EL ERRÁTICO RUMBO DE DONALD TRUMP
Cuando el nieto del inmigrante ilegal de lo que actualmente es Alemania, Friedrich Heinrich Drumpf o Trump, asumió en 2017 y en 2025 la presidencia de los EEUU, la principal discusión entre los demócratas globalistas y los nacionalistas trumpistas era como revertir la declinación de la hegemonía estadounidense en el mundo.

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Por Alberto Cortés
Previamente (2016), habían corrido de la interna demócrata a Bernie Sanders, con procedimientos ilegales, como ventiló Wikileaks. Algo parecido había ocurrido, en 1944, al definirse al vice de Roosevelt, enfermo y con menos de un año de vida por delante. Como se ve, un procedimiento habitual en la pseudodemocracia estadounidense.
Sin embargo, la formas para consolidar su poder y tratar de dar vuelta esa tendencia mundial en su segundo mandato sorprendieron, incluso a pesar de la experiencia previa; por la agresividad y arrogancia – aún bastante superiores a las de la primera presidencia– con las que encaró la administración. También por las disculpas y contramarchas a las que se ve obligado constantemente, ante las respuestas que va encontrando a cada una de sus iniciativas.
Muchos han subrayado que – a pesar de la retórica anti inmigrante de Trump -, en su primer mandato, más allá de iniciativas grandilocuentes como la del muro en la frontera mexicana; en definitiva, Obama había – mucho más silenciosamente – deportado más inmigrantes que Trump. Ahora, trata de compensarlo con una brutalidad y falta de respeto a los derechos humanos, aún superiores a los desplegados en el período precedente: Campos de concentración monstruosos para inmigrantes, cacerías despiadadas en todos los rincones del territorio estadunidense, deportaciones a prisiones de alta seguridad en El Salvador, con golpizas y maltratos sistemáticos, hasta de artistas extranjeros que habían ingresado legalmente a EE.UU. para grabar discos, etc.
Ya en el mandato previo se había mostrado – aún más que los demás presidentes norteamericanos, lo que es ya mucho decir – como un aliado incondicional de Israel (conducida en ambos períodos por su ultraderecha sionazi). Así reconoció – en contra de todas las resoluciones de la ONU y el derecho internacional – su capital en Jerusalén y no en Tel Aviv, anexiones ilegales de territorios árabes, canjeó a Marruecos un reconocimiento también ilegal y contrario a la ONU y a la Corte Internacional de Justicia, de su pretendida soberanía sobre el Sahara Occidental, por su reconocimiento de Israel, etc.
Ahora, le tocó gobernar EE.UU. en simultaneidad con el genocidio israelí en Gaza, y no dudó – como Biden – en hacerse cómplice directo del mismo. Aunque acepta ser conducido de las narices por Netanyahu en muchos temas; el bombardeo israelí de la capital de Qatar fue algo que excedió lo que hasta Trump estaba dispuesto a tolerar sin mostrar discrepancias. No hay probablemente precedentes de un país sentado a negociar con una fuerza adversa - en este caso Hamás -, en un tercer país neutral – en este caso Qatar -, y que viole abiertamente la soberanía de ese país e intente asesinar (fallidamente) a la cúpula de los negociadores del otro bando.
La política arancelaria unilateral – pasando de nuevo, olímpicamente, sobre el derecho internacional, en este caso los acuerdos firmados en el marco de la Organización Mundial del Comercio – ha traído resultados contradictorios, produciendo una contracción económica inicial, pero con un rebote posterior. El hueso más duro de roer, en las negociaciones país por país que siguieron al "dia de la Liberación" de Trump (día en que anunció esos aumentos tarifarios unilaterales), ha sido China, que contraatacó con restricciones a las exportaciones de tierras raras, imprescindibles en diversas aplicaciones, y de las cuales son el primer exportador mundial.
Para concentrarse en la disputa con China, intentó (y creyó que iba a lograr fácilmente) poner fin a la guerra de Ucrania. Las firmes posiciones de Rusia en la negociación (que se niega a un mero cese del fuego, sin resolver las cuestiones de fondo que originaron el conflicto); y la intransigencia de un Zelenski, cuya supervivencia (tiene su mandato presidencial vencido hace rato), depende de la continuidad de la guerra, y además no puede presentarse internamente como el perdedor de los vastos espacios territoriales que de hecho ya no controla, gozando del apoyo guerrerista de la mayoría de los países europeos; hicieron que el objetivo fuese mucho más arduo de lo que Trump había supuesto.
