Espionaje ruso en la Argentina: el plan para convertir a los chicos nacidos en Buenos Aires en agentes al servicio del Kremlin

17.08.2025
Los espías rusos junto a sus hijos durante la entrevista Captura de video
Los espías rusos junto a sus hijos durante la entrevista Captura de video

La mujer que en el país decía ser María Rosa Mayer Muñoz reveló el dato en un reportaje que concedió a un periódico oficialista ruso

Por Hugo Alconada Mon

El objetivo final de los espías rusos que vivieron en la Argentina durante más de una década no era hacerse pasar por argentinos y desarrollar sus tareas de inteligencia ilegal bajo esa fachada o "leyenda", tanto en el país como en Europa. Era que sus dos hijos, nacidos en Buenos Aires, algún día siguieran sus pasos y se convirtieran en espías a las órdenes del Kremlin, según revelaron los propios agentes del Servicio de Espionaje Ruso en el Extranjero (SVR) en una entrevista que brindaron al principal diario oficialista de ese país.

"Pensé que los niños continuarían con nuestra profesión. Los nombres de estilo alemán le quedaban muy bien a nuestro apellido alemán", afirmó Anya Dultseva, quien simuló ser María Rosa Mayer Muños durante su paso por la Argentina, entre 2009 y 2022, junto a su marido, Artem Dultsev, que caminó por las calles porteñas como Ludwig Gisch.

Camuflados con esas falsas identidades, los espías rusos tuvieron dos hijos en Buenos Aires: en 2013 nació Sophie Gisch y dos años después, en 2015, su hermano Daniel. Y al ser argentinos nativos, tienen derecho al pasaporte argentino, hoy y en el futuro, sin importar cuántas décadas pasen en Rusia sin retornar al país que los vio nacer.

La revelación sobre el verdadero plan de los espías consta en la entrevista que los agentes del SVR concedieron a "Rossíiskaya Gazeta", órgano oficial del gobierno ruso, en las semanas que siguieron a su regreso a Moscú –link: https://rg.ru/2024/08/15/legalno-o-nelegalnom.html- , el 1 de agosto de 2024, tras protagonizar junto a sus hijos el canje más grande de espías desde el final de la Guerra Fría y ser recibidos por el presidente ruso, Vladimir Putin, al pie del avión. Pero la entrevista no trascendió fuera de Rusia, hasta ahora, por el contrapunto que desde hace años mantienen el Kremlin y Google, que se agudizó tras la invasión rusa a Ucrania, y bloquea la indexación y difusión de noticias provenientes de Rusia.

La entrevista, de claro tinte oficialista, empezó con una declaración de agradecimiento del periodista Nikolay Dolgopolov al jefe del SVR, Sergei Evgenievich Naryshkin, por darle "permiso" al diario para dialogar con los Dultsev, a quienes elogió durante el reportaje.

-Anya, tuviste dos hijos en Argentina. ¿No temías empezar a gritar en ruso durante el parto?, le preguntó Dolgopolov.

-No tenía miedo -respondió ella, quien parió a Sophie y Daniel en el Hospital Italiano de Buenos Aires, en 2013 y 2015-. Artem estaba a mi lado y no tenía miedo. Fue fácil gracias a los métodos médicos modernos. Estaba en una clínica con buenos médicos y parteras. Si de repente hubiera gritado algo en ruso, difícilmente se habría percibido como un idioma extranjero. "Mamá" suena casi igual en todos los idiomas. Algunos lo imaginan de forma diferente.

-¿Por qué les pusiste a tus hijos Sophie y Daniel? -ahondó el reportero-. ¿Para que más adelante les fuera más fácil comunicarse con su gente en nuestra realidad rusa?

-Tenía planes un poco distintos. Pensé que los niños continuarían con nuestra profesión. Los nombres de estilo alemán le quedaban muy bien a nuestro apellido alemán.

De sumarse al SVR en el futuro, Sophie y Daniel no serían los primeros hijos de espías rusos que heredarían la misión de sus padres. Hay, incluso, algunos antecedentes célebres. Entre ellos, el del falso cineasta canadiense de origen alemán, Rudi Herrmann, quien reclutó para la Unión Soviética a su primogénito Peter cuando el muchacho tenía apenas 16 años, durante un viaje relámpago que en 1974 los llevó de Nueva York, donde residían, a Chile y Perú.

"Tengo una historia que contarte", le dijo Herrmann a su hijo, sentados en un banco de plaza de Lima. Y le confió que en realidad se llamaba Dalibor Valoušek, que era checo y que trabajaba para la KGB.

-¿Mamá sabe?-, le preguntó Peter, según relataría aquel muchacho, ya sexagenario, en una entrevista que concedió en 2025 al diario inglés The Guardian.

-Ella también es una agente de la KGB.

Peter aceptó. ¿Qué nombre en código le asignaron dentro de la KGB? "El heredero".

Contar con agentes de segunda generación que hayan nacido en Occidente resulta un activo preciadísimo para el Kremlin. Entre otras razones, porque dificulta aún más su detección por los servicios de contraespionaje rivales, a diferencia de los espías del SVR nacidos en Rusia como los Dultsev, que basan su despliegue sobre una mentira inicial. Él dijo haber nacido en Namibia de padre austríaco y madre argentina; ella, en Grecia de padre austríaco y madre mexicana. En ambos casos, todo eso era falso, con el riesgo siempre latente de ser detectados.

