La izquierda democrática frente al estallido en Nepal

12.09.2025

La insurrección popular nepalí es producto de una sucesión de crisis y de un creciente rechazo a la elite política. Las promesas de diversas facciones comunistas, que gobernaron el país tras la caída de la monarquía, fueron frustradas una y otra vez, mientras la corrupción y el autoritarismo se volvían moneda corriente. 

Por Sankha Subhra Biswas - Miembro del Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas y del comité de redacción de la revista Alternative Viewpoint.


Desde 2022, una ola de movimientos originada en Sri Lanka se ha extendido por todo el sur de Asia. En Bangladesh, el movimiento contra el sistema de cuotas [1] desencadenó amplias protestas en 2024, que el gobierno de la primera ministra Sheikh Hasina intentó desarticular con una fuerte represión. En respuesta, personas de diversos sectores sociales salieron a las calles. A medida que crecían los llamados a un levantamiento contra el gobierno, Hasina se vio obligada a huir del país, pese a sus esfuerzos por sofocar el movimiento popular.

Esta ola de protestas ha llegado ahora al vecino Nepal. En el plano político, fuerzas de izquierda y de derecha de dentro y fuera del país han ofrecido interpretaciones diferentes de la situación. Sin embargo, sectores de ambos bandos atribuyen el movimiento de masas en Nepal a la influencia del imperialismo estadounidense (es el caso, en la derecha, de la extremista Asociación de Voluntarios Nacionales de la India, RSS). Aunque actualmente no existen pruebas concretas de una participación directa de Estados Unidos, sería prematuro descartar por completo alguna posible injerencia encubierta. Pero podemos afirmar con fundamento que el levantamiento de Nepal no tiene como causa principal una conspiración imperialista. Más bien, fue impulsado por el creciente descontento de los nepalíes corrientes, que se ha venido acumulando durante casi dos décadas debido a las maniobras políticas a sus expensas. La reciente prohibición de las redes sociales actuó como catalizador. De manera similar a las protestas contra las cuotas en Bangladesh, que reflejaban un profundo malestar popular, el acto antidemocrático de cerrar las redes sociales en Nepal pudo haber sido el punto de quiebre que derrumbó a un gobierno impopular.

Tras décadas de lucha sangrienta, el establecimiento de la democracia en Nepal en 2008 marcó un hito histórico. En un momento en que los partidos comunistas de todo el mundo estaban en retroceso o habían desaparecido, la toma del poder estatal por un liderazgo comunista encendió nuevas esperanzas para la izquierda. Una insurrección masiva derrocó al régimen existente y generó elevadas expectativas en relación con el nuevo gobierno. Sin embargo, en los últimos años, los tres principales partidos políticos de Nepal -el Congreso Nepalí (centroizquierda), el Partido Comunista de Nepal (Marxista-Leninista Unificado) y el Partido Comunista (Centro Maoísta)- han estado inmersos en un «juego de la silla» por el poder. Esta pugna estuvo lejos de aportar mejoras significativas en la vida diaria de los nepalíes de a pie.

Pero antes de profundizar en este tema, es esencial repasar brevemente la historia del movimiento antimonárquico en Nepal, ya que comprender este proceso es crucial para contextualizar la actual ola de protestas.

El movimiento antimonárquico (2001–2008)

En junio de 2001, una trágica masacre tuvo lugar en el palacio real de Nepal, que resultó en la muerte del rey Birendra, la reina Aishwarya, el heredero Dipendra y casi toda la familia real. [2] Tras este hecho, Gyanendra Shah fue entronizado como nuevo monarca. Sin embargo, rápidamente su reinado provocó un amplio descontento popular. En febrero de 2005, Gyanendra disolvió el Parlamento y asumió las funciones del Poder Ejecutivo. Se declaró el estado de emergencia, se censuraron los periódicos y los partidos políticos fueron prácticamente prohibidos. Los medios internacionales calificaron estas acciones como un paso hacia el autoritarismo.

En este contexto, los partidos políticos y la guerrilla maoísta firmaron en Nueva Delhi, en 2005, el significativo «Acuerdo de 12 puntos», cuyo objetivo principal era derrocar a la monarquía y establecer un régimen democrático. En abril de 2006, comenzó el Movimiento Popular de Abril (o Jana Andolan II). Durante 19 días consecutivos, millones de nepalíes desafiaron los toques de queda y salieron a las calles. Trabajadores, estudiantes, mujeres y campesinos participaron en este movimiento. Ante la creciente presión, Gyanendra se vio obligado a reinstaurar el Parlamento, lo que marcó el principio del fin de la monarquía.

