerado un crimen de lesa humanidad por su ataque deliberado contra civiles. Durante décadas, fue silenciado o minimizado por los gobiernos posteriores, especialmente durante la dictadura de la Revolución Libertadora (1955-1958) y la última dictadura cívico-militar (1976-1983). En 2008, la Cámara Federal de Buenos Aires calificó el hecho como delito de lesa humanidad, ordenando una investigación para establecer responsabilidades, aunque todos los que participaron hoy están muertos.
Lo ocurrido el 16 de junio de 1955 marcó el inicio de un ciclo de violencia política en Argentina, que continuaría, siendo el mayor exponente lo ocurrido durante la dictadura civico-militar que asoló al país con una represión sin antecedentes e nuestra historia, donde fueron comunes los asesinatos, las desapariciones, el robo, la tortura, la violación de mujeres, el secuestro de niños, hechos que los defensores de esos siniestros años consideran que solo fueron "excesos", y que es un ejemplo de a los extremos que se puede llegar de tener extraviada la conciencia.