El día que el criminal de guerra más buscado del mundo se casó en Uruguay con su cuñada y usó su nombre real y documentos argentinos

Protegido por figuras políticas y exmiembros del nazismo, Josef Mengele se divorció y contrajo segundas nupcias legalmente. El pasado abril, el Gobierno nacional revisó casi dos mil documentos sobre la actividad nazi en el país. Hasta ahora es imposible desentrañar cómo el criminal de guerra más buscado del mundo vivió en Buenos Aires sin que nadie lo molestara
Por Alberto Amato
Con su nombre y apellido verdadero, con el Josef castellanizado a José, cuando la sola mención de su apellido, Mengele, provocaba terror y repulsión y alertaba a los servicios de inteligencia de varios países que lo buscaban, entre ellos el suyo, Alemania, e Israel que quería juzgarlo; cuando la mera mención de su nombre alertaba también a las autoridades de otros países que debieron hallarlo y lo protegieron, Argentina, Paraguay, Brasil entre ellos, el 25 de julio de 1958 el criminal de guerra más buscado en el mundo, Josef Mengele, se presentó en el registro civil de la ciudad de Nueva Helvecia, Colonia, Uruguay, para casarse con Marta María Will, que era su cuñada, viuda de su hermano Carlos Tadeo, que había muerto en Alemania el 26 de diciembre de 1949.
Días antes, Mengele había manifestado su voluntad ante el juez Pedro Izacelaya, y presentó la documentación indispensable para la boda civil: un certificado de defunción de su hermano, la sentencia de divorcio de su primera esposa, Irene Schönbein, todos documentos alemanes, traducidos al español, legalizados y certificados por la diplomacia uruguaya en Alemania, y la documentación argentina que lo identificaba como quien era.
Mientras daba curso al pedido de casamiento, el juzgado civil de Nueva Helvecia cumplió con el artículo 92 del entonces código Civil de Uruguay: fijó en la puerta del juzgado un edicto tendiente a saber si alguien se oponía al matrimonio que estaba por celebrarse, y ordenó publicar el mismo edicto en el periódico local Helvecia. No hubo ningún cuestionamiento. Nadie en el resto del mundo, ni siquiera quienes buscaban con desesperación a Mengele para juzgarlo por sus crímenes, se dio por enterado del acontecimiento.
La pareja, Mengele de cuarenta y siete años y Will de treinta y ocho, firmaron el acta de matrimonio junto a dos testigos: Juan Carlos Germán "de nacionalidad oriental, de veinte y cuatro años, de estado casado, de profesión abogado, domiciliado en Montevideo y doña Lydia Florio de Germán, de nacionalidad oriental, de veinte y un años, de estado casada, de profesión labores, domiciliada en Montevideo".
A Mengele le sentaba muy bien la impunidad y el casamiento. Se sabía seguro y confiado en Argentina, donde vivía y adonde había llegado el 20 de junio de 1949 en el buque "Noirth King", con un pasaporte de la Cruz Roja, legítimo pero falso, número 100.501 a nombre de Helmut Gregor, "hijo de N.N. y de Berta Gregor, nacido en la localidad de Termeno, provincia de Trento, Italia, el 6 de agosto de 1911, de estado civil casado y de profesión técnico mecánico".
Todas falsedades. Con ellas, "Gregor-Mengele" recibe una cédula de identidad argentina, número 3.940.484". Cobijado en la comunidad nazi que había llegado antes y en la que llegó después —entre ellos Adolf Eichmann en 1950—, y al amparo de parte de la diplomacia argentina del Gobierno de Juan Perón, Mengele trabaja en lo que puede, incluso en una carpintería de obra, pero recibe siempre dinero de su familia de Günsburg, donde realmente nació. Allí, los Mengele manejan una poderosa empresa, Mengele Agrartechnik, que da trabajo a gran parte del pueblo. Junto a Mengele, en parte de su estadía en Argentina, está —y estará durante los años por venir— Hans Sedlmeier, jefe de ventas de la empresa familiar y correo secreto entre Mengele y Alemania.
