PACHAMAMAY

26.07.2025

Ceremonia a Pachamamay / Mi Madre Tierra










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Por Amalia N Vargas

Desde el 1º al 31 de agosto, se celebra en el mundo andino —y en muchas otras comunidades indígenas y ámbitos urbanos— el tiempo sagrado de la Pachamamay, un ciclo ceremonial de agradecimiento por todo lo recibido.

Pacha es un término quechua y aymara que abarca múltiples dimensiones: significa cosmos, tiempo, espacio, mundo y universo. En el idioma runa simi (lengua quechua), la palabra compuesta Pachamamay se traduce habitualmente como "Madre Tierra", pero su sentido es mucho más amplio y profundo. 

Se trata de una noción compleja que abarca la totalidad del tiempo, del espacio y de la energía vital que fluye en el universo.

Al decir Pachamamay, expresamos: mi Madre Tierra sagrada, generadora del equilibrio y el vivir pleno. Ella es la Gran Madre originaria, la que sostiene y equilibra las potencias de la naturaleza. Es la esencia femenina, dadora de vida, guía espiritual y protectora de los pueblos. Ella es la Madre de todos los tiempos, de todos los espacios. Hallpa en quechua —también en runa simi— significa "tierra" en su sentido más físico, pero Pachamamay representa mucho más: no se reduce al suelo o a la naturaleza visible. Incluye a los pájaros, las plantas, las montañas, los ríos, los humanos, los espíritus protectores (awki, ñusta, achachila) y todo lo que vive y fluye en el cosmos.

No está localizada en un único sitio, pero se manifiesta con fuerza en lugares sagrados como los manantiales, las vertientes o las apachetas (altares de piedra). Es una deidad inmediata y cotidiana, con quien se dialoga constantemente: se le pide sustento, se le agradece, y se le pide perdón por las faltas cometidas contra ella o por el mal uso de sus dones. La Pachamamay es también la fuerza germinadora de la naturaleza. Como los seres humanos que cobija, ella también siente hambre y sed: 

Está viva en su totalidad y requiere cuidado, reciprocidad y afecto.

Cuando comienza agosto, los pueblos andinos nos preparamos para alimentarla con ofrendas rituales. Es un momento de renovación espiritual, donde se refuerzan los lazos con el territorio, la comunidad y los ancestros. Ella, como deidad protectora y proveedora de toda la humanidad, posibilita la vida, favorece la fecundidad, la fertilidad y el equilibrio ecológico y social. A cambio de su ayuda y protección, los runa, los pueblos originarios de la Puna meridional, estamos llamados a practicar la reciprocidad (ayni), devolviendo a la Pacha parte de lo que recibimos. Esta devolución no ocurre solo en momentos rituales específicos, sino que está presente en todos los actos culturalmente significativos. Así, se configura una ética del dar y recibir, que sostiene la vida y fortalece el vínculo con lo sagrado.

La vigencia de un culto antiquísimo: el tiempo de Pachamamay

El culto a la Madre Tierra es una de las expresiones espirituales más antiguas y extendidas en las culturas tradicionales del mundo. En Sudamérica, por mencionar solo algunos casos, se la conoce como Mapu entre los pueblos mapuche, Thaka Honhat entre los wichí, Yvy Rupa entre los mbyá-guaraníes, Coatlicue entre los mexicas de Mesoamérica, y Gea o Gaia en las antiguas cosmovisiones griegas.

Compartimos a continuación una breve reseña histórica, junto a una plegaria originaria recopilada por cronistas indígenas y mestizos del siglo XVI y XVII, para dar cuenta de la continuidad y profundidad de esta ceremonia.

Representación de Pachamamay en la cosmología andina

Una de las fuentes más destacadas sobre esta cosmovisión es la obra de Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamayhua (1613), quien en su Relación de las antigüedades de este reino del Perú registra una de las primeras imágenes del altar solar del Templo del Sol (Qurikancha) en el Cusco, donde aparece representada la Pachamamay como entidad sagrada femenina.

