El fin de ciclo occidental está regado de supremacismo blanco

Por Sandra Russo
Pensar en la Argentina sin ubicarla en el mundo agónico y sádico que nos toca es imposible. Pensar en cosas horribles que pasan en cualquier país contagiado del virus del odio sin ver la coreografía geopolítica de fin de ciclo, y el ánimo terminal que la empuja, es inútil. En este momento crucial de puja por la hegemonía global – habrán visto que la puja la suda y carajea una sola parte -, el inconsciente colectivo reventó. El occidental. Los chinos esperan. Los occidentales enloquecen, se suicidan, aceptan ser esclavos de otros pocos que comen, comida y vida ajena. Porque ese es el último recurso de un sistema fracasado: que se ocupen ahora los caníbales.
Nos toca la parte que nos toca y es un rol trágico, una burla del destino, el de ni el tiro del final te va a salir. Somos el deforme anfitrión del fascismo en la región, y a su vez la mascota más pintoresca de Trump. Somos un experimento que da vergüenza, revulsión, convulsiones morales.
Pero no estamos solos en el infierno ni en la indignación lacerante de ver que estos tipos no nos reconocen nuestra humanidad. Agentes del ICE irrumpen de madrugada en vecindarios latinos de cualquier Estado, armados hasta los dientes. Un mujer grita desaforada en otra ciudad, mientras es esposada; grita que su hija está en la escuela mientras le hacen una pinza en el cuello con la rodilla. No puede respirar. Todos somos George Floyd. No podemos respirar.
(Primera presidencia de Trump. Encarnizamiento con la población negra. Asesinatos a repetición. Ahí el cordón protector de los pibes eran las madres. Floyd fue de los primeros en morir por una técnica policial criminal que después vimos en loop ejecutada por fuerzas de toda la región).
Y Gaza, Dios mío, Gaza. Después de Gaza, la humanidad ya no será lo que conocimos. Fue la volanta de una nota mía hace muchos meses. En este momento, en Europa, Estados Unidos y acá también detienen gente por decir que Gaza padece un genocidio. Pretenden que no veamos lo que vemos, que no sepamos lo que sabemos. Están totalmente locos. Occidente entero es el negacionista.
Gaza ha sido aplastada, ahora van por Cisjordania, en el transcurso de estos meses hemos escuchado voces oficiales israelíes decir barbaridades de lesa humanidad. Como que había que exterminar a los palestinos desde la semilla, no dejando vivo a ningún niño. (No voy a aclarar que no soy antisemita. Ese argumento es extorsivo). Historia bíblica de ese mismo pueblo, hoy extraviado. Hacen cosplay del verdugo que les mató millones de hermanos. Esta semana atacaron en Cisjordania una escuela para refugiados de Gaza, mataron a niños y adolescentes. Los aullidos de un padre arrodillado frente al cuerpo de su hijo es gutural. Seguirá vibrando junto al curso del mundo.
En Bélgica, la bosta cubre las puertas del Parlamento Europeo y los tractores invaden todo, como siempre que se avanza contra su apaleado estado de bienestar, que ha sido condenado a la horca por ese Parlamento. Ya no lo tienen. La UE se lo jugó al truco de la guerra en Ucrania, y sigue echándole neuróticamente la culpa a Putin. El negacionismo también avanza por ahí.
Trump grita que Venezuela debe devolverle las tierras y el petróleo que le robó. ¿Ven por qué digo bastante seguido que esta gente está fuera del lenguaje? Tratar de seguir su lógica es pueril, no la tiene. Dicen cualquier cosa que les venga bien. Empezaron a explotar la enorme cantera del sinsentido durante la pandemia. El mundo estaba patas para arriba así que todo era posible. Que la tierra fuera plana, entre otras cosas que no fueron inocentes: niegan la ciencia porque trabaja sobre la evidencia, y ellos no tienen absolutamente ninguna de nada de lo que dicen. No hay comunicación posible.
Nuestro colonizador y su obscenidad senil, más su pasado Epstein, son un símbolo de la decadencia total de un sistema fracasado.
Vino la nevada tóxica, pero era sobre el mundo. Vicente López era la metonimia del mundo que ahora está siendo un escenario sórdido y terrorífico. Estamos enfermos de agonía, como la Roma que estaba por caer bajo el asalto de los bárbaros.
Bifo Berardi escribió esta semana que estamos en una "guerra racial global": el supremacismo blanco emerge como el fondo del cuadro que vemos. A eso nos encaminamos vertiginosamente. Antes Berardi le decía "guerra civil global", pero cuenta que cree que no se puede llamar así, como si fuera una guerra civil española global, porque ahora no hay dos bandos. Hay atacantes y atacados.
Mientras tanto, no tenemos todavía una organización política que sea capaz de poner en marcha el ánimo, porque el ánimo tiene mucho que ver con el alma, y nuestra gente está herida en el alma. Ojalá encontremos una cuerda que podamos tocar juntos con canciones pasadas, presentes y futuras que nos animen a recuperar la patria.
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