Jeffrey Epstein era un señor de la guerra También hay que hablar de eso

28.11.2025

Los vínculos del magnate neoyorkino con el ex-primer ministro israelí Ehud Barak para trasformar las convulsiones políticas y sociales en negocios, así como su participación en diversos conflictos globales, dejan ver una las facetas menos exploradas de quien logró un manto de impunidad sobre sus abusos.

La perspectiva del caos y la guerra excitaba a Jeffrey Epstein. El fallecido financista y abusador de menores neoyorquino seguía de cerca las noticias sobre conflictos extranjeros que pudieran ser explotados con fines comerciales. El 21 de febrero de 2014, Epstein le envió un correo electrónico a Ehud Barak, ex-primer ministro israelí, con quien se asociaría al año siguiente como inversor en una empresa de tecnología de seguridad llamada Reporty Homeland Security (más tarde rebautizada Carbyne). Epstein escribió: «Con los disturbios civiles que están estallando en Ucrania, Siria, Somalia y Libia, y la desesperación de quienes están en el poder, ¿acaso esto no es una situación ideal para ti?». Barak intentó moderar el entusiasmo de su amigo señalando: «En cierto modo tienes razón. Pero no es fácil convertir todo eso en dinero».

Este intercambio, publicado por Drop Site News, revela uno de los aspectos más ocultos del escándalo Epstein. El nombre de Epstein está indisolublemente ligado a la depredación sexual, y es correcto que así sea. Pero también debería estarlo al militarismo y al autoritarismo globales. Epstein no solo ejercía el tráfico de los cuerpos de las menores de las que abusaba, sino también de las conexiones sociales que podían unir a las elites. Comprendía perfectamente que la «desesperación de quienes estaban en el poder» podía llevarlos a comprar lo que él ofrecía: vínculos con otras figuras poderosas y sistemas de seguridad para reprimir la disidencia.

El escándalo Epstein ha vuelto a estallar gracias a que los demócratas de la Cámara de Representantes publicaron un inmenso archivo de correos electrónicos entre Epstein y muchos de sus famosos socios. Como han escrito mis colegas de The Nation Chris Lehmann y Joan Walsh, estos correos electrónicos son políticamente perjudiciales para Donald Trump, ya que aportan aún más evidencia de que el presidente fue amigo íntimo de Epstein durante muchos años, estaba al tanto de sus actos de depredación y posiblemente participó en algunos de sus delitos.

Trump tiene absolutamente merecido cualquier daño reputacional y cualquier posible represalia legal que pueda sufrir como resultado de sus vínculos con Epstein. En esencia, este siempre ha sido un escándalo que involucra a la clase dirigente en conjunto, no a un individuo o partido político en particular.

Los correos electrónicos de Epstein documentan sus vínculos con una amplia franja de la elite estadounidense y mundial que trascienden las fronteras partidarias. Entre aquellos con quienes Epstein mantenía una relación cordial se encontraban el ex-secretario del Tesoro Larry Summers (quien ocupó altos cargos tanto con Bill Clinton como con Barack Obama), así como Steve Bannon, asesor de Trump, y el multimillonario de derecha Peter Thiel. Incluso Noam Chomsky escribió con admiración sobre su «muy preciado amigo».

La gran pregunta sobre Epstein es por qué se le permitió prosperar durante tanto tiempo cuando sus delitos, a todos los efectos, fueron por décadas un secreto a voces. Por ejemplo, ¿por qué obtuvo en 2008 un acuerdo ventajoso que equivalió a una amonestación menor por delitos sexuales con menores de edad? El hombre que negoció ese acuerdo, el ex-fiscal estadounidense Alex Acosta, le había confiado previamente en privado a Steve Bannon que Epstein «pertenecía a la inteligencia». Pero en su testimonio ante el Congreso, publicado el mes pasado por el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes, Acosta afirmó que «no tenía conocimiento de si [Epstein] era o no miembro de la comunidad de inteligencia».

