El contexto americano

06.11.2025

El triunfo electoral de la ultraderecha en los comicios parlamentarios del 26 de octubre en la Argentina fue provocado centralmente por el miedo a un colapso cambiario y económico inmediato del núcleo blando que fluctúa y define elecciones, y la falta de una perspectiva esperanzadora clara por parte de la oposición peronista. 













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Por Alberto Cortés

No significa en absoluto un respaldo ideológico mayoritario al rumbo oficial, ni un cheque en blanco. Pero fortalece indudablemente a Milei para intentar, en el resto de su mandato, reformas regresivas que acerquen nuevamente más a la Argentina a la realidad del mayor subdesarrollo, desigualdad y pobreza del resto de América Latina, de la que se alejó durante los dos primeros mandatos presidenciales de Perón. Ahora, sólo la lucha social podrá torcer o hacer pagar un elevado costo político a Milei por el nuevo manotazo al bolsillo y los derechos de la gran mayoría de los argentinos, para el que sí contará seguramente con el acompañamiento del grueso del sistema institucional.  

Fue decisiva en esa perfomance electoral la intervención de Donald Trump. No sólo por las amenazas que virtió al pueblo argentino para que votaran al mileísmo, sino especialmente, porque su flujo de confianza y de dólares, fueron el salvavidas que impidieron el ahogo – principalmente cambiario – de Milei antes de las elecciones. El precio del salvavidas aún se desconoce. No llegó el resumen de la tarjeta de crédito…o no es público su contenido.

Pero semejante empeño en rescatar a un gobierno de lúmpenes y narcos, sólo se explica observando cómo le está yendo a Trump en el resto del mundo, y en especial en el continente.

Concediendo a su Secretario de Estado (que proviene de líneas del Partido Republicano diferentes al trumpismo puro), el costoso despliegue de fuerzas bélicas en el Caribe para amenazar a Venezuela, con la ridícula excusa de combatir al narcotráfico (que se produce en un 87% por el Pacífico, y que ha sido ampliamente superado en sus efectos letales por sintéticos fabricados dentro de los EEUU); ha puesto a la región al borde un gravísimo conflicto bélico que sólo se ha evitado hasta aquí por la muy firme pero prudente respuesta que le han dado los gobiernos de Venezuela y Colombia, con el acompañamiento de muchos otros del continente y del mundo.

En el marco de ese despliegue, los EEUU han cometido ya, en las últimas semanas, decenas de asesinatos, en violación flagrante del derecho internacional, como lo han señalado – entre otros – funcionarios de la ONU.

El gobierno venezolano desplegó, en respuesta, una masiva movilización social; incluyendo incorporación y adiestramiento de millones de milicianos; alerta y aprestamiento permanente de sus fuerzas armadas, y activa denuncia internacional de la amenaza. Dejó muy en claro – con hechos -, que en el improbable caso de que EEUU decidiera invadir su país, se encontrará con una resistencia popular comparable a la que tuvo en Vietnam, y que provocó la primera gran derrota militar de los EEUU en el siglo XX. Se presume que la presión apuntaría más bien a lograr una traición dentro de las Fuerzas Armadas Bolivarianas. Lo vienen intentando desde hace rato, con resultados decepcionantes: Cada uno de los mandos militares que por momentos se ilusionaron con comprar, terminaron demostrando que en realidad engañaban a los agentes estadounidenses y se mantenían fieles a la Revolución Bolivariana. Los fiascos fueron varios, incluyendo el intento de soborno al general Bitner Villegas, piloto del avión presidencial, para intentar secuestrar a Maduro.

La invasión norteamericana del Caribe, sumada al firme posicionamiento del presidente Gustavo Petro contra el genocidio sionazi en Gaza (además de otros temas como el cambio climático), tensó la relación EEUU-Colombia. Los primeros, no sólo cancelaron la visa a Petro para entrar a los EEUU (lo que actualiza una vez más la necesidad de sacar de ese país la sede principal de la ONU, dado que el "anfitrión" se autoasigna el derecho de vetar quienes pueden llegar al mismo, como pasó este mismo año con la representación palestina), sino que descertificaron a Colombia en lo relativo a la lucha antinarcóticos.

En una muy detallada conferencia de prensa y luego, en una multitudinaria concentración en la Plaza de Bolívar (corazón del centro histórico de Bogotá), Petro demostró que los datos en que se basaba esa "descertificación", estaban mal procesados (la oficina de la ONU que los había elaborado reconoció su error); y documentó cómo, la actual estrategia colombiana de remplazo voluntario de cultivos, en lugar de la erradicación forzada que impulsaban los EEUU y los gobiernos neoliberales, unida a otras metodologías menos violentas que las propiciadas por ese país, estaban dando mucho mejores resultados en la reducción del narcotráfico. Algo similar – aunque por otros programas – a lo que ocurre en Venezuela (país muchísimo menos afectado por el narcotráfico, pero que sufre algunos intentos de tránsito desde Colombia); que ha logrado decomisar ya más de 60 toneladas de cocaína en lo que va del año. Se estima que es la mayor parte de la que circula, y Venezuela aspira a eliminarla completamente. La conferencia de Petro generó marcado interés de los medios internacionales, llevando al final a aumentar el número de preguntas previstas por la prensa.

