INSÓLITA ACTITUD DE LOS GOBIERNOS CUANDO LOS ENSAYOS NUCLEARES

Los verdaderos efectos de las pruebas nucleares en territorio estadounidense, se revelaron posteriormente al desclasificarse documentos. En la década de 1950, en Estados Unidos, el gobierno animaba a quienes residían en las proximidades del sitio de pruebas nucleares, a sentarse afuera y observar las nubes en forma de hongo que se levantaban con el estallido de las bombas atómicas. En la década de 1990 se desclasificaron documentos con pasmosas revelaciones.
Por Juan Vernieri
En momentos en que el inconsciente presidente anuncia el posible reinicio de pruebas nucleares, es bueno conocer esto.
El objetivo era propagandístico y psicológico. Se pretendía convertir las pruebas atómicas en un símbolo de orgullo nacional, normalizarlas y transmitir una falsa sensación de seguridad, favoreciendo el apoyo popular al programa nuclear estadounidense, durante la Guerra Fría.
Las consecuencias conocidas después de aquellas pruebas y de haber expuesto innecesariamente a la población civil al polvo radiactivo (fallout), fueron profundas. Hoy están bien documentadas por estudios epidemiológicos, demandas judiciales y desclasificaciones oficiales.
La práctica, aparentemente inocua, de "mirar la nube hongo" fue parte de un proceso que normalizó la exposición radiactiva, ocultó riesgos, y derivó en decenas de miles de casos de cáncer adicionales.
Hoy es considerado unos de los mayores desastres sanitarios silenciosos de la guerra fría.
Las pruebas nucleares en territorio norteamericano comenzaron en 1945, con el estallido de la primera bomba atómica, Trinity el 16 de julio de 1945, en Alamogordo, Nuevo México.
Luego, entre 1945 y 1962, se realizaron centenares de pruebas en el polígono Nevada Test Site (Nevada), fue el principal, no el único, sitio de pruebas.
Durante la época en que se llevaron a cabo estas pruebas, presidieron Estados Unidos Harry Truman 1945-1953, Dwight D. Eisenhower 1953-1961 y John Fitzgerald Kennedy 1961-1963.
Las personas que vivían en Utah, Nevada, Arizona, Nuevo México e Idaho, los llamados downwinders, fueron las más afectadas. Décadas después emergió un patrón estadístico claro: Aumento significativo de cáncer de tiroides, leucemias, linfomas, cáncer de mama, mieloma múltiple, melanomas, cáncer de pulmón y de aparato digestivo, etc.
El yodo-131 del polvo radiactivo se depositaba en pasturas y entraba en la leche; los niños fueron los más vulnerables. El National Cancer Institute (NCI) estimó que solo por consumo de leche contaminada se produjeron entre 11.000 y 200.000 casos de cáncer de tiroides a largo plazo en Estados Unidos.
En zonas rurales de Utah, Arizona y Nevada se registraron aumentos anómalos de nacimientos con malformaciones, problemas reproductivos, abortos espontáneos y mortalidad infantil.
Muchos informes fueron minimizados o archivados durante décadas.
Miles de soldados fueron llevados a observar explosiones a distancias ridículas, unos pocos kilómetros.
Décadas después se documentaron elevadísimas tasas de cáncer en veteranos, problemas de médula ósea y trastornos autoinmunes. Varias asociaciones de veteranos presionaron hasta lograr compensación federal.
El polígono de Nevada quedó contaminado con plutonio, estroncio-90, cesio-137, americio y tritio en aguas subterráneas. Hay radionúclidos que siguen detectándose hoy, y algunos acuíferos internos continúan monitoreados por la potencial migración de aguas contaminadas.
Durante décadas el gobierno negó el daño. Recién en 1990 se aprobó la Ley RECA (Radiation Exposure Compensation Act), que reconoce a downwinders, trabajadores de minas de uranio y veteranos expuestos. Miles de familias recibieron pagos, aunque muy insuficientes.
Muchos downwinders vivieron décadas con desconfianza en las instituciones por la destrucción de economías locales agrícolas y ganaderas, incluso porque comunidades fueron estigmatizadas.
A partir de los años 80 y 90, la OMS, UNSCEAR y varios institutos médicos revaluaron los modelos de dispersión, concluyendo que el polvo radiactivo doméstico fue mucho mayor que lo admitido inicialmente. Prácticamente todos los estados recibieron en distinto grado, material radiactivo de Nevada.
Las autoridades sabían que el polvo radiactivo llegaría a zonas habitadas. Técnicos meteorológicos advirtieron que los vientos llevarían la nube hacia Utah y Arizona, aun así, muchas pruebas no se suspendieron ni se pospusieron.
En algunos casos se ignoraron deliberadamente los pronósticos para cumplir calendarios militares. El riesgo era conocido y no "inesperado" como se dijo al público.
Los niveles de yodo-131 y estroncio-90 fueron entre 10 y 100 veces mayores que los comunicados oficialmente; los impactos en ganado, pasturas y leche mucho más graves que los divulgados.
