Los sin patria ni bandera sueñan con invadir la Patria Grande

Por Gustavo Campana
1982. Buenos Aires y Londres, sin diferencias. Desaparición del Estado como garante del bienestar y el mercado como único tutor del futuro.
El formato de las últimas dictaduras del sur se basó en genocidio, importaciones, deuda, fuga y especulación financiera. A punto de cumplir seis años, la tiranía más sangrienta de todas las que fueron paridas por Kissinger, la que instaló la "plata dulce" y la "patria financiera", se había quedado sin oxígeno. Las tres devaluaciones del 81 fueron un callejón sin salida y el golpe de Galtieri que desalojó a Viola procuró sin éxito renovarle la cara al "Proceso".
Los primeros tres años del "ajuste Margaret" provocaron en Inglaterra resultados sociales ruinosos, con números inéditos desde 1945. La crisis 81-82 solo era comparable con la de 1930.
Los uniformados argentinos apostaron sin suerte a perdurar con la recuperación de Malvinas y el thatcherismo encontró en la guerra el pasaporte para subsistir otros ocho años al frente del 10 de Downing Street.
Julio 1989. La imagen del candidato que le ganó la interna a Cafiero era difusa. El líder del país profundo que venía a la Rosada por producción y distribución de la riqueza comenzó a desteñir rápidamente.
El nuevo presidente se puso al frente de la defensa continental de la globalización y mientras Facundo desaparecía de su imagen, auspiciaba la muerte de las ideologías y el fin de la historia. En la transición, el menemismo cerró el Plan Bunge & Born con uno de los representantes más importantes de la economía local concentrada.
La fábrica de preguntas sin respuestas trabajaba a tres turnos y el perfume a traición comenzaba a sobrevolar la historia del peronismo. Mientras tanto, el "poder real" invitaba a Alfonsín a despedirse cinco meses antes, en el primer "golpe blando" que vivió la región después del Plan Cóndor.
A toda velocidad, Menem comenzó a jugar entre las sábanas con Washington. Primero se convirtió en el mucamo latino de la primera invasión al Golfo, enviando dos naves de la Armada y 450 hombres.
La muerte de Roig, el fracaso de Rapanelli en su intento por frenar la hiperinflación y el Plan Bonex como una "canción desesperada" de Erman González para suturar una herida de tres dígitos. En ese momento fuimos "buscaminas", carne de cañón de la flota que lideraban Estados Unidos y Gran Bretaña.
Luego Carlitos archivó el reclamo de soberanía por Malvinas con los Acuerdos de Madrid y Di Tella activó un ridículo operativo de seducción para atraer a los isleños custodiados por la OTAN, enviando ositos de peluche a los niños del archipiélago.
Por cadena nacional en enero del 91, Cavallo como canciller le contó al país que no éramos neutrales: "El desafío de Irak a la paz mundial atañe a los argentinos. Quienes piensan que la lejanía del Golfo puede asegurarnos no sufrir las consecuencias de estos acontecimientos se equivocan. No entienden que nuestro país es un socio activo en la gestación de un nuevo mundo de paz, progreso y distensión. La indiferencia significa retroceso, implica atraso, aislamiento".
Menem dijo "Argentina está en guerra" y sostuvo que "solo se trata de apoyo logístico".
Las dos fragatas enviadas a la zona de fuego fueron acondicionadas en la isla española de Rota con equipos de comunicación yankis. Desde el 15 de enero patrullaron el Golfo, escoltando desde Omán hasta las costas de Kuwait a los barcos de la coalición. A cambio de estabilizar las variables y tranquilizar la economía para después sedar a la política, el menemismo aportó su granito de arena en la derrota de Sadam Hussein.
Después de estar al servicio de la OTAN, la convertibilidad nos dejó sin soberanía monetaria. Se había puesto en marcha una década de equilibrio imaginario con la moneda más fuerte del planeta, bancado a fuerza de deuda externa. La verdad estalló en diciembre de 2001. Las tropas argentinas que participaron de la Guerra del Golfo en junio del 91 fueron actores de reparto en el "Desfile de la victoria" por la avenida Broadway de Nueva York. La guerra ajena enderezó la dependencia económica del menemismo y definió su lugar definitivo en la discusión geopolítica.
Argentina 2025. Trump ganó las elecciones de medio término en nombre de Milei, pero antes ordenó tres cosas: al FMI, que pusiera en el bolsillo de Caputo un préstamo de 20 mil millones de dólares; al Tesoro de los Estados Unidos, que blindara al gobierno libertario con un swap de otros 20 mil millones y a Scott Bessent, que colocara todos los verdes necesarios para frenar una corrida cambiaria en la previa del comicio.
A principios de noviembre, Karina se enfureció con el jefe de la Armada, Carlos Alievi, por no aceptar el pedido del gobierno republicano. "La jefa" ordenó que el destructor argentino que participaba de la misión Unitas se trasladara a Puerto Rico para sumarse al esquema militar en el Caribe. No sucedió.
Estados Unidos, Israel y Argentina después votaron en Naciones Unidas a favor de la tortura para sellar un pacto de sangre ilimitado. Más tarde, Milei fue la única voz del Mercosur que alentó una invasión norteamericana a Venezuela.
Sorprende que un país sin plata y que no está amenazado por ninguna hipótesis de conflicto bélico haya comprado los F-16 a Dinamarca minutos antes de pasar a desguace por obsoletos y acto seguido adquiera los blindados Stryker a Washington. Paralelamente, sumó proyectiles de mortero 120 mm y le pidió presupuesto a Francia por submarinos y buques de patrullaje. Licitó servicios de mantenimiento para sus tanques TAM 2C, reparación de vehículos anfibios, compra de camionetas 4x4 militarizadas y repuestos y mantenimiento de helicópteros Super Puma. Finalmente, nombró a un general como ministro de Defensa.
¿Para qué prueba de amor se está armando un país que mató su economía real, que está a punto de concretar su cuarto industricidio en 49 años y que vive pasando la gorra para pagar deuda externa y capital e intereses de la bicicleta financiera? ¿Milei está acelerando la puesta a punto de "La Armada Brancaleone", para ser la pata sudamericana de una invasión de la Casa Blanca a Venezuela?
El tercer capítulo de esta historia neoliberal depende de Trump. Bajó la espuma de octubre y ahora Javo necesita ocultar recesión, deuda, industricidio, represión, desocupación, flexibilización laboral, reforma previsional, transferencia de recursos, Libra, Andis y el pedido de impunidad de los genocidas. Y el gobierno sin patria, ni bandera, está dispuesto a enmascarar su infierno en una acción militar contra su propio continente. Sueña con una invasión del imperio, a la Patria grande.
Fuente:
