EMISIONES RADIACTIVAS RUTINARIAS DE LAS CENTRALES NUCLEARES

20.02.2025

PRIMERA PARTE

Por Juan Vernieri │ Ilustración Ana Rosa Feldman y Suárez

Todos los reactores nucleares vierten agua radiactiva, dispersan partículas radiactivas y dispersan gases radiactivos como parte de su funcionamiento rutinario y diario. Así envenenan lentamente a las comunidades vecinas. No es necesario que se produzca un accidente.

Las entidades creadas para regular la actividad nuclear en todos los países, miran para otro lado y permiten estas emisiones radiactivas.

Cualquier exposición a la radiación aumenta el riesgo de daño a los tejidos, células, ADN y otras moléculas vitales, lo que puede causar mutaciones genéticas, cánceres, leucemias, defectos de nacimiento y trastornos del sistema reproductivo, cardiovascular, endocrino e inmunológico.

La Dra. Helen Caldicott, presidenta fundadora de Beyond Nuclear, entrevistó a Kay Drey, miembro de la junta directiva de Beyond Nuclear y miembro de la junta directiva del Centro de Derecho Ambiental de los Grandes Ríos.

Durante casi 40 años, Kay Drey ha investigado los peligros de la energía nuclear y los desechos nucleares, y ha abogado por el cierre de plantas nucleares y otras instalaciones de uranio. Fue bastante activa en el trabajo de derechos civiles antes de centrarse en la energía nuclear.

Kay y la Dra. Caldicott conversaron sobre las implicaciones generalizadas para la salud pública de las llamadas liberaciones radiactivas rutinarias de las centrales nucleares, en las que se emiten muchos gases peligrosos y subproductos de fisión durante las operaciones diarias.

Kay proporciona una lista de aguas superficiales norteamericanas en las que se vierten desechos líquidos contaminados con radiactividad.

Lo que no se divulga

No hace falta que se produzca un accidente para que una planta nuclear libere radiactividad en el aire, el agua y el suelo. Basta con que la planta funcione de manera rutinaria y que las reglamentaciones federales permitan estas liberaciones radiactivas.

Un reactor nuclear en funcionamiento medio tendrá aproximadamente la radiactividad de larga duración equivalente a al menos 1.000 bombas de Hiroshima.

Central Atucha II junto al río Paraná

Las barras de combustible, las tuberías, los tanques y las válvulas de un reactor pueden tener fugas. Los fallos mecánicos y los errores humanos también pueden provocar fugas. A medida que una planta nuclear envejece, también lo hace su equipo y, por lo general, las fugas aumentan.

Se elimina intencionalmente una parte del agua contaminada del recipiente del reactor para reducir la cantidad de sustancias químicas radiactivas y corrosivas que dañan las válvulas y las tuberías. El agua se filtra y luego se recicla nuevamente en el sistema de enfriamiento o se libera al medio ambiente. Nuestros reactores de Atucha la descargan al río y el reactor de Córdoba al lago Embalse.

Normalmente, un reactor como Atucha II, sin torre de refrigeración, absorbe más de un millón cuatrocientos mil litros por minuto, que la usa como refrigerante. El agua de descarga, además de tener una temperatura superior, está contaminada con elementos radiactivos en cantidades que no se conocen con precisión ni se pueden conocer, pero que son biológicamente activos, es decir es agua caliente que afecta a la fauna y flora del curso de agua. (Fuente: NIRS Servicio de Información y Recursos Nucleares)

SEGUNDA PARTE

Todos los reactores nucleares vierten agua radiactiva, dispersan partículas radiactivas y dispersan gases radiactivos como parte de su funcionamiento rutinario y diario. Así envenenan lentamente a las comunidades vecinas. No es necesario que se produzca un accidente.

Por Juan Vernieri

Lo que no se divulga

Algunos gases radiactivos de fisión, extraídos del agua de refrigeración del reactor, se almacenan en tanques de desintegración durante días antes de ser liberados a la atmósfera a través de respiraderos filtrados en los tejados.

Algunos gases se filtran en el interior de los edificios de la central eléctrica y se liberan durante las "purgas" y "ventilaciones" periódicas. Estos gases transportados por el aire contaminan no solo el aire, sino también el suelo y el agua.

Las emisiones radiactivas que se producen durante el funcionamiento normal de un reactor nuclear no suelen detectarse ni notificarse en su totalidad. Las emisiones accidentales pueden no verificarse ni documentarse por completo. Por lo tanto, los pobladores próximos desconocen esta situación

No existen tecnologías de filtrado y control precisas y económicamente viables para algunos de los principales subproductos de los reactores, como el tritio (hidrógeno radiactivo) y los gases nobles, como el criptón y el xenón.

Algunos líquidos y gases se retienen en tanques para que los materiales radiactivos de vida más corta puedan descomponerse antes de que el lote se libere al medio ambiente.

Las normas gubernamentales permiten que se libere al medio ambiente agua radiactiva que contenga niveles "permisibles" de contaminación. Pero permisible no significa seguro.

