Supremacismos

20.06.2025

Para Vera Jarach, esa muchacha del pañuelo blanco

Por el genial Rocco Carbone - Filósofo y analista político 

El título alude a una creencia que se asienta en la idea de la superioridad supuesta de un grupo humano por sobre otro. Esa superioridad, insisto, supuesta a lo largo de la historia de la humanidad, se construyó (y construye) en torno a cuestiones raciales (arianismo), genéricas (patriarcado), religiosas (fundamentalismos), políticas, clasistas, sociales (segregación), etc. Toda creencia supone una autoridad y "quienes operan dentro de las categorías de Autoridad y creencia están notoriamente inclinados al combate exterminador y genocida" (Donna Haraway, Seguir con el problema, p. 77).

En los Estados Unidos que nos son contemporáneos, podemos identificar un supremacismo blanco; suele conocerse como white power: es un poder racial, clasista, político, social, que contribuyó a la victoria de Donald Trump, al que el presidente hace guiños todos los días. Un guiño -lo vimos en Instagram días pasados- consiste, por ejemplo, en correr a un policía negro de una escena en la que Trump iba a dar un discurso. Históricamente, un ejemplo de supremacismo dramático lo encontramos en Joseph Goebbels, que elaboró una serie de tesis -con sus acciones complementarias- sobre la superioridad física y mental de los blancos. Mussolini, influenciado por la política de la Alemania nazi, promulgó las "leyes raciales". Hitler promovió un nacionalismo racializado que lo llevó a autoproclamarse führer en 1934, y el supremacismo inherente a la raza aria llevó a la humanidad a uno de sus momentos más tanáticos: el Holocausto. Si imaginamos por un momento el continente africano, y concretamente Sudáfrica, el apartheid fue una experiencia supremacista que se extendió en el corazón del siglo XX, entre 1948 y 1990. Se trató de una política de segregación. Apartar a las grandes mayorías negras dentro de zonas delimitadas: los bantustanes. Eso implicaba que los blancos y los afrikáners -minorías intensas- gobernaran ese país. Resulta evidente que los supremacismos han concluido en oscuros dramas hechos de la sangre y el barro de la historia.

Argentina: estación violencia

Quisiera referirme a dos modalidades de supremacismo que podemos identificar en esta Argentina, que es la nuestra. Ambas están empalmadas espesamente con la acción de la violencia sostenida: que se repite. Esa repetición tiende a anestesiarnos, a zombificarnos. La violencia sostenida es un mecanismo psicológico que responde a un proyecto político que busca afectar el lazo social –desintegrar la sociedad- y naturalizar la desigualdad. La violencia sistemática no puede formar parte de la vida política. Si se incrusta en ella, se vuelve síntoma del cruce entre dos poderes sucedáneos: el fascista y el mafioso, que se organizan alrededor del antagonismo radical -absoluto- respecto de las fuerzas populares y las clases trabajadoras. Esto que digo un tanto apuradamente es intuido -es más: reconocido- por el campo de la emancipación, y por eso mismo el gesto esencial de la Plaza del 18J ha sido la reciprocidad para con un sujeto histórico -Cristina- y con su política emancipatoria. La reciprocidad es la igualdad. Y ese es nuestro destino.

La primera modalidad supremacista a la que quiero referirme es la emboscada. Se trata de una acción que remite a la sorpresa y el ocultamiento. Alguien se oculta para sorprender a otrx y afectarlx. Esa modalidad específica de la violencia hace al sigilo, que es el corazón del poder fascista (al menos del fascismo que nos es contemporáneo, que no se reconoce discursivamente como tal). El sigilo anida en el núcleo más íntimo del poder fascista. Y la emboscada es sigilosa por su propia naturaleza. El agresor se camufla en el ambiente que está a su alrededor y permanece en esa escena para no ser descubierto. El agresor desaparece por completo, se envuelve en el sigilo como en una segunda piel. Hasta dar el zarpazo. Esa es la figura de Fernando Sabag Montiel el 1º de septiembre de 2022, camuflado en la compleja agregación popular para llevar a cabo un magnifemicidio fracasado. El sujeto que elige la emboscada como forma ofensiva en realidad habla de la condición del poder que la habilita. Es la cobardía. Un poder que elige la emboscada es esencialmente cobarde.

