Las Pampas y Patagonia, ¿fueron siempre argentinas?

08.07.2025
“Plano del territorio de La Pampa y Río Negro, y de las once provincias chilenas que lo avecindan por el oeste. Comprende el trazo de la batida y exploración general hecha últimamente en el desierto hasta la ocupación definitiva y establecimiento de la Línea Militar del Río Negro y Neuquén por el Ejército Nacional a órdenes del señor General D. Julio A. Roca”, 1879-1880. Archivo General de la Nación, colección Mapoteca. Código: AR-AGN-MAP01-II212.
“Plano del territorio de La Pampa y Río Negro, y de las once provincias chilenas que lo avecindan por el oeste. Comprende el trazo de la batida y exploración general hecha últimamente en el desierto hasta la ocupación definitiva y establecimiento de la Línea Militar del Río Negro y Neuquén por el Ejército Nacional a órdenes del señor General D. Julio A. Roca”, 1879-1880. Archivo General de la Nación, colección Mapoteca. Código: AR-AGN-MAP01-II212.

Hace un tiempo, circulan discursos que niegan la autonomía y soberanía indígena en las Pampas, Norpatagonia y Patagonia hasta finales del siglo XIX. Sustentado en un nacionalismo que ignora la historia regional, demuestra el desconocimiento sobre los procesos histórico-sociales interétnicos del sur sudamericano. De cara al 9 de julio que celebra el punto de partida de la independencia de las tierras sudamericanas, en esta nota, me pregunto: ¿qué clase de reclamo de soberanía es posible sostener simplificando los procesos históricos que fundaron nuestro país?

Por Bianca Tosco

En el universo streamer argentino, apuntalado en redes sociales y acaparado por personas que no tienen por profesión la investigación o la divulgación histórico-social, se difunden videos en los que se critican los mapas históricos que delimitan las fronteras indígenas. Se trata de discursos que, en pos de defender el reclamo de soberanía argentina sobre las islas Malvinas, adoptan una visión fundamentalmente porteña, al tiempo que confunden lo sucedido en las fronteras de Pampas y Norpatagonia con lo acontecido en las islas Malvinas y Tierra del Fuego, unificando procesos que son disímiles. Así, manifiestan la imposibilidad de comprender que las políticas indígenas llevadas a cabo por los principales caciques mapuche respondieron al conocimiento de las dinámicas regionales y conveniencias propias.

Se sostiene que reconocer la existencia de la soberanía indígena sobre la Patagonia hasta finales de la década de 1880 negaría la posibilidad del reclamo legítimo sobre las islas Malvinas y amenazaría la soberanía actual sobre Patagonia, Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Esta posición entiende el control territorial de manera lineal, como un continuum que no acepta interrupciones y tilda de "probritánicos" a quienes reconozcan la autonomía indígena y complejicen las bases de la construcción de las naciones modernas americanas. Una acusación grave, penosa y sencillamente falsa. Se abordan de manera simplista contenidos que requieren un análisis más complejo. La investigación histórico-antropológica regional, con base científica y desarrollada a partir de metodologías como la etnohistoria, la antropología histórica o los estudios de fronteras, ponen en cuestión esta posición.

En primer lugar, es necesario aclarar que el reclamo territorial sobre Malvinas se sostiene, entre otros puntos, en el hecho de que el Estado argentino heredó las posesiones del imperio español en América del Sur luego de su independencia. Con base en el principio jurídico del uti possidetis iuris, según el cual los nuevos Estados soberanos resultantes de la descolonización adquieren las jurisdicciones y límites territoriales existentes durante el período colonial. En el caso argentino, los espacios conquistados y fronteras, previos a la conformación nacional, fueron los del Virreinato del Río de la Plata. Las islas Malvinas formaban parte de ese Virreinato, ya que, en la década de 1760, la corona española se hizo con el control de estas y, por ende, son objeto del reclamo actual.

En simultáneo, los territorios continentales ubicados más allá de la frontera sur pampeano-patagónica (así como los del gran Chaco) nunca estuvieron bajo control del Imperio español ni del Estado argentino hasta el genocidio llevado a cabo en la mal llamada "conquista del desierto" y la "conquista del desierto verde". Durante más de 300 años, los pueblos originarios de las Pampas y Patagonia conservaron su autonomía y soberanía frente a los intentos de dominación. En el proceso de invasión española sobre el continente americano, la territorialidad establecida a partir de la "conquista privada" se caracterizó por fundar puntos, ciudades, desde los cuales se fue extendiendo el dominio y la subyugación de los pueblos indígenas dominados bajo explotación colonial.