En diciembre de 2007, el Parlamento interino aprobó oficialmente una resolución para abolir la monarquía, sentando las bases para declarar a Nepal una república democrática. Los medios internacionales informaron: «Los legisladores aprobaron formalmente (…) abolir la monarquía de siglos de antigüedad y declarar al país una república». El 10 de abril de 2008 se celebraron elecciones para la Asamblea Constituyente, en las que los maoístas obtuvieron la mayoría de los escaños. Tras las elecciones, anunciaron que la monarquía dejaba de existir.

Finalmente, el 28 de mayo de 2008, durante la primera reunión de la Asamblea Constituyente, se llevó a cabo una votación que puso fin oficialmente a la monarquía en Nepal. 560 asambleístas votaron a favor, mientras que solo cuatro se opusieron. En consecuencia, Nepal fue declarado república democrática federal. Ese mismo día, la bandera real fue arriada del Palacio de Narayanhiti y se izó la bandera nacional de 1962; posteriormente, el palacio fue convertido en museo.

Luchas faccionales e inestabilidad política

Con Nepal convertido en una república democrática federal, muchos esperaban que un gobierno estable y progresista pudiera hacer avanzar el país. Sin embargo, los gobiernos liderados por los comunistas nepalíes han enfrentado diversos cuestionamientos sobre su ejercicio del poder, en medio de la inestabilidad y la fragmentación, lo que resultó en una sucesión de aspiraciones incumplidas. Desde el inicio, los conflictos internos dentro de los partidos comunistas se hicieron cada vez más evidentes.

El partido surgido de la rebelión armada maoísta había prometido impulsar la redacción de una nueva Constitución al llegar al poder por la vía electoral; sin embargo, en la práctica, utilizó el Parlamento y el gobierno para consolidar su autoridad. El liderazgo maoísta fue acusado de corrupción, nepotismo y control excesivo del aparato estatal. Los maoístas retrasaron sistemáticamente el proceso de redacción de la Constitución, lo que alimentó permanentes conflictos parlamentarios por el equilibrio de poder, y esto generó una creciente sensación de incertidumbre en el país.

El mencionado Partido Comunista de Nepal (Marxista-Leninista Unificado) era otra corriente política poderosa en la política nepalí. A veces se aliaba con los maoístas; otras veces se oponía a ellos. En 2018, ocurrió un acontecimiento importante cuando el PC (MLU) y el Centro Maoísta se unieron para formar el Partido Comunista de Nepal. El entonces primer ministro K. P. Sharma Oli y el líder maoísta Prachanda llegaron al poder con un liderazgo conjunto. Muchas personas creyeron que esta unidad traería estabilidad. Pero pronto se hicieron evidentes las tensiones internas. Oli fue acusado de intentar monopolizar el poder, debilitar las instituciones constitucionales y utilizar el sistema judicial y el Poder Ejecutivo en su propio beneficio. También se lo acusó de evadir al Parlamento mediante decisiones ejecutivas y de reprimir a los críticos.

En 2020, la crisis política alcanzó su punto máximo cuando Oli anunció abruptamente la disolución del Parlamento. Los opositores calificaron este acto no solo de inconstitucional, sino de abiertamente antidemocrático. Finalmente, la Corte Suprema reinstauró el Parlamento. Durante este periodo tumultuoso, estallaron grandes protestas en las calles, lo que erosionó aún más la confianza en el gobierno. La unidad del Partido Comunista de Nepal también fue efímera. En 2021, el tribunal anuló su existencia legal debido a errores de registro y conflictos internos no resueltos. En consecuencia, el Centro Maoísta y el PC (MLU) se dividieron nuevamente, lo que debilitó la política de izquierda y redujo su credibilidad ante la opinión pública.

