Ni facho ni comunacho: Franco Parisi y el «otro pueblo» chileno

07.12.2025

Entrevista a Aldo Mascareño

El líder del Partido de la Gente fue la sorpresa en la primera vuelta de las elecciones de noviembre pasado. Con un discurso antielites y un partido «sin ideología», Franco Parisi canaliza el descontento de las clases medias emergentes, principalmente del Norte Grande chileno. 

Por Juan Elman

En las presidenciales de 2021 hizo campaña sin poner un pie en el país. Una demanda judicial por no pagar la cuota alimentaria de sus hijos lo había dejado «refugiado» en Alabama, Estados Unidos. Franco Parisi se conectaba por Zoom y su cara se reproducía en transmisiones de YouTube. Aun así, obtuvo el tercer lugar con casi 13% de los votos, con picos en el norte del país. Para la campaña de 2025 ya se encontraba en Chile y lideraba eventos en pequeñas localidades lejos de la capital. Pero ninguna encuesta lo mostraba como un candidato competitivo.

La noche del 16 de noviembre, cuando los resultados de la primera vuelta de las elecciones ya estaban definidos, una gran parte de la conversación mediática rebasó a los dos candidatos que se disputarán la Presidencia –Jeannette Jara y José Antonio Kast, que parte como favorito– para instalarse en el comando de Parisi: era la sorpresa de la elección. El candidato del Partido de la Gente se ubicaba en el tercer lugar con casi 20% de los votos. Y conseguía 14 diputados que serán claves en el próximo Congreso, si la bancada se mantiene unida.

Esos votos son importantes para la definición de la segunda vuelta, especialmente para Jara, la postulante de la centroizquierda que necesita conquistar una mayoría de ellos para dar batalla contra el bloque de derecha, que en la primera vuelta sumó algo más de 50%. Parisi -quien en la campaña dijo que representaba al Chile que no es «Ni facho ni comunacho»- anticipó que 75% de su electorado votará en blanco o nulo, un número similar al que luego arrojó una consulta digital entre sus bases. Habrá que ver.

Pero el impacto de Parisi va más allá de la definición del 14 de diciembre. Su partido, que declara no tener ideología y se basa en un rechazo frontal a la clase política y a la elite económica, puede jugar un rol importante en la gobernabilidad del próximo periodo. Por lo demás, su ascenso refleja el rumbo que ha tomado el malestar social en Chile luego de la revuelta de 2019, el fracaso de dos procesos constitucionales y la baja popularidad con que se despide el gobierno de Gabriel Boric. Kast y la extrema derecha, si se confirman las encuestas, tendrán la llave del próximo gobierno, pero Parisi da cuenta de aspectos centrales del clima político chileno.

Entre los pocos insumos disponibles para entender el voto a Parisi y su partido se destaca el trabajo de Aldo Mascareño, un investigador del Centro de Estudios Públicos (CEP), que ha seguido de cerca al movimiento. En 2022 lideró la investigación titulada Partido de la Gente. La construcción del individualismo posdemocrático, donde se describe el perfil de sus adherentes, su autopercepción como clase media emergente y el tipo de inserción del partido, que combina un novedoso uso de redes sociales con una presencia territorial notable en el norte del país, una zona históricamente minera. Un «centro excéntrico».

En esta conversación con Nueva Sociedad, Mascareño brinda claves de lectura del fenómeno Parisi y de su relación con el malestar que vive Chile.

A pesar de que ya había dado la sorpresa en la elección anterior, la votación de Franco Parisi volvió a pasar por debajo de los radares de encuestadores y analistas. ¿Qué nos dice esto?

Creo que tiene dos lecturas. Una más técnica, que remite a por qué las encuestas no lograron capturar a sus votantes, lo cual ya dice algo: estos se ubican en una cierta exterioridad. O al menos no son personas que expresen abiertamente su predilección por un candidato, en este caso Parisi. Son gente que está lejos, lejos de los lugares donde se hacen las encuestas. El votante de Parisi está predominantemente ubicado en las afueras de centros urbanos. No está en el centro de las ciudades, sino más bien en los márgenes y en pueblos alejados, como los de la frontera con Bolivia y Perú. En esas zonas gana Parisi.