Cuando los países elaboran sus propias estrategias internas de combate al narcotráfico, prescindiendo de la tutela de los EEUU y su DEA (que además está involucrada en uno de los decomisos logrados por Venezuela), los resultados en esa lucha mejoran sensiblemente. Estas políticas, claro está, no significan prescindir de la necesaria colaboración internacional entre estados soberanos, con todos los países del mundo, sin exclusiones.

La consulta popular interna en Colombia confirmó, por amplia mayoría, la presumible nominación del senador Iván Cepeda, a la candidatura a la presidencia por el Pacto Histórico, en las elecciones de 2026. La Constitución prohíbe la reelección presidencial (aunque dos mandatarios neoliberales: Uribe y Santos lograron forzarla). Cepeda había alcanzado enorme popularidad al lograr revertir una acusación en su contra por parte de Uribe y conseguir – por primera vez en la historia del país – una condena penal para un ex presidente, pese a las presiones y amenazas.

En Brasil, el gobernador bolsonarista del Estado de Río de Janeiro (en coordinación con Flavio Bolsonaro, hijo del ex presidente, quien está impedido por condena judicial de actuar políticamente), impulsó una de las mayores masacres en la historia del país, en una favela, con el declarado objetivo de capturar a un jefe narco que igual se escapó. La respuesta de Lula fue firme: No aceptó las presiones de la ultraderecha para sumarse a esa violencia, pero sí implementó otras medidas más serias para mejorar la seguridad.

La oligarquía peruana desplazó el 10 de octubre a su empleada, Dina Boluarte, de la presidencia de la República. En 2021 el maestro rural Pedro Castillo fue electo presidente con un programa netamente progresista que tenía como eje principal una Asamblea Constituyente para terminar con la constitución fujimorista de 1993. La derecha dueña desde hacía décadas de todas las instituciones, sólo había perdido la presidencia, y se dedicó desde resto de las mismas, no sólo a impedir esa reforma, sino además a tratar de voltear a Castillo, lo que consiguió tras un año y medio de gobierno, encarcelándolo además, hasta hoy. Habían logrado antes desplazar al otro vice de Castillo (Vladimir Cerrón). Boluarte, también vice, traicionó su mandato y se prestó para presidir una dictadura represiva, acompañando a un Congreso que – al igual que Boluarte – tienen una popularidad que no llega al 15% en las encuestas más favorables, aunque se estima que éstas son amañadas, y en la realidad no llegan ni al 5%. Perú acaba además de romper relaciones con México (en donde la popularidad de Claudia Sheinbaum se mantiene altísima), por dar asilo diplomático en su embajada a Betssy Chávez, ex primera ministra de Castillo. Aunque Perú, bajo estos gobiernos, se alinea con EEUU; no se privó, hace un año de inaugurar – de la mano de China – el que se proyecta como mayor puerto de Latinoamérica, en Chancay.

En Honduras, el próximo 30 se realizarán elecciones donde la candidata Rixi Moncada, del partido LIBRE (Libertad y Refundación) de la actual presidenta progresista Xiomara Castro y su marido, el ex presidente (depuesto en 2009 por un golpe militar apoyado tras el telón aunque repudiado en público por los EEUU), Manuel "Mel" Zelaya; es favorita, pese a la guerra de encuestas.

Uno de los mayores reveses a la política de Trump provino de los propios EEUU, donde el martes 4 ganó la alcaldía de Nueva York Zohran Mamdani quien, aunque se autodefina "socialista democrático" – toda una osadía para el conservador sistema político norteamericano – es, sin embargo, un demócrata, progresista, con un programa bastante avanzado para lo que son los estándares de ese país. La elección fue una cachetada para Trump, quien se había enfrentado frontalmente con él (y mutuamente), llegando hasta a prometer recortar los flujos federales a la ciudad si ganaba. Fue parte de una ola de varios reveses electorales en otros estados, el mismo día, En consonancia con la caída de Trump en las encuestas, y que podría preludiar la pérdida en 2026 de las elecciones de medio término y, en 2028 (o antes), de la presidencia. El país se encuentra en medio de un "cierre del gobierno" (el más largo de la historia) por el cual se acusan mutuamente el oficialismo y los demócratas. Esto genera numerosos problemas a la ciudadanía, y las disruptivas y cambiantes políticas de Trump crean además bastante incertidumbre.

Aunque a Trump le va – por ahora – muy bien en la Argentina (y algunos otros países más pequeños, como Ecuador, Paraguay, El Salvador), en el resto del continente, sus bravuconadas no parecen lograr similares efectos.