En la Argentina, en tanto, Dultseva relató durante la entrevista que concedió al "Rossíiskaya Gazeta" que durante 2013 estudió en un instituto, que LA NACION verificó que fue el OTT, donde obtuvo un diploma de "auxiliar en relaciones públicas".

-Dime –le preguntó el periodista oficialista-, ¿cómo trabajabas mientras estabas embarazada? No trabajaste durante el embarazo, ¿verdad?

-No hay descansos en nuestro trabajo –replicó ella-. Incluso estaba haciendo exámenes en ese entonces, estudiando en una universidad europea y en un instituto argentino. Hice exámenes estando embarazada. Mi esposo no estaba en Argentina en ese momento. Fui a la universidad con el bebé, le di a Sophie a la profesora y contesté el examen.

Su esposo complementó entonces la respuesta de Anya. Contó que también él estudió en Buenos Aires "en una escuela nocturna" y que montó un "negocio relacionado con startups de IT", es decir, tecnologías de la información.

-Una startup es un concepto vago e inespecífico al que se le pueden dar distintos significados-, replicó el reportero.

-Bueno… eso es bueno –replicó él, con ironía.

Sin embargo, ambos agentes del Kremlin hablaron con cariño de sus años en el país, período en que se instalaron en un departamento de la calle O'Higgins al 2200, en las Barrancas de Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires –donde llegaron a espiar a madres y a padres del colegio de sus chicos-, y recorrieron Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Río Negro, Misiones y Entre Ríos, entre otras provincias.

-¿Qué recuerdos tienes de este país lejano?

-Cuando vives en un país durante mucho tiempo, se vuelve más cercano, más comprensible –replicó ella-. Y la Argentina seguirá siendo un país especial para nosotros. Nuestros hijos nacieron allí.

-Hay amor por ese país –añadió él-. Seguiré a Argentina más de cerca que a otros países.

-¿Extrañas Buenos Aires?

-Sí -empezó ella-. Si lo comparamos con Europa.

-Allí se vivieron años importantes de la vida –completó él.

Ya instalados en la capital de Eslovenia, tropas especiales los arrestaron el 5 de diciembre de 2022. Rompieron puertas y ventanas de la casa que alquilaban en las afueras de Liubliana, a él lo atraparon mientras transmitía mensajes encriptados a Moscú –según los eslovenos, algo que Dultsev niega-, y a ella en la planta alta.

-¿Y todo esto delante de los niños? -indagó el reportero al servicio del Kremlin.

-Solían salir para la escuela a las 8:30, y ese día fueron a las 7:30 –detalló ella-. Vinieron por nosotros a las 9. Creo que eligieron la hora exacta para la captura. La decisión de arrestarnos no solo la tomaron los servicios especiales, sino también los líderes políticos del país. Por supuesto, con la ayuda de los anglosajones. Los ingleses son muy activos en estos casos. Actúan con especial dureza contra la inteligencia ilegal. Y tras la detención, hubo un gesto de los servicios secretos eslovenos. Me permitieron ir a la escuela un rato sin esposas y explicarles a los niños lo que estaba sucediendo.

-¿Y cómo les explicaste todo esto?

-Los niños estaban muy asustados, y les expliqué que nos separarían por un tiempo. Nos encerraron en prisión, y a Sophie y Daniel, en un centro especial para niños con dificultades [del Estado esloveno].

-¿Cómo fue el juicio [en Eslovenia]?

-No dijimos jamás que fuéramos rusos –remarcó ella.

-Lo repetíamos una y otra vez: "Somos argentinos"-, completó él-. Descubrieron quiénes éramos mucho más tarde.

Tras negociaciones diplomáticas al máximo nivel que el 1 de agosto de 2024 llevaron al intercambio de espías y prisioneros más importantes desde el final de la Guerra Fría, la familia Gisch –en realidad, Dultsev- retornó a Moscú. Recién a bordo el avión, los padres les contaron la verdad sobre sí mismos a sus hijos. La niña, entonces de 11 años, lloró; el niño, a punto de cumplir, 9, se rió y preguntó si podría ser espía como ellos cuando creciera.

-Los niños saben ahora que tienen dos abuelas. ¿Cómo les explicaste antes su ausencia? –le preguntó el reportero ruso a ella-. ¿O eran pequeños y no preguntaron, y no se lo contaste?

-Era muy difícil explicar nada. Sofía quería tener una familia numerosa. Después de nuestro arresto, me preguntó: "Mamá, ¿de verdad no tengo abuela?". Pero, ¿sabes?, cuando estábamos de paseo en Montenegro, conocimos a un matrimonio muy simpático, y los niños los llamaban abuelo y abuela. Lo deseábamos tanto... Y nos hicimos tan buenos amigos que realmente eran como un abuelo y una abuela para los chicos. Y el nieto de ellos se convirtió en el hermano de nuestros hijos. Ahora tenemos una familia numerosa. Sophie y Daniel están muy contentos.

-¿Qué idiomas hablan en tu familia?

-Además de ruso, mi esposa y yo hablamos alemán, español e inglés –replicó el hombre que se movió por la Argentina como Gisch-. Los niños hablan español, inglés y esloveno. Como habrás oído, en nuestra familia hablamos español.

-¿Cuáles son los planes para el futuro?

-En cuanto a los planes globales –replicó ella-, regresamos a casa con un gran deseo de seguir sirviendo a la Patria.