Trump, el autopercibido pacificador que amenaza la paz mundial

Con la imagen en caída, el magnate republicano se aferra a su política belicista, bombardea países – el último fue Nigeria – y está en problemas por el caso Epstein.
Por Gustavo Veiga
Donald Trump se autopercibe como un pacificador pero hoy es la mayor amenaza para la paz. Acaso sea ése su mejor retrato, el de un hombre que cree ocupar el centro de la geopolítica mundial en soledad. Es la representación más cabal de un imperio que a su alrededor solo ve actores de reparto. Cuando va terminando el primer año de su segunda presidencia y con la imagen en caída, su gobierno es una marea de deshumanización continua adentro y afuera de Estados Unidos.
Apoyó con cuantioso material militar al régimen de Benjamin Netanyahu para que cometiera el genocidio en Gaza y propuso hacer un resort sobre lo que quedara de la Franja. Mandó bombardear a Irán, Yemen, Siria, Somalia y Nigeria. Avanzó en el Caribe arrojando misiles sobre lanchas piloteadas por civiles con la excusa de combatir al narcotráfico. Sitió por aire y mar a Venezuela para empezar su plan de recolonización y rapiña de recursos en América Latina. Expulsó a miles de migrantes engrillados o esposados y separó a cientos de niños de sus familias pero indultó a poco más de 1.500 de sus seguidores que tomaron el Capitolio el 6 de enero de 2021. Hoy continúa salpicado por el escándalo de pedofilia de su amigo Jeffrey Epstein que complica su presidencia. Algunos de estos hechos – muy documentados – detonaron el espíritu de las multitudinarias protestas que recorrieron EE.UU en 2025 bajo la consigna "No Kings".
El rey que ocupa la Casa Blanca está más desnudo que nunca. Los berretines monárquicos de Trump suelen expresarse en su retórica confrontativa y la egolatría que demuestra en sus discursos o actos públicos. A fines de septiembre se anticipó a la entrega del Premio Nobel y comentó: "sería un gran insulto para nuestro país si no lo recibiera". Lo hizo durante un acto con militares.
En agosto, el diario noruego Dagens Næringsliv informó que el presidente había llamado al ministro de finanzas y ex secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, para preguntarle sobre el Nobel que ganaría tiempo después la dirigente derechista de Venezuela, María Corina Machado.
Finalmente tuvo que conformarse con una distinción menor, caricaturesca. El premio de la Paz que le entregó la FIFA. La estrecha relación con su presidente, Gianni Infantino, y el Mundial de Fútbol que tendrá como sede central a EE.UU lo hicieron posible.
Su conducta autorreferencial merece una línea de tiempo por repetida. El 22 de este mes difundió desde su residencia de Mar-a-Lago que la marina de su país lanzará un nuevo tipo de acorazado que el presidente llamó Clase Trump. Según explicó, la Flota Dorada va "ayudar a mantener la supremacía militar de Estados Unidos, a revivir la industria de construcción naval nacional y a infundir temor en los enemigos de nuestro país en todo el mundo". Este año también anunció la fabricación del avión de sexta generación F-47 (en honor al presidente n° 47 de EE.UU, que es él) mediante un contrato con la empresa Boeing.
En la misma residencia de Mar-a-Lago, Trump recibió este domingo a su par ucraniano Volodimir Zelenski, tras lo cual anunció que un acuerdo de paz con Rusia "está muy cerca". Una frase que ya dijo a lo largo de 2025.
La agresiva geopolítica que proclama Trump estuvo alimentada este año por sus bravuconadas sobre la compra de Groenlandia a Dinamarca. La isla más grande del planeta es un territorio con cierta autonomía del reino danés, aunque este controla su política exterior y defensa. Pisando la Navidad, su majestad el magnate nombró al gobernador republicano de Luisiana, Jeff Landry, como enviado especial para Groenlandia.
Al hacer pública la designación, Trump comentó que su país necesita la isla por motivos de "protección nacional". El gobierno de Dinamarca citó a consultas al embajador de EE.UU y el primer ministro de la isla, Jens-Frederik Nielsen, le respondió: "Nuestras decisiones se toman acá", basado en el derecho a la autodeterminación.
La descarada ambición de Trump para ampliar las posesiones del imperio tuvo otro capítulo en febrero con Panamá. Durante un discurso ante el Congreso dijo que iba camino a recuperar el canal. El presidente José Raúl Mulino le respondió por X: "Nuevamente miente el Presidente Trump. El Canal de Panamá no está en proceso de recuperación..."
Trump envió a Marco Rubio en el primer viaje del secretario de Estado al exterior, apareció el fondo buitre BlackRock en escena para controlar el canal, Panamá intentó desharcerse del contrato que mantenía con la empresa china CK Hutchison Holdings y se abrió un litigio que todavía continúa. Aunque el presidente de EE.UU se tranquilizó y le envió una carta de felicitación a Mulino por el 122° aniversario de la independencia panameña. Fue un gesto de distensión después de amenazar con adueñarse del corredor biocéanico.
La política arancelaria aplicada a los competidores globales de Estados Unidos fue semejante a su frenesí expansionista. Amenazó a China con aranceles del 100 por ciento a sus productos pero a la primera devolución de gentilezas recalculó el porcentaje. Con Brasil pasó otro tanto. Incluso fue más allá cuando en la víspera de que fuera condenado y detenido Jair Bolsonaro (su socio político), Washington sancionó al juez de la Corte brasileña Alexandre de Moraes. Hizo de la injerencia en política exterior una herramienta para someter a países soberanos. Una conducta poco original si se observa en retrospectiva la historia de Estados Unidos aunque más sobreactuada que la de sus antecesores en el cargo.
Los ciudadanos de su propio país empezaron a padecer las medidas que aplicó en los primeros cien días de gobierno. Firmó decenas de órdenes ejecutivas para recortar fondos federales en salud, educación y ciencia. Disminuyó también los destinados a preservar el medio ambiente. Le dio su manejo del área a lobistas del petróleo, gas y carbón. Atacó las políticas de género. El 10 de agosto había declarado que "las personas sin hogar tienen que marcharse de inmediato" de las ciudades. La última estadística de gente en situación de calle señalaba que en Estados Unidos hay 771.480 personas en esa condición. La fuente es https://endhomelessness.org/.
Junto a su ex funcionario estrella, el multimillonario Elon Musk, a quien colocó al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) aplicó políticas draconianas en el Estado. Pero se pelearon y la disputa terminó en el primer escándalo del segundo mandato. Ahora tiene otro que jaquea a su gobierno mucho más y domina el escenario político en EE.UU. Es el caso Epstein, el convicto de pedofilia y trata de menores que se suicidó en prisión en 2019 y con quien Trump mantuvo una relación muy estrecha desde la década del '90. Fotos y videos lo comprometerían. Pero el presidente de EE.UU busca fugar hacia adelante jugando al T.E.G en el Caribe, una región declarada zona de paz que quiere transformar en campo de batalla junto a los lobistas de Wall Street.
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Pagina12
