“PELOTUDOS”, PERO NO TANTO COMO VOS, FEDERICO

Por increíble que parezca, en un país asfixiado por décadas de ajustes, endeudamientos y recetas fallidas, donde la palabra "crisis" es parte del vocabulario cotidiano, todavía hay lugar para la soberbia de tecnócratas reciclados.
Por Juan A. Frey
Esta vez, el encargado de recordarnos desde su pedestal académico lo "inútiles" que somos fue ni más ni menos que Federico Sturzenegger, ministro de "Modernización" del gobierno de Javier Milei. Con total impunidad, se permitió decir que los argentinos (*) "somos unos pelotudos" por no aprovechar la minería. Sí, así, sin filtro, con el mayor desparpajo y, lo que es peor, sin autocrítica.
¿En serio, Sturzenegger? ¿Los pelotudos somos nosotros?
No lo fueron los funcionarios que en el 2001 vos incluido firmaron el "Megacanje", esa operación que endeudó aún más al país con la excusa de patear vencimientos y que terminó llenando los bolsillos de bancos extranjeros con más de 150 millones de dólares en comisiones. No lo fueron los tecnócratas que, como vos, renunciaron apenas antes del estallido del "corralito", dejando un tendal de ahorristas atrapados en el delirio financiero de una elite desconectada de la realidad.
Tampoco lo fueron, según vos, quienes creyeron en el experimento fallido de Mauricio Macri, ese mismo experimento que dirigiste como presidente del Banco Central y que terminó con una nueva corrida, más deuda y una inflación descontrolada. Lo reconociste incluso en tus propios escritos, aunque siempre con tono académico, neutral, casi clínico, como si hubieses sido un observador externo y no el cirujano que se olvidó las tijeras dentro del paciente.
Y ahora, con una liviandad ofensiva, repugnante y provocadora, venís a acusar al pueblo argentino de ser estúpido.
No hay cinismo más grande que el de quienes llevan décadas diseñando políticas públicas desde una torre de marfil, con doctorados en Harvard pero cero contacto con la vida real, y que cuando el modelo que defendieron colapsa, culpan al pueblo.
Para Sturzenegger, no es el modelo el que falla, sino nosotros los que no estamos "a la altura". Nos merecemos lo que nos pasa, porque somos vagos, miedosos, ignorantes. Porque somos "pelotudos".
Pero no, Federico. Los pelotudos no somos nosotros. Pelotudo es el que cree que puede seguir defendiendo un dogma económico como si fuese una religión, aunque la realidad lo haya demolido una y otra vez. Pelotudo es el que desprecia a su pueblo desde el resentimiento elitista y el clasismo disfrazado de eficiencia. Pelotudo es el que piensa que la democracia es un obstáculo para la tecnocracia, y que la libertad de mercado está por encima de la dignidad humana.
El desprecio con el que hablás, esa arrogancia de alumno brillante que nunca entendió que gobernar es mucho más que aplicar fórmulas de manual, es quizás el mejor reflejo de lo que el poder le hace a algunos. Porque vos no sos un outsider del sistema; sos el sistema. El niño mimado de Davos, el premiado por las academias, el funcionario intocable que siempre cae parado. Y sin embargo, cada vez que tuviste responsabilidad ejecutiva, dejaste un país más endeudado, más desigual y más frustrado.
Decirnos "pelotudos" no solo es un insulto, es una confesión. La confesión de un fracaso que no sabés cómo explicar sin echarle la culpa a los demás. Porque la minería no es un problema de "pelotudos", sino de falta de licencia social, de saqueo, de contaminación y de modelos extractivistas que dejan migajas. Porque las reformas laborales no son un tema de "vagos", sino de trabajadores que no quieren ser esclavos. Porque el pueblo argentino no es tonto, aprendió a desconfiar de aquellos que vienen con discursos de sacrificio para los demás.
Así que no, Federico. Los pelotudos no somos nosotros. Pelotudo es el que no entiende o no quiere entender que gobernar es servir, no mandar. Que no se puede construir una nación con desprecio de clase. Que el pueblo argentino, con todas sus heridas y errores, sigue de pie. Y que si todavía no logramos ser esa Nación "avanzada, equitativa y pujante" que declamás, tal vez sea porque estamos llenos de iluminados como vos, convencidos de que el problema nunca son ustedes, siempre nosotros.
Y eso, querido Federico, sí que es de pelotudos.