Una parte de la historia: la fortaleza de una tradición

A partir de mediados del siglo XVI, bajo el impulso intelectual del régimen del virrey Francisco de Toledo, comienzan a circular numerosas crónicas, escritas tanto por religiosos como por funcionarios coloniales. Si bien muchas de estas obras tenían como objetivo extirpar las creencias y rituales indígenas —especialmente tras el Primer Concilio Limense de 1551— también son testimonio valioso de la riqueza espiritual y simbólica de los pueblos originarios andinos.

Visitadores y extirpadores de idolatrías fueron enviados hasta las más remotas comunidades de la sierra para registrar, controlar y reprimir el sustento espiritual de las prácticas ancestrales. Como señala Porras Barrenechea (1986, p. 34), su propósito era "decretar el triunfo del Evangelio y las enseñanzas católicas", pero en el proceso dejaron testimonios fundamentales para comprender la religiosidad andina.

En este contexto, cronistas como Juan Polo de Ondegardo y Fray Martín de Murúa ofrecen registros sugestivos sobre la veneración a la Tierra. Señalan, por ejemplo:

"Después del Wiraqucha (a quien tenían por señor supremo de todo y adoraban con suma honra), adoraban también al Sol, a las estrellas, al trueno y a la tierra, que llamaban Pachamamay y otras cosas diferentes" (Ondegardo, 1571, p. 265).

"Era cosa común entre los indios adorar a la tierra fértil, que llamaban Pachamamay y Manqhapacha, derramando chicha en ella, coca y otras cosas, para que les hiciera bien" (Murúa, 1590, p. 278).

También Guamán Poma de Ayala reproduce numerosas imágenes donde aparecen escenas rituales vinculadas al culto a la Pacha, como parte de la vida cotidiana y espiritual del pueblo.

Plegaria en runa simi: un testimonio sagrado

En honor a esta tradición viva, reproducimos una plegaria ancestral recogida por Pachacuti Yamqui Salcamayhua, que expresa la conexión profunda entre humanidad y cosmos:

• Ah Wiraquchan Tiksi Qhapaq
Kay qari kachun
Kay warmi kachun
Willka willka Apu Hinantin achikcha Kamaq
Maypin kanki
Manachu rikaykiman

¡Ah, Wiraqucha, de todo lo existente el poder!
¡Que éste sea hombre, que ésta sea mujer!
Sagrado, sagrado Señor, de toda luz naciente, el Hacedor.
¿Dónde estás? ¿No podría verte?

Reemergencia actual del culto a la Pachamamay

En las últimas décadas, el culto a la Pachamamay ha tomado nueva fuerza gracias a la revalorización de las culturas indígenas-originarias, al resurgir de lo femenino en clave planetaria y al crecimiento de las luchas por la defensa de la naturaleza y los bienes comunes.

Las ceremonias por la Pachamamay hoy se realizan también en ámbitos urbanos, donde año a año crece la participación consciente. Se ofrecen hojas de coca, chicha, flores, comidas, palabras sagradas, y sobre todo, se pide que: 

"El ser humano deje de contaminar los ríos, el aire, el suelo...
Y que no se siga quitando la vida a otros seres humanos ni a los animales."

Estas ceremonias no son moda ni espectáculo: son memoria viva, expresión de una espiritualidad milenaria que propone reciprocidad, respeto y gratitud con la Madre que todo lo sostiene.

¿Cuándo hacemos la ceremonia a la Pachamamay?

Ya en la noche del 31 de julio se inicia el sahumado de los espacios. Algunos pueblos realizan la ofrenda en la madrugada, antes de que salga el Tata Inti (Padre Sol); otros lo hacen por la mañana, y en ciertas regiones al mediodía, como si se alimentara a una persona viva. Las formas varían según las costumbres de cada comunidad, pero el sentir es el mismo: honrar a la Madre Tierra, agradecer, sembrar palabra y espíritu.

Para ello se abre la boca de la tierra en forma circular, se adorna el borde con flores, y se sahuma con khoa (hierba andina purificadora) y otras plantas locales. Luego se ofrece comida y bebida: hojas de coca, chicha, agua limpia, alimentos naturales sin químicos, dulces caseros, frutos de la región... todo lo que represente el trabajo de nuestras manos y el amor a lo que nos sostiene. Esta ofrenda va acompañada de palabras, cantos y t'inkas —invocaciones de gratitud— dirigidas a la Pachamamay.