Sabag Montiel y Brenda Uliarte estaban contenidos dentro de la atmósfera de la agrupación Revolución Federal, fundada por Jonathan Morel. Este militó oportunamente la candidatura de Mauricio Macri. Uno de los financistas de Morel -si atendemos a sus propias declaraciones en "Que tengan miedo de ser kirchneristas" de Nicolás Baintrub (www.revistaanfibia.com/revolucion-federal-que-tengan-miedo-de-ser-kirchneristas/)-, fue el Grupo Caputo, integrado por "el hermano del alma" de Mauricio Macri, Nicky Caputo y por Toto Caputo, ex ministro de Finanzas de Macri y actual ministro de Economía del gobierno libertariano. El grupo Caputo le habría encargado a Morel la confección de muebles por casi ocho millones de pesos (una cifra conspicua en ese momento) desde dos fideicomisos: "Espacio Añelo" y "Santa Clara al Sur", vinculados con la desarrolladora inmobiliaria Caputo Hermanos S.A. Estas que repongo -Macri, Caputo, Milei- parecerían ser las terminales políticas de Sabag Montiel, el ejecutor material de la tentativa de asesinato a la exvicepresidenta, de una emboscada, de una modalidad supremacista, que es negadora de la otredad.

Si atendemos a un libro precioso –El fascismo nunca ha estado muerto– muy reciente de Luciano Canfora, intelectual italiano, filólogo clásico e historiador del mundo antiguo, vinculado con la cultura política comunista italiana, leemos: "Podemos considerar que el núcleo del fascismo es, más allá de otras características contingentes, el supremacismo […] Seamos claros: esta forma de ver las cosas -y desgraciadamente también de actuar- nace y se difunde mucho antes de que el fascismo tomara forma y tuviera sus primeras experiencias en el mundo colonial" (p. 13).

Amigos son los amigos

Puesto que "la bala" de Morel "no salió" -tal como tituló en su momento Clarín– hubo que activar la "justicia", que es uno de los primeros poderes de la estatalidad burguesa que las fuerzas mafiosas suelen colonizar desde tiempos inmemoriales. Esta lección la encontramos en una obra de teatro -una comedia- hermosa de otro intelectual italiano, siciliano, Leonardo Sciascia: I mafiusi.

La primera denuncia de la causa "Vialidad" se desplegó en 2008 con una intervención de Elisa Carrió por supuestas irregularidades (sobreprecios, demoras, trabajos inconclusos) en la adjudicación de obras públicas en Santa Cruz a favor del empresario Lázaro Báez durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner (2003-2015). En 2016, se reactiva con una denuncia de Javier Iguacel, titular de Vialidad Nacional durante el gobierno del expresidente Macri. En ese entonces, el funcionario cambiemita presentó una denuncia por direccionamiento de 51 obras viales en Santa Cruz a empresas de Báez. Los jueces y fiscales que intervinieron en la causa son amigos del expresidente Macri. Dentro de la estructura del poder mafioso la amistad tiene un valor conspicuo, que no se adhiere a esa antigua virtud que practicamos en el campo de la emancipación y la revolución. Dentro de la famiglia mafiosa revistan los "amigos de la vida" o los "amigos del alma". Cuando un mafioso invoca esa virtud no alude a una persona a la cual lo une el afecto o el cariño, sino a alguien que puede ayudarlo a avanzar en el mundo criminal-empresarial con el propósito de copar la estatalidad, en quien confía para hacer negocios, o que puede ofrecerle algún servicio de protección.

En la causa intervinieron en primera instancia el juez Julián Ercolini y los fiscales Gerardo Pollicita e Ignacio Mahiques. Ercolini encarceló a Cristóbal López y a Fabián De Souza por negarse a disponer C5N contra Cristina Fernández de Kirchner tal como les solicitó en su momento Mauricio Macri. Viajó a Lago Escondido. Este nombre alude a una porción del establishment, sectores económicos de gran poder, actores serviciales y funcionarios de alto rango del entorno cambiemita. La invitación fue cursada por el Grupo Clarín, sponsor de las causas contra Cristina. El juez compartió ese viaje con Carlos Mahiques y Juan Bautista Mahiques, el armador de las causas durante el gobierno de Macri. El fiscal Ignacio Mahiques es hijo de Carlos y hermano de Juan Bautista.

En segunda instancia intervino el juez Leopoldo Bruglia, designado ad hoc (esto es: sin concurso en la Cámara Criminal y Correccional) por el expresidente Macri y sostenido allí por la Corte.

En la Cámara de Casación se interpusieron los jueces Mariano Borinsky, quien se reunió en la residencia de Olivos 16 veces con el expresidente Macri; Gustavo Hornos, cuyas reuniones con el expresidente se limitaron a 6 entre Olivos y la Casa Rosada; y el fiscal Mario Villar, otro designado por el expresidente Macri.

