LOS ÉXITOS DE MILEI Y LA REALIDAD QUE SE OCULTA

Por Alejandro Olmos Gaona
Mientras Javier Milei exhibe con euforia los "éxitos" de su política económica, presentándose ante el mundo como el artífice de un milagro liberal, la realidad argentina muestra un cuadro muy distinto. Ante un cuestionamiento que se le hizo a la ayuda de EE.UU., Donald Trump sostuvo que "la Argentina se estaba muriendo" y que él acudió a "rescatarla", en alusión a su apoyo político al actual gobierno. Esa visión salvacionista, se alimenta de la realidad que se vive en el país, y contrasta con el relato de Milei, que revelan un país que sigue agonizando por otras causas: la destrucción del aparato productivo, el cierre diario de fábricas y pymes, la caída del consumo y el crecimiento de la deuda.
El mentado éxito económico mostró su fracaso, debido a que primero hubo que recurrir al auxilio del FMI en abril, y hace unas semanas, a mendigar ante el gobierno norteamericano, mostrando en un almuerzo, como el jefe del Estado era humilado públicamente al enfrentar una conferencia de Trump, de la que solo fue un espectador junto a su hermana, y la banda de ex JP. Morgan que ocupan la cartera económica y el Banco Central
El Gobierno construyó su narrativa de éxito sobre dos pilares: el superávit fiscal y la baja de la inflación. Sin embargo, detrás de esos indicadores se esconde una profunda contracción económica y social. El tan exhibido superávit no proviene de un aumento genuino de la productividad ni de una mejora en la administración del Estado, sino de mecanismos de ajuste que afectan directamente a la mayoría de la población: la licuación de salarios y jubilaciones, la postergación de pagos, la paralización de la obra pública y la reducción drástica del gasto social.
La cifras del Presupuesto 2026 son ejemplificadoras: para pago de intereses de la deuda, hay 14 veces mas que para salud, 15 veces más que para educación y cultura, 14 veces más que para ciencia y tecnología, y así podríamos seguir con un modelo que solo le interesa privilegiar al sector financiero y seguir endeudándonos.
Bajo el discurso del "superávit fiscal" y la "baja de la inflación", el Gobierno construyó una narrativa de éxito que se sostiene en indicadores parciales, pero que ignora los costos sociales, económicos y humanos de su programa. El tan mentado superávit fue logrado no gracias a una expansión de la productividad ni a una mejora en la eficiencia del Estado, sino mediante el congelamiento y la licuación de jubilaciones y salarios, el recorte de la obra pública, la paralización de pagos a proveedores y la acumulación de deudas internas. En otras palabras, un equilibrio fiscal ficticio, obtenido a costa del deterioro de todo el tejido social.
Mientras el Gobierno celebra sus números, la realidad productiva se desmorona. En todo el país se multiplican los cierres de fábricas y comercios, arrasados por la caída del consumo y la imposibilidad de sostener los costos operativos. Las pymes —verdadero motor del empleo argentino— viven una agonía silenciosa, sin crédito, sin demanda y sin horizonte.
La contracción del mercado interno es visible en cada indicador de actividad y en la vida cotidiana: menos ventas, menos producción, más desempleo. Y a la vez, el endeudamiento público vuelve a crecer, en pesos y en dólares, hipotecando el futuro con instrumentos financieros de corto plazo que sólo benefician a los sectores especulativos.
Por eso, mientras Trump habla de rescate y Milei de renacimiento, la realidad argentina muestra un país debilitado, desigual y cada vez más dependiente. Un país que no se está muriendo por exceso de Estado, como repiten los dogmas neoliberales, sino por la asfixia de su economía real, sacrificada en nombre del ajuste y la obediencia a los mercados. En ese contexto, la visión triunfalista de Trump no es más que una proyección ideológica: el elogio de un modelo que, en nombre de la libertad económica, concentra la riqueza y pulveriza derechos. Lo que desde afuera se ve como "orden" o "eficiencia", desde adentro se vive como una regresión social sin precedentes
Detrás del marketing del "milagro económico", lo que emerge es la verdad que el relato intenta ocultar: Argentina no se salvó; la están desangrando lentamente, con números que cierran ficticiamente, pero con un país que se apaga, y donde solo se benefician aquellos sectores de alto poder adquisitivo.
Un ejemplo entre otros, mientras ha caído la venta de autos de producción nacional, ha aumentado enormemente la venta de autos importados. Mientras existen miles de personas sin techo, han aumentado las ventas de propiedades, especialmente las más caras.
Como el objetivo de Milei es destruir al Estado y que solo gobierne el sector privado, este al que solo le interesa maximizar sus ganancias, aprovecha para fugar dinero al exterior, especular con el carry trade, y continuar con un sistema que les permite vivir en una continua opulencia, mientras la Argentina va siendo entregada cada vez más a los dueños del poder, a los que no les interesa el país, sino sus propios negocios.
No es casual el desembargo del JP: Morgan hace unas semanas, y la impúdica exhibición de su poder. Los padecimos en la década del 90 y así nos fue. Hoy quizás vuelvan de otra manera, pero con las mismas intenciones de hace décadas.
Mientras tanto la mediocre dirigencia política, no se hace cargo de sus responsabilidades. Unos negocian, otros transan, otros se someten.
Cambian de un sector político a otro, y ante el triunfo de Milei ( 9.500.000 votos, ante un padrón de 36.000.000), están viendo como sigue todo, y como se van adecuando a las circunstancias. La política se ha transformado en una ocupación rentable, y los que solo viven de ella, pueden mostrar un envidiable crecimiento económico, lo que puede parecer raro, pero que las evidencias muestran a cada paso.
Esta vez no o voy a referirme al kirchnerismo, ni al peronismo en general, que será materia de otro posteo, porque hoy parece que han perdido la memoria, y no recuerdan tantas acciones nefastas, que culminaron con el triunfo del sujeto que hoy funge como presidente. Justifican cualquier tropelía, niegan la corrupción, se olvidan del abandono de la soberanía, entre tantas cosas, que ya describiré, no producto de lecturas varias, sino de mi propia experiencia y de mis investigaciones