Para casarse con su cuñada, Mengele tuvo que presentar las actas de su divorcio con su primera esposa. Figuran traducidas en el expediente del casamiento en Nueva Helvecia. El brevísimo juicio de divorcio entre Mengele e Irene Schönbein se celebró en Düsseldorf el 25 de marzo de 1954. La mujer testificó junto a sus abogados: por Mengele lo hizo otro profesional al que los documentos identifican como "Dr. Wellmann". Irene es la demandante, Mengele es el demandado, que fija domicilio en "Buenos Aires, Argentina, Sarmiento 1875, Olivos".

En el momento del juicio por divorcio, la futura exmujer de Mengele revela la verdad sobre el destino de su esposo a quien, para protegerlo, había dado por muerto en el frente ruso durante la Segunda Guerra. Las actas muestran también que todos los dichos de la mujer, todas sus quejas y demandas, fueron aceptadas sin objeción alguna por el abogado de Mengele, para facilitar el trámite. "Vi al demandado por última vez en noviembre de 1944. Desde ese tiempo —dice la traducción del acta original— ya no tengo relaciones personales con él. Puede ser que hayamos cambiado alguna vez correspondencia relativa a las reivindicaciones de manutención (Mengele y su mujer eran padres de un hijo, Rolf, que había nacido el 16 de marzo de 1944). No creo ya que la comunidad matrimonial entre el demandado y yo pueda ser reanudada. Nuestro matrimonio está arruinado; el demandado no volvió al principio a mi lado y en el año 1948 hasta emigró a la América del Sur y ya no se preocupó de mí. Bajo circunstancia alguna estoy dispuesta a reanudar el matrimonio con mi esposo".
El abogado de Mengele no impugnó nada y "no se opone al divorcio propuesto. (…) Las partes renuncian mutuamente al mantenimiento o aportes para el mantenimiento en cuanto al pasado y al porvenir. Las partes están de acuerdo en que el cuidado del hijo, Rolf Mengele, corresponderá a la demandante. (…) Después de restablecerse la publicidad (sic), se pronunció el fallo siguiente: Queda divorciado el matrimonio contraído entre las partes el 28 de julio de 1939 ante el Oficial del Registro Civil en Oberstdorf (…)".
Divorciado en 1954, impune en Argentina y nostálgico de Alemania, Mengele se arriesga al límite: viaja a Europa, a Alemania y a su Günsburg natal. Lo hace con un pasaporte argentino a nombre de Helmut Gregor válido por sólo tres meses. En el aeropuerto lo espera Sedlmeier, y en el hotel la viuda de su hermano, el hijo de la pareja, Karl-Heinz, y Rolf, el hijo de Mengele. Si bien se movió con suma cautela en sus días en Alemania, nadie ignoraba en Günsburg quién era el visitante. No hubo denuncia alguna en su contra. El apellido Mengele figuraba hacía años entre los criminales de guerra nazis más buscados.
A su regreso a la Argentina, ya decidido a casarse con su cuñada, Mengele, todavía como Gregor, busca una casona y la encuentra en Virrey Vértiz 970, Olivos. Para comprarla, precisa un préstamo. Los tiempos cambiaron en el país. Perón había sido derrocado en septiembre del año anterior y la vida de los jerarcas nazis es un poco menos cómoda, pero no mucho. Mengele busca llevar adelante dos proyectos: comprar la casa de Virrey Vértiz 970 y seguir el consejo que su padre le dio cuando lo visitó en Günsburg: invertir en una sociedad farmacéutica, Fadro Farm, como le aconsejó Roberto Mertig, dueño de la empresa Orbis que dio trabajo y amparo a varios nazis que llegaron en secreto e ilegales al país. Para conseguir un préstamo y para invertir en el país, Gregor necesita volver a ser Mengele. Para volver a ser Mengele necesita su partida de nacimiento alemana y debe tramitarla ante la embajada en Buenos Aires.
