Putin, Xi, Modi y el pacto de Tianjin

06.10.2025
Foto: Sergey Bobylev/Kremlin Press vía Getty
Foto: Sergey Bobylev/Kremlin Press vía Getty

El dragón, el oso y el elefante buscan desafiar la hegemonía occidental y proyectarse como arquitectos de la geopolítica del siglo XXI. 

Por Víctor Bronstein

OSC. Un nuevo escenario geopolítico, un nuevo guión, tres protagonistas y una participación especial: el dragón (China), el oso (Rusia) y el elefante (India) salieron a escena en el teatro de la Organización de Cooperación de Shangai celebrada hace unas semanas en la ciudad portuaria de Tianjin, China, para empezar a construir una alternativa de poder a Occidente. Xi Jinping lo resumió en una frase al finalizar el encuentro: "El mundo se encuentra en un nuevo período de turbulencia y transformación... La gobernanza global ha llegado a una nueva encrucijada". Y agregó: "El dragón y el elefante deben unirse". La participación especial fue la energía.

La cumbre liderada por China reunió a 25 líderes de países que concentran un cuarto del PBI mundial y el 42% de la población global, en un gesto que buscó proyectar una alternativa sólida a la hegemonía occidental. El encuentro se presentó como un espacio para profundizar los vínculos políticos y económicos fuera de la órbita de Estados Unidos y Europa.

Entre los principales líderes invitados estuvieron el presidente ruso Vladimir Putin; el primer ministro indio Narendra Modi (en su primera visita a China en siete años); el presidente turco Recep Tayyip Erdogan; el presidente iraní Ebrahim Raisi; los primeros ministros de Pakistán, Malasia, Camboya y Vietnam; el Secretario General de la ONU, António Guterres, y el Secretario General de ASEAN, Kao Kim Hourn, entre otros. 

Fundada en 2001 por China, Rusia y cuatro repúblicas de Asia Central, la OCS se expandió a diez miembros plenos, incluidos India, Pakistán, Irán y Bielorrusia, dos observadores, y catorce socios estratégicos.

La cumbre evidenció que la OCS ya no es un simple foro regional. Con India, China y Rusia reforzando sus lazos, el bloque proyecta ahora una alternativa al orden internacional liberal de Occidente y puede marcar un punto de inflexión en la geopolítica del siglo XXI. No fue un simple encuentro diplomático. Se trató de una escena de poder y de objetivos políticos. El bloque euroasiático quiere ser el arquitecto de un nuevo orden global.

La cumbre evidenció que la OCS ya no es un simple foro regional. Con India, China y Rusia reforzando sus lazos, el bloque proyecta ahora una alternativa al orden internacional liberal de Occidente y puede marcar un punto de inflexión en la geopolítica del siglo XXI.

China y Rusia aprovecharon la cumbre para enviar un mensaje a EEUU y a Europa: el futuro no puede seguir girando en torno a un modelo unipolar. Entre las propuestas, se acordaron crear un Banco de Desarrollo, emisión de bonos conjuntos, respaldar la cooperación en Inteligencia Artificial, la exploración espacial e impulsar el uso de monedas locales para el comercio dentro del bloque. Símbolos de autonomía frente a las instituciones dominadas por Occidente. En palabras de Xi: "La OCS debe defender la equidad y la justicia internacionales, oponerse claramente al hegemonismo y convertirse en un pilar de la democratización de las relaciones internacionales."

Un capítulo especial para la energía. Se acordó reducir la dependencia del dólar en transacciones de petróleo, gas y minerales críticos, fortaleciendo el uso de monedas como el yuan, rublo, rupia y el rial iraní en acuerdos bilaterales. Además, se anunció una plataforma de cooperación energética dentro del grupo con el objetivo de desarrollar infraestructura compartida, acuerdos de suministro y financiamiento en moneda local para proyectos energéticos con el objetivo de garantizar la seguridad energética de los países miembros.

Desafiar el rol del dólar como divisa dominante en el comercio de hidrocarburos, podría explicar el cambio de postura de Trump respecto a Ucrania y la presión sobre los países que le compran petróleo y gas a Rusia. Así, la OCS se posiciona también como contrapeso a la OTAN y al unilateralismo estadounidense. Con su diplomacia silenciosa, China avanza y Rusia acompaña.