La ambigüedad de la información sobre las declaraciones de Acosta, sumada a los numerosos misterios que rodean la fortuna y las conexiones sociales de Epstein, alimentó durante mucho tiempo la especulación de que había sido agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) o del Mossad.

Gracias a la minuciosa labor periodística de dos medios independientes, Drop Site y Reason, ahora comprendemos mucho mejor la relación de Epstein con la elite de la política exterior de Estados Unidos e Israel. Parece que Epstein no era agente de la CIA ni del Mossad, no por falta de capacidad, sino porque ese papel le parecía demasiado pequeño. Era, más bien, un broker del poder, un oligarca estadounidense que desempeñó un papel fundamental en la configuración de la política occidental, lo que le permitió establecer contactos con diplomáticos y agencias de espionaje.

Matthew Petti escribió en agosto, para la revista libertaria Reason, un artículo que documenta la naturaleza de los vínculos de Epstein con Ehud Barak: «Tras su primer arresto por delitos sexuales, Jeffrey Epstein intentó incursionar en nuevo negocio: la vigilancia. En 2015, se asoció con el ex-primer ministro israelí Ehud Barak para invertir en la startup de tecnología de seguridad Reporty Homeland Security, ahora conocida como Carbyne. Correos electrónicos filtrados revelan que Epstein utilizaba a Barak para buscar oportunidades en la industria de la vigilancia y establecer conexiones con figuras poderosas de todo el mundo, incluidos el empresario estadounidense Peter Thiel, el ex-director de la inteligencia de señales israelí y dos personas del círculo del presidente ruso Vladímir Putin».

Tras el segundo arresto de Epstein en 2019, Barak rompió relaciones con su socio. En una conversación con Haaretz, Barak explicó que Epstein era «una versión terrible del Dr. Jekyll y Mr. Hyde» (insinuando, curiosamente, que existe una versión «no terrible» de la novela de terror de Robert Louis Stevenson). Barak añadió que Epstein «en aquel momento parecía una persona inteligente, con buenos vínculos sociales y variados intereses, desde la ciencia hasta la geopolítica».

La investigación de Petti se basó en una fuente que los principales medios de comunicación en buena medida ignoraron: un conjunto de correos electrónicos intercambiados con Barak pirateados y encontrados en el sitio web Distributed Denials of Secrets (que funciona como centro de distribución de filtraciones al estilo de WikiLeaks).

Murtaza Hussain y Ryan Grim, de Drop Site, han utilizado recientemente el mismo sitio web para publicar una serie de artículos impactantes que se sumergen en la historia de los vínculos de Epstein con Barak y la elite de la política exterior de Estados Unidos e Israel. Uno de los artículos sostenía que «Jeffrey Epstein organizó el trabajo para abrir un canal de comunicación no oficial entre Israel y el Kremlin durante la guerra civil siria (…) El conjunto de correos electrónicos, intercambiados en el punto más álgido de la guerra civil siria entre 2013 y 2016, revela el exitoso trabajo de Epstein con el fin de conseguir una reunión privada entre Barak y el presidente ruso, Vladímir Putin, para discutir una solución al conflicto mediada por Rusia, lo que incluía obtener el apoyo ruso para la remoción negociada del presidente sirio Bashar al-Assad».

Otros artículos documentan el papel de Epstein en el fortalecimiento de los lazos de Israel con Mongolia y Costa de Marfil (en ambos casos, facilitando la venta de tecnología de vigilancia israelí). El equipo de Drop Site también ha revelado que un oficial de inteligencia israelí (el fallecido Yoni Koren, socio de Barak durante años) era una visita frecuente en la residencia de Epstein en Manhattan.

Los vínculos de Epstein con la inteligencia de estados Unidos siguen siendo nebulosos, pero resulta difícil de creer que un ciudadano estadounidense pudiera participar en labores diplomáticas de tan alto nivel (que implican contacto con potencias extranjeras) sin el conocimiento y el apoyo tácito del aparato de seguridad nacional de Estados Unidos.

