LA CULTURA DEL EGOÍSMO Y EL TRIUNFO DE KISSINGER

21.05.2025

La caída de la natalidad en Argentina, es un fenómeno que se inscribe en una transformación global profunda de los modelos familiares y las nuevas expectativas sociales. 











                                                                               .



Por Juan A. Frey

Lo que antes era la norma, hogares con varios hijos, redes familiares extensas y una maternidad asumida como deseo, hoy se ve reemplazado por decisiones más individuales y adaptadas a un contexto económico, cultural y tecnológico diferente. Pero, ¿se trata de una elección libre o de una renuncia impuesta por las circunstancias?

Uno de los principales motores de esta tendencia es la precarización económica, la inestabilidad laboral, la inflación constante que encarece el costo de vida, y el acceso a la vivienda propia que se ha vuelto una verdadera hazaña. En este contexto, tener hijos representa una inversión emocional y financiera que muchas familias se replantean. La extensión de la educación y el desarrollo profesional también inciden, la maternidad se posterga porque las mujeres buscan independencia económica y desarrollo personal antes de asumir la crianza.

La idea de la maternidad como destino único ha sido desafiada. Hoy, cada vez más las mujeres reivindican su derecho a decidir sobre su propio cuerpo y sobre las decisiones de su vida, entendiendo la crianza no como una obligación sino como una opción. A esto se le suma una mayor conciencia sobre la carga emocional y el supuesto agotamiento físico que supone la maternidad, lo que hace que muchas duden antes de repetir la experiencia.

La llegada de métodos anticonceptivos más eficaces y la posibilidad de acceder a más información ha "empoderado" a las mujeres para decidir con mayor autonomía sobre sus propios tiempos y deseos. Al mismo tiempo, la tecnología ha cambiado las dinámicas familiares y sociales, se priorizan otras formas de desarrollo personal y de comunidad que no necesariamente incluyen a los hijos.

¿Es una renuncia o una elección? Tal vez sea ambas. Si bien hay una mayor libertad de decisión, no se puede ignorar que muchos factores estructurales condicionan la posibilidad de elegir. La caída de la natalidad en Argentina no es solo una cuestión números, es el reflejo de una sociedad que está redefiniendo el sentido de familia, la maternidad y la vida misma.

La caída de la natalidad, genera una serie de consecuencias sociales que afectan diversos aspectos de la vida cotidiana y la estructura del país. Algunas de las más relevantes son:

Con menos nacimientos, la proporción de personas mayores aumenta, lo que puede generar un desbalance demográfico. Esto implica una mayor demanda de servicios de salud y jubilaciones, mientras que la población económicamente activa se reduce, afecta directamente el crecimiento económico y la sostenibilidad del sistema previsional.

Menos jóvenes significa menos trabajadores en el futuro. Esto deriva en la necesidad de políticas que incentiven la natalidad, la inmigración o la automatización para suplir la falta de mano de obra en ciertos sectores. También cambiará la demanda de los servicios, con menos énfasis en educación infantil y más en cuidados para adultos mayores.

Las familias más pequeñas generan nuevas formas de interacción. La falta de hermanos puede impactar en el desarrollo social de los niños, mientras que las relaciones intergeneracionales adquieren mayor relevancia. Además, la presión sobre los hijos únicos en el cuidado de los padres mayores puede intensificarse.

Con menos nacimientos, sectores como el de productos infantiles, educación y entretenimiento infantil obviamente se ven afectados. En contraste, los servicios destinados a personas mayores (salud, turismo, vivienda adaptada) podrían expandirse. Este cambio requiere que las empresas y el Estado se adapten a nuevas necesidades y demandas de la población.

La maternidad y la paternidad dejan de ser una norma incuestionable y se convierten en una opción más dentro de un abanico de formas de vida. Esto fomenta nuevas narrativas sobre el rol de la familia y las identidades personales, mientras las instituciones deben adaptarse a una sociedad con menos niños y estructuras familiares tradicionales menos frecuentes.

Varios países han implementado políticas para incentivar la natalidad, con resultados variados. Algunos ejemplos:

1. Incentivos económicos

Corea del Sur ofrece subsidios mensuales de 750 dólares a los padres durante el primer año de vida del bebé y ha considerado pagos de hasta 70.000 dólares por hijo.

Singapur tiene el "Programa de Bonificación para Bebés", que proporciona incentivos en efectivo, además de pagos adicionales en momentos específicos.

Rusia otorga un "cheque bebé" de aproximadamente 8.600 euros por el primer hijo y una cantidad menor por el segundo.

2. Beneficios fiscales y laborales

Hungría exime de impuestos a las mujeres con cuatro o más hijos y ofrece subsidios para la compra de automóviles familiares.

Italia ha reformado los permisos de paternidad y ofrece subvenciones mensuales por cada hijo.

Suecia y Noruega tienen licencias parentales generosas, con hasta 49 semanas de licencia con salario completo en Noruega.

3. Medidas culturales y sociales

Kazajistán entrega medallas de plata y oro a las madres con seis o más hijos, junto con una asignación económica de por vida.

Japón ha duplicado el presupuesto de políticas vinculadas a la infancia para fomentar la natalidad.

A pesar de estos esfuerzos, los datos señalan que los incentivos financieros por sí solos no garantizan un aumento sostenido de la natalidad. Factores como la estabilidad económica, el acceso a vivienda y la seguridad laboral también juegan un papel fundamental.

Aunque ninguno de esos argumentos fue planteado directamente por Henry Kissinger, que se implicó en la política de natalidad a través de su papel en el Memorando de Estudio de Seguridad Nacional 200 (NSSM 200). Este memorando, preparado por el Departamento de Estado en 1970, sostenía que el crecimiento poblacional en los países menos desarrollados podría representar un problema para los intereses de Estados Unidos.

El NSSM 200 argumentaba que las altas tasas de natalidad podrían generar inestabilidad política y económica en estos países, lo que a su vez afectaría las relaciones comerciales y las inversiones de Estados Unidos. La investigación también mencionaba que algunos países habían reducido su crecimiento poblacional recurriendo al aborto, y sugería que la intervención de Estados Unidos en la política demográfica de otros países podía ser necesaria para garantizar la estabilidad y los recursos naturales.

Kissinger, como asesor de Seguridad Nacional bajo el gobierno de Nixon, jugó un papel fundamental en la promoción de este memorando, lo que llevó a la implementación de políticas de planificación familiar y control de natalidad en diversos países.

El punto central de la postura de Kissinger sobre la natalidad era la idea de que la gestión del crecimiento poblacional era esencial para la seguridad nacional y la estabilidad global, y que las políticas de control de natalidad podían ser una herramienta útil para lograr estos objetivos.

Evidentemente la consecución de las políticas planteadas por Kissinger, han dado un excelente resultado, y aquellos movimientos de la diversidad de género empoderadores de la autopercepción que cuestionan y pretenden deconstruir la propia esencia de la naturaleza Humana, lograron que el egoísmo sumado a la falsa ciencia y la ingeniería social convierta a los países en desarrollo en un potencial geriátrico a cielo abierto.