La Comisión Reguladora Nuclear estadounidense se basa en informes propios y modelos informáticos elaborados por los operadores de los reactores para hacer un seguimiento de las emisiones radiactivas y su dispersión prevista. Una parte importante de los datos de vigilancia ambiental son extrapolados, es decir, son virtuales, no reales.

Sencillamente, no se dispone de un registro preciso de todos los desechos radiactivos liberados al aire, al agua y al suelo desde todo el sistema nuclear.

Se incluye minas y molinos de uranio, plantas de conversión química, enriquecimiento y fabricación de combustible, reactores nucleares y piscinas de enfriamiento de combustibles gastados, contenedores y fosas de almacenamiento de desechos radiactivos.

La creciente presión económica para reducir los costos, podría reducir aún más el monitoreo y la notificación de emisiones radiactivas, que ya son poco confiables. El mantenimiento diferido puede aumentar la radiactividad liberada y los riesgos.

Muchos de los subproductos radiactivos del reactor continúan emitiendo partículas y rayos radiactivos durante períodos enormemente largos. Uno de los isótopos radiactivos del yodo (yodo-129) tiene una vida media de 16 millones de años; el tecnecio-99 = 211.000 años; y el plutonio-239 = 24.000 años. El xenón-135, un gas noble, se desintegra en cesio-135, un isótopo con una vida media de 2,3 millones de años.

Está científicamente comprobado que la radiación de bajo nivel daña los tejidos, las células, el ADN y otras moléculas vitales, causando muerte celular programada (apoptosis), mutaciones genéticas, cánceres, leucemia, defectos de nacimiento y trastornos del sistema reproductivo, inmunológico y endocrino.

(Fuente NIRS Servicio de Información y Recursos Nucleares).

TERCERA PARTE

El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) reconoce que el funcionamiento rutinario de los reactores nucleares emite radiaciones al ambiente.

Por Juan Vernieri

En una publicación oficial de dicho organismo se lee: "Las industrias nucleares deben vigilar y controlar cuidadosamente sus emisiones al medio ambiente con el fin de mantener limpios el aire, el agua y la tierra. Las normas de seguridad del OIEA prevén el establecimiento de mecanismos de reglamentación rigurosos en los Estados miembros para restringir las emisiones de radionucleidos y controlar cualquier impacto radiológico en las personas y el medio ambiente".

Como se ve, el organismo admite que toda la industria nuclear, por supuesto incluidos los reactores generadores de electricidad, emiten radionucleidos que pueden perjudicar a personas y el ambiente.

Continúa: "Los radionucleidos pueden emitirse al medio ambiente cuando se emplean técnicas nucleares, en la medicina y la ciencia, durante la explotación de las instalaciones nucleares y cuando se extraen o se procesan uranio, minerales metálicos, combustibles fósiles o fosfatos. Es de suma importancia limitar las emisiones de radiactividad al medio ambiente y asegurar el cumplimiento de las normas de protección radiológica establecidas".

La publicación, como dijimos oficial del OIEA, incluye como emisoras la extracción de minerales metálicos, los combustibles fósiles y fosfatos, como una manera de encubrir, obscurecer, camuflar la importancia de las emisiones específicas del uranio y de las instalaciones nucleares.

Continúa la publicación englobando a toda la industria: "En los últimos años, se ha ido tomando conciencia de la vulnerabilidad del medio ambiente y la necesidad de protegerlo contra los efectos de los contaminantes industriales, con inclusión de los radiactivos".

La publicación continúa comentando los efectos sobre las especies no humanas, es decir, sobre la flora y fauna del ambiente, como manera de eludir manifestarse con más la profundidad los efectos en la salud humana.

Como sería muy grosero evitarlo, más adelante dice: "Las personas pueden verse expuestas a mayores niveles de radiación si se produce una emisión radiactiva o un accidente que coadyuve a la contaminación del medio ambiente". En tales situaciones puede ser necesario aplicar medidas reparadoras para mitigar las consecuencias radiológicas, como la restricción del acceso a determinadas zonas, la limpieza de suelos y superficies y la búsqueda de alternativas a la producción agrícola. Medidas que pueden ser necesarias para reducir los niveles de radiación a dosis tan bajas como sea razonablemente posible, teniendo en cuenta los factores sociales, económicos y ambientales.

Está científicamente comprobado que la radiación de bajo nivel daña los tejidos, las células, el ADN y otras moléculas vitales, causando muerte celular programada (apoptosis), mutaciones genéticas, cánceres, leucemia, defectos de nacimiento y trastornos del sistema reproductivo, inmunológico y endocrino, lo que nos está diciendo es que lo "razonablemente posible" es cero. No hay dosis de radiación por baja que sea que no dañe la salud humana. (Fuente: OIEA)

CUARTA PARTE

En notas anteriores comentamos que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) reconoce que el funcionamiento rutinario de los reactores nucleares emite radiaciones al ambiente. Por eso recomienda tomar medidas para reducir los niveles de radiación a dosis tan bajas como sea razonablemente posible, teniendo en cuenta los factores sociales, económicos y ambientales.

