De salvadora a oveja negra: el giro reaccionario de Polonia

Tras la ajustada victoria del ultraconservador Karol Nawrocki en las elecciones presidenciales celebradas en mayo, Polonia confirma su desplazamiento hacia la derecha radical. El fracaso del gobierno liberal de Donald Tusk, la deriva antiinmigración y el ascenso de nuevas fuerzas extremistas revelan un país que ya no encarna la promesa democrática europea, sino su crisis.
Tras haber sido elogiada por los comentaristas liberales como la salvadora de Europa, Polonia ha vuelto ahora a su antiguo papel de oveja negra del continente. Las elecciones presidenciales del 18 de mayo enfrentaron al centrista Rafał Trzaskowski, de la gobernante Coalición Cívica, contra el nacionalista conservador Karol Nawrocki, respaldado por el partido Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco). Según The Economist, la elección era «entre seguir el mismo rumbo o devolver el país a los populistas», ya que una victoria del PiS dejaría al partido bien posicionado para triunfar en las próximas elecciones parlamentarias de 2027. Trzaskowski había ganado por poco en la primera vuelta y ambos candidatos estaban en un empate técnico en las encuestas de cara al segundo turno electoral. Los primeros sondeos a boca de urna eran demasiado ajustados para anticipar un ganador. Pero cuando se contaron los votos finales, Nawrocki había derrotado a su rival por 51% contra 49%, para consternación de la prensa tradicional y del establishment de la Unión Europea.
El resultado desmiente la presentación habitual del gobierno liderado por Donald Tusk y la Coalición Cívica, elegido en 2023 tras ocho años de mandato del PiS, como un brillante ejemplo de cómo derrotar la creciente ola de «populismo» de derecha. Este gobierno llegó al poder con una plataforma que incluía suavizar las restricciones al aborto, introducir uniones civiles para personas del mismo sexo, restaurar el Estado de derecho y retomar el camino de la ortodoxia neoliberal. El gobierno de Tusk, decían, había logrado incluso que Polonia superara a las grandes economías de Europa occidental, gracias a la llegada de los fondos de la Unión Europea que le habían sido retenidos a la administración anterior. Además, Polonia fue ensalzada por su valiente oposición a la agresión rusa. El país, gobernado por una coalición liberal, era presentado como un Estado que, por su ubicación geográfica y su trágica historia, estaba especialmente capacitado para comprender la gravedad del conflicto en Ucrania y, por lo tanto, dispuesto a brindar una importante ayuda militar y financiera a Kiev, así como a aumentar el gasto en defensa y acoger a un gran número de refugiados que huían de la guerra. La visión política de la Coalición Cívica se encarnaba perfectamente en Trzaskowski, actual alcalde de Varsovia y ex-académico especializado en instituciones de la Unión Europea: era la personificación misma de la Polonia urbana y educada.
Sin embargo, la mitología que rodeaba al gobierno de Tusk nunca coincidió con la realidad. En parte debido a la amenaza de un veto presidencial y en parte por las divisiones internas de la coalición, el gobierno no logró cumplir la mayoría de sus promesas electorales, especialmente en lo que respecta a las cuestiones sociales y culturales. Los avances en los derechos de las mujeres y de las personas LGBT han sido mínimos. A pesar de la propaganda sobre su desempeño económico, muchos polacos han tenido que trabajar aún más para satisfacer sus necesidades básicas, y 40% de la población se ha visto obligada a restringir sus gastos para llegar a fin de mes. Luego de que Tusk introdujera una nueva ronda de desregulación, los servicios públicos –en especial el sistema de salud– han seguido deteriorándose, dejando a muchas personas sin una atención adecuada.
Al mismo tiempo, la Coalición Cívica hizo mucho para sostener e incluso ampliar las políticas de derecha del PiS. Intensificó la atmósfera antiinmigración que lleva años creciendo en el país, cancelando el derecho de asilo para algunos refugiados que cruzaban desde Bielorrusia y tratando de expulsarlos de vuelta a la frontera. En lugar de revertir de manera significativa las reformas legales impulsadas por el PiS –diseñadas para consolidar el poder en el Ejecutivo–, la Coalición Cívica siguió un camino similar al de su predecesor: tomó el control de la emisora pública polaca, despidió a sus directores y los reemplazó por otros afines. Durante la campaña presidencial, Trzaskowski intentó incluso correr por derecha al PiS en materia migratoria, prometiendo quitar beneficios a los refugiados ucranianos y aumentar las deportaciones.
