LA TERAPIA DE SHOCK DE MILEI

A dieciocho
meses de haber asumido la presidencia, el gobierno de Javier Milei ha sumergido
a la Argentina en el vertiginoso experimento de la TERAPIA DE SHOCK, cuyas
consecuencias sociales y económicas generan una creciente controversia y un
profundo estado de incertidumbre. La promesa de terminar con la
"casta" y la inflación se enfrenta a una realidad marcada por la
licuación de los ingresos, el aumento de la pobreza y una conflictividad social
en ascenso.
Por Juan A Frey
El concepto de "terapia de shock" no es nuevo y fue popularizado por la ensayista canadiense Naomi Klein en su influyente obra La doctrina del shock. En ella, Klein argumenta que los gobiernos ultraliberales aprovechan momentos de crisis profundas, como guerras, desastres naturales o colapsos económicos, para implementar políticas impopulares que de otro modo generarían una fuerte resistencia. Para analistas y críticos del gobierno, el método de Milei es una aplicación casi de manual de esta doctrina: utilizar el shock de una hiperinflación heredada para justificar un ajuste brutal y una desregulación masiva mientras la sociedad aún se encuentra desorientada.
Desde su llegada a la Casa Rosada, el presidente Milei ha desplegado una batería de medidas de corte ultraliberal, implementadas a un ritmo frenético y con un estilo confrontativo que no ha dado tregua. El pilar de su gestión, un ajuste fiscal de una magnitud inédita, se ha ejecutado principalmente mediante la paralización de la obra pública, la reducción de transferencias a las provincias y un drástico recorte del gasto público.
Si bien el gobierno exhibe como un logro la desaceleración de la inflación mensual tras el pico inicial de diciembre de 2023, los críticos señalan que este enfriamiento de los precios se ha logrado a costa de una profunda recesión. La "motosierra", como la ha denominado el propio mandatario, ha impactado de lleno en el poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones, que han perdido de manera alarmante la carrera contra el costo de vida. Datos de observatorios sociales y de estadísticas oficiales reflejan este crudo panorama.
La pobreza ha escalado a niveles nunca vistos en décadas, y miles de familias de clase media se han visto empujadas a una situación de vulnerabilidad. Las imágenes de comedores sociales desbordados y la creciente angustia por la imposibilidad de llegar a fin de mes se han convertido en postales cotidianas de una Argentina que sufre.
Uno de los puntos más álgidos de la gestión de Milei ha sido su relación con el Congreso y el Poder Judicial. Su obsesión de gobernar a través de un mega Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que desreguló amplios sectores de la economía generó un fuerte rechazo de la oposición y de constitucionalistas, quienes advirtieron sobre un avasallamiento de las facultades legislativas. Varios capítulos de este DNU han sido frenados en la justicia, evidenciando los límites institucionales al proyecto presidencial.
La denominada "Ley Ómnibus", un ambicioso paquete de reformas que buscaba una transformación radical del Estado y la economía, naufragó en su tratamiento inicial en el Congreso, dejando en evidencia la debilidad parlamentaria del oficialismo y su reticencia a la negociación política. Este revés, lejos de promover un cambio de estrategia, exacerbó la retórica del presidente contra lo que denomina "la casta política", profundizando la grieta y dificultando la construcción de consensos básicos para la gobernabilidad.
Bajo la bandera de la libertad de mercado, el gobierno ha avanzado en la desregulación de precios en áreas sensibles como los alquileres, las prepagas y los alimentos. El resultado inmediato ha sido una escalada de precios que ha golpeado con dureza a los inquilinos y a los usuarios de la salud privada, muchos de los cuales se han visto obligados a renunciar a sus coberturas.
En el plano social, la gestión se ha caracterizado por un fuerte recorte en la asistencia a los sectores más vulnerables. La eliminación de programas de ayuda y la interrupción en la entrega de alimentos a comedores comunitarios han generado una crisis humanitaria denunciada por organizaciones sociales y religiosas. La respuesta del gobierno, a menudo teñida de un discurso que estigmatiza la protesta social, no ha hecho más que alimentar la tensión en las calles.
Este panorama se desarrolla en un contexto político convulsionado, marcado por la reciente confirmación de la condena de la expresidenta Cristina Kirchner por corrupción en la causa "Vialidad". La Corte Suprema ratificó la sentencia de seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. La decisión judicial generó un fuerte impacto en el escenario político, profundizó la polarización y reconfiguró el tablero de cara a las próximas elecciones legislativas, en las que Kirchner ya no podrá participar. Sus seguidores denuncian un caso de "lawfare", mientras que sus detractores celebran el fallo como un avance en la lucha contra la corrupción.
En el ámbito internacional, la presidencia de Milei ha marcado un giro copernicano. Su alineamiento incondicional con Estados Unidos e Israel, y sus constantes exabruptos y descalificaciones hacia mandatarios de países vecinos y socios comerciales estratégicos como China y Brasil, han sumido a la Argentina en un estado de aislamiento regional y han generado una fuerte incertidumbre en el frente externo. La retórica ideológica se ha impuesto sobre los intereses pragmáticos del país, generando preocupación en los sectores exportadores y en la diplomacia profesional.
A la luz de los acontecimientos, la gestión de Javier Milei se presenta como un experimento de alto riesgo, cuyas promesas de un futuro próspero contrastan de manera brutal con el padecimiento presente de una gran parte de la sociedad. La terapia de shock, lejos de traer alivio, parece haber profundizado las heridas de una Argentina que clama por soluciones reales y duraderas, y no por dogmas ideológicos que la sumergen en una nueva y dolorosa crisis. El tiempo dirá si el camino elegido conduce a la tierra prometida o a un nuevo laberinto de frustración y desencanto.
