La pos-elección

13.11.2025

La intervención del gobierno de Trump en la previa a la elección del 26 de octubre salvó las papas a Milei, cuyo gobierno estaba al borde del abismo, debido a la insistencia de su fijación de un dólar bajo, acotado por bandas cambiarias que se mueven muy lentamente: La inferior, meramente simbólica (aunque Milei haya hecho la ridícula bravuconada de afirmar que la cotización caería hasta allí). La superior, fija un dólar muy por debajo de la evolución de la inflación. 














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Por Alberto Cortés 

Cuando Milei asumió, produjo una maxidevaluación de más del 100%. Era la típica maniobra de muchos gobiernos que, en su comienzo, llevan la cotización de un dólar que se estima atrasado, bastante por encima de lo que casi todos los observadores considerarían "de equilibrio" en ese momento. Así, se aseguran un "colchón", que les permita absorber un primer impacto inflacionario de la medida (que efectivamente en este caso se produjo, y grande; pero al ser "inicial" del nuevo gobierno, permite echarle la culpa a "la herencia recibida", y que gran parte del electorado se lo crea), sin necesidad acuciante de nuevas correcciones en el tipo de cambio, a corto plazo. Con el tiempo (ya pasaron 23 meses) esa nueva paridad cambiaria (aún con las correcciones hacia arriba que se fueron produciendo: hoy está un 80% más alto que tras la gran devaluación inaugural de Milei); vuelve a quedar atrasado respecto al Indice de Precios al Consumidor (que aumentó más del 240% en el mismo período, cuestionado incluso, por subestimar la inflación real).

Es la famosa "ancla cambiaria", que se agrega a la feroz recesión generada deliberadamente al deprimir el consumo interno por la reducción de la demanda estatal (principalmente al recortar brutalmente la obra pública, derivando en el aumento de la inseguridad en rutas, entre muchísimas otras consecuencias catastróficas); y reducción de la capacidad de compra de los sectores populares (al arrojar hacia abajo, en primer lugar, los sueldos de los estatales, achicar enormemente el mercado a las PyMEs, cuentapropistas, etc; y pisar los salarios formales, por debajo de la inflación, en su mayoría).
Históricamente, cada vez que se produjeron desfasajes importantes entre el aumento del valor de la divisa y el de los precios internos, al final, se produjo una devaluación o revaluación, brusca o paulatina, hasta que ambos tendieron a aproximarse.

Pero mientras tanto, se producen situaciones como la actual, exacerbada además por la concepción librecambista (exactamente la opuesta a la que practica en su propio país el jefe de Milei, Donald Trump), que ha llevado a desmantelar cualquier protección a la producción nacional, en especial industrial.
La destrucción del mercado interno, el abaratamiento de los productos importados por el atraso cambiario y el encarecimiento de los productos argentinos en el exterior por la misma razón (o la menor remuneración – muchas veces debajo del costo de producción – al productor argentino que exporta); no sólo funde a muchas empresas argentinas (ya cerraron más de 16.000 desde que asumió Milei), sino que además incentiva las importaciones (y las compras directas al exterior puerta a puerta), reduce las exportaciones (excepto las de aquellos productos para los que el país tenga una gran ventaja competitiva natural, como las principales commodities agropecuarias, hidrocarburíferas y mineras).

Se acelera entonces la destrucción del perfil industrial, con el que Argentina había llegado a ser un país emergente destacado (e inclusive de vanguardia en algunas áreas tecnológicas, como la fabricación de reactores nucleares y de satélites). El país tiende a volver así a su impronta meramente exportadora de materias sin elaborar (y con enormes bolsones de pobreza en su interior), como el de fines de siglo XIX y principio del XX, que tanto elogia Milei, mintiendo de paso – también aquí – respecto a cuál era entonces la verdadera posición de Argentina en el concierto mundial.
También se desestimula el turismo internacional receptivo (turistas extranjeros que visitan Argentina) y se estimula el emisivo (argentinos que van a gastar sus dólares a otros países), acentuando aún más la salida neta de divisas.