El papel preponderante de Epstein en la política exterior deja claro que no era un servidor del imperio, sino un personaje influyente. El experto en relaciones internacionales Van Jackson, académico de la Universidad Victoria en Wellington, ofrece un agudo análisis de la singular posición de Epstein. En su blog de Substack Un-Diplomatic, Jackson señaló que Epstein era «uno de los geopolíticos más prominentes del mundo, razón por la cual involucró a tantas personas poderosas en sus fechorías. Las andanzas sexuales que involucraban trata de personas no fueron el principal motivo que lo unió a sus amigos pedófilos. Fueron el dinero y el juego de poder, que funcionaban como una arteria vital de la hegemonía global estadounidense. Epstein, como intermediario entre la inteligencia israelí y oligarcas y cleptócratas extranjeros, también fue un subproducto de la estructura de la hegemonía estadounidense, es decir, al orden económico neoliberal, también conocido como la era de la globalización neoliberal».

La historia de Jeffrey Epstein no tiene sentido a menos que se comprenda que estaba profundamente arraigado en la elite de la política exterior, un hecho que le otorgó gran parte de la impunidad de la que disfrutó durante la mayor parte de su vida. Los poderosos se sentían cómodos con Epstein porque era uno de ellos. Compartía la misma visión del mundo que ha dominado a la elite estadounidense desde el fin de la Guerra Fría. Creía en el Consenso de Washington, la hegemonía militar estadounidense reforzada en Oriente Medio por la alianza con Israel, la globalización, la privatización de las funciones gubernamentales, la educación centrada en las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (CTIM), y el hedonismo sexual masculino, un ethos que llevó a extremos repulsivos.

En un correo electrónico que le envió en 2015 a Barak, Epstein afirmaba que «muchas empresas buscan una nueva perspectiva de gestión, similar a la militar». Esta fusión de la cultura corporativa con el militarismo es uno de los rasgos distintivos de la era neoliberal. Epstein estuvo a la vanguardia de este proceso.

Cuando intentamos comprender la trayectoria de Epstein, resulta inevitable recordar una de las grandes novelas estadounidenses: El arco iris de gravedad (1973), de Thomas Pynchon. Pynchon estaba obsesionado con el sistema clandestino que se formó en tiempos de guerra, el cual fusionaba objetivos públicos engañosos con ambiciones privadas y agendas corporativas. En un momento dado, el narrador de la novela reflexiona sobre cómo la guerra permite que prosperen traficantes de todo tipo: de artículos de lujo, de explotación sexual, de refugiados: «No debe olvidarse que el verdadero negocio de la guerra es comprar y vender. El asesinato y la violencia tienen su propia dinámica, y pueden confiarse a los no profesionales. (…) La verdadera guerra es la fiesta de los mercados. Mercados organizados, cuidadosamente llamados 'negros' por los aficionados, surgen en todas partes». Epstein prosperó en las sombras de esos mercados organizados.

Los principales medios de comunicación han mostrado una asombrosa falta de interés por la naturaleza de la actividad geopolítica de Epstein. No ha habido nada similar a las impactantes investigaciones publicadas por Reason y Drop Site: ni en el New York Times, ni en el Washington Post, ni en la CNN ni en las grandes cadenas de televisión. De hecho, los principales medios de comunicación han participado durante mucho tiempo del encubrimiento de la real magnitud del caso Epstein. Inicialmente, este consistió en ignorar sus delitos sexuales, hoy uy bien conocidos. Pero al ignorar hasta qué punto Epstein estaba integrado en el imperio estadounidense, esos medios están llevando a cabo un nuevo encubrimiento.

Nota: la versión original de este artículo, en inglés, se publicó en The Nation, el 14/11/2025, y está disponible aquí. Traducción: Carlos Díaz Rocca.

Fuente:

https://nuso.org/articulo/jeffrey/