Se manipuló la información para minimizar los efectos sanitarios. Los documentos mostraron órdenes explícitas de "evitar términos alarmistas", instrucciones para no mencionar cáncer en comunicados, y redacciones internas que luego se modificaban para público.
En algunos casos se fragmentaban los datos para que las cifras de exposición parecieran menores.
SEGUNDA PARTE
En la década de 1990, en Estados Unidos se desclasificaron documentos reveladores de las terribles consecuencias de sentarse afuera y observar las nubes en forma de hongo de las bombas atómicas, como sugerían los gobiernos.
Por Juan Vernieri
Las terribles consecuencias que se divulgaron, generaron intentos deliberados de desacreditar a médicos y científicos críticos. Hubo campañas internas para minimizar los hallazgos de pediatras en Utah que detectaban, como consecuencias de las pruebas, malformaciones; también hubo presión sobre investigadores que estudiaban cáncer tiroideo; y negación sistemática de solicitudes de datos epidemiológicos. A algunos investigadores se los tildó de "alarmistas" pese a que sus observaciones eran correctas.
Memorandos militares muestran que tropas colocadas a muy poca distancia de explosiones recibieron dosis superiores a los límites recomendados, pero se continuó usándolas para "pruebas de supervivencia en el campo de batalla". Se efectuaba exposición controlada de soldados observadores para estudiar efectos. Varios informes internos advertían sobre riesgo de síndrome agudo en estas maniobras cercanas.
Documentos técnicos revelaron advertencias sobre altas captaciones de yodo-131 en la tiroides infantil, mapas de depósitos de polvo radiactivo detallados que no se hicieron públicos, y preocupación real por puntos calientes radiológicos en zonas rurales. A pesar de ello, no se emitieron alertas sanitarias.
Censos de ganado, vegetación y agua contaminados se mantuvieron en secreto. El gobierno recopiló datos de muerte de ovejas, análisis de agua con niveles altos de radiación e informes de contaminación de pasturas.
La Comisión de Energía Atómica (AEC) utilizó un discurso público diseñado para transmitir "normalidad"
Algunos documentos internos posteriores admiten que ya en los 60 había evidencia estadística de impactos sanitarios, pero la AEC temía consecuencias políticas y legales. No se difundió esa información cuando se produjo.
La mayor revelación de los documentos desclasificados fue que el riesgo del polvillo radiactivo para la población civil era conocido, cuantificado y documentado internamente desde los años 50, pero fue sistemáticamente minimizado o encubierto.
Esto cambió completamente la interpretación histórica de las pruebas nucleares en Nevada, pasando de "errores de cálculo" a fallas institucionales graves y decisiones conscientes de priorizar la continuidad de las pruebas sobre la salud pública.
Memorandos internos señalaban explícitamente que los vientos en altura soplaban hacia el noreste, apuntando a St. George (Utah), Cedar City y zonas rurales densamente pobladas.
Técnicos recomendaron posponer la prueba "Harry", considerada una de las más "sucias"
La AEC decidió seguir adelante por presión del Departamento de Defensa, que tenía cronogramas de ejercicios militares. Fue uno de los mayores episodios de exposición civil en la historia de Estados Unidos, documento desclasificado en 1992 detalla:
Varios borradores de la AEC muestran dos versiones de los informes: la técnica interna y la pública, con cifras reducidas y lenguaje suavizado.
En un caso de 1955, un memorando dice textualmente: "El comunicado para el público debe evitar mencionar "contaminación persistente" y centrarse en la naturaleza temporal del fenómeno."
Otro documento mostraba que el estroncio-90 en pasturas superaba niveles seguros según estándares militares… pero eso fue eliminado del comunicado final.
Material de divulgación interno indicaba: evitar usar la palabra cáncer, referirse al polvo radiactivo como material de bajo nivel residual. Resaltar que "no existen riesgos inmediatos", aunque los peligros eran a mediano y largo plazo.
Los documentos muestran preocupación por "evitar alarma innecesaria que pueda interferir con la misión del programa atómico".
Se desacreditaron científicos locales. Pediatras de Utah observaron incremento de leucemias infantiles, malformaciones, y mortalidad neonatal.
Intentaron acceder a datos de la AEC, pero memorandos internos describen su trabajo como "cuestionable" pese a que sus observaciones eran correctas. Un documento rezaba "Es preferible evitar entregar datos completos a investigadores no alineados con la política de la Comisión."
Miles de soldados quedaron a menos de 5-7 km de explosiones, a pesar de que Informes internos advertían dosis "potencialmente peligrosas" para la médula ósea y riesgo de síndrome agudo por exposición a neutrones.
"La importancia de entrenar a tropas para condiciones nucleares justifica continuar."
Varios comandantes de brigada elevaban reportes de soldados con quemaduras o síntomas, que no fueron informados al público.
Uno de los puntos más fuerte eran los riesgos conocidos para niños por consumo de leche.
Un informe interno de 1959 reconoce que algunos condados de Utah registraban dosis tiroideas para niños más que suficientes para aumentar severamente el riesgo de cáncer de tiroides.
