Carao, un cacique mocoví

22.04.2025

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO

Con los brazos abiertos. Así recibe el cacique mocoví Hermenegildo Romero, su familia y la comunidad a quienes llegan para visitarlos sobre la barranca de la isla El Letrero, un poco al norte de la Toma Vieja, del lado santafecino.

Con el río en el que se ven pequeñas embarcaciones sobre su lomo, la torre de alta tensión y la ciudad capital entrerriana debajo de un cielo azul de fondo, el hombre de 64 años, conocido entre los baqueanos del bañado como «Carao», conversó con 170 Escalones mientras atendía el asado con cuero que comenzó en la madrugada de un domingo de marzo.

Carao nació y creció en zona de islas. Con los años, sus hijos e hijas se instalaron en la ribera de enfrente para estudiar o trabajar. Por estos tiempos espera que el gobierno les habilite un camino para poder sacar animales por la Ruta 168. En esta charla, el hombre compartió retazos de la vida entre provincias y sus ojos se iluminaron al añorar otras épocas en las que se internaba isla adentro a cazar, como un águila detrás de su alimento. 

¿Cómo se condimenta esa vaquillona?

Según los kilos, la vas pesando y le echás la sal. Y después vino blanco y ocho cabezas de ajo. Le echás agua, las ponés en una olla y hervís el ajo. Se le tira el jugo, no el ajo. Y se amasa la noche anterior.

¿Dónde estamos?

En la isla El Letrero, que pertenece al a comunidad so Icolaq. Yo soy el jefe de la comunidad. Nosotros, hace más o menos treinta y cinco años que estamos asentados acá. Pero no nos entregaban las tierras, había gente que tenía animales, gente privada que usaban la isla para criar los animales sin pagar los impuestos. Yo iba a casa de gobierno (en Santa Fe). Iba y venía, no nos daban ni cinco… Hasta que contactamos con Ariel Araujo y empezamos bien los trámites. Constataron donde estábamos, vinieron de Defensa Civil y bueno, de a poquito fuimos haciendo las cosas, porque nos querían sacar a toda costa. Nos decían que esta tierra no era de nosotros y yo sabía que sí, que eran tierras aborígenes, que pertenecen a la comunidad Mocoví.

¿Quiénes los querían sacar?

Nos querían echar los dueños de los animales, pero de a poquito fuimos haciendo las cosas y nos quedamos. Nos hicimos los duros (ríe).

¿Hubo momentos difíciles?

Sí, hubo momentos difíciles. Nos prendieron fuego las islas para que nos vayamos. Me acuerdo que había hecho un ranchito ahí cerca y lo incendiaron. Fui a comprar unas cosas y cuando volví ya lo habían quemado para que me vaya… Pero no aflojamos. Seguimos hasta que conseguimos que el gobierno nos reconociera que si somos aborígenes podemos estar en la isla.

¿Las tierras son de ustedes ahora?

El gobierno cedió todo lo que es zona de islas a la comunidad aborigen. Entre eso, nosotros recibimos esta isla.

¿Cuántos son?

Acá somos quince familias. Tenemos esta isla y la que está pasando el túnel, El Cortado. Son las dos de la comunidad.

¿Qué quiere decir so Icolaq?

Águila viajera.

¿Y desde dónde viajan?

Yo vengo del norte, de San Javier, Colonia Mascías. Veníamos porque vivíamos cazando. Así vivía yo. A mis hijos los crie cazando. Hasta que, en el año 97, 98, ya se prohibió la caza, no se puede vender más el cuero, nada. Antes vivíamos así, cazábamos, íbamos para arriba y volvíamos, por eso nos pusieron so Icolaq: el águila viaja buscando su comida. Así que bueno, nos asentamos porque los gurises tenían que ir a la escuela. Después se crían, estudian, se van yendo. Un tío de mi mujer le regaló veinticinco vacas, ya teníamos el campo y ahí empezamos a trabajar con todos los gurises. Ellos ya se fueron, se casaron, pero los sábado y domingos nos juntamos acá.

¿Y se llega por tierra o solamente por agua?

