CRUCIFICADORES Y CRUCIFICADOS

20.04.2025














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En esta semana santa siempre viene bien hacer una revisión histórica sobre lo que significó la crucifixión y la resurrección de Cristo como metáfora y como síntesis histórica.

Por Carlos Del Frade

En primer lugar, la idea de un revolucionario que a partir de un humanismo profundo decía con claridad que había que echar a los mercaderes del templo de la vida. La crucifixión fue un castigo romano, del imperio, en contra de aquel que se presentaba como un revolucionario nacional por la liberación de Palestina.

La Cruz es un castigo romano y Cristo era un revolucionario que buscaba la transformación de la sociedad, por eso decía con claridad, que era más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja antes de que un rico entrara en el Reino de los Cielos y se inscribía en la línea de los profetas, los que denunciaban las injusticias.

La resurrección, es en todo caso, la gran metáfora de lo que significa seguir peleando por lo que se cree, por un humanismo que implica a todas las personas y no solamente a las minorías. En ese contexto analizar la realidad de Argentina y de la provincia de Santa Fe, nos obliga a hacer el ejercicio de quienes son los crucificadores y quienes son los crucificados, y allí, imprescindiblemente habrá que pensar en cómo están hoy los sectores trabajadores cada vez más ninguneados, cada vez más necesitados de dinero para empatarle a fin de mes como consecuencia de un país que inevitablemente profundiza su dependencia, a partir, no solamente del nuevo acuerdo, -el número 22- con el FMI sino, de lo que significa la concentración y extranjerización de riquezas, que además, goza ahora con la impunidad de lo que significa la destrucción de la conciencia colectiva de nuestro pueblo, a través de lo que se llama el dataísmo -datos que llegan a través de los teléfonos celulares- que destruye lo colectivo y afianza los dos principios de los dos pilares del capitalismo como son, la exacerbación del individualismo y del consumismo.

Eso genera un odio visceral a lo que se entiende y a lo que se muestra como política, metiendo a todos en la misma bolsa y resignando a las grandes mayorías a soportar el despojo, el saqueo, la continuidad de la colonia y la concentración de riquezas en pocas manos y la extranjerización de las mismas.

Algo de eso ocurrió en las elecciones constituyentes de la provincia de Santa Fe en donde el 45% no fue a votar y el 10% de los que fueron lo hicieron en blanco o anularon el voto, con lo cual, más de la mitad del padrón en la provincia de Santa Fe decidió ir en contra de cualquier propuesta por más diferente que esta sea.

Allí hay algo profundo, cenagoso y oscuro sobre lo que hay que trabajar, porque es imposible que no se haya visto con un mínimo de criterio e interés las diferencias que existían entre las distintas propuestas políticas.

Es allí en donde el sistema de las minorías termina ganando, porque nuestro pueblo termina metiendo a todos en la misma bolsa y los que siguen haciendo política son los representantes del poder económico concentrado y extranjerizado.

Por eso habrá que ver quienes son crucificadores y crucificados y que es lo que tiene que resucitar, entendemos que eso, es la conciencia política, el pensamiento crítico, el humanismo beligerante, la solidaridad que sigue existiendo en nuestro pueblo, pero que debe ser mayoritaria y tiene que reencontrarse el vínculo histórico que une a las personas de forma individual con el pasado colectivo. Sin pueblo es muy difícil que las individualidades superen lo que exige el espejo, lo que exige el sistema.

Por eso en estas Pascuas, habrá que pensar mucho en quienes son los crucificadores, quienes son los crucificados y qué es y cómo tenemos que empezar a hacer una resurrección para que desde lo popular justamente comience a surgir aquello que el profeta Isaías había definido ocho siglos AC como el Reino de los Cielos, que no era algo metafísico.

Hablaba de que en el Reino de los Cielos, los viejos morirán felices y no infelices, la gente que hace casas, vivirá en esas casas y no solamente otras personas, y que las niñas y los niños serán felices y no infelices, es decir, algo que se disfrute aquí, porque es aquí donde amamos, donde sufrimos y donde soñamos.