La caña con ruda: medicina ancestral de origen guaraní

La práctica de beber caña con ruda cada 1º de agosto es una medicina ritual con raíces en los pueblos originarios del sur de América, especialmente en comunidades guaraníes que ya reconocían desde tiempos precolombinos las propiedades protectoras de esta planta.

La ruda —nombre originario del guaraní ñangapiry o ñangapirí ka'a— era usada como planta maestra para limpiezas espirituales, protección de las viviendas y curación de males del cuerpo y el alma (Pochettino, 2000). En tiempos coloniales, su uso se sincretiza con el aguardiente (caña) introducido por los europeos, dando origen a este remedio popular que, desde entonces, se convirtió en un símbolo de defensa frente al frío, la tristeza, las enfermedades y las llamadas "energías negativas" de agosto.

Según la tradición oral, agosto era el mes más temido del calendario rural. Las bajas temperaturas, las lluvias y las enfermedades respiratorias provocaban la muerte de personas mayores, niños y animales. Las copleras del norte aún repiten la advertencia:

"Julio los prepara, agosto se los lleva."

Beber caña con ruda en ayunas el 1º de agosto se considera una forma de prevenir el daño y reforzar la energía vital para enfrentar el mes difícil, activando la medicina de la reciprocidad con la Madre Tierra, ya que todo lo que protege y limpia debe ser también honrado.

Hoy, esta práctica se ha extendido a ámbitos urbanos y se resignifica como un acto de memoria, salud comunitaria y conexión con la sabiduría ancestral guaraní.

¿Qué es el ayni? La ley del equilibrio

El ayni es reciprocidad. Es el arte de dar y recibir, de mantener el equilibrio con la Pachamamay, con las personas, con los espíritus. Para los pueblos andinos, cada acto de una persona condiciona o es consecuencia del acto de otra. Nada está separado: todo fluye y se entrelaza.

Nuestros abuelos y abuelas dicen: 

"A veces recibimos, otras veces damos; la interacción de esas dos fuerzas genera vida."

Por eso hay que saber dar con alegría, agradeciendo por todo lo que recibimos: el brillo del Tata Inti, la fuerza de la luna, el alimento de la tierra, el fluir de la Yaku Mama (Madre Agua), el calor de la comunidad. Agradecer es también reconocer la abundancia que ya tenemos.

Abrir la boca de la tierra: sembrar espíritu

Durante este mes de agosto, la boca de la Madre Tierra se abre. Todos los espacios están dispuestos a escucharnos, a recibir lo que estemos dispuestos a ofrendar —aunque sea solo una semilla o un vaso de agua—. Ella siempre nos lo devolverá en abundancia, porque su corazón late en reciprocidad.

Hoy, en este tiempo de pandemias y desequilibrios, la Pacha nos recuerda que la salud nace del cuidado, de las plantas, del alimento natural y del espíritu agradecido. Nos enseña que cada persona puede realizar su ceremonia desde su casa, en su patio, en un rincón con tierra o simplemente en el corazón.

Es tiempo de recuperar nuestras memorias. Es tiempo de pensarse abundante.
De pensarse sano. Y de hacerse uno con la Pachamamay, la Madre del tiempo y el espacio.

Amalia N Vargas, jujuy

UNACAEA - UNJU


Fuentes:

Pochettino, M. L. (2000). Etnobotánica en contextos rurales del Cono Sur: saberes y prácticas en torno a las plantas medicinales. Buenos Aires: Sociedad Argentina de Botánica.

Martínez Crovetto, R. (1981). Estudios etnobotánicos: plantas medicinales y alimenticias de la Argentina. Buenos Aires: Ed. Hemisferio Sur.

Terán, M. & Burkart, A. (1952). La medicina popular en el noroeste argentino. Buenos Aires: Ministerio de Salud Pública de la Nación.

Lichtenstein, G. (2006). "Agosto, el mes de la muerte: creencias populares y estrategias sanitarias en el Noroeste argentino". Revista Cuadernos de Antropología Social, (24), 145–162.

Vargas Amalia (2020) Rituales de vida y muerte en el mundo andino. Editorial Biblos

Vargas Amalia (2025) Voces Ancestrales I Medicina Tradicional, Arte y Educacion Intercultural Editorial Biblos