La asistencia de Narendra Modi, primer ministro de la India, marcó un punto de inflexión. India, que suele oscilar entre Washington y Moscú, mostró disposición a acercarse a sus vecinos asiáticos. La fotografía de Modi junto a Xi y Putin sintetiza la reconfiguración del mapa geopolítico: las rivalidades históricas ceden espacio a la lógica del interés común frente a las presiones externas.

La Declaración de Tianjin y la estrategia hasta 2035 proyectan una ambición clara: transformar a la OCS en un actor fundamental en la geopolítica global. Como dijimos al principio, con casi la mitad de la población mundial y una cuarta parte del PIB global, el bloque cuenta con recursos materiales para sustentar esa visión.

Y también energéticos. Según los datos más recientes de 2025, los países que participaron en la Cumbre de la OCS en Tianjin concentran aproximadamente el 35% de las reservas probadas de petróleo del mundo y el 60% de las reservas de gas natural. Estos porcentajes incluye a miembros plenos como Rusia, Irán, China, Kazajistán, Uzbekistán, y observadores activos como Turquía y Arabia Saudita, que estuvieron presentes como invitados estratégicos.

Anticipándose a la Asamblea General de las Naciones Unidas, los países miembros de la OCS plantearon la necesidad de adaptar la ONU a las realidades políticas y económicas actuales mediante una reforma que garantice la representación de los países en desarrollo en los órganos rectores de la ONU.

ONU. En su discurso ante la Asamblea General, el presidente de EEUU mostró, una vez más, su "estilo Trump", marcado por la improvisación y el desprecio hacia los compromisos multilaterales. Con su hablar taquigráfico, su falta de una narrativa argumentativa, su simpleza de razonamiento, sus contradicciones y su desconocimiento de la historia trata de imponer un sistema geopolítico a partir de la administración de aranceles de manera arbitraria. Si no hacés lo que te digo, te subo los aranceles. Si el Tribunal Superior de Brasil condena a Bolsonaro por un intento golpista, no me importa, es mi amigo, te subo los aranceles. Si India compra petróleo ruso, a pesar de que India es, o fue, un aliado de EEUU en Asia para contrarrestar a China, no importa, te subo los aranceles.

La asistencia de Narendra Modi, primer ministro de la India, marcó un punto de inflexión. India, que suele oscilar entre Washington y Moscú, mostró disposición a acercarse a sus vecinos asiáticos. La fotografía de Modi junto a Xi y Putin sintetiza la reconfiguración del mapa geopolítico.

Con su estilo de creerse dueño del mundo, Trump exigió a los países europeos que dejen de comprar gas y petróleo a Rusia para poner fin a la guerra en Ucrania. "Es vergonzoso para ellos, están comprando energía rusa mientras luchan contra Rusia. Piénsenlo, están financiando la guerra contra ellos mismos", afirmó en su discurso ante la Asamblea General. Denunció que China e India son "los principales financiadores" de la guerra al seguir comprando energía rusa.

Así, el acercamiento entre Moscú y Nueva Delhi se da luego de que el presidente de Estados Unidos impusiera aranceles adicionales del 25 % a las importaciones indias, lo que elevó las tarifas a país asiático al 50 %, en represalia por las compras de petróleo ruso con descuento por parte de India.

La guerra y la paz. León Tolstoi publicó su gran novela entre 1865 y 1669, donde narra los destinos entrelazados de varias familias aristocráticas rusas durante las guerras napoleónicas y la invasión francesa a Rusia en 1812. Es mucho más que una novela histórica, es una indagación sobre la historia que nos ayuda a entender los conflictos actuales. Y también de porqué fracasan los intentos de atacar a Rusia.

Tolstoi desmonta la idea de que los "grandes hombres", como Napoleón en su época, son los motores de la historia. En La Guerra y la Paz, su crítica es profunda, filosófica y sistémica: rechaza la noción de causalidad lineal en los procesos históricos y propone una visión más compleja, donde millones de voluntades individuales y circunstancias invisibles configuran los acontecimientos.