¿Cómo ha llegado Parisi a estos lugares? En el estudio que publicaron en 2022 señalan que el Partido de la Gente cuenta con una estructura territorial robusta. Esto contrasta con una idea, bastante extendida, de que se trata de un fenómeno limitado a las redes sociales.

El Partido de la Gente es relativamente nuevo. Sin embargo, el trabajo de Parisi y de quienes lo rodean, tanto las actividades digitales como las territoriales, lleva más de diez años. Partió alrededor de 2010, y ya en 2013 tuvo una experiencia electoral. Después empieza a aparecer regularmente y obtiene casi 13% en 2021 sin estar presente físicamente en Chile.

Hay una estructura orgánica importante. En la investigación mirábamos hacia atrás y veíamos sedes regionales, una construcción territorial y local que se combinaba en muchos sentidos con una dimensión digital. Efectivamente, el Partido de la Gente es el primer «partido digital» de Chile, que no solo está construido sobre las redes digitales, sino también sobre emisiones que pueden verse en YouTube. Pero eso no debe invisibilizar sus estructuras territoriales. Es un partido que declara no tener ideología, y por tanto puede captar a dirigentes y candidatos de orígenes y características muy diversos. Algunos de los diputados que tuvo, por ejemplo, eran religiosos, tenían relación con evangélicos, y otros no eran religiosos en absoluto, era simplemente gente de los territorios.

Si bien en esta elección Parisi ha mejorado en otras regiones de Chile, como en la zona centro, su fuerte sigue estando en el norte del país, donde es el candidato más votado. ¿Qué significa eso?

El Norte Grande, como se llama a estas regiones inmensas, que comparten fronteras con Perú, Bolivia y Argentina, es la zona minera, el principal sustento económico de Chile. Pero más allá de la minería, esa región no es significativa para el centro, para Santiago, entonces no es casual que se conciba sí misma como una zona olvidada por el Estado y los políticos, pese a su contribución a la economía nacional. Es, además, un corredor por donde en los últimos años han llegado muchos inmigrantes venezolanos, como parte de la emigración masiva que vivió ese país.

Pero minería además no es solo minería, hay industrias a su alrededor, servicios. Es una zona de trabajadores. Por un lado hay gente sin estudios universitarios, pero que cuenta con formación técnica y que gracias a la minería ha conseguido un ascenso social importante. Por tanto, maneja cantidades de dinero significativas. Por el otro, los niveles de pobreza son altos, especialmente en Antofagasta, donde están los asentamientos informales (los llamados campamentos) más dramáticos de Chile, en toda la zona de los cerros. Y en los últimos años se ha sumado el fuerte crecimiento del narcotráfico, que fue un tema muy importante en la reciente campaña electoral.

Ese es el público, el espacio, donde Parisi tiene una mayor aceptación. ¿Por qué? Por lo que promete, pero también por lo que sugiere. Parisi reivindica un tipo de cultura que para el resto de Chile es desconocida, la cultura minera, del norte. Una cultura en la que justamente por el dinero que se maneja el consumo ocupa un lugar bien definitorio. Es un consumo en cierto modo popular, asociado a elementos suntuarios, a bienes como autos y camionetas... Si miramos la campaña, vemos que Parisi habla por ejemplo de los «autos tuneados», de los autos modificados para mejorar su apariencia y su rendimiento. En su campaña de 2025, propuso realizar «el tuning más grande de Chile» alrededor del Palacio de La Moneda en caso de ganar, con «mucho ruido, mucha técnica, mucho sonido», en varios videos se identificó con el «mundo tuerca» y participó en carreras en autódromos mezclado con la gente. Hay una formación cultural que Parisi ha logrado representar y a la cual le da legitimidad. Es un tipo de cultura popular que la cultura de elite más santiaguina, incluso de izquierda, rechaza.

Cuando habla del perfil del votante de Parisi, y eso algo que aparece en el estudio también, se menciona mucho el concepto de «clase media emergente». ¿Cómo la definiría, y qué relación tiene esta clase media con los 30 años de democracia, en la que se consolidó el denominado «modelo chileno»?