Esta expansión encontró límites. Así, la gran frontera sur, marcada por una línea militar de fuertes y fortines, se extendió ―con avances y contramarchas― desde el río Bío Bío ―actualmente, Chile―, pasando por el río Diamante en Mendoza, el río Cuarto en Córdoba y el Salado en Buenos Aires, incluyendo la frontera con los grupos charrúas del Uruguay. Estas fronteras también fueron heredadas por los nacientes Estados nación luego de las independencias americanas, Estados que continuaron su pretensión de avance sobre el territorio indio.

Los grupos indígenas circularon ampliamente por el Puelmapu ―tierra al este de la cordillera― y el Ngulumapu ―espacio al oeste de esta―, sin reconocer los límites winka ―denominación del hombre blanco en mapuzungun― entre Argentina y Chile, ya que las propias configuraciones políticas precedieron la constitución de los Estados nación. El territorio se configuró en un mosaico cultural con diferencias a su interior: ranqueles, salineros, manzaneros, pehuenches, huilliches, entre otros, definieron sus propias políticas según intereses particulares. Se establecieron relaciones interétnicas atravesadas por el conflicto latente y por la imposibilidad de unos de eliminar a los otros. También se dio lugar al contacto y la negociación. El establecimiento de acuerdos o alianzas por parte de algunos caciques con realistas, patriotas, federales o unitarios respondió a conveniencias políticas propias y no debe leerse como el abandono de las identidades étnicas por una adscripción sin más a la "argentinidad". 

«Cacique pampa y su mujer», Litografía de Carlos Morel (1813-1894). - Rúbrica del cacique Payné. Documento resguardado en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (AHPC).
«Cacique pampa y su mujer», Litografía de Carlos Morel (1813-1894). - Rúbrica del cacique Payné. Documento resguardado en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (AHPC).

La soberanía indígena no fue reconocida por el Estado colonial español, como tampoco por los provinciales y, luego, el nacional. Sin embargo, dos hechos fundamentales la afirmaron: la imposibilidad de someter a los grupos indígenas y dominar sus tierras, y, como corolario de esta incapacidad, la negociación y el establecimiento de tratados de paz interétnicos, los que fueron precedidos por negociaciones en parlamentos donde participaron representantes indígenas y criollos, y donde las formas rituales de identificación del otro fueron híbridas. A partir de estas alianzas, los criollos reconocieron a los líderes indígenas como interlocutores legítimos y clasificaron la condición de los grupos con los cuales se pactaba en "indios amigos", "indios aliados" e "indios enemigos", posiciones que tenían un carácter fluctuante según los momentos políticos de las relaciones interétnicas. En Córdoba, solo por mencionar nuestra provincia, al menos desde 1796 hasta 1878, fueron establecidos múltiples tratados con caciques ranqueles como Yanquetruz, Payné, Calbán, Pichún, Mariano Rosas, Baigorrita, Ramón Cabral y Epumer, que fueron empleados como un arma política de disgregación y, finalmente, desconocidos por el Estado nacional.

Negar la soberanía indígena y extender el mapa a su expresión actual de manera contrafáctica también es, fundamentalmente, desconocer el proceso que dio fin a las fronteras. Es avalar el discurso liberal mitrista que pretendió homogeneizar una nación supuestamente blanca y sin indios, que en esa misma operación presentó el avance de las fronteras como inevitable y omitió el genocidio llevado a cabo durante la "conquista del desierto" como base de la construcción del Estado, justificada bajo el binomio de "civilización o barbarie". Un proceso que fue, en palabras de David Viñas, la "etapa superior de la conquista española en América". Fueron estos mismos liberales quienes luego remataron las tierras arrebatadas a unos pocos amigos del poder, nacionales y extranjeros (ingleses gran parte de ellos) cuyo resultado es hoy la instauración de feudos modernos sobre las mismas.

