LOS UNOS Y LOS OTROS

12.06.2025

CRISTINA KIRCHNER Y LA CONDENA JUDICIAL: ENTRE LA JUSTICIA Y LA GRIETA IDEOLÓGICA 

Argentina vuelve a encontrarse atrapada en su histórica dicotomía política. En esta ocasión, el detonante es la condena a prisión de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, un fallo judicial que lejos de apaciguar las tensiones, ha profundizado una grieta ideológica que atraviesa cada esfera de la sociedad. 














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Por Juan A. Frey

El veredicto no ha sido recibido con unanimidad, sino con la previsibilidad de una sociedad fragmentada en dos narrativas irreconciliables. Para una parte de la población, la sentencia representa un acto de justicia largamente esperado. Se sostiene que, finalmente, un líder político de alto calibre es juzgado y condenado bajo el imperio de la ley, enviando un mensaje claro de que el poder no exime a nadie de responsabilidades. Este sector encuentra en la condena un avance institucional, la demostración de que el sistema judicial puede operar con independencia y cumplir su rol esencial en la democracia.

Pero, al otro extremo del espectro ideológico, el fallo es interpretado como una maniobra de persecución política. Se argumenta que la expresidenta ha sido víctima de un proceso judicial manipulado, donde los intereses de ciertos sectores económicos y políticos han operado en las sombras para debilitar el legado del kirchnerismo y su influencia en la vida política argentina. Se pone en duda la imparcialidad de los jueces, el contexto en el que se llevó a cabo el juicio y el verdadero propósito detrás de la sentencia.

El enfrentamiento no se limita a los tribunales. La batalla por la verdad se libra en los medios de comunicación, en las calles y en las redes sociales, donde la opinión pública se polariza aún más. Los grandes grupos mediáticos han adoptado posiciones definidas, potenciando las posturas de sus respectivas audiencias y profundizando la brecha entre los que creen en la legitimidad del fallo y los que lo consideran una estrategia de disciplinamiento político.

Sin embargo, la cuestión de la corrupción política en Argentina no puede analizarse sin considerar la gestión del expresidente Mauricio Macri y los cuestionamientos que pesan sobre su administración. Durante su mandato, múltiples denuncias de irregularidades económicas, favoritismo empresarial y conflictos de intereses marcaron el escenario político. Casos como el escándalo del Correo Argentino, la causa de los peajes y las revelaciones sobre presunto espionaje ilegal han alimentado el debate sobre si la justicia actúa con la misma rigurosidad para todos los sectores políticos.

A esta discusión se suma el actual gobierno de Javier Milei, que llegó al poder con la promesa de erradicar la corrupción de la casta y transformar el Estado. Sin embargo, su administración no ha estado exenta de controversias. Escándalos como el caso de Yacimientos Carboníferos Río Turbio (YCRT), donde el interventor Thierry Decoud fue acusado de solicitar sobornos en una fallida venta de carbón, y la polémica por los alimentos retenidos en depósitos del Ministerio de Capital Humano, que generó cuestionamientos sobre la transparencia en la gestión de recursos destinados a sectores vulnerables, han puesto en duda la efectividad de su lucha contra la corrupción.

Además, el escándalo cripto de la criptomoneda $LIBRA, promovida por Milei en redes sociales, generó una pérdida millonaria para miles de inversores y desató una crisis política. Aunque también la Oficina Anticorrupción concluyó que Milei actuó en "capacidad personal" y no violó la Ley de Ética Pública, la oposición ha impulsado investigaciones y hasta un posible juicio político. La caída abrupta del valor de $LIBRA y las denuncias de fraude han puesto en duda la tan declamada transparencia del gobierno y su compromiso con la lucha contra la corrupción.

El contraste entre la rapidez con que avanzaron las causas contra el kirchnerismo y la demora en esclarecer las denuncias contra funcionarios del macrismo y del actual gobierno ha llevado a sectores críticos a preguntarse si la justicia es verdaderamente imparcial o si responde a intereses que exceden lo jurídico. Esta percepción refuerza la idea de una justicia condicionada por el poder, donde la selectividad en el accionar judicial alimenta la desconfianza ciudadana.

La Argentina se encuentra en una encrucijada donde la justicia y la política parecen entrelazarse en una dinámica perpetua. La pregunta que subyace en este conflicto no es solo sobre la inocencia o culpabilidad de Cristina Kirchner, sino sobre la confiabilidad de las instituciones, la imparcialidad del Poder Judicial y la posibilidad de que los argentinos puedan encontrar un espacio de diálogo que trascienda la lógica de los bandos.

Lo cierto es que este episodio no es el cierre de una etapa, sino el inicio de otro capítulo en esta larga historia de confrontaciones ideológicas en Argentina. Y como en cada instancia crítica, la pregunta sobre el futuro sigue abierta.