El Federalismo No Se Declama, Se Aplica

Daniel Madeo, presidente del Partido Federal, cree que muchos gobernadores y legisladores desconocen de qué trata el federalismo que ellos invocan.
POR DANIEL MADEO
En la Argentina contemporánea, el federalismo se ha convertido en un recurso frecuente del discurso político. Gobernadores, legisladores, presidentes y hasta candidatos sin gestión, recurren a esta palabra mágica como parte del marketing que acompaña sus campañas o declaraciones. Sin embargo, el federalismo auténtico, aquel sistema político, administrativo y fiscal que garantiza la equidad y la autonomía de las provincias, brilla por su ausencia.
Lo que predomina en el país desde hace más de 1 siglo es un sistema unitario de hecho, oculto tras una Constitución Nacional que, sin embargo aunque en forma nominal, consagra el federalismo como principio organizador de la Nación.
Este artículo no busca hacer un panegírico del federalismo teórico, sino una defensa concreta, con argumentos prácticos, históricos y económicos, de su aplicación real. Porque en el federalismo aplicado, y no en su fachada, se encuentran muchas de las soluciones posibles a la decadencia institucional, económica y social que padece Argentina.
El origen de la República y el espíritu federal
Argentina nació como una unión de provincias preexistentes, con gobiernos propios, que decidieron federarse en 1853. La Constitución Nacional, inspirada en el sistema de Estados Unidos de América -estas tierras eran las Provincias Unidas- pero con elementos locales, reconoció que la soberanía residía en las provincias y que éstas delegaban parte de sus competencias al gobierno nacional, con el objetivo de conformar una Nación equilibrada y justa.
Este equilibrio inicial fue violentado una y otra vez. Si bien hubo momentos de relativa armonía entre Nación y provincias, el proceso de concentración del poder comenzó a acentuarse con el paso de las décadas, en especial luego del golpe de Estado de 1930. Desde entonces, el país fue derivando hacia un esquema de centralismo económico y político disfrazado de institucionalidad republicana. Y esta concentración tuvo su punto más firme en el diseño fiscal.

La coparticipación: herramienta de control y sometimiento
La piedra angular del sistema federal auténtico es la autonomía financiera. No puede existir federalismo real si las provincias dependen del poder central para financiar su funcionamiento básico. Sin embargo, en Argentina, el régimen de coparticipación impositiva —una herramienta que nació para coordinar equitativamente la distribución de los recursos— terminó siendo el mecanismo perfecto para someter a las provincias al arbitrio del Ejecutivo nacional.
La reforma constitucional de 1994 estableció que debía sancionarse una nueva ley de coparticipación, consensuada entre la Nación y las provincias. Sin embargo, 3 décadas después, esta ley sigue pendiente. ¿Por qué? Porque el sistema actual le permite al gobierno nacional retener la mayor parte de los recursos que recauda y distribuirlos según conveniencia política, no según criterios objetivos de desarrollo o necesidad.

El marketing del federalismo
El discurso federal es una constante en los actos de campaña, especialmente cuando los candidatos deben recorrer el interior del país. Se habla de obras federales, de igualdad territorial, de desarrollo equilibrado. Pero esas promesas se diluyen en la práctica.
Cuando llega el momento de gobernar, la lógica centralista vuelve a imponerse. Las decisiones se toman desde Ciudad de Buenos Aires, los recursos se concentran en la capital y las provincias deben mendigar fondos para obras, salud, educación o seguridad. El reciente recazo del gobierno nacional a la ayuda a la ciudad de Bahia Blanca es una muestra contundente de concentración y falta de compromiso, con los intereses de los habitantes del país o de una zona del mismo.
Este marketing del federalismo es profundamente perverso. Crea la ilusión de que hay una voluntad de descentralización, cuando en realidad lo que existe es una maquinaria central que absorbe riqueza y concentra poder. Incluso en los discursos presidenciales, el "federalismo" aparece como un valor institucional, mientras se recortan transferencias, se condicionan programas o se ignoran los reclamos de las provincias más postergadas.
Un Estado hipertrofiado y unitario
La estructura del Estado nacional argentino se ha hipertrofiado y las decisiones del actual gobierno nacional que llego al poder eliminando ministerios, entes, empresas públicas o dependencias, es una demostración que la amputación de sectores gubernamentales no son la solución de los problemas ya que deja bolsones de situaciones sin respuesta.
Solo la transferencia de competencias y correspondencias fiscales a municipios y provincias ara que el federalismo aplicado sea una doctrina transformadora de la decadencia.