Las políticas del gobierno enfrentaron importantes críticas, particularmente por varios escándalos de corrupción. Se lo acusó de irregularidades en grandes proyectos de desarrollo, de otorgar beneficios financieros a líderes partidarios y de despilfarrar fondos públicos. Los periódicos y organizaciones de la sociedad civil informaban constantemente que los líderes comunistas estaban explotando los recursos estatales para consolidar su poder en lugar de abordar los problemas de los ciudadanos. Un factor clave que contribuyó a la erosión de la confianza pública fue la evidente incompetencia y la débil gestión durante la pandemia. Servicios de salud inadecuados, una mala política de adquisición de vacunas y corrupción en la distribución de ayuda enfurecieron a la población durante la crisis provocada por el covid-19.

Hubo también acusaciones por la represión de voces disidentes. Demandas contra periodistas críticos, amenazas dirigidas a líderes de la sociedad civil y represiones policiales contra protestas socavaron significativamente la democracia nepalí. En 2019, Khem Thapaliya, editor del portal digital Jhaljhaliya, y Sajjan Saud de Ijhjalco fueron arrestados por supuestos vínculos con un grupo comunista rebelde. Además, Deepak Pathak, miembro de la junta de Radio Nepal, fue detenido por criticar en redes sociales a un ex-primer ministro.

En marzo de 2025, durante una manifestación promonárquica en Katmandú, la policía utilizó la fuerza -incluidos gases lacrimógenos, balas de goma y cañones de agua-, lo que resultó en dos muertes, junto a otros episodios claramente antidemocráticos. Organizaciones de derechos humanos vienen acusando de forma constante al gobierno de usar la fuerza contra manifestantes pacíficos. Además, la incapacidad del gobierno para proteger los derechos de los grupos étnicos minoritarios y de las comunidades dalit (la casta más baja en el mundo hindú) se hizo cada vez más evidente.

Otra debilidad significativa del movimiento comunista en Nepal fue el faccionalismo interno. Oli, Prachanda y Madhav Nepal -quien más tarde lideró el Partido Comunista de Nepal (Socialista Unificado), una escisión del PC (MLU)- utilizaron sus respectivos partidos para reforzar su influencia. Como consecuencia, hubo frecuentes cambios de gobierno. De 2008 a 2025, Nepal experimentó más de una docena de cambios, en su mayoría con administraciones de izquierda o lideradas por la izquierda. Estos cambios no resultaron en un desarrollo consistente ni en avances democráticos para la población. En cambio, los ciudadanos percibían a los líderes comunistas solo preocupados por las luchas de poder.

Además de los conflictos internos, la política exterior también generó controversia. El gobierno ha tenido dificultades constantes para gestionar sus relaciones con la India, navegar la creciente influencia de China y lidiar con las presiones de donantes internacionales. Los críticos argumentan que los gobiernos comunistas, en ocasiones, se han plegado a la influencia china y, en otras, a la presión india, lo que limita la capacidad de Nepal para tomar decisiones independientes. Esto alimentó el apoyo a movimientos nacionalistas y grupos promonárquicos.

El principal fracaso del gobierno liderado por los comunistas ha sido su incapacidad de garantizar la estabilidad política. El proceso de redacción de una nueva Constitución fue excesivamente largo, la implementación de la nueva estructura de gobiernos provinciales resultó ineficaz y la desigualdad económica fue ignorada. De esta forma, la ausencia de consensos entre partidos políticos, junto con las continuas luchas por el poder, ha incrementado la frustración pública. Muchos analistas creen que el panorama político de Nepal está atrapado en un patrón cíclico: los partidos de izquierda ascienden al poder, fracasan debido a la corrupción y la represión, y luego surge una nueva alianza, solo para que los mismos problemas reaparezcan una y otra vez.

2022: un rapero en Katmandú

En las elecciones municipales de 2022 en Katmandú, el triunfo del candidato independiente Balen Shah marcó un cambio importante en el panorama político nepalí. Durante mucho tiempo, los partidos comunistas habían mantenido un férreo control tanto en la política de la capital como en el resto del país, de 30 millones de habitantes. Muchos creían que el papel influyente del Partido Comunista de Nepal en las elecciones locales continuaría, incluso después de su división. Sin embargo, la victoria de Shah desafió esta suposición y constituyó una señal de alerta temprana para el liderazgo comunista.

Shah ganó popularidad principalmente como rapero y figura cultural independiente, sin afiliación partidaria. Se convirtió en un símbolo de protesta contra el sistema político establecido. Cuando se presentó a las elecciones municipales de Katmandú, muchos consideraron su candidatura como un desafío meramente simbólico. Sin embargo, los resultados demostraron que los votantes no buscaban simplemente enviar un mensaje testimonial; lo eligieron como una forma de rechazar por completo el régimen existente.