El gran novelista ruso retrata a Napoleón como un personaje vanidoso, teatral y limitado, cuya fama se debe más a la construcción simbólica que a su verdadera capacidad de decisión. Cualquier parecido con algunos de los personajes de la actualidad es pura coincidencia.

"La historia sería imposible si dependiera de la voluntad de unos pocos hombres", escribió Tolstoi, adelantándose un siglo a ciertas investigaciones científicas.

René Thom, uno de los matemáticos más influyentes del siglo XX, estudió cómo sistemas complejos, como las sociedades, pueden sufrir cambios súbitos a partir de variaciones suaves en ciertas variables claves. Para eso, hizo una distinción entre variables dinámicas que describen el estado de un sistema en un instante y variables de control que modulan el comportamiento global del sistema.

Excede en mucho desarrollar estos conceptos en este artículo. Pero podemos aproximarnos a entender que, por ejemplo, si bien los grandes hombres no son los motores de la historia, la modulan. Y, en las sociedades actuales, una de las variables de control más determinante que modula el desarrollo de las naciones y la geopolítica es la energía.

La guerra y el gas. El 12 de septiembre pasado se cumplieron 35 años del acuerdo firmado en Moscú conocido como "Dos más cuatro" (las dos Alemanias + las cuatro potencias vencedoras de la Segunda Guerra: Rusia, EEUU, Francia y el Reino Unido) que dio lugar a la reunificación de Alemania en octubre de ese año, después de la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989.

Durante las negociaciones de 1990, el entonces secretario de Estado de EEUU, James Baker, se reunió con el entonces presidente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov en Moscú para hablar sobre el temor soviético de que, si la Alemania unificada entraba en la OTAN, la Alianza se expandiera hacia Europa del Este.

La fórmula que aceptó Gorbachov para firmar el tratado fue que Alemania unificada estaría en la OTAN pero que las tropas y armas de la Alianza no se desplegarían en Alemania Oriental. Este compromiso se resumió en una "famosa" frase de Baker que aún resuena en el conflicto entre Rusia y Ucrania:

"Not one inch eastward". Es decir: La OTAN no se moverá ni una pulgada hacia el este.

Pero esta frase no entró en el acuerdo firmado donde se prohibiera expresamente la expansión de la OTAN hacia otros países del Este. Sólo se firmó la limitación para el territorio de la ex RDA. Y este es el tema inconcluso que está detrás de la invasión rusa a Ucrania. Rusia sostiene que hubo un compromiso político incumplido; Occidente responde que no existió un acuerdo escrito. Rusia aceptó entonces la incorporación de Polonia, Hungría y los países bálticos. El límite fue Ucrania.

En este contexto, la política energética de Alemania favoreció la importación de gas barato desde Rusia. Luego, bajo el liderazgo de Angela Merkel esta postura se consolidó a partir de 2005, cuando ella asume como canciller, y se profundizó durante sus 16 años de mandato. Merkel veía al gas ruso como parte de la transición energética que incluía el abandono del carbón y la energía nuclear. El gas era visto como un puente hacia las fuentes renovables. Hoy el mundo consolida esa visión, aunque después de Merkel, la UE exacerbó los objetivos de la transición, apuntando también contra el uso del gas natural. La realidad puso, como siempre, las cosas en su lugar y hoy el uso del gas ya no se discute en la Unión Europea, aunque todavía aparece en las discusiones de los encuentros climáticos.

En 2011, tras el desastre de Fukushima, Alemania decide acelerar el cierre de sus centrales nucleares. Esto refuerza la dependencia del gas, y Rusia aparece como proveedor confiable y más barato que el GNL de otros países. Por eso apoya la construcción del gasoducto Nord Stream 2, paralelo al Nord Stream 1, para duplicar el flujo directo de gas ruso a Alemania por el Báltico. Esta decisión fue criticada por países de Europa del Este y Estados Unidos.

Tras la invasión rusa a Ucrania, Merkel defendió públicamente su política energética, afirmando que "en la perspectiva de la época, era racional y comprensible" importar gas ruso por ducto, ya que es mucho más barato que el GNL. Y tenía razón, salvo que su análisis no previó el acercamiento entre Moscú y Pekín.