Por Juan Vernieri

La recomendación resulta risible: ¿Qué se entiende por "razonablemente"?, si se tiene en cuenta que está científicamente comprobado que la radiación, aun de bajo nivel, daña los tejidos, las células, el ADN y otras moléculas vitales, causando mutaciones genéticas, cánceres, leucemia, defectos de nacimiento y trastornos del sistema reproductivo, inmunológico y endocrino, pueden romper enlaces moleculares, causando reacciones químicas impredecibles.

"No existe un nivel seguro de exposición y no existe una dosis de radiación (ionizante) tan baja que el riesgo de una enfermedad maligna sea cero". Así lo expresa el Dr. Karl Morgan, el padre de la Física de la Salud.

Esto no solo lo ignora deliberadamente el OIEA, sino que también lo hacen los organismos de regulación de la energía atómica en todo el mundo.

Las normas nacionales de protección radiológica no logran proteger a los más vulnerables, los niños, de los efectos nocivos de la radiación.

Suele argumentarse que la radiación de fondo, es decir los rayos cósmicos y otras radiaciones que provienen de elementos radiactivos naturales en el suelo, rocas y minerales, etc. son también ionizantes, pero como sus niveles son bajos el cuerpo humano está acostumbrado a manejar esas pequeñas dosis sin efectos adversos significativos, sin mencionar que radiación emitida por los reactores nucleares se suma a la radiación de fondo.

La ICRP es una organización internacional independiente (benéfica sin fines de lucro) que promueve la ciencia de la protección radiológica para el beneficio público, en particular brindando recomendaciones y orientación sobre todos los aspectos de la protección contra la radiación ionizante.

El Parlamento Europeo estuvo de acuerdo en que existe suficiente evidencia disponible que muestra que la exposición de bajo nivel a la radiación de origen humano causa problemas de salud y que los modelos utilizados por la ICRP no lograban predecir estos efectos.

El informe del Parlamento Europeo aborda no solo la base científica que sustenta el debate sobre las dosis bajas, sino también la base ética de las exposiciones permisibles a la radiación. Pone en evidencia la escasa seriedad de la OIEA.

La entidad más hipócrita del mundo

El mandato del OIEA de difundir usos "pacíficos" de la tecnología nuclear entra en conflicto con la necesidad de la OMS de realizar estudios de salud imparciales.

Alguna vez dijimos que este Organismo es una de las entidades más hipócritas del mundo: Por un lado, promueve, por interés, la energía nuclear y por otro advierte de sus peligros, tratando de mostrarse como una entidad de bien público, benefactora de la humanidad.

QUINTA PARTE

En notas anteriores comentamos que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) reconoce que el funcionamiento rutinario de los reactores nucleares emite radiaciones al ambiente.

Por Juan Vernieri

Pero no es el único organismo oficial que reconoce la contaminación radiactiva. También ha sido reconocido por el Congreso de los Estados Unidos y el Parlamento Europeo.

La ley RECA, de compensación por exposición a la radiación, sancionada en el país del Norte, establece la compensación monetaria de las personas que contrajeron cáncer y una serie de otras enfermedades específicas como resultado directo de su exposición a las pruebas nucleares atmosféricas, realizadas por el país durante la Guerra Fría.

A regañadientes, con posterioridad, incluyó a los afectados por el gas radón y otros isótopos radiactivos durante la extracción, la molienda o el transporte de mineral de uranio.

La aplicación de esta ley fue increíblemente restrictiva a fin de evitar las enormes fortunas que el estado norteamericano debía disponer para compensar a todos los afectados.

Respecto a la radiación emitida por las centrales nucleares, no se conoce por falta de investigación, qué efectos produce en la población, precisamente tal vez a fin de no aumentar los importes compensatorios.

Los reactores nucleares liberan desechos radiactivos al medio ambiente en cada etapa del ciclo del combustible: antes en las minas de uranio, luego en las plantas donde se producen enormes cantidades de residuos radiactivos, y finalmente durante la conversión química, el enriquecimiento y la fabricación del combustible.

Está comprobado que el gas radón radiactivo que se escapa en el Oeste de los Estados Unidos llega al Atlántico y más allá.

Existen preocupaciones válidas sobre el calentamiento global causado por el dióxido de carbono de las plantas de energía a combustible fósiles. Sin embargo, la producción de combustible de uranio también produce emisiones de gases de efecto invernadero, que colaboran en la crisis climática.

De hecho, la minería y el procesamiento del uranio se encuentran entre las operaciones industriales con mayor intensidad de dióxido de carbono.

Las centrales nucleares no tienen que explotar o fundirse para liberar sus venenos radiactivos. Durante el funcionamiento rutinario, liberan contaminantes a la atmósfera y a los ríos, lagos y océanos que proporcionan agua de refrigeración al reactor.

Es imposible hacer funcionar un reactor sin estas emisiones rutinarias. No existe ninguna tecnología económicamente viable para filtrar todos los radioisótopos, incluidos el tritio (hidrógeno radiactivo) y los gases radiactivos criptón y xenón, algunos de los cuales se convierten en estroncio y cesio radiactivos.


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