SILENCIO INFORMATIVO Y AMENAZAS: EL CASO ALCONADA MON Y LA PREOCUPANTE FALTA DE REPERCUSIÓN MEDIÁTICA

La intimidación sufrida por Hugo Alconada Mon no es solo un episodio aislado, sino un síntoma de una enfermedad más profunda que afecta al periodismo en Argentina. La falta de eco mediático frente a este hecho inquietante deja en evidencia el deterioro del compromiso con la libertad de prensa, planteando un panorama sombrío en el que el miedo y la omisión parecen ganar terreno sobre la responsabilidad informativa.
Por Juan A. Frey
En cualquier democracia saludable, las amenazas a un periodista de la talla de Alconada Mon deberían ser repudiadas con contundencia por los medios, las asociaciones profesionales y la sociedad civil. Sin embargo, en esta ocasión, la cobertura ha sido mínima y las voces de alarma apenas se han elevado. ¿Es un reflejo de la autocensura? ¿O acaso evidencia la creciente influencia de poderes que prefieren un periodismo prebendario y sumiso a uno que exponga la verdad?
El periodismo de investigación es incómodo por naturaleza: desentierra verdades que muchos preferirían mantener ocultas, incomoda a sectores de poder y obliga a la opinión pública a enfrentar realidades difíciles. Pero cuando quienes ejercen este oficio son intimidados sin consecuencia alguna, el mensaje es claro: la impunidad prevalece.
El caso de Alconada Mon debe encender las alertas no solo en el ámbito periodístico, sino también en el democrático. Un país en el que el miedo silencia a los comunicadores y donde los medios optan por ignorar intimidaciones graves es un país en el que la libertad de expresión está en riesgo. No se trata solo de un periodista, sino de un principio fundamental: el derecho de los ciudadanos a estar informados sin restricciones ni presiones internas o externas.
Este episodio no puede quedar relegado al olvido. Es un llamado de atención sobre la urgente necesidad de defender al periodismo independiente, fortalecer la protección de quienes ejercen esta profesión y exigir a los medios una postura más firme y comprometida ante ataques que buscan erosionar la verdad.
Porque cuando el periodismo calla, el poder habla sin oposición. Y cuando la sociedad acepta ese silencio, la democracia comienza a desvanecerse.
El periodismo de investigación es, por definición, un ejercicio de valentía. Quienes lo practican saben que exponer la verdad conlleva riesgos, pero también la responsabilidad de informar con rigurosidad. La intimidación sufrida por Hugo Alconada Mon no es solo un ataque a su persona, sino un golpe directo a la esencia del periodismo libre y crítico.
La ausencia de una repercusión mediática significativa no es un dato menor. Más allá de la gravedad del hecho, lo realmente inquietante es el silencio que lo rodea. ¿Por qué los medios han decidido no amplificar esta situación? ¿Es el temor a las represalias o una tendencia creciente hacia la complacencia y la sociedad con el poder? En una sociedad democrática, el periodismo debe actuar como un contrapeso, no como un espectador pasivo.
El caso Alconada Mon evidencia un problema estructural: la creciente fragilidad del ecosistema mediático, donde la concentración de medios, la presión económica y las amenazas veladas condicionan la agenda informativa. Cuando los medios optan por la omisión en lugar de la denuncia, el mensaje es claro: la verdad se ha vuelto incómoda.
No es solo la prensa la que se ve afectada por estos episodios. Cuando la intimidación a periodistas pasa desapercibida, es la sociedad quien pierde.
La desinformación y la censura indirecta construyen realidades distorsionadas, moldeadas por quienes buscan proteger intereses en lugar de garantizar el acceso a la verdad.
El silencio no es una opción. Callar ante ataques a la prensa es aceptar que la información puede ser manipulada, limitada y utilizada como herramienta de control. No se trata de un periodista, sino de un principio fundamental: el derecho de los ciudadanos a recibir información sin restricciones ni presiones externas.
La indiferencia es el primer paso hacia la normalización de la censura. Por eso, el caso Alconada Mon no debe quedar en la sombra. Es urgente que los medios, las organizaciones de prensa y la sociedad en su conjunto se pronuncien, exijan explicaciones y defiendan la labor periodística como un pilar indispensable de la democracia.
Porque cuando la verdad es silenciada, el poder habla sin oposición. Y cuando la sociedad se acostumbra a ese silencio, el periodismo deja de ser un derecho para convertirse en una reliquia. La historia nos ha demostrado que callar nunca es la respuesta. Ahora nos toca decidir si queremos aprender de ella o repetir sus errores.
Hugo Alconada Mon es un abogado y periodista de investigación argentino, nacido el 15 de junio de 1974 en La Plata. Su trayectoria profesional ha estado marcada por su dedicación a la investigación de casos de corrupción y su compromiso con la transparencia informativa. Se graduó como abogado en la Universidad Nacional de La Plata y obtuvo una maestría en Artes Liberales en la Universidad de Navarra. Ha sido becario de la Universidad de Stanford y de la Eisenhower Fellowships, además de profesor visitante en diversas universidades internacionales.
Desde 2002, trabaja en el diario La Nación, donde actualmente se desempeña como prosecretario de Redacción. Entre 2005 y 2009 fue corresponsal en Estados Unidos, y sus investigaciones han sido publicadas en medios de distintos países. Su trabajo ha sido clave en la exposición de casos de corrupción a nivel nacional e internacional. Ha participado en investigaciones como los Panama Papers, Paradise Papers y FinCEN Files, colaborando con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ)
A lo largo de su carrera, ha recibido múltiples premios, entre ellos el Premio María Moors Cabot, el Premio SIP y el Premio Konex. También ha sido reconocido por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano.
Alconada Mon ha escrito varios libros de investigación, entre ellos Los secretos de la valija, Las coimas del gigante alemán, La piñata y La raíz de todos los males. Además, ha incursionado en la literatura con novelas como La ciudad de las ranas y La cacería de hierro.