La clase media emergente es un concepto que el propio Partido de la Gente comenzó a usar en 2021. En Chile, tradicionalmente, ha habido partidos doctrinarios, tanto de izquierda como de derecha, que configuraban, ya antes de la dictadura, un escenario de tercios: una derecha conservadora con algún elemento liberal, una izquierda socialista y comunista, y un centro donde se ubicaban el Partido Radical y la Democracia Cristiana. Ese centro representaba a la clase media clásica, tradicional, que se formaba en colegios públicos y ascendía socialmente de una manera relativamente consistente. Eso se pierde con la dictadura. Lo que aparece, en el marco de la transformación socioestructural que vivió Chile en las décadas de 1980 y 1990, es el crecimiento de una clase media emergente, que es hija del mercado: una clase media que nace con las reglas del mercado, tiene que aprender a sostenerse y debe esquivar permanentemente una suma de obstáculos. Que debe acceder a créditos para ingresar a la universidad, se endeuda… es una clase media que siempre está limitada por esos obstáculos.

Esa clase media emergente manifiesta un malestar con el estado de cosas en Chile y su clase política, algo que se hizo evidente con el estallido de 2019. Al mismo tiempo, en el caso de los votantes de Parisi, ese malestar se conjuga con una mirada positiva sobre el modelo económico, o más bien sobre ciertas cosas que se consiguieron con él, sobre todo un tipo de progreso social. Hay algo interesante ahí.

Sí, esto lo hace bien interesante. A eso me refería con que esta clase media emergente es el producto de la modernización de los últimos 30 o 40 años. Se trata en el fondo de un grupo que no se imagina otra vida que no sea en este espacio de mercado. Porque ya han logrado tener su negocio, su auto, su camioneta. Porque ya han logrado que sus hijos estén estudiando en una universidad. Se han endeudado para lograrlo, pero pueden visualizar una trayectoria de futuro y ordenarse según estas reglas.

En esta trayectoria, que está marcada por cierto sentido de inestabilidad o precariedad, cualquier imprevisto –una enfermedad, un asalto violento, una turba que te quema el negocio– pueden hacerlos retroceder diez años de un día para el otro. Vas para atrás y pierdes esa capacidad de seguir avanzando en ese horizonte tan difícil que es el mercado. Entonces, lo que esa población quiere de las instituciones es que sean eficientes. Que cuando tenga un problema de salud la atiendan bien. Que la educación sea efectiva y que los profesores no estén de paro. Que haya menos delincuencia e inseguridad.

Hay malestar, es cierto, pero es un tipo de malestar diferente del que se interpretó con el estallido, que se plasmó en las propuestas constitucionales que vinieron después y que quisieron cambiar radicalmente las reglas del juego. Eso también es inaceptable para estos sectores. Son estas las reglas que conocen y en las que en muchos casos han prosperado, no esas otras donde el Estado domina el horizonte de las posibilidades individuales. Es gente muy individualista, autónoma, emprendedora. Parisi y el Partido de la Gente refuerzan esta visión de autonomía.

En el estudio dicen, a propósito de las reglas de juego: «lo peor que se le puede ofrecer a este tipo de adherentes es una 'refundación del país'». Vuelvo a los 30 años, y a cómo en una parte mayoritaria de la izquierda emergió un consenso crítico muy duro sobre la transición, casi de rechazo frontal. ¿Qué fue lo que la izquierda no logró entender de ese mundo que hoy mira a Parisi?

Creo que se sigue entendiendo mal a este nuevo tipo de votante. Cuando se produjo la derrota del proyecto constitucional en 2022, con 62% que optó por el «Rechazo», compuesto también por gente en condiciones de precariedad y pobreza, la izquierda los descalificó. Los trató de «fachos pobres», de ignorantes. Esas descalificaciones fueron públicas. El propio presidente, Gabriel Boric, dijo en algún momento que la vanguardia iba más rápido que el pueblo. La izquierda, y sobre todo el Frente Amplio, tuvo una visión normativa sobre la sociedad chilena y lo que debía ser, y no logró terminar de ver cuál era la realidad de esa población. Al mismo tiempo, la izquierda, incluida la tradicional, ha tenido muchas dificultades para enfrentar el problema de la seguridad: la delincuencia y el narcotráfico hoy ocupan un lugar central en las preocupaciones de la gente.

Creo entonces que la izquierda tuvo esos dos problemas: no consideró que había un sector de la población que había crecido con el modelo económico y que no quería que les cambiaran las reglas de juego, al que descalificó, y por otro lado cierto trauma a la hora de llevar adelante el control de orden público. En esos dos terrenos, ganó la derecha.