No tenemos llegada por tierra, para sacar animales tenemos que ir por agua, porque acá en el túnel hay otra persona que está en tierra mocoví, que es de otra comunidad. Hay una señora que nunca lo pudo sacar porque el tipo tiene mucha plata, le hizo un comodato y nadie lo puede mover. No podemos salir por ahí. Pero nos prometió el jefe de la comunidad aborigen de Santa Fe hacer una nueva calle para entrar desde la ruta 168, desde el túnel derecho agarrás una loma y llegás. Hay un arroyo, pero tiene que crecer mucho para que entre el agua.

¿Cuánta tierra tienen?

Tenemos 300, casi 400 hectáreas. Teníamos 500, pero el río te va comiendo. Con la última creciente tuvimos que llevar las vacas con sus crías a nado hasta la otra isla.

¿Qué pasó con la inundación?

Hace poco, la que vino después de la bajante de la pandemia, me anegó todo. Me fui atrás que tengo una parte alta. Llevamos los animales. El agua entró por el (arroyo) Miní y llegó hasta el borde. Esa loma de la barranca quedó. A todas las islas las anegó así.

¿Hay más comunidades en las islas por acá?

Acá no, para el lado de Santa Elena, La Paz, sí. Esta Colonia Mascías, donde están mis hermanos. Uno de ellos es el jefe de la comunidad.

¿Están relacionados?

Sí, sí, todos relacionados.

¿Cómo se elige el cacique?

Se junta la comunidad y si yo me quiero retirar la comunidad busca otro descendiente de la familia, se vota y se elige un jefe.

¿De por vida?

Sí, hasta que te quieras retirar, o por ahí tenés una protesta y cambian de cacique. Es como ser intendente.

¿Las casas están en la isla?

Tenemos una allá (señala una arboleda), otra que está acá, y los gurises viven enfrente, debajo de la Toma, en los ranchitos (de la ribera de Paraná). Son parte de la comunidad, pero están allá por la escuela y el trabajo.

¿Y acá qué trabajan?

Animales: vacas, caballos, chivos, ovejas.

¿Para carnear o tambo?

Para carnear, no hacemos tambo.

¿Y los caballos?

Los vendemos. Amansamos y vendemos. Mi hijo Julio jinetea (muestra la remera que lleva puesta, en la que tiene estampada una foto de su hijo arriba de un caballo en el aire). Ahora está estropeado porque lo tiró un animal. Julio tiene treinta y pico, es el que maneja todo hoy.

¿Y pescan?

Sí, mi señora pesca. Yo ya no porque estoy con los animales. Ella vende allá enfrente. Stela Maris, vende carnada y todo, desde temprano.

Si bien estamos en Santa Fe, de algún modo están más vinculados con la vida de Paraná…

Porque no tenemos por donde salir, eso es lo que le presenté al ministro de Santa Fe. Nos hace falta la calle para sacar los animales. Un barco te sale trescientos mil pesos para bandear los animales hasta Villa Urquiza. Veinticinco vacas, más no podés. Ahí cargás y le vendés a la cooperativa o al frigorífico. Hay que pagar el barco y el camión, perdés la mitad del bicho que vas a vender. En cambio, si arriás hasta el túnel pagás el camión nomás.

¿Cómo cruzan a Paraná? ¿Dónde amarran?

En lancha. Ahí enfrente nomás o en la casa de un amigo que vive en la costa y tiene bajada de lancha, cincuenta metros más arriba de la bomba de la toma de agua.

¿Qué es lo que más le gusta de vivir acá?

La libertad. Vivir tranquilo, tengo millones de pájaros. De mañana me levanto, tomo mates y le doy de comer a mis pájaros. Después salgo al campo a ver mis animales. Esto no lo pagás con nada. No me voy por nada. Viví toda la vida así. Me iba para adentro y dejaba mis gurises en la ranchada, en un toldo y me iba a cazar adentro, a otras islas, para no llevar a toda la familia que quedaba en la orilla del Paraná. Estábamos veinticinco, treinta días y después volvíamos donde estaba la familia, con todo el cuero y demás.

¿La salud cómo anda?

Todos bien, y los gurises estudiando. Una va a la universidad en Santa Fe, ya tiene 21 años.

Fuente:

https://170escalones.com/carao-un-cacique-mocovi/