El nuevo culto a los héroes: China y la disputa global por la memoria
China impulsa una ambiciosa campaña estatal para construir un nuevo culto cívico de héroes y mártires. Pero su política de la memoria no es una excepción autoritaria: es parte de una tendencia global hacia el control político del pasado, que se verifica también entre las extremas derechas europeas y en el propio gobierno de Donald Trump.
Por Vincent K.L. Chang

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A fines de mayo se celebró un concurso de guías turísticos en la ciudad de Wuhan, en el centro de China. No se trató de una competencia recreativa. Según los medios estatales chinos, fue un esfuerzo cuidadosamente concebido para «atraer y formar a un grupo de narradores de historias de héroes y mártires de la nueva era, firmes políticamente y capacitados profesionalmente».
El evento simboliza la ambiciosa y trascendental campaña lanzada por el Estado chino para revivir el panteón nacional de héroes y mártires. El objetivo es unir y movilizar a la nación en lo que los líderes chinos consideran la fase final crucial en la búsqueda por convertirse en una superpotencia global moderna.
El mismo día del concurso en Wuhan, pero a 1.200 kilómetros, en la provincia de Sichuan, niños de un jardín de infantes se reunieron con familiares de mártires para participar en una actividad de confección de artesanías tradicionales. El Diario del Pueblo, órgano oficial del Partido Comunista Chino, explicó cómo esta actividad contribuyó a «pasar la antorcha de los héroes» a las nuevas generaciones.
Dos semanas antes, en la provincia oriental de Shandong, representantes de la agencia oficial de noticias Xinhua asistieron a una sesión de capacitación inmersiva sobre el «espíritu heroico». Al encontrarse «cara a cara» con héroes del pasado, los participantes pudieron captar el «espíritu» que había guiado los actos extraordinarios de personas comunes.
Este «encuentro» con los héroes del pasado se realiza cada vez más a través de medios digitales. Gracias a los avances en inteligencia artificial y con la colaboración de universidades, museos y diversas entidades gubernamentales, numerosos ciudadanos chinos se han «reencontrado» o han «conocido» a familiares que murieron como mártires hace décadas.
Actividades como estas se han vuelto comunes en los últimos años. Son fomentadas, orientadas y supervisadas por una arquitectura creciente de leyes y regulaciones. Hay al menos dos razones por las que la campaña para construir un nuevo «espíritu» de heroísmo y sacrificio merece atención más allá de los especialistas en China.
La política de la memoria en China
La primera razón es el alcance global cada vez mayor de la campaña. Así como la diplomacia económica de China está afectando el comercio y las finanzas globales, la política de la memoria china también se está expandiendo por todo el mundo y remodelando el paisaje transnacional de la memoria.
Pekín se ha convertido en un patrocinador activo de conmemoraciones que están más enfocadas en moldear el futuro que en mirar al pasado. Ejemplos recientes incluyen las celebraciones del Día de la Victoria en Moscú y Minsk, y conmemoraciones conjuntas en la capital serbia, Belgrado, de los «mártires» chinos del bombardeo de la embajada china por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1999.
China también fomenta asociaciones bilaterales para la memoria en el Sudeste asiático y en África. Incluso ha recurrido a la diplomacia de la memoria en sus intentos de mejorar las relaciones con Estados Unidos, invocando el espíritu de cooperación sino-estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.
La estrategia histórica del Estado chino también opera a escala global en el plano legal. Han entrado en vigor leyes que buscan promover el patriotismo y difundir los «valores socialistas fundamentales» entre las comunidades chinas en el extranjero.
Las embajadas y consulados chinos tienen la obligación de localizar a los mártires chinos enterrados en sus jurisdicciones anfitrionas, así como de erigir y mantener monumentos en su memoria. También se espera que organicen conmemoraciones con participación de las comunidades chinas de la diáspora y de expatriados locales.
Leyes recientes se han utilizado para detener a ciudadanos chinos que viven en el extranjero. Un ejemplo es el artista chino Gao Zhen. Gao era residente permanente de Estados Unidos desde hacía 13 años cuando fue detenido en China en 2024 por sus representaciones críticas de Mao Zedong realizadas una década antes. Fue acusado del delito de «difamar a los héroes y mártires de China» bajo una ley que no existía cuando creó y exhibió su obra.
La segunda razón por la que la campaña china sobre mártires y héroes tiene importancia global es posiblemente más inquietante. China se ha convertido en un ejemplo más de un número creciente de casos en los que los actores estatales buscan moldear y controlar la memoria histórica. Mientras diversas democracias comienzan a mostrar signos de retroceso, el caso chino es uno entre muchos que demuestran que las distinciones polarizadas entre sistemas «liberales» e «iliberales» son insostenibles.
Quizás el ejemplo más evidente de una democracia en retroceso sea Estados Unidos. Donald Trump, un presidente elegido constitucionalmente, ha recurrido a una serie de órdenes ejecutivas para consolidar el poder y obstaculizar el debate crítico. Una de esas directivas, emitida al final de su primer mandato, proponía la creación de un supuesto «jardín nacional de héroes estadounidenses». Esta propuesta fue recientemente retomada con una orden ejecutiva para «restaurar la verdad y la cordura en la historia estadounidense». La orden busca eliminar de los museos nacionales y monumentos públicos aquellas ideologías que el gobierno considera divisivas y antiestadounidenses.
Los esfuerzos de Washington por controlar cómo se presenta la historia parecen tomados directamente del manual de Pekín. En 2020, durante su discurso del 4 de julio, Trump afirmó: «Nuestra nación está siendo testigo de una campaña despiadada para borrar nuestra historia, difamar a nuestros héroes, eliminar nuestros valores y adoctrinar a nuestros niños».
Estas palabras recuerdan inquietantemente las utilizadas por el presidente chino Xi Jinping para justificar su campaña contra lo que llama «nihilismo histórico»: intentos de «destruir» a la nación china mediante la erradicación de su historia.
También se han adoptado leyes de memoria en toda Europa. El Parlamento Europeo, por ejemplo, ha codificado sus propias interpretaciones históricas sobre las causas de la Segunda Guerra Mundial, en un intento de contrarrestar lo que califica como desinformación rusa.
Las causas y consecuencias de la guerra siempre han sido y seguirán siendo objeto de intensos debates entre historiadores, y no hay necesidad de que la burocracia de la Unión Europea «resuelva» unilateralmente esos debates.
Un problema con estos esfuerzos burocráticos por codificar la interpretación histórica es que alimentan las guerras de la memoria y provocan escaladas. Aún más perjudicial es que emulan prácticas autoritarias de «dictar» la historia y restringir el debate.
Estos ejemplos muestran que, en algunos aspectos, las distinciones entre regímenes autoritarios y democráticos no son tan nítidas como a menudo se afirma. Las prácticas de memoria global evolucionan cada vez más y posiblemente convergen en un espectro fluido entre estos dos polos. El nuevo culto a los héroes en China es un caso importante para arrojar luz sobre estas dinámicas.
Fuente:
https://nuso.org/articulo/china-heroe-martires-memoria-historia-usos-pasado/