Los partidos comunistas no pudieron retener una posición central como Katmandú en esas elecciones. Sus candidatos no lograron ganarse la confianza de los votantes, pues el prolongado predominio político, las acusaciones de corrupción, las divisiones internas y las luchas de poder habían cansado a la gente. Shah supo canalizar esta frustración en su campaña: prometió una ciudad limpia, mejores servicios y una administración responsable, lo que atrajo a los votantes.

La victoria de Shah no solo abrió nuevas puertas en el panorama político nepalí, sino que también puso en evidencia las carencias de los partidos comunistas. Es evidente que su éxito no fue únicamente un triunfo de un outsider; más bien, reflejó la creciente desconfianza del público hacia las fuerzas políticas establecidas. La fe en la política de izquierda, que había sido evidente durante la caída de la monarquía en 2008, se desvaneció en esta elección. La derrota del candidato comunista en una ciudad estratégica como Katmandú fue una clara señal de sus debilidades organizativas.

Tras 2022, el panorama político y social de Nepal se volvió gradualmente más complejo. La victoria de Shah en Katmandú reflejó la frustración pública; sin embargo, en los años siguientes, el gobierno central continuó sumido en el lodazal de políticas caducas en lugar de atender ese mensaje de las urnas. Como resultado de fallos administrativos, corrupción e inestabilidad política, el sistema político de Nepal entró en una profunda crisis.

En 2022–2023, el desempleo juvenil (de 15 a 24 años) alcanzó un 22,7%, un aumento significativo frente a 7,3% en el periodo 1995-1996. Paralelamente, el desempleo general se situó en 12,6%, frente a 11,4% de 2017-2018. En consecuencia, la frustración entre los jóvenes desempleados creció, acompañada de una creciente desilusión hacia el gobierno.

La desigualdad económica ha seguido aumentando, con una brecha cada vez mayor entre áreas urbanas y rurales. En 2022-2023, la tasa de pobreza fue de 18,34% en zonas urbanas, frente a 24,66% en zonas rurales (calculada sobre la base de un gasto de 1,9 dólares al día en artículos de primera necesidad). Las elites urbanas han monopolizado la mayor parte de la riqueza y los beneficios, dejando a la población rural en el abandono. El sector agrícola ha entrado en crisis, lo que provocó una caída en la productividad.

Muchos jóvenes han decidido migrar debido a la falta de oportunidades laborales dentro del país. Aunque las remesas de los trabajadores migrantes en cierta medida han mantenido a flote la economía, no han logrado reducir la desigualdad económica interna. Según el Banco Mundial, los ingresos del 10% más rico del país representan más de tres veces el del 40% más pobre.[3] Esto pone de relieve la considerable brecha de ingresos entre las clases altas y bajas.

Movimiento de protesta en curso y situación actual

El actual movimiento de masas contra el gobierno en Nepal no surgió de manera espontánea. Se desarrolló como resultado de dos décadas de políticas fracasadas de los partidos comunistas. Independientemente de las narrativas sobre el imperialismo estadounidense que puedan circular, la realidad es que el espacio democrático en Nepal se ha venido reduciendo. Durante mucho tiempo, la represión extrema, el fracaso en descentralizar el poder y el establecimiento de un sistema burocrático han fomentado un clima en el que el poder se percibe como fuerza bruta, haciendo inevitable el colapso del sistema.

Mientras que la derecha hindú puede inventar diversas historias para sugerir una conspiración de Estados Unidos contra la India, es desalentador ver a gran parte de la izquierda pasar por alto la conciencia política de la clase trabajadora. Es innegable que, en nombre de la democracia y la paz, Estados Unidos ha llevado a cabo invasiones imperialistas en numerosos países, incluidos Afganistán e Iraq. Es deber de la izquierda solidarizarse con los pueblos de esas naciones, priorizando el internacionalismo. Sin embargo, esto no implica que toda lucha por la democracia deba descartarse como una conspiración imperialista: tal desestimación no hace más que exponer una arrogancia poco realista.