El Partido de la Gente consiguió seis diputados luego de la elección de 2021 y todos terminaron abandonando el grupo parlamentario. Para esta campaña, Parisi ha hecho foco en la importancia del voto al partido en las legislativas y consiguió 14 diputados, un número que lo vuelve muy relevante para la futura gobernabilidad. Entre ellos aparece su hermana Zandra Parisi y un rostro conocido para la política chilena, Pamela Jiles, con una sensibilidad más cercana a la izquierda, para decirlo de alguna manera. ¿Cómo se imagina este escenario?

Efectivamente, en 2021 el partido de Parisi obtuvo seis diputados y la bancada se disgregó por completo. Es importante entender por qué. Primero, el líder del partido no estaba haciendo trabajo político en Chile. Parisi vivía en Estados Unidos y por tanto no había un liderazgo que orientara las decisiones. Segundo, el partido se disgrega porque se considera como un partido sin ideología. Yo creo que tiene cierta orientación doctrinaria, pero al considerarse ellos mismos como un partido sin doctrina, sin ideología, no pueden hacer explícitas referencias fundamentales que ordenen las decisiones políticos. No tienen un horizonte normativo. Esto contrasta con un partido que también emerge en paralelo al Partido de la Gente y es tremendamente exitoso, que es el Partido Republicano de Kast, donde hay un liderazgo muy presente, que orienta las decisiones, que controla que no haya dispersión. El Partido de la Gente no tiene ninguno de esos dos elementos.

Ahora hay 14 diputados, obtenidos gracias al despliegue digital y territorial, e insisten en hacer consultas digitales para decidir cosas tan importantes como a quién van a apoyar en la segunda vuelta. En esa bancada aparece en efecto Pamela Jiles, que como bien decía, viene de una matriz más bien de izquierda, con mucho de este populismo de izquierda de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, a quienes nombra en entrevistas. Jiles habla de «pueblo», por ejemplo, algo que Parisi nunca hace porque «pueblo» tiene una connotación más bien de izquierda: habla de la gente. En gran medida, Jiles se hizo conocida como impulsora del retiro de ahorros de las administradoras de fondos de pensiones (AFP) para cubrir la crisis de las familias, y se caracteriza por una personalidad muy excéntrica: fue disfrazada al Congreso, se hace llamar la Abuela y llama a sus seguidores «mis nietitos». En esta elección terminó aliándose con Parisi pero no es claro cuánto durará esa relación política. Su doctrina no es que esté en las antípodas de Parisi, pero ambas perspectivas son ortogonales.

Aprovechemos el marco de Jiles: ¿es Parisi un líder populista?

Es interesante esa pregunta. A mi me parece que calificarlo como un líder populista lo reduce, tanto en un sentido explicativo como de su capacidad de vinculación con sus votantes. Sin duda, tiene rasgos populistas, como su discurso contra las elites políticas y económicas. También hay algo que todos los populismos han hecho, que es asignarle legitimidad política, existencia social y cultural a un mundo popular excluido. Eso también lo cumple Parisi. Pero tiene toda otra dimensión muy asociada al empoderamiento individual, al emprendimiento, que no es para nada populista. El populismo tiene un enfoque más colectivo. El individuo se pierde en ese espacio. En el caso de Parisi, no. La configuración más doctrinaria de Parisi se orienta hacia el fomento de las reglas de mercado, buscar el mejor funcionamiento de las reglas de mercado para poder aprovecharlo de mejor manera. Eso lo distingue del populismo.

Decía antes que el Partido de la Gente se define como «sin ideología». Más allá de la crítica obvia, que es imposible que un partido o un político no tenga en absoluto ideología, esta falta de doctrina parece volverlo más frágil como estructura política parlamentaria, pero al mismo tiempo es una clave de su éxito electoral. En su investigación, menciona la figura de la democracia digital, las votaciones online, que funcionan como una suerte de parche para este problema. ¿Qué lugar le asigna a este instrumento en el armado de Parisi?

