PRESUPUESTO APROBADO: APRIETES, MENTIRAS Y CHEQUERA LA DEGRADACIÓN FINAL DEL CONGRESO

18.12.2025

Lo ocurrido ayer en la Cámara de Diputados durante el tratamiento del Presupuesto no fue un debate democrático ni una discusión seria sobre el futuro del país. Fue, lisa y llanamente, una negociación vergonzosa, a puertas entreabiertas, sostenida a fuerza de presiones, promesas de dinero y auxilios de último momento a provincias a cambio de votos. Una escena conocida, pero no por eso menos obscena.

Por Alejandro Olmos Gaona

Muchas veces creo que estas cosas no deberían extrañarme, ya que el Congreso Nacional, nació a través de un escandaloso negociado que benefició a los vivos de siempre, aunque ya nadie recuerda esto. El terreno para la sede del poder legislativo fue comprado en 1889 en la suma de 6.300.000 pesos, cuando el terreno valía poco menos de la mitad. La sede del Ministerio de Educación en un lugar mejor ubicado costó muchísimo menos el metro cuadrado. Ante la denuncias que se realizaron por haber pagado una suma mucho mayor de la debida, salieron muchas voces a justificar lo injustificable. La compra fue defendida en la Cámara de Diputados por el entonces legislador Gral. Lucio Mansilla y otros destacados personajes de la época, como el Gral. Francisco Bosch, participando en el negocio los directivos del Banco Nacional. Diarios de la época cuestionaron la operación, pero las protestas quedaron silenciadas rápidamente. Pero tiempo después el Congreso fue escenario de debates memorables, de gran jerarquía, donde durante décadas se discutió con respeto, y donde los legisladores, no mostraban la precariedad que hoy puede verse en cada sesión, donde llegan al extremo de la mentira descarada, y la utilización de cifras amañadas para defender al gobierno.

Yendo a lo de ayer, el oficialismo, junto a sus aliados circunstanciales, desplegó una vez más el manual clásico del toma y daca: obras prometidas, partidas "extraordinarias", compensaciones discrecionales y favores fiscales como moneda de cambio. Todo ello mientras se llenaban la boca hablando de "orden fiscal" y repetían, sin sonrojarse, que cada ayuda debía contar con financiamiento equivalente. Una afirmación falsa, cínica, desmentida por los propios números del Presupuesto y por la práctica cotidiana de un gobierno que no tiene reparos en eximir de impuestos a los que más tienen, mientras ajusta brutalmente a los sectores más vulnerables.

Nadie —o casi nadie— reparó en el escándalo central que revelan las cifras. Apenas 960.000 millones de pesos para salud, 860.000 millones para educación y cultura, 11.000 millones para vivienda, frente a 14 billones de pesos destinados al pago de intereses de una deuda que no deja de crecer. Ese es el verdadero programa de gobierno: menos derechos, menos Estado social, más sometimiento financiero. Un país administrado para los acreedores y contra su propio pueblo. Hay que tener en cuenta, que la deuda pública aumentó en noviembre USD 3.784 millones, llegando la totalidad de la misma a USD445.985 millones.

El Congreso, lejos de estar a la altura de la gravedad del momento, ofreció un espectáculo lamentable. Abundan las mediocridades, la sobreactuación permanente, los discursos huecos pensados más para redes sociales que para resolver problemas reales. Se recurre sistemáticamente al pasado como coartada, pero jamás se asume responsabilidad alguna por el presente. Mucho menos por los esquemas de corrupción que este gobierno ha protegido o naturalizado: $LIBRA, ANDIS, ARCA, entre otros, que pasan por el recinto como si fueran detalles menores, cuando son síntomas de una degradación institucional profunda.

Pretendieron, además, avanzar en lo que ni siquiera se animaron a sostener públicamente: la derogación del financiamiento universitario y el recorte a los subsidios para personas con discapacidad. No lo lograron, no por convicción, sino porque aún en este clima de aprietes y ofrecimientos hubo límites que no pudieron cruzar. Pero las presiones existieron, y fueron brutales. Que hayan fallado no los absuelve: los expone.

Este es un gobierno que sigue endeudando al país, que construye una escenografía de éxito ficticio, sostenida por marketing, ajuste y represión simbólica. Un relato que se derrumbaría de inmediato sin el auxilio permanente del FMI y el respaldo político y financiero de Estados Unidos. Sin ese salvavidas externo, este experimento ya habría fracasado estrepitosamente.

Lo de ayer no fue la aprobación de un Presupuesto. Fue la confirmación de un modelo: un Estado al servicio del capital concentrado, un Congreso reducido a escribanía ocasional, y una democracia vaciada de contenido, donde los votos se negocian y los derechos se licúan. El costo, como siempre, lo paga el pueblo argentino.