El intento de recostarse en lo que considera su patio trasero, América Latina, es complejo: Sólo tiene como títeres a narcos como Noboa de Ecuador y Milei de Argentina, y los jefes de Estado de algunos países pequeños más (El Salvador, de creciente impronta dictatorial como Ecuador; Guyana, Panamá, Trinidad-Tobago, entre los más sumisos).
La gigantesca presión ejercida sobre Venezuela durante su primer mandato fracasó estrepitosamente. El gobierno bolivariano no pudo ser derrocado, y en la actualidad es uno de los países que más crece en la región (desde un piso muy bajo por la crisis anterior provocada por el bloqueo); habiendo encima logrado por primera vez en décadas, promover una diversificación económica y una casi autosuficiencia alimentaria, que anteriormente parecían imposibles por la cultura predominante de apoyarse en la renta petrolera exclusivamente.
Trump dio rienda suelta a su cubanofóbico y venezofóbico Secretario de Estado, Marco Rubio (que no pertenece al corazón del trumpismo, sino que hasta había llegado a competir con él en alguna primaria presidencial republicana), para montar en el Caribe una gigantesca provocación militar, buscando un "casus belli", que le permitiera eventualmente avanzar en una confrontación militar. El gobierno bolivariano ha reaccionado con extrema firmeza, pero también cautela: Movilizando al pueblo, reclutando millones de milicianos, ajustando una permanente alerta de las fuerzas militares, activando la solidaridad internacional ante las flagrantes violaciones norteamericanas de las reglas básicas del derecho internacional; pero al mismo tiempo actuando con prudencia ante las provocaciones.
Éstas han tensionado además las relaciones entre EE.UU. y Colombia, dado que algunos de los tripulantes de lanchas asesinados extrajudicialmente por misiles estadounidenses podrían ser pescadores colombianos.
La imprevisibilidad de la política trumpista, su carácter agresivo, el hecho de provenir del presidente de la aún primera potencia militar y segunda nuclear (aunque su declinación en otras esferas sea mucho más veloz); ha hecho que la mayoría de los países amenazados haya reaccionado con firmeza en la defensa de sus soberanías, pero también con cuidado, para no escalar conflictos.
Caso peculiar, porque no requiere de presiones ni amenazas, sino que está por vocación dispuesto a "sobar la quena" de Trump (como diría su ladera Lemoine), es el de Javier Milei. Desesperado además por la crisis que él mismo provocó y que amenaza con una catástrofe electoral; ha entregado directamente sin el menor pudor, el manejo de la economía a los burócratas estadounidenses.
Toda esta política, las violaciones masivas de los DDHH en los EE.UU. contra migrantes – ilegales o legales – y turistas inclusive, protestantes contra el genocidio israelí, o contra el trumpismo mismo; han ido generando crecientes manifestaciones de repudio, bajo la consigna "No Kings", o sea no queremos reyes; que en las últimas semanas han llegado a ser miles de concentraciones con millones de participantes. Se suman críticas del propio establishment y diferentes grupos de productores al auxilio financiero a Milei, entre otros temas. Su popularidad ha descendido notoriamente.
Los salvavidas amagados (y algunos arrojados) a Milei para intentar rescatarlo de la catástrofe electoral tienen varios objetivos: Salvar, al menos hasta 2027, al único aliado de un país grande de Latinoamérica que le queda; lograr que en ese lapso haga reformas de interés de Washington, que luego sean difíciles de revertir y comprometer el control geopolítico de Argentina y sus recursos naturales (éstos son los aspectos más ocultados de las infinitas negociaciones en curso).
Tanto Milei como el peronismo despliegan estrategias para tratar de capitalizar simbólicamente el resultado del 26. Sin embargo, muchos ejemplos, entre ellos el del kirchnerismo "perdiendo" la elección de medio término en 2009, y arrasando en la presidencial dos años después; y lo inverso para Macri en 2017 y 2019; muestran el valor muy relativo de ese simbolismo de muy corto plazo.
En cambio, la composición del Congreso que resulte, si será determinante de que Milei y Washington puedan o no hacer reformas estructurales regresivas duraderas. Pero para ello, es más que seguro que no alcanzarán los legisladores libertarios: Hacen falta gobernadores, macristas, y peronistas que se den vuelta. Kueider es el ejemplo más dramático, pero no el único. Las cabezas de las listas oficiales del peronismo en algunas provincias, como Entre Ríos (donde los sectores progresistas del PJ van por fuera), o algunos integrantes de Fuerza Patria en Santa Fe, que podrían entrar si ésta hiciera una muy buena elección; son ejemplos de firmes candidatos a futuros Kueiders.
América y Argentina atraviesan momentos dramáticos, pero con múltiples posibilidades abiertas a futuro.