Ahí hay varios componentes. Es cierto que el partido se describe a sí mismo como un partido sin ideología. Y es profundamente consistente con eso, tanto en los discursos de sus líderes como en sus textos fundacionales. Pero cuando analizamos estos materiales, podemos determinar y observar cuáles son los elementos doctrinarios. Muchas veces están asociados al individualismo, al empoderamiento individual, a la eficiencia: componentes que tradicionalmente se encuentran en la derecha. Ahora bien, aunque el partido se describa a sí mismo como un partido sin ideología, tiene que tener algún elemento ordenador. Ese componente es «la gente» y la democracia digital, es decir, mediante el instrumento de la democracia digital, yo le pregunto a la gente cuál tiene que ser mi decisión. Porque mi decisión no viene de mi convicción doctrinaria, porque yo me describo como carente de esa convicción, que delego en la gente, y soy así una voz de «la gente» en el Parlamento. Todo esto en votaciones que son todo menos metodológicamente transparentes. Pero la democracia digital cumple esa función: es un equivalente funcional de esa ausencia ideológica.

Puede ser un sistema atractivo para la temporada electoral, o cuando se decide sobre a quién apoyar en la segunda vuelta, pero parece inviable para un ciclo parlamentario, lleno de votaciones complejas para los mismos diputados.

Es muy difícil de sostener. Por eso en el Parlamento esta construcción es frágil. Es una extraordinaria máquina electoral, porque puede convocar a votantes de diferentes orígenes y apelar a temas muy variados. En ese sentido, hay algo del «significante vacío» de Laclau en el fondo. Pero después se transforma en un problema porque no hay marcos más doctrinales que puedan orientar las decisiones. Y tampoco hay un sistema que pueda aguantar haciendo constantemente consultas digitales.

Un antecedente a la hora de pensar en el vínculo entre los seguidores de Parisi y la política es la inclusión del voto obligatorio, que debutó en el plebiscito constitucional de 2022 y ahora llegó a las presidenciales, haciendo aumentar la participación de 47% en la primera vuelta de 2021 a 85% en la de 2025. Muchos de los votantes del Partido de la Gente son nuevos o, como se los conoce en Chile, «obligados».

Sin voto obligatorio nada de esto acontece. El votante más cercano al centro es un votante más politizado, con mayor conciencia política. El votante de Parisi vota por Parisi porque es Parisi, no porque le interese la política. Por eso tiene mucho sentido el resultado de la votación en la consulta [la consulta digital entre las bases del Partido del Gente en la que 78% se pronunció a favor del voto blanco o nulo].

Para terminar, quisiera preguntarle por uno de los fantasmas de la política chilena: el famoso centro. Que todavía tiene mucho lugar en el léxico político y social, pero parece haber perdido su representación electoral. El fracaso de la Democracia Cristiana quizás sea el mejor ejemplo. ¿La emergencia de Parisi representa a un nuevo centro, o es demasiado pronto para afirmarlo?

Yo creo que no es un nuevo centro en el sentido funcional que este cumplía en el escenario de tercios del siglo XX, que era el de moderación. Ese centro tenía una función: controlaba la polarización. De hecho, al inclinarse hacia la derecha durante el final del gobierno de Salvador Allende terminó operando como el legitimador político del golpe de Estado. Pero además había un correlato social de ese centro: eran personas de la clase media educada, que trabajaban y ascendían en las instituciones. Hoy el correlato social de ese nuevo centro es la clase media emergente, que es mucho más instrumental, no tiene tanto interés en la política, salvo por el hecho de que exista alguien que le otorgue legitimación cultural, simbólica, y una cierta presencia en el Estado para exigir que instituciones sean más eficientes. El centro de hoy no es moderado. Incluso es un centro que podría pasar de Parisi a Johannes Kaiser, el candidato del Partido Nacional Libertario [ubicado aún más a la derecha de Kast, que obtuvo 14% de los votos]. Por eso lo hemos llamado «centro excéntrico», porque es un centro que se mueve, que está en una permanente oscilación. No tiene la función de moderación que cumplía en el eje de izquierda-derecha.

Pero su emergencia al menos «cumple una función»: explica la crisis del sistema.

Les otorga un relato a los últimos diez años de la política chilena, sí. Es la expresión de una crisis… no sé si del sistema pero al menos de la configuración del campo político en izquierdas y derechas.

Fuente:

https://nuso.org/articulo/Chile-elecciones-Parisi/