Semejante modelo, además de nefasto para la vida y el porvenir de la gran mayoría del pueblo, sólo puede sostenerse (durante un tiempo), con un flujo excepcional de divisas desde el exterior (que compense las que salen permanentemente por las razones expuestas, a las que hay que sumar las amortizaciones e intereses de la ya monstruosa deuda externa y remisión de ganancias de empresas extranjeras). La dictadura y el menemismo – con modelos parecidos -, lo lograron con capitales financieros especulativos que venían a aprovechar las muy anormalmente (por la comparación a nivel mundial) altas tasas de interés en plazos fijos, bonos y otras herramientas financieras (carry trade), llevándose por ese camino, gratis, gran parte del resultado productivo del trabajo de los argentinos; y por los ingresos por privatizaciones (arrasando de paso, con lo acumulado por el trabajo de varias generaciones: las joyas de la abuela).

Tan insostenible esquema, estuvo a punto de estallar poco antes de las recientes elecciones legislativas (como estallaron los otros dos: El de Martinez de Hoz con el colapso de la "tablita", y el de Menem, no en sus propias manos, sino en las de de la Rúa-Cavallo, que insistieron en sostener el régimen heredado).

Consciente de la importancia de mantener en el gobierno a un aliado (o más bien un lacayo extremadamente servil) en un país de la importancia de Argentina, en un contexto de mucha disputa – más bien perdidosa – a nivel continental, y de retroceso de su hegemonía mundial; Trump y su Secretario del Tesoro, Scott Bessent, intervinieron abiertamente en la elección.

Económicamente, activaron (o simularon que activaban) una serie de mecanismos (Swap de monedas, compra de pesos en el mercado cambiario y gestión de un préstamo de bancos privados), para dar la impresión de que una enorme masa de dólares estaba a punto de inyectarse en la economía argentina (o más bien únicamente en sus finanzas especulativas, sin impacto en la producción); aumentando así drásticamente la oferta de la divisa en el mercado local, y bajando su cotización, que estaba subiendo ininterrumpidamente en la previa a la elección. Se habló de unos 40.000 millones de dólares.

Por si lo económico no alcanzara, Trump hizo explícita su amenaza de arrancar bruscamente todas estas muletas si a Milei no le iba bien en la elección, con las previsibles consecuencias para la estabilidad del enfermo, agonizante tras casi dos años de las "terapias" de Milei.

El temor a un porrazo aún mayor a los golpes ya recibidos, que estaba anunciado por todos los analistas, pero magnificado aún más por la extorsión trumpista, hizo su efecto y una parte de los argentinos (que puede estimarse, según encuestas, en torno al 12 al 18 %); sumaron su voto al núcleo duro mileísta (otro 25%), y le dieron la oportunidad de fortalecer notoriamente – en lo inmediato – al gobierno, y dentro de él al sector de Karina Milei, autora de la estrategia, no tan aceptada por Santiago Caputo.
En realidad, ahora se sabe, con un poco más de precisión, que los montos realmente desembolsados hasta aquí por el Tesoro norteamericano, estuvieron en el orden de los 2.000 millones, y que se pusieron por mecanismos - totalmente opacos, pero que se van develando paulatinamente por sus propias confesiones (en general defensivas al interior de la política estadounidense, donde la "asistencia a Argentina", con un presidente impresentable, y en medio de crisis varias al interior de los EEUU, fue bastante criticada). Además, esos 2000 millones, "invertidos" por muy poco tiempo; lo fueron en bonos argentinos, especialmente emitidos al efecto, y que rindieron al Tesoro norteamericano ganancias por tasas enormes, que no se consiguen en ninguna otra parte. Otra vez, saliendo del bolsillo de todos nosotros.

Lo más oscuro y escondido de todo esto son las demás condiciones que subyacen a estas "ayudas". Se sabe que los EEUU pretenden saqueos jugosos de las riquezas naturales del país por parte de las empresas norteamericanas, instalar una base militar en Tierra del Fuego y cortar todo lo que puedan las relaciones del país con China (que viene desarrollando y/o había acordado varias obras de infraestructura de gran importancia para Argentina, como represas hidráulicas en la Patagonia y la construcción del reactor nuclear Atucha III). En cuanto de esto se avanzó en secreto es un misterio. Existe además la posibilidad de que capitales norteamericanos compren, por monedas, empresas argentinas en dificultades, y por supuesto que intervengan en la nefasta y anunciada privatización parcial de Nucleoeléctrica Argentina.

Pasada la elección y salvado políticamente el gobierno de Milei, subsiste una polémica. Este insiste en resistirse a una devaluación. El FMI y la mayoría de los actores internacionales más visibles recomiendan que la haga, para parar la sangría de dólares al exterior, y acumular reservas que les permitan seguir chupando la sangre de la economía argentina, a través de los pagos asociados a la deuda.