En el estelar juicio oral intervinieron el juez Rodrigo Giménez Uriburu, también jugador de fútbol en la quinta del expresidente Macri; y el fiscal Diego Luciani, otra promesa de la cultura de potrero de Los Abrojos.

Finalmente, la Corte. Allí intervino en la causa Vialidad Horacio Rosatti. Este aceptó violar la Constitución y ser nombrado por decreto por el expresidente Macri en esa institucionalidad de rémoras monárquicas. También Carlos Rosenkrantz -apellido que Shakespeare inmortalizó en Hamlet, junto con el de Guildenstern, en la piel de un par de espías- aceptó violar la Constitución y ser nombrado por decreto por el expresidente Macri. Y el inefable Ricardo Lorenzetti: línea de mando del lawfare; categoría poco convincente pero que nombra el ataque a opositores políticos -y a sus familiares- a través de la manipulación del poder judicial para mantener la máscara de legalidad.

En este tupido entramado verificamos dos asuntos: la existencia de la famiglia judicial, configurado por lazos de camaradería, compañerismo, vecindad, proximidad, frecuentación, gustos, viajes y amigos son los amigos. Uno. Y dos: guiadxs por Donna Haraway podemos decir que este clan no puede hacer presente para sí aquello que está haciendo, no puede sopesar las consecuencias de sus decisiones para la vida en común y para la existencia democrática. Para ese clan importa cumplir el propósito del poder al que sirven, importa el deber, pero no así la sociedad nacional, la democracia, la vida en común, el lazo social, que quiere decir volver presente para sí aquello que está ausente, aquello que no se es: el mundo, tenga el nombre de Gaza, de Cristina o de campo nacional y popular. La actitud del clan judicial es homóloga a la de Adolf Eichmann ante el Holocausto, según enseña Seguir con el problema. Haraway nos dice allí que Eichmann se colocó "fuera del embrollo del pensar". Para él "no había manera posible de que el mundo deviniera una 'materia de cuidado'. […] El resultado fue una participación activa en el genocidio" (p. 68).

La bala de la emboscada y el fallo del clan que no piensa se desplegaron para activar el núcleo del poder mafio-fascista que, más allá de otras características contingentes, es el supremacismo, la creencia de que un grupo de personas es superior a otras. Esta palabra, vuelta acción, tiene efectos mortíferos porque late sobre la base de la desigualdad y la inferioridad. Lo desigualadx inferiorizadx debe ser odiadx, perseguidx, desaparecidx, asesinadx o proscriptx. Y esa fuerza expansiva no tiene fin. Estos poderes que gobiernan la Argentina son incapaces de autolimitarse.

Pero

Las fuerzas populares pueden limitarlos. Para lograrlo deben verificar un recuento de fuerzas, que son aquellas que aparecen en los conflictos sectoriales. Es preciso que los colectivos sectoriales en conflicto con el poder de gobierno, y en general con el poder de la reacción, se pongan en contacto entre sí, se cohesionen, confluyan, caminen juntos con el propósito de construir una red, que se den cuenta de sus efectivos, de su potencia, de su decisión. Mediante la unanimidad de la multitud hay que obligar a aquellos que nos han declarado enemigos a abstenerse de emprender toda acción. La multitud debe verse a sí misma, escrutarse, y decirse (ensayo): nadie ni nada puede enfrentarse en lo sucesivo con lo que somos: las grandes mayorías populares latinoamericanas. Esa multitud se constituyó en el país vuelto Plaza el 18J.

Además del taller mecánico, la escuela, el partido, el movimiento, el barrio, la villa, el hospital, la facultad, la asamblea, la concentración o la caminata popular, el pueblo, el streaming compañero, el concierto de Lali, el gremio de lucha, la emancipación tiene otro laboratorio: la cabeza de Cristina. Este intelecto general -un complejo entramado conversacional- tiene una tarea: reemplazar el aparato de poder mafio-fascista que inevitablemente tiende a la defensa de las clases privilegiadas globales y locales, y de los monopolios corporativos globales absolutistas totalitarios. No es posible apoderarse de la vieja estatalidad para las nuevas tareas: esa es una utopía reaccionaria. Si es que "vamos a volver" -eso tarde o temprano va a acontecer porque es una ley profunda de la ciencia histórica y de la lucha de clases-, a volver a ser Estado plebeyo, no se trata de reeducar el viejo aparato, sino de reimaginarlo completamente. Si el Estado que tenemos pudiera simplemente ser adaptado a las necesidades del régimen plebeyo, no habría emancipación radical.

Fuente:

https://recursoshumanostdf.ar/contenido/41786/supremacismos