LA DEMOLICIÓN DE LA CONCIENCIA HISTÓRICA

20.12.2025

El año que viene se van a cumplir nada menos que 50 años del inicio del terrorismo de estado, pero ese recuerdo no tiene que ver solamente con el pasado, sino también, con el presente porque los verdaderos titiriteros del golpe fueron los integrantes del poder económico que utilizaron a las Fuerzas Armandas y a las fuerzas de seguridad provinciales, para imponer por sobre todas las cosas un objetivo, la desarticulación de lo que a partir de 1955 llamaron el costo argentino, el derecho laboral argentino.
















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Por Carlos del Frade

Por eso en estos días finales de 2025, teniendo en cuenta el horizonte de medio siglo del golpe del 24 de marzo es fundamental darse cuenta, que lo que se busca detrás de la reforma laboral no es generar trabajo sino, el viejo objetivo de destruir el derecho laboral en nuestro país.

Por eso hemos compartido esta necesidad de saber que en aquellos conceptos del terrorismo de estado, de los empresarios e incluso de los propios represores, se escondía el gérmen de lo que empieza a votarse durante este finde año.

Lo que se buscó con las botas ensangrentadas hoy se logra con los votos y eso es posiblemente lo más complicado que tiene el actual presente en Argentina. La reforma laboral que impulsa el gobierno votado y ratificado por la mayoría del pueblo argentino está basado en postulados y hechos consagrados a fuerza de las desapariciones del terorismo de estado.

¿Sabrá la inmensa cantidad de pibas y pibes que no conocen un recibo de sueldo y que fueron disciplinados en la idea de la inutilidad y la corrupción sindical,| que lo que viene es la continuidad de la sangre derramada por las botas, hoy avaladas por los votos?

Dice el autor de la biografía de Benito Mussolini, -hoy devenida en una serie de éxito- que los populismos de derecha necesitan de la demolición de la conciencia histórica. Es probable que no solamente tenga razón sino que eso mismo esté aconteciendo en estos saqueados parajes cósmicos que todavía la rutina obliga a llamarla Argentina.

La Argentina, el país de los derechos laborales 

Hacia 1977 el ministro de la planificación de la dictadura de los desaparecedores, Ramón Genaro Díaz Bessone, sostuvo en la Bolsa de Comercio de Rosario:

Los empresarios forman uno de los grupos y primeros sectores que constituyen la Nación día a día. Acaso por eso, fueron uno de los blancos predilectos de la agresión criminal de las hordas marxistas.

Por eso la responsabilidad moral es la otra gran vertiente de esta eminente función social y comienza dentro de la misma empresa, allí los derechos ceden su lugar a los deberes. Defender la empresa y la propiedad privada contra agresores en toda índole es el primer deber.

Esto sostuvo en una clara conciencia del rol de los militares como celadores del gran capital.

Por su parte uno de los grandes asesinos del terrorismo de estado en Rosario, Agustín Feced, ex jefe de la policía de la entonces ciudad obrera, purtuaria, ferroviaria e industrial, tuvo una visión clara del rol histórico de su función. Estas organizaciones trabajan sin tener en cuenta el tiempo que para ellos es secundario. No nos extrañamos, -no ahora  sino, en una fecha relativamente corta o larga- puedan volver. 

Por empezar, que ha sido histórico, una etapa de venganza personal como ocurrió con este Tte. Cnel. Varela que fue a reprimir allá en el sur, en la Patagonia trágica y que después lo mataron en el centro de Buenos Aires. Lo mató un terrorista extranjero. Declaró el 11 de septiembre de 1984 ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Feced sentía que era la continuidad de Varela, el represor de los huelguistas del año 21 en la Patagonia. Una clara definición del terrorismo de estado.

Para Juan Alemán ex secretario de hacienda de la dictadura: 

Con esta política buscamos limitar el enorme poder sindical que era uno de los grandes problemas del país. La Argentina tenía un poder sindical demasiado fuerte frente al cual era imposible el florecimiento de cualquier partido político, porque todo el poder lo tenían ellos. Hemos debilitado el poder sindical y esta es la base para cualquier salida política de la Argentina.

Por eso es importante decir que 6 de cada 10 desaparecidos tenían entre 21 y 30 años, eran empleados, obreros, profesionales y docentes, es decir trabajadores.

En estos días de semicolonia, de neofascismo, el universo laboral argentino tiene 29 millones novecientas mil personas en condiciones de trabajar, pero solamente 13 millones trescientos mil, figuran como ocupadas y de las cuales 9 millones 600 mil aparecen como asalariados.

Casi 4 millones no tienen descuentos jubilatorios y el monotributo creció en la Argentina desde 1998 -cuando representaba al 4,7% de la población económicamente activa- hasta alcanzar el 22%.

Para miles de chicas y chicos argentinos sin recibo de sueldo, sin obra social ni vacaciones pagas, educados en la prédica sindical antisindical y antipolítica, exacerbado su individualismo y consumismo, la reforma laboral de Milei es mirada con simpatía. 

Es necesario decir entonces, que sin derechos laborales no habrá vida mejor para nadie, este en blanco, gris o negro y en esta destrucción del código genético de cualquier sociedad como lo constituye el conjunto de las relaciones laborales, no es más que la continuidad de la política de las desapariciones.

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