La firma del acuerdo para la construcción del gasoducto Power of Siberia 2 por parte de los presidentes de Rusia y China fue la noticia más importante de la reunión. Un acuerdo que podría interferir con las ambiciones de dominio energético del presidente Trump.

Merkel confiaba en la seguridad del abastecimiento de gas desde Rusia ya que razonaba que Rusia necesitaba vender su gas a Europa tanto como Europa necesitaba el gas ruso. En esta ecuación, la seguridad estaba garantizada. Pero se olvidó de China. Rusia se animó a invadir a Ucrania, más allá de la provocación de Occidente de querer incorporarla a la OTAN, porque tenía un mercado alternativo para su gas.

Power of Siberia 2. La firma del acuerdo para la construcción del gasoducto Power of Siberia 2 por parte de los presidentes de Rusia y China fue quizás la noticia más importante que surgió de la reunión de los dos líderes a principios de este mes. También fue el acuerdo que bien puede hacer que la nueva orden de flujo global de gas natural sea permanente, lo que podría interferir con las ambiciones de dominio energético del presidente Trump.

La cantidad anual de gas que Rusia venderá a China una vez que se complete el segundo Power of Siberia superaría los 100 mil millones de metros cúbicos. Es una cantidad similar a la que se suponía que Rusia enviaría a Europa tras la finalización del fallido gasoducto Nord Stream 2.

China, a su vez, abandonó su ambigüedad. Al firmar PoS2, marca su postura de intensificar la confrontación con Estados Unidos en medio de la guerra comercial y los aranceles. Desde que invadió Ucrania, Rusia siempre tuvo claro que China era su cliente de gas para reemplazar al mercado europeo. El acuerdo PoS2 podría remodelar las previsiones de demanda, las decisiones de inversión y las estrategias contractuales en los mercados mundiales de gas.

Las expectativas de una creciente demanda china es uno de los fundamentos el ciclo actual de inversión en GNL. Pero este giro hacia el gas ruso, incluso uno gradual y condicional, pone en duda las suposiciones de mercados ajustados para 2030. El mensaje a los exportadores de GNL es claro: China necesitará menos gas y en mejores términos. El memorando ruso-chino formaliza la intención, pero difiere la sustancia. La negociación real sobre el acuerdo de suministro de gas se basará seguramente en cuatro parámetros clave: precio, obligaciones de compra, financiación y plazos.

En cuanto al precio, es poco probable que China acepte algo cercano a los puntos de referencia europeos o asiáticos basados en el mercado. En cambio, presionará por un precio en algún lugar entre las tarifas nacionales rusas y la fórmula vinculada al petróleo utilizada en Power of Siberia 1, que ya es el gas de gasoducto de menor precio en la cartera de China. Eso aseguraría un suministro barato a largo plazo para China.

Además, las implicaciones estratégicas se extienden mucho más allá de China y Rusia. Para Estados Unidos y la industria del GNL, el impacto será inmediato. Aunque el gas del PoS2 no fluirá hasta la década de 2030, ya está alterando las expectativas. Los compradores, los desarrolladores de proyectos y los bancos están observando de cerca el nuevo escenario. Si China depende más del gas de gasoducto ruso en la próxima década, esto podría obligar a recalcular los proyectos de GNL en la actualidad y podría afectar a Vaca Muerta.

Europa esté mirando con preocupación como el acuerdo le permitirá a China tener un suministro seguro y barato de gas, un escenario que tuvieron antes de la invasión rusa a Ucrania. La UE está sufriendo los costos del GNL y el impacto en su economía.

Todavía quedan muchas cuestiones abiertas respecto al acuerdo y todavía no queda claro si finalmente el Power of Siberia 2 se concretará. Llamativamente, con este acuerdo, Rusia y China acaban de remodelar el juego mundial del gas sin firmar un solo contrato de suministro.

El momento del anuncio no fue casual. Putin, Xi y Modi estaban en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shangai firmando un pacto para una nueva arquitectura global. Entre geopolítica y simbolismo, China muestra a la OCS como alternativa a Occidente. ¿Occidente debería preocuparse? Sí.

Fuente:

https://www.lapoliticaonline.com/victor-bronstein/victor-bronstein-putin-xi-modi-y-el-pacto-de-tianjin/