LA INDIGNIDAD DE LOS EMPRESARIOS

15.07.2025

Desde siempre he cuestionado a las cúpulas empresarias, que se enriquecieron a costa del Estado









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Por Alejandro Olmos Gaona

La estatización de la deuda privada entre 1982 y 1985 donde le transfirieron al Estado 23.000 millones de dólares ( 160.000. a cifras de hoy) y recibieron prebendas del Banco Central entre 1980 y 1990 por 75.000 millones de dólares ( 246.000 millones a cifras de hoy), son ejemplos significativos de cómo actúan estos sujetos, a quienes solo les importa la maximización de sus ganancias, viven en la opulencia, y exhiben obscenamente la riqueza, sin importarles en lo más mínimo que la mitad de la población este bajo la línea de pobreza, lo que se ve en la realidad de todos los días, aunque los índices manipulados digan otra cosa. Un claro ejemplo de lo que son es lo ocurrido el jueves en la Bolsa de Comercio, donde se reúnen empresarios y también los especuladores que negocian el día a día.

Ese día, el presidente Javier Milei expuso con crudeza su visión de país, y a los gritos les dijo que vetará los aumentos a las jubilaciones y las asignaciones por discapacidad, medidas destinadas a aliviar la situación de los sectores más vulnerables, mientras prometió a los empresarios una reducción de impuestos que beneficiará a los más ricos. Esta decisión, que prioriza los intereses de una élite frente a las necesidades de millones que enfrentan la pobreza, no solo revela una alarmante falta de empatía, sino una política deliberada que profundiza la desigualdad en un país ya golpeado por la crisis, y una crueldad que pinta de cuerpo entero la catadura moral de quien ejerce la presidencia.

Ante un auditorio colmado de empresarios, Milei cerró su discurso con su característico "¡Viva la libertad, carajo!". La respuesta fue un estruendoso "¡Viva!" de quienes, lejos de cuestionar la crueldad de estas medidas, aplaudieron con entusiasmo. Este acto de complicidad es una muestra de indignidad flagrante. Mientras casi la mitad de la población argentina vive en la pobreza, según datos oficiales, y los jubilados y personas con discapacidad luchan por sobrevivir con ingresos que no alcanzan para lo básico, los presentes en la Bolsa celebraron un modelo que perpetúa la exclusión.

No hay libertad en un país donde se le quita a los más necesitados para engrosar las ganancias de unos pocos. La ovación de los empresarios no solo respalda una política económica regresiva, sino que pone en evidencia una desconexión moral con la realidad de millones. En un contexto de ajuste brutal, donde los haberes jubilatorios pierden poder adquisitivo y las personas con discapacidad enfrentan recortes en sus prestaciones, este aplauso resuena como un eco de privilegio y desdén. La verdadera libertad no se construye sobre la miseria de los vulnerables, sino sobre la justicia y la solidaridad, que a estos personajes les resulta ajena, no les interesa,

Seguramente muchos dirán que soy exagerado, pero esa gentuza me produce un profundo asco, una repugnancia por lo que son, por cómo viven, porque nada les importa más que ellos y sus ganancias. Y siempre al encontrarme con estos hechos viene a mi ese libro quizás escandaloso, por la dureza de sus términos que escribió ese gran escritor francés que fue León Bloy: "La Sangre del pobre". Allí entre tantas frases lapidarias voy a transcribir una: 

"Para la razón humana es intolerable que uno nazca en medio de la abundancia y otro, en el fondo de un estercolero.

Que el Verbo de Dios haya nacido en un establo, por odio al mundo y a la riqueza, los saben los niños, y todos los sofismas de los demonios no cambiaran nada de este misterio: que la alegría del rico tiene como ELEMENTO SUBSTANCIAL, el dolor del pobre. El que no entienda esto es un majadero ahora y siempre"