Tal "desierto" se encontraba más que habitado, solo que aquellos habitantes no respondían a las demandas de las aspiraciones de construcción nacional vinculadas a la inserción de las Pampas al capitalismo global mediante el modelo agroexportador, sino que sostuvieron proyectos políticos propios. Una operación que extiende su impronta invisibilizadora hasta hoy, pretendiendo ocultar la existencia de comunidades indígenas actuales, con reclamos concretos a los que el Estado debe responder. El genocidio implicó, además de la matanza, la negación de las identidades indígenas, el despojo de tierras, el desmembramiento de las familias, la reclusión en campos de concentración ―como la isla Martín García―, la profanación de espacios sagrados y enterratorios, el reparto de las personas como mano de obra barata en la zafra tucumana y misionera, o, directamente, su venta en condición servil para el trabajo doméstico de las familias pudientes.

Indios pampas, obra de Carlos H. Pellegrini (c. 1841). -“Líneas de fronteras y Conquista del Desierto: 1744-1883. Trazado de acuerdo a los datos históricos de la época e impreso en Color en Buenos Aires en 1934 por Saint Hermanos S. A.”. Archivo General de la Nación, colección Mapoteca. Código: AR-AGN-MAP01-I-4.
Indios pampas, obra de Carlos H. Pellegrini (c. 1841). -“Líneas de fronteras y Conquista del Desierto: 1744-1883. Trazado de acuerdo a los datos históricos de la época e impreso en Color en Buenos Aires en 1934 por Saint Hermanos S. A.”. Archivo General de la Nación, colección Mapoteca. Código: AR-AGN-MAP01-I-4.

¿Por qué la visión preponderante debe ser la del dominador? ¿Cuál fue la perspectiva de los grupos originarios en ese momento histórico? La memoria de las comunidades y las nuevas preguntas realizadas desde la historia y la antropología sobre el pasado indígena nos permiten conocer esta posición.

Es profusa la documentación histórica que da cuenta de la autonomía y la organización política indígena. En las múltiples cartas de autoría ranquel que aún hoy se conservan, producidas por secretarías indígenas y firmadas por los principales caciques, pueden leerse las quejas de estos respecto del no cumplimiento o ruptura de los acuerdos, y la invasión criolla al propio territorio. También en su famosa Una excursión a los indios ranqueles, Lucio V. Mansilla replica las palabras que le dirigiera el cacique Mariano Rosas en un parlamento donde se debatía el establecimiento de un acuerdo con el gobierno de Sarmiento, expresando su perspectiva de la Tierra Adentro y denunciando el avance de la frontera hacia el río Quinto en 1869:

"Me preguntó con qué derecho habíamos ocupado el Río Quinto; dijo que esas tierras habían sido siempre de los indios, que sus padres y sus abuelos habían vivido por las lagunas de Chemencó, la Brava y Tarapendá, por el cerrillo de la Plata y Langhelo; agregó que no contentos con eso todavía los cristianos querían acopiar (fue la palabra de la que se valió) más tierra".

 El cacique Villamain y su tribu en sus tolderías en Ñorquín, en el noroeste de Neuquén, 1883. Foto: Pedro Morelli. Servicio Histórico del Ejército.
El cacique Villamain y su tribu en sus tolderías en Ñorquín, en el noroeste de Neuquén, 1883. Foto: Pedro Morelli. Servicio Histórico del Ejército.

Con todo esto, no se quiere decir que el reclamo actual y legítimo sobre el Atlántico Sur e islas Malvinas no deba sostenerse, sino que, para tal fin, no es posible desconocer los procesos históricos comprobados a partir de investigaciones científicas desarrolladas desde el regreso a la democracia. Un acercamiento acientífico chauvinista solo terminará debilitando el reclamo, al tiempo que niega la historicidad de los pueblos originarios, su preexistencia al Estado nación y los procesos violentos que dieron base a nuestro país.

Hoy en día, los resultados de la investigación histórica desarrollada en Argentina permiten pensar y complejizar la historia de las fronteras americanas, superando la dicotomía respecto a la adhesión pasiva de los pueblos originarios a uno u otro proyecto político criollo. Lo importante es acompañar los reclamos y las búsquedas de reconocimiento actuales de los mismos, fundamentadas en la propia Constitución nacional, y trabajar para poder construir una identidad democrática y multicultural de nuestro país, sosteniendo al mismo tiempo la demanda sobre la soberanía argentina en las islas Malvinas y el Atlántico Sur.

*Por Bianca Tosco para La tinta / Imagen de portada: Archivo General de la Nación.

*Profesora y licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba – becaria doctoral de CONICET.