Esta lógica se vio claramente en las últimas décadas, sin importar el signo partidario del gobierno nacional. El hiperpresidencialismo argentino se apoya, en buena medida, en este diseño fiscal unitario que permite ejercer un poder desproporcionado desde el Ejecutivo.
Las consecuencias del sistema actual
Las consecuencias de este modelo son múltiples y devastadoras. Por un lado, se genera una desigualdad territorial creciente: mientras algunas provincias tienen recursos propios que les permiten cierto margen de acción, otras dependen casi por completo de las transferencias nacionales.
Por otro lado, se desalienta la eficiencia y la responsabilidad fiscal. Si una provincia sabe que recibirá fondos aunque administre mal, no tiene incentivos para mejorar su gestión. Del mismo modo, si no puede recaudar ni decidir sobre su estructura impositiva, no tiene herramientas para planificar su desarrollo.
Finalmente, se profundiza la crisis de representación y confianza en la política. Las decisiones que afectan a millones de argentinos se toman a cientos o miles de kilómetros de distancia, en despachos cerrados del poder central. El federalismo no es solo una cuestión administrativa: es la base de la democracia real, donde cada comunidad puede decidir sobre su presente y su futuro.
Las ventajas del federalismo aplicado
Frente a este escenario, resulta urgente recuperar y aplicar el verdadero federalismo. No como una consigna electoral, sino como un principio rector de gobierno. Las ventajas del federalismo aplicado son claras y probadas:
1. Autonomía y responsabilidad: Las provincias que pueden gestionar sus propios recursos son más responsables, más eficientes y más transparentes.
2. Desarrollo equilibrado: Un país federal bien organizado permite que cada región se desarrolle en función de sus capacidades, potencialidades y necesidades.
3. Participación ciudadana: Los gobiernos locales son más accesibles y están más cerca de la realidad de los ciudadanos. Esto mejora la calidad institucional y fortalece la democracia.
4. Reducción de la burocracia: Un federalismo auténtico evita la duplicación de funciones y permite simplificar la estructura del Estado.
5. Innovación y competencia positiva: Las provincias pueden experimentar políticas distintas, generar innovación pública y aprender unas de otras.
Un nuevo esquema federal: propuestas concretas
Para salir del actual esquema tributario concentrador, es necesario un cambio profundo, que requiere decisión política, consenso institucional y participación activa de los 24 distritos que componen la República Argentina. Algunas propuestas concretas para avanzar hacia un federalismo auténtico incluyen:
- Nueva ley de coparticipación: Cumplir con el mandato constitucional pendiente desde 1994, invirtiendo la pirámide recaudatoria donde los municipios sean los entes recaudadores y desde ahi se coparticipe a las provincias y estas a la nación.
- Reforma del sistema de recaudación: Eliminar la AFIP nacional y dejar como única fuente de recaudación a la aduana nacional y permitir que las provincias y municipios administren tributos propios de manera más eficiente.
- Pacto fiscal federal: Un acuerdo político entre Nación y provincias para delimitar claramente competencias, recursos y responsabilidades, garantizando autonomía real.
- Descentralización del gasto: Transferencia efectiva de competencias en educación, salud y seguridad, junto con los recursos necesarios para gestionarlas.
- Revisión del gasto nacional: Reducción del aparato burocrático central y redistribución de funciones a nivel provincial y municipal.
- Fondo federal de compensación: Un mecanismo solidario que permita equilibrar las diferencias estructurales entre provincias sin convertirlas en dependientes.
Una nueva narrativa federal
La recuperación del federalismo no es solo un problema técnico o institucional. Es, sobre todo, una cuestión cultural. La Argentina necesita una nueva narrativa, que valore la diversidad, respete la autonomía de los pueblos y apueste por un desarrollo verdaderamente nacional.
Los liderazgos provinciales deben asumir un rol protagónico en este proceso y abandonar sus posturas mendigantes de recursos que les son propios y de ninguna manera pertenecen a la Nación. Ya no alcanza con reclamar fondos: es necesario construir una agenda común, con propuestas, objetivos y planificación.
También el Congreso de la Nación debe recuperar su función de representar a las provincias, y no ser un apéndice del Ejecutivo.

Conclusión: el federalismo como camino hacia el futuro
Volver al federalismo no es retroceder, es avanzar. Es recuperar un principio fundante de nuestra identidad nacional. Es construir un país más justo, más equilibrado y más democrático.
La historia nos muestra que cuando las provincias fueron fuertes, Argentina fue más próspera. La concentración del poder y la riqueza en manos del gobierno nacional ha sido una de las causas principales de nuestra decadencia. Si queremos revertir ese proceso, debemos empezar por donde comenzó la Nación: por las provincias.
Hoy más que nunca, el federalismo no se declama. Se aplica. Y se construye, día a día, con instituciones sólidas, decisiones valientes y ciudadanos comprometidos.
Fuente:
https://urgente24.com/actualidad/el-federalismo-no-se-declama-se-aplica-n604242