¿CONVOCATORIA O TRAMPA?

Si el gobierno sigue sin escuchar y está paralizado según Pullaro; ¿quién será el bobo que irá a la convocatoria de Milei antes de que les paguen a las provincias?
Por Juan A Frey
No es solo una frase al pasar. Es la síntesis brutal de una sensación extendida en todo el país, la de que algo se ha roto en el vínculo entre Nación y las provincias. Lo que antes era un delicado equilibrio a veces tenso pero funcional, hoy se parece más a un campo minado donde cada paso puede ser interpretado como una traición, una capitulación o un suicidio político.
Desde que Javier Milei asumió la presidencia, ha impulsado un modelo político inédito por su nivel de confrontación permanente. Bajo la bandera de una supuesta "revolución liberal", el Gobierno ha recortado recursos esenciales para la vida de las provincias; subsidios al transporte, transferencias discrecionales, fondos educativos, planes de infraestructura y programas de salud. Y lo ha hecho con un desparpajo que raya en la crueldad, mientras exige que los gobernadores varios de ellos elegidos con fuerte legitimidad popular se alineen sin condiciones.
¿Dónde quedó la promesa de diálogo republicano? ¿Dónde está el famoso "Pacto de Mayo"? ¿Qué clase de acuerdo puede surgir entre iguales cuando uno de los actores llega con hambre y el otro con un látigo?
Lo que Milei está intentando no es una convocatoria genuina al consenso, sino un disciplinamiento fiscal con ropaje institucional. Les dice a las provincias: "Si quieren hablar, primero arrodíllense. Si quieren plata, primero firmen". Así, el diálogo se convierte en moneda de cambio, y el federalismo en un recurso de castigo.
La pregunta que surge entonces, no es retórica: ¿Quién será el bobo que asista a esa farsa? Porque quien se siente en esa mesa sin reclamar primero lo básico los fondos que legítimamente le corresponden a su provincia no será recordado como un político dialoguista, sino como un colaborador pasivo del vaciamiento.
Y cuidado, este no es un problema de "peronismo" vs. "libertarismo", ni de "casta" vs. "anti-casta". Es una cuestión estructural que atraviesa a todos los colores políticos. Hoy son los gobernadores del norte quienes reclaman; mañana serán los del centro, o los del sur. Hoy es el transporte, mañana será la salud. Nadie está a salvo de un gobierno que decide a quién asfixiar y a quién premiar según el cálculo del día.
Pero lo más grave no es la metodología del chantaje. Es que estamos empezando a naturalizarla.
Que un presidente se niegue a transferir fondos coparticipables y, en paralelo, invite a un "gran pacto nacional", debería generar escándalo institucional. Sin embargo, asistimos a una peligrosa pasividad, incluso por parte de sectores que dicen defender la república. Como si el autoritarismo económico no contara, como si la demolición de las bases del federalismo fuera un detalle menor.
El país ya ha pasado por modelos de hiperpresidencialismo que terminaron mal; en deuda, en recesión, en exclusión. Pero lo que distingue al actual gobierno es que no tiene ningún interés en corregir el rumbo. No hay plan de desarrollo, no hay proyecto productivo, no hay horizonte de integración nacional. Solo hay un dogma de ajuste perpetuo, donde la virtud se mide por la capacidad de resistir la asfixia sin protestar.
La política, en su sentido más noble, consiste en administrar tensiones, reconocer al otro, construir equilibrios. Pero el actual gobierno parece estar jugando a otra cosa; al desguace institucional, al vaciamiento simbólico de la república y al espectáculo de la crueldad. En este contexto, asistir a una convocatoria sin condiciones claras, sin diálogo real, sin respeto a las autonomías provinciales, no es un gesto de madurez política, sino una claudicación.
Entonces, volvamos a la pregunta inicial: ¿quién será el bobo?
Quizás la palabra "bobo" se quede corta. Porque quien hoy acepte sentarse sin condiciones no solo traiciona a su provincia; traiciona la posibilidad de una Argentina federal, justa y cooperativa.
Pero también hay otra lectura posible. En este momento oscuro, en esta hora de extorsión disfrazada de convocatoria, hay una oportunidad para los líderes verdaderos, los que no temen al costo político inmediato, los que anteponen el largo plazo, los que entienden que el poder no reside solo en los fondos, sino en la legitimidad que otorga la dignidad.
No se trata de romper con la Nación. Se trata de no quebrarse ante la amenaza. De exigir lo que corresponde antes de entregar lo que no debe cederse, la autonomía, la voz, la representación.
Porque si hoy el país se calla, mañana no habrá con qué reconstruir. Y porque al final del camino, la historia no recordará a los que obedecieron, sino a los que se animaron a decir: "Así no. Primero lo justo y después hablamos".
Nunca mejor que ahora, para evocar lo que exhortara aquel día Lionel Messi - "bobo, andá pa ayá"…