Las demandas de pan y democracia no son mutuamente excluyentes; más bien, cuando la izquierda llega al poder, una de sus principales responsabilidades, además abordar la desigualdad y el desempleo, es democratizar el sistema político para garantizar que las voces de los más marginados sean escuchadas dentro de la administración estatal. Si se intenta centralizar el poder social mediante la dictadura y el establecimiento de una clase burocrática, la rebelión popular es inevitable. Los resultados de tal rebelión probablemente serán aprovechados por las fuerzas mejor organizadas dentro del movimiento en ese momento, ya sean de derecha o de izquierda.

En el caso de Nepal, un aspecto positivo es la presencia de diversas fuerzas de izquierda que están participando activamente en las calles y liderando segmentos de este movimiento. Si logran mantener el liderazgo, podrán desafiar a la derecha y alcanzar la victoria. Además, partidos como el Congreso Nepalí han rechazado la propuesta de establecer bases militares estadounidenses en Nepal. Sigue siendo incierto hasta qué punto Estados Unidos podrá aprovechar este movimiento para sostener su influencia en Asia. Sin embargo, si en la lucha por la democracia se pasan por alto las demandas de trabajadores y campesinos, y se ve a las personas únicamente como marionetas de «fuerzas imperialistas», se las reduce esencialmente a «objetos pasivos» manipulados por poderes externos.

Es evidente que el sistema político nepalí, junto con la sucesión de gobiernos de izquierda, no ha logrado satisfacer las expectativas de las masas trabajadoras. La promesa de reforma que comenzó tras el fin de la monarquía se ha degradado en un patrón de imprevisibilidad, conflictos internos y descontento generalizado. Este fracaso ha erosionado la credibilidad de los líderes políticos, permitiendo que movimientos sociales emergentes y organizaciones autogestionadas desafíen el dominio de las entidades políticas tradicionales.

Si bien es probable que se restablezca algún tipo de estabilidad política, la pregunta crítica y aún sin resolver sigue siendo: ¿puede la izquierda recuperar su posición? Históricamente, cuando los procesos revolucionarios se estancan -fracasan en ir más allá de reformas cosméticas y avanzar hacia un cambio social profundo-, esto suele tener repercusiones significativas para la clase trabajadora y los sectores desfavorecidos. En esos casos, los desenlaces suelen conducir no solo a la decepción, sino también al ascenso de alternativas reaccionarias, a la caída de las fuerzas progresistas y al debilitamiento de los espacios democráticos que la revolución buscaba crear.

Hoy, Nepal se encuentra en una encrucijada decisiva. La incapacidad de la izquierda para consolidar sus logros y transformar las aspiraciones de la revolución en estructuras sostenibles de democracia y justicia social ha creado un vacío transitorio. Si fuerzas autocráticas u oportunistas llenan este vacío, los objetivos originales de la revolución republicana de 2008 podrían enfrentar serias demoras y retrocesos. El problema de fondo no es si regresará la estabilidad -lo más probable es que eso ocurra-, sino bajo qué liderazgo se manifestará y qué forma tomará esa estabilidad.[4]

Para la izquierda, los desafíos son sustanciales. Para recuperar su credibilidad, debe establecer un marco organizativo integrado y someterse a una auténtica transformación que conduzca a la rendición de cuentas, la inclusión y un verdadero proceso democrático. Sin este cambio, la revolución republicana corre el riesgo de ser recordada cada vez más como una oportunidad perdida que generó un resentimiento duradero entre aquellos a quienes pretendía empoderar.

Nota: la versión original de este artículo, en inglés, se publicó en Links el 12/9/2025 con el título «Nepal joins regional wave of revolt as popular anger at repression and inequality spreads across South Asia» y está disponible aquí. Traducción: Pablo Stefanoni.


  • 1.

    Estas establecían puestos de trabajo gubernamentales reservados a familiares de veteranos que lucharon en la guerra de Independencia del país, en la práctica destinados a la elite política [N. del E.].

  • 2.

    El 1 de junio de 2001, el príncipe Dipendra asesinó a nueve miembros de la familia real, incluidos el rey y la reina, y terminó él también muerto. Según la prensa, el motivo de la masacre tuvo su origen en una discusión acerca del matrimonio del príncipe [N. del E.].

  • 3.

    El 10% más rico de los nepalíes concentra más de 26 veces la riqueza del 40% más pobre [N. del E.].

  • 4.

    El 12 de septiembre, la ex-presidenta del Tribunal Supremo, Sushila Karki, fue nombrada primera ministra interina (es la primera mujer en liderar el gobierno nepalí) [N. del E.]