MILEI, EL FUNCIONAMIENTO DE LAS INSTITUCIONES Y LA MALDAD

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Ayer, Martín Caparrós, al recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Buenos Aires, expresó con dolor: "Me duele volver a un país donde quince millones de personas eligieron a un gritón desquiciado, un ventajero, el seguidor de un perro muerto, un sujeto tan desagradable y tan primario, para que los mandara. [...] Parece que millones de argentinos se sienten sintetizados por este señor que vocifera, amenaza y maltrata, que no puede imaginar que alguien más tenga razón, que ha hecho del desprecio y la patota sus actitudes principales, que odia a los distintos y convoca a ultimarlos, que teme tanto a la cultura que la ataca por todos los medios posibles. Nunca creí que mi país tuviera tanto odio, que desbordara esta violencia contra los más débiles. [...] Ahora, por decisión de sus mayorías, parece ser un país cobarde que se ensaña con quienes no pueden defenderse.
Por Alejandro Olmos Gaona
"Estas palabras retratan con crudeza la catadura moral de un presidente que prioriza el déficit fiscal y la inflación por encima del bienestar de la nación, como si esos números fueran el único pilar del progreso.Tras un año y medio de gestión, Javier Milei sigue destilando insultos, difamaciones y calumnias desde "la cloaca de su boca". Su proyecto, que muchos consideran demencial, busca desmantelar el Estado mientras demoniza a quienes se oponen. Sorprende que aún haya quienes mantengan esperanzas en su gestión, cuando la decadencia que promete revertir persiste bajo su mando.
Milei se presenta como un mesías, pero sus contradicciones son evidentes:
• Prometió destruir "la casta", pero sus principales funcionarios provienen de ella.
• Juró eliminar el Banco Central, pero designó al frente a un personaje procesado por la justicia federal.
• Votó por suprimir el impuesto a las ganancias y luego lo reimpuso.
• Aseguró que no subiría retenciones, pero las aumentó.
• Denunció la especulación, pero su gestión la ha exacerbado.
Afirma que la decadencia argentina comenzó hace un siglo, ignorando que en 1974 el desempleo era del 2.9%, Argentina era el país menos desigual de América Latina, y el producto se distribuía equitativamente (51% para los trabajadores, 49% para el capital).
Sus mentiras son tan recurrentes que parecen fruto de una patología. Los medios afines, ya sea por complicidad o temor, guardan silencio o intentan justificar sus acciones, mientras él distrae con su histrionismo y gobierna al margen de la Constitución, amparado en un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que, salvo por algunos amparos judiciales, le otorga un poder casi absoluto en materia económica, ambiental, política y financiera.
Milei prometió que el ajuste recaería sobre "la casta", pero los hechos demuestran lo contrario:
• Los salarios han perdido un 32% de su valor, y los jubilados, un 34% de su capacidad adquisitiva, con aumentos por decreto que nunca alcanzan.
• Más de 4.3 millones de niños y adolescentes enfrentan déficits alimentarios, un aumento respecto al año anterior.
• Más de 200,000 personas han perdido sus empleos, y el Banco Central reportó la baja de 330,000 cuentas sueldo.
• Instituciones como el Instituto del Cáncer han sido desmanteladas, los medicamentos oncológicos se distribuyen con cuentagotas, y hospitales como el Garrahan y el de Clínicas han sido desfinanciados.
• Los medicamentos gratuitos para jubilados prácticamente han desaparecido, y la Fundación de la Hemofilia ha perdido sus subsidios.
Estas medidas, ejecutadas con un aparente goce maligno, reflejan un desprecio absoluto por los más vulnerables.
Milei ha hecho del desprecio al Estado de derecho una bandera. En un discurso reciente, desde una tribuna cedida por un pastor protestante, calificó al Estado como "el maligno" que debe ser aniquilado. Ha anunciado vetos a leyes que buscan aumentar jubilaciones y prestaciones para personas con discapacidad, demostrando una vez más su desdén por los sectores más necesitados.
En el Senado, sus legisladores aliados han dado muestras de obsecuencia, llegando hoy al extremo de desconectar el tablero electrónico de votación para evitar debates incómodos, negándose a convocar comisiones que discutan proyectos esenciales. Este comportamiento no solo degrada las instituciones, sino que evidencia una voluntad de gobernar sin límites ni controles.
Lo más alarmante es la aparente anestesia de una sociedad que espera un milagro de un presidente cuyas confusiones teóricas, inspiradas en Friedman, Rothbard y Benegas Lynch, carecen de sustento en la realidad económica. Mientras tanto, Milei gobierna para los ricos, dejando migajas para una porción de la clase media y condenando a millones a la pobreza extrema, en un modelo que recuerda a los países más desiguales de América Latina.
Como dijo Santo Tomás de Aquino:
La corrupción de la justicia tiene dos causas: la astucia del sapiente que falsifica el recto enjuiciamiento y la violencia de los poderosos que destruye lo que es justo.
Hoy, Milei encarna ambas. Su gestión endeuda nuevamente a la nación y perpetra acciones sin precedentes en la historia constitucional argentina.
No podemos permanecer en silencio. Los vetos anunciados deben ser rechazados, y es imperativo ponerle un límite a un presidente cuya legitimidad electoral no equivale a la legitimidad de sus actos. La Argentina merece recuperar su dignidad y rechazar este proyecto de devastación institucional que nos lleva a un abismo de injusticia que no podemos seguir aceptando.