La expropiación del punto de vista

14.12.2025
Imagen de la serie "Un mundo feliz", basada en la novela de Aldous Huxley. (Capturas de Video)
Imagen de la serie "Un mundo feliz", basada en la novela de Aldous Huxley. (Capturas de Video)

Por Sandra Russo

Nunca me imaginé, cuando leía a Huxley de chica, que pasaría algo peor de lo que entonces me colocó de una vez y hasta hoy en una perspectiva general. Es imposible estar en el mundo sin una perspectiva, aunque no se piense en eso o ni se lo sepa.

A grandes rasgos, a los más grandes que se me ocurren, hay dos puntos de vista en pugna, cada uno con cientos de terminales. El del fuerte y el débil, el del rico y el pobre, con sus tantas variantes (capital y trabajo, poder y sumisión, vencedores y vencidos, colonizadores y colonizados, David y Goliat, etc.).

Al menos en esta parte del mundo que hoy da pena y miedo, dolor y muerte, en este Occidente turbio, agónico y sádico, ya nos hemos preguntado mil veces por qué los pobres votan a favor de los ricos. Se diría, en esos términos amplios, que han perdido su perspectiva de pobres (su conciencia de clase en términos más estrechos). Más que perderla, se la han arrancado, se la han expropiado. Lo que era la conciencia obrera en un mundo sin obreros no puede reconstruirse sin territorio. Los trabajadores despedidos en manada están perdiendo el modo de ganarse la vida pero también el lugar, la fábrica, la oficina, el puesto, la esquina o local que les recuerda diariamente quiénes son.

Millones no miran el mundo desde su casa ni desde sí mismos, sino desde la niebla de la confusión que ruge en la intemperie, junto con los tiros y la violencia cotidiana, en los estratos sumergidos y rotos, o en las pantallas donde nadie es nadie, en los sectores populares y medios.

Perder la perspectiva pudre la mirada. No se puede pensar. Es exactamente el plan.

Si no partimos de ahí nos traba la falacia o la narrativa enemiga del pobre, que es la que siempre contó la historia oficial por estas latitudes colonizadas ahora también mental y emocionalmente. "Son usados por la política", "el comunismo los fabrica", etc. Esa narrativa es delirante, y sin embargo ha sido embuchada por millones. Delirante, digo, porque en China no hay hambre.

En cuanto a la perspectiva, Kutsch observó en los aymaras y quechuas con los que convivió, que "ser" y "estar" para ellos era imposible de separar, a tal punto que su lengua no registra esa diferencia. Ellos son donde están: ser es estar en su propio paisaje. Esa es su perspectiva vital. Y de acuerdo a ella, cualquier "relocalización" los hace dejar de ser. Esa fusión con la tierra es tanto coya como mapuche o palestina, o como cualquier cosmovisión ancestral. Topadoras israelíes acaban de arrancar miles de olivos palestinos. Saben lo que hacen. Exterminar a un pueblo requiere mear sobre su territorio.

Ser y estar en la naturaleza. Esa ha sido una milenaria forma de ser humanos. Hoy se extingue.

Todo lo contrario, casi lo antagónico de nuestra actual cultura, en la que muchos jóvenes que tienen el suficiente capital cultural como para desarrollar masa crítica adoptan el teletrabajo y viven en cualquier parte del mundo. La deslocalización es para los migrantes pero no solo para ellos, aunque esté camuflada de ventaja. Esas generaciones no estarán apegadas a ningún suelo.

Todas las distopías están ancladas en la manipulación. La forma de manipulación es lo que cambia, pero para entrar en esos infiernos de poder desmedido y salvaje lo primero que se debe lograr es el control de la mente, el alma y el cuerpo del enemigo, que siempre son todos menos un grupo.

La perspectiva, el punto de vista, es algo que nos pertenece. Pero, históricamente, es un atributo extirpable por la fuerza o la seducción o la propaganda o la acción psicológica. Millones de personas durante muchos siglos aceptaron que eran inferiores a otras. No lo son. No lo fueron. No deben serlo. Esa es mi perspectiva y la de todos los países que en 1948 firmaron la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Todavía, pasados cincuenta años de leer por primera vez a Huxley, tengo fresca la sorpresa de comprender a qué se le llamaba "publicidad subliminal". Éramos tan jóvenes y el capitalismo estaba todavía tan en sus cabales productivos que eso sonaba a atropello. No es que el mundo fuera mejor, no es que en esta época se comentan crímenes que nunca se cometieron antes. No.

Lo novedoso, lo aterrador, lo repugnante, es que lo vemos todo, lo sabemos y no lo detenemos.

Cuando los romanos hacían catarsis viendo a los leones comerse a los cristianos en el Coliseo, la evolución humana no se detenía, seguía su curso, porque se había perdido la noción de lo que era nacer libre. La civilización, lo que llamamos civilización, ha sido el lento camino por horizontalizar los derechos y reemplazar el acto por el verbo. Nos dicen que no existe tal cosa como los derechos. Los nuestros. Los de los ricos sí. Por eso nos pegan, nos callan, nos echan, nos matan: para defender los derechos de los ricos. Amigos, en cualquier lengua eso se llama casta.

Posiblemente la tarea política más importante que tenemos ahora sea pensar juntos cómo lograr que los millones que no votaron vuelvan a tener su propia perspectiva, a darse cuenta de quiénes son y que empiecen a creer que sus vidas tienen sentido. Que se despierten.

Las ultraderechas avanzan porque hay demasiada gente que ya perdió el deseo de vivir y, en lugar de comer, mastica resentimiento. El odio y la autodestrucción se volvieron una merca mental.

Politizar, hoy, es desintoxicar.

Fuente:

https://www.pagina12.com.ar/2025/12/13/la-expropiacion-del-punto-de-vista/