Tiene suerte, acude a territorio amigo. Le facilita todos los trámites el embajador Werner Junker, un nazi convencido que había sido un estrecho colaborador de Joachim von Ribbentrop, ejecutado en Núremberg, cuando era ministro de Relaciones Exteriores de Adolf Hitler. Es el mismo funcionario que otorgó sus pasaportes a la mujer de Adolf Eichmann y a sus hijos, que los tramitaron con sus nombres verdaderos mientras Eichmann siguió en el uso de su nombre falso, Riccardo Klement. En la embajada alemana Mengele confiesa ante los funcionarios que llegó y vivió en Argentina bajo una identidad falsa: nadie se inmuta. Todo el resto del expediente se tramita en Bonn donde, de nuevo, el apellido Mengele a nadie le suena y nadie consulta la lista de criminales de guerra buscados. En septiembre de 1956, el consulado de Alemania en Buenos Aires le entrega a Mengele una ficha de registro civil y una partida de nacimiento.
Con esos papeles en regla, en noviembre de 1956, Mengele pidió que Argentina rectificara su nombre y apellido en su documento de identidad, un trámite que encaró el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil número 9. Allí tampoco nadie preguntó nada, a nadie le repicó el apellido y Mengele dejó de ser Gregor y tuvo una cédula de identidad con el mismo número de la anterior y con su verdadero nombre y apellido. Fue así como el temido verdugo de Auschwitz, el llamado Ángel de la muerte, el hombre que realizó los más tremendos experimentos médicos con mujeres, hombres y chicos de aquella fábrica de muerte que fue Auschwitz, el tipo que estaba interesado en desentrañar el misterio de los nacimientos gemelares, se casó en Uruguay y vivió en Argentina junto a su nueva mujer —su cuñada— y su sobrino, Karl-Heinz.

Todo duró hasta 1959. En febrero de ese año, la fiscalía de Friburgo y el tribunal regional de Fráncfort, Alemania, pidieron al Gobierno argentino la extradición de Mengele según lo que había pedido el fiscal general de Hesse, Fritz Bauer. Mengele había sido juzgado en ausencia y condenado a prisión perpetua por las atrocidades que había cometido en Auschwitz, pero la extradición fue denegada por las autoridades argentinas por "fallas de forma y procedimiento", una excusa acaso fundamentada pero pueril, y porque —aquí la sorpresa— los delitos investigados eran "de carácter político" según una versión extraoficial, por lo que no correspondía la extradición.
Para Mengele fue una señal de alarma. Su vida, desde entonces, fue la de un fugitivo. Dejó el país para radicarse en Paraguay, hizo viajes ocasionales a Buenos Aires, y entró en aguda paranoia después de la captura en San Fernando de Adolf Eichmann, en mayo de 1960, a manos de un grupo de inteligencia israelí. Vivió protegido por parte de los exmiembros del nazismo que vivían bajo el ala del entonces dictador Alfredo Stroessner. Terminó radicado en Brasil en el inicio de los años 70: había vuelto a perder su nombre real y adoptado el de Peter Hochbichler. Vivió en granjas y casas de Nueva Europa, Serra Negra, Caieiras y Diadema, en el estado de Sao Paulo, antes de mudarse a la capital. Su mujer y el hijo de ella regresaron a Europa. En Sao Paulo tuvo la protección del austríaco Wolfgang Gerhard, representante del "Kameradenwerk", una organización de ayuda para los refugiados del nacionalsocialismo fundada por Hans-Ulrich "Uli" Rudel, un exitoso piloto de combate en la Luftwaffe de Hitler que llegó a la Argentina en 1948, fue confidente de Perón y estuvo involucrado en el desarrollo del primer avión a reacción del país, bautizado "Pulqui".
Mengele siempre mantuvo contacto con su familia en Alemania, una familia que todo el tiempo supo que estaba vivo, cuál era su país de residencia y que le hizo llegar ayuda económica a través de terceros.
En octubre de 1977 Mengele recibió la visita de su hijo Rolf, que tenía ya treinta y tres años, era abogado, había pasado una dura infancia por llevar el apellido que llevaba, sentía un profundo desprecio por el nazismo y quería develar el misterio que representaba su padre. Le bastaron dos días y dos noches de agrias discusiones: se marchó antes de lo previsto, jamás volