63% de los argentinos percibe "como grave" o "muy grave" la situación actual

El Termómetro Psicosocial y Económico revela como optimismo y desesperanza conviven entre argentinos que observan una sociedad más fracturada.
El Termómetro Psicosocial y Económico de la Facultad de Psicología de la UBA es una encuesta que esta vez pone en evidencia un fenómeno silencioso, pero estructural: la economía no se vive igual para todos. Hay una sociedad emocionalmente dividida que interpreta el presente y proyecta el futuro desde lugares radicalmente opuestos.
La economía eje de la frustración
La percepción general de la situación socioeconómica es crítica: el 63% de los argentinos la califica como "grave" o "muy grave". No obstante, esta evaluación está atravesada por la identidad política: los votantes de Massa son quienes tienen una visión más pesimista, mientras que los de Milei tienden a minimizar la gravedad, interpretándola como una herencia que será superada.

Cuando se pregunta cómo definen al país, las frases más elegidas son: "un país que gira siempre sobre los mismos problemas" y "un país con buena gente pero pésimos políticos". Menos de un cuarto de la población cree que Argentina es un país rico o con oportunidades. Estas respuestas no solo describen el presente, sino que revelan una narrativa existencial de estancamiento, donde la economía se convierte en un ciclo repetitivo de frustraciones.
Sobre la situación actual de los encuestados
La palabra más mencionada por los encuestados al describir su estado de ánimo actual es "esperanza". A primera vista, podría parecer un dato alentador. Pero el informe advierte que ese optimismo no es generalizado: está concentrado en los votantes de Javier Milei, quienes manifiestan expectativas favorables hacia el rumbo económico y político. Para ellos, la transformación en marcha despierta entusiasmo, tranquilidad e incluso felicidad.
En el otro extremo, predomina una constelación de emociones negativas como angustia, preocupación e incertidumbre, especialmente entre los votantes de Sergio Massa. Este segmento vive el presente con frustración y temor, y percibe un entorno adverso tanto en lo personal como en lo colectivo. Así, se configura una doble cartografía emocional, donde el mismo contexto genera respuestas psíquicas y económicas diametralmente opuestas.

Una economía percibida desde dos mundos
Esta fractura emocional no solo impacta en el estado de ánimo, sino también en la evaluación concreta de la situación económica personal. El 41% de los encuestados dice estar mejor que el año pasado, pero un 46% considera que está peor. En un país acostumbrado a los vaivenes económicos, esta paridad podría no sorprender, salvo por un detalle clave: el voto vuelve a marcar la diferencia.
Entre quienes apoyan al actual gobierno, la percepción de mejora se vuelve significativamente más alta. En cambio, entre quienes se identifican con la oposición, el 73% dice estar "mucho o algo peor". Esta divergencia también aparece cuando se consulta por el futuro: el 42% cree que estará mejor dentro de un año, mientras que el 41% anticipa un deterioro. Pero nuevamente, el optimismo es oficialista; el pesimismo, opositor.
Más que una diferencia de expectativas, lo que se observa es una economía vivida desde identidades políticas opuestas, que condicionan las decisiones financieras cotidianas: desde el consumo hasta el endeudamiento, pasando por la disposición a ajustar gastos o postergar inversiones personales.
Impacto emocional de la economía
Si hay un dato transversal que rompe, al menos parcialmente, esta polarización, es el impacto de la crisis económica sobre la salud mental. Un abrumador 86% de los encuestados afirma que los problemas económicos afectan "mucho o bastante" su bienestar emocional. El dato se vuelve aún más preocupante al desagregarlo: el efecto es más severo entre mujeres, jóvenes de entre 18 y 29 años, y personas con nivel educativo medio o bajo. Son los grupos que concentran mayor vulnerabilidad subjetiva, y también los que enfrentan más dificultades para sostener su calidad de vida ante una inflación persistente y un mercado laboral inestable.

Frente a posibles caídas en el ingreso, la estrategia de ajuste doméstico es clara: se recortan primero los gastos en ocio, vestimenta y esparcimiento. En cambio, educación y salud aparecen como "líneas rojas", rubros que las personas se resisten a sacrificar. Esta distinción sugiere que, incluso en contextos de crisis, persisten valores simbólicos que operan como límites al deterioro subjetivo.
Dos modelos de malestar en la encuesta
Incluso al identificar los principales problemas personales, el informe vuelve a encontrar dos relatos distintos. Entre votantes oficialistas, preocupan más la inseguridad, lo económico y la incertidumbre individual. Entre los opositores, en cambio, aparecen con fuerza la pobreza, el desempleo y la desesperanza, con una visión más colectiva del malestar.
Así, la economía no es solo un conjunto de datos macro: es una experiencia vivida, sentida y resignificada desde posiciones emocionales profundamente distintas. Esto plantea un desafío para cualquier política pública: cómo gobernar una economía cuando la población no solo está dividida en ingresos, sino también en sentidos y expectativas.
El Termómetro Psicosocial y Económico N°2 pone en palabras algo que muchas cifras no captan: la crisis económica es también una crisis de interpretación. Lo que para unos es un camino de transformación, para otros es una caída sin red. En este contexto, el pulso económico argentino no se mide solo en puntos del PBI o niveles de inflación, sino también en la subjetividad de quienes lo transitan.