Las crecientes provocaciones norteamericanas contra Venezuela y América Latina

06.12.2025

El Departamento de Estado de EEUU acaba de declarar a un supuesto "Cartel de los Soles", cuyas máximas figuras coincidirían con las principales autoridades de la República Bolivariana de Venezuela, como "organización terrorista"; lo que podría abrir paso (según sus leyes, para nada de acuerdo al derecho internacional) a medidas varias de presión económica, e incluso de agresión militar.

Conviene recordar algunos antecedentes de ese país, para contextualizar las acusaciones que históricamente ha lanzado contra otras naciones.

En 1786 Thomas Jefferson (3er presidente de los EEUU y redactor de su declaración de independencia) había escrito a Archibald Stuart: " ..tengamos buen cuidado…de no expulsar demasiado pronto a los españoles, pues aquellos países no pueden estar en mejores manos. Mi temor es que España sea demasiado débil para mantener su dominación sobre ellos hasta que nuestra población haya avanzado lo suficiente para ganarles el dominio palmo a palmo.!" Es decir, sostenía que a EEUU no les convenía que las colonias hispanoamericanas se independizaran rápidamente de España, sino que esa separación se produjese recién cuando los EEUU llegaran a ser lo suficientemente fuertes para apropiarse de ellas. En otra carta a Monroe expresa su oposición a la unidad de los hispanoamericanos. También tenía la visión de una expansión de esos EEUU iniciales (el 10% de lo que hoy ocupan), hacia el oeste, arrebatando tierras de pueblos originarios y otros. Lo llamaba el "Imperio de la Libertad".

En 1836, inmigrantes – en su gran mayoría ilegales – de origen estadounidense en el estado mexicano de Texas, se rebelaron contra las autoridades de ese país, declarándose independientes, y 9 años después se anexa ese estado a los EEUU.

Ese mismo año, el flamante presidente James Polk (del sur, esclavista), envía al oeste, supuestamente en misión científica, a los exploradores John Fremont y Kit Carson. Pero en realidad, les da órdenes secretas de desviarse hacia California (territorio mexicano) y promover el levantamiento contra ese país, de los colonos estadounidense que hay en esa región.
Casi al mismo tiempo, envía un destacamento del ejército norteamericano a acampar en una zona en disputa entre México y EEUU, próxima a Texas, a sabiendas de que los mexicanos los atacarían, como efectivamente ocurrió, con varios soldados estadounidenses muertos.

La historiadora de la Univ. de Pennsylvania, Amy Greenberg, relata: "Polk fue al Congreso y dijo 'Sangre estadounidense ha sido derramada en suelo estadounidense. Y a pesar de nuestros esfuerzos por evitar la guerra con México, nos han atacado'…Pero eso era mentira, porque la tierra en cuestión no era estadounidense, de hecho". Agrega la escritora Alexis Coe: "No diré que este es el único caso, en la historia de EEUU, en el que mentimos sobre algunas cosas para obtener algo que queríamos mediante un acto de agresión, pero es ciertamente un gran ejemplo".

Con esas falsas excusas, Polk consigue del Congreso la declaración de guerra a México. Tras esa guerra, EEUU se apropian de más la mitad del territorio total de ese país.

David Eisenbach, de la Universidad de Columbia comenta: "Fue una de las mayores apropiaciones de tierra en la historia del mundo". "California, si fuera un país independiente, sería la quinta economía más grande del planeta. Imaginen la historia estadounidense sin California, y luego imaginen la historia mexicana, con California. La historia del mundo entero sería diferente".

Entre otros efectos, esa expansión del "Imperio de la Libertad" trajo como consecuencia que en todos esos territorios se reimplantara la esclavitud. México la había abolido en 1829. Entre los pocos estadounidenses dignos que se atrevieron a cuestionar esa política de Polk, estuvo el, por entonces congresista, Abraham Lincoln.

En 1964, la CIA (según se sabe hoy por la desclasificación de informes secretos), desarrolló un complot para culpar a la marina de Vietnam del Norte de dos ataques contra un barco de guerra estadounidense en cercanías de la costa norvietnamita. El primero fue armado por la CIA y el segundo, ni siquiera existió. Este "Incidente del Golfo de Tonkin", en el que sólo murieron norvietnamitas, fue usado por el entonces presidente Lyndon Johnson, para conseguir del Congreso la aprobación para escalar sustancialmente la guerra, bombardeando intensamente al norte y aumentando de 60.000 a 500.000 las tropas estadounidenses en Vietnam.

En 2003, el presidente Bush envió a su Secretario de Defensa, Colin Powell, a las Naciones Unidas a tratar de convencer al mundo de que Irak tenía armas de destrucción masiva. Powell fue elegido no sólo porque era negro, sino porque además era el menos belicista del gabinete, y se creía que sería el más convincente. EEUU invadió Irak (desatando, a partir de allí, el terrorismo islámico en una escala antes no vista), y hoy sabemos que no había tales armas y que las pruebas de inteligencia presentadas eran truchas. Irak sí había tenido tales armas 20 años antes – porque los EEUU se las habían provisto para atacar a Irán -, pero ya no las tenía más.