Uno de los beneficiarios de este giro reaccionario en Polonia fue Sławomir Mentzen, el candidato del partido de extrema derecha Confederación, quien obtuvo 15% en la primera vuelta con un programa que incluía la prohibición total del aborto, el apoyo estatal a las criptomonedas y la aplicación de controles fronterizos estrictos. Durante la segunda vuelta, tanto Trzaskowski como Nawrocki aparecieron en el canal de YouTube de Mentzen y compitieron por obtener su apoyo. Mentzen lo condicionó a dos compromisos: mantener a las tropas polacas fuera de Ucrania y vetar cualquier intento de Ucrania de ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Nawrocki aceptó ambas demandas, mientras que Trzaskowski solo accedió a la primera (finalmente, Mentzen no respaldó a ninguno de los dos, aunque dijo que no veía motivos para votar a Trzaskowski). Dado el creciente rechazo a la postura belicista de Tusk, ambos candidatos tenían interés en calmar los temores de que Polonia se viera arrastrada aún más a la guerra. Sin embargo, ambos también prometieron mantener o incluso aumentar el gasto militar del país, que ya roza el 5% del PIB, priorizando las armas por encima del bienestar social.
La imagen mediática de Trzaskowski como un político pulcro, elocuente y con habilidades discursivas contrastaba de manera tajante con la de Nawrocki, cuya campaña estuvo plagada de acusaciones: que había estado vinculado a grupos de extrema derecha y a bandas criminales, que había participado en peleas organizadas entre barrabravas de fútbol, que había usado su antiguo empleo como guardia de seguridad en un hotel para facilitar el acceso de prostitutas a los huéspedes y que había estafado a un jubilado para quedarse con su vivienda. Sin embargo, el efecto de estas historias sobre la opinión pública fue insignificante. De hecho, Nawrocki intentó aprovecharlas a su favor, deshaciéndose de las habituales referencias del PiS al conservadurismo y al catolicismo, y presentándose como un outsider rebelde.
Mientras un clima de temor se apoderaba de Polonia, Nawrocki logró convencer a gran parte del electorado de que pondría en primer lugar a la «gente común». Ya no se trataba de las tradicionales propuestas del PiS, como los beneficios para la infancia o el aumento del salario mínimo. Su principal promesa era que los polacos nativos tendrían prioridad sobre los migrantes en el acceso a la salud y a la educación. La candidatura de Nawrocki fue respaldada públicamente por la administración de Donald Trump apenas unos días antes de la votación final. En una reunión de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés), celebrada en Polonia a fines de mayo, la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kristi Noem, dijo al público: «Necesitamos que elijan al líder correcto» y aseguró que Nawrocki trabajaría junto a Trump para «combatir a los enemigos que no comparten sus valores».
Los votantes que eligieron a Nawrocki no eran muy distintos de la base de apoyo de Trump: generalmente más pobres, rurales, con menor nivel educativo y predominantemente varones, constituían un grupo lo suficientemente amplio como para darle las llaves del palacio presidencial. Al día siguiente de los comicios, Tusk anunció que convocaría a una moción de confianza sobre su gobierno, que finalmente ganó el 11 de junio. Ahora, su debilitada administración seguirá gobernando de forma inestable hasta 2027, pero el nuevo presidente, con su poder de veto, le impedirá implementar reformas importantes. En el estancamiento que se avecina, probablemente se profundicen las divisiones dentro de la Coalición Cívica, en la que también participa la izquierda socialdemócrata. Esta situación deja la puerta entreabierta para el PiS, que podría formar un gobierno junto con el partido Confederación, cuando Nawrocki aún esté en la mitad de su mandato presidencial. A medida que Europa gira hacia la derecha, Polonia podría llegar a parecer menos una desviación de la corriente política dominante que un reflejo de ella.
Fuente:
https://nuso.org/articulo/de-salvadora-a-oveja-negra-el-giro-reaccionario-de-polonia/