La información de los mapas y del informe no fue comunicada a familias ni autoridades sanitarias locales.
Tras pruebas muy sucias, miles de ovejas murieron o nacieron deformes. Los rancheros responsabilizaban al polvo radiactivo.
Investigadores del gobierno inicialmente confirmaron que había radiación beta en niveles perjudiciales, pero superiores insistieron en eliminar esas conclusiones.
Un documento desclasificado indicó que "Es aconsejable no establecer relación causal para evitar reclamaciones financieras."
TERCERA PARTE
Los verdaderos efectos de las pruebas nucleares se revelaron en la década de 1990, cuando se desclasificaron documentos reveladores de las terribles consecuencias de los ensayos nucleares en territorio estadounidense. La prueba Harry, el caso más grave, emblemático y devastador.
Por Juan Vernieri
Los documentos muestran un plan deliberado de mostrar las explosiones como atracciones turísticas, incentivaban tomar fotografías y notas de prensa, presentar la nube hongo como "símbolo del progreso estadounidense". El objetivo era reducir el rechazo social y mantener continuidad operativa.
Documentos de los años 60 ya mostraban que la AEC sabía que el polvo radiactivo tenía efectos acumulativos, que las pruebas habían generado "exposición dosis-significativa" en la población infantil, y que había correlación entre zonas de polvo y cáncer tiroideo. Decidieron no divulgarlo "hasta contar con directrices políticas".
Los documentos desclasificados mostraron decisiones conscientes de ocultar información, minimizar riesgos, continuar con pruebas pese a advertencias, y proteger el programa nuclear antes que a la población.
Son hoy una de las bases históricas más sólidas para entender por qué los "downwinders" fueron víctimas de políticas federales opacas y negligentes.
Entre todos los episodios documentados, el caso más grave, emblemático y devastador es el ocurrido alrededor de la prueba nuclear "Harry" del 19 de mayo de 1953.
La prueba "Harry". El desastre de St. George, Utah
Harry fue una detonación de fisión pura, con rendimiento moderado pero muy baja altura, con enorme producción de polvo radiactivo. Era una de las pruebas consideradas "más sucias" por los técnicos. Vientos advertidos soplaban directamente hacia el noreste, en dirección a St. George, Utah, y a zonas rurales densamente habitadas.
Documentos meteorológicos desclasificados muestran que los técnicos recomendaban no realizarla ese día. A pesar de las advertencias, la AEC decidió seguir adelante para no retrasar ejercicios militares.
Con la desclasificación se supo que en St. George se midieron tasas de dosis externas increíblemente altas para población general. En pueblos cercanos se registraron niveles suficientes para producir daño cutáneo.
El público recibió textual mensaje: "No existe riesgo para la salud."
Tras la prueba, ocurrieron casos de quemaduras beta en manos de niños que habían jugado con el "polvo blanco", muerte de ganado posteriormente ocultada, enfermedades respiratorias y malestares agudos en parte de la población.
Los rancheros que habían visto caer el "polvo" como nieve describieron que los animales "Se desmoronaban como si se derritieran por dentro" Los documentos desclasificados confirmaron después que las dosis internas en los animales eran altísimas.
En condados rurales de Utah murieron entre 4.000 y 15.000 ovejas, se reportaron fetos deformes, corderos nacieron sin ojos, sin lana, con órganos expuestos. Los veterinarios del gobierno inicialmente registraron niveles de radiación "capaces de producir daño biológico severo".
Documentos desclasificados muestran órdenes de modificar los informes veterinarios, e instrucciones para "no vincular públicamente" la mortandad con la prueba Harry. Los rancheros perdieron parte significativa de su economía, nunca compensada.
Décadas más tarde se documentó un incremento significativo de cáncer tiroideo, linfomas, leucemias, mieloma múltiple, cáncer de mama y próstata, cáncer de esófago.
Funcionarios de la AEC, ante la prensa local, dijeron tras la prueba Harry que: "El polvillo es tan seguro como la luz del sol." Frase que quedó para la historia.
Décadas después, documentos internos mostraron que sabían perfectamente que ese polvillo contenía niveles peligrosos de elementos radiactivos.
Solo en los años 90 el National Cancer Institute, usando datos desclasificados, estimó que la prueba Harry contribuyó a miles de casos potenciales de cáncer tiroideo, distribuidos en el país.
Los modelos de dispersión mostraron que la nube de Harry llegó a Colorado, Nebraska, Kansas, las Dakotas e incluso Canadá, dispersando elementos radiactivos.
Muchas áreas rurales de Idaho y Montana recibieron niveles inesperadamente altos que recién se vieron al liberar mapas.
La prueba "Harry" es el caso más grave entre los downwinders porque combina alta cantidad de polvo radiactivo, vientos conocidos que llevaban la nube a zonas pobladas, daños inmediatos y a largo plazo, encubrimiento activo mediante manipulación de informes, mentiras al público sobre la seguridad, decisiones conscientes de no evacuar ni advertir.
Es una historia donde confluyen ciencia, política, negligencia, encubrimiento y tragedia humana.
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