Estos ejemplos – que son sólo una muestra – ilustran la larga tradición del Estado norteamericano de acusar falsamente a otros países, con el fin de justificar agredirlos, vulnerar sus soberanías y, si pueden, apropiarse de su territorio y sus riquezas naturales.

No son los únicos: Hitler, para justificar su invasión a Polonia, armó primero la operación Himmler, una operación de falsa bandera para simular que era Polonia la que primero había atacado a Alemania.

¿Cuál es sentido de remontarnos tan atrás para entender la actualidad? La respuesta la dio el patriota tucumano y latinoamericano Bernardo de Monteagudo al decir: "Sin la historia, que es la escuela común del género humano, los hombres desnudos de experiencia, y usando sólo de las adquisiciones de la edad en que viven, andarían inciertos de errores en errores".

Cuando Trump había abandonado su primera presidencia y todavía no había entrado en la segunda, declaró: "Cuando me fui, Venezuela estaba a punto de colapsar. Nos hubiéramos apoderado de ella, nos hubiéramos quedado con todo ese petróleo". El propio Trump confesó abiertamente cuál es su verdadero interés en Venezuela. La congresista republicana miamense María Elvira Salazar lo acaba de ratificar.

En el mismo período Trump dijo: "(Venezuela era) realmente un lugar peligroso, pero ya no porque en Venezuela la delincuencia ha bajado un 72%. De hecho, si alguna vez ganaran estas elecciones, odio decirlo, celebraríamos nuestra próxima convención republicana en Venezuela porque será un lugar seguro". 

Las supuestas "informaciones" sobre la existencia de un "cartel de los soles" y su vinculación con la dirección de la Revolución Bolivariana, o no exhiben ninguna prueba; o, como hizo el medio hegemónico "El Nacional", citan falsamente informes de la ONU que, cuando se los busca, no dicen una palabra sobre dicho cartel, y ni siquiera sobre Venezuela; o se refieren a acusaciones contra personas que alguna vez formaron parte de gobiernos bolivarianos, pero que luego se pasaron a la vereda de enfrente, como ocurre en cualquier proceso revolucionario (o incluso proceso político a secas), que siempre tiene una enorme complejidad. 

También es cierto que Venezuela, desde mucho antes del chavismo, era un país con altos niveles de inseguridad (lo cual incluye la actuación de diversas organizaciones delictivas, incluidas narcos, en su territorio); y que, durante bastantes años después de la llegada de Chávez, esto no llegó a poder controlarse. Si le creemos a Trump, tenemos que concluir que esto cambió, en los últimos.

Hoy, nuevamente, EEUU le miente al mundo, inventando una excusa para amenazar - y tal vez atacar - al país con las mayores reservas petroleras del mundo, y que además se atrevió a desafiar, a nivel continental, la Doctrina Monroe.

Al interior de su gobierno se libran batallas. En este caso entre el Secretario de Estado Rubio, y otros "halcones", que aspiran a aplastar Venezuela, para luego seguir con Nicaragua y Cuba; y otros sectores, que responden más a las históricas tendencias "aislacionistas", que siempre han sido fuertes en ese país; y que temen – con razón – que una intervención militar allí, desate a nivel continental, una conflictividad que termine perjudicando los intereses norteamericanos. Entienden que es mucho más razonable negociar (respetando las soberanías e intereses de cada Estado) con el gobierno constitucional de ese país, mecanismos que permitan a las empresas norteamericanas – como ya lo hace Chevron – participar en el desarrollo de procesos económicos en Venezuela. Las cambiantes declaraciones de Trump, favorables a una u otra ala, y sus antecedentes, habilitan también la posibilidad de que esté mostrando los dientes para negociar en mejores términos.

Venezuela, mientras tanto, vive máxima movilización social y militar: Encuentros, marchas, elecciones y congresos nacionales e internacionales de todo tipo; además de ejercicios militares y la incorporación voluntaria de millones de ciudadanos a las milicias. La amenaza abierta a la paz y la soberanía nacional, ha hecho que, hasta enemigos históricos del chavismo como Enrique Capriles y muchos otros, tomen distancia de la abierta agente norteamericana Corina Machado. Se le deja claro a EEUU que – si se animaran a invadir el país – la guerra que seguiría les costaría tan caro como Vietnam o Afganistán. Podrían entrar…pero no salir.

Si un narcopresidente hay en América Latina es sin duda el hiperfraudulento Daniel Noboa, del Ecuador. Aliado de Trump, cuyas empresas familiares son motivo de diversas investigaciones por sus exportaciones de cocaína, el 87% de la cual (según Naciones Unidas) pasan por el Pacífico (donde está Ecuador), bien lejos del Caribe venezolano. Otro que hace méritos para esa calificación es el también aliado trumpista, Javier Milei, que no cesa de promover notorios narcotraficantes al Congreso.

América Latina está hoy en el filo de una opción entre la paz y el respeto de la soberanía de los pueblos, o una guerra catastrófica. Es responsabilidad de cada quien, decidir de qué lado se coloca.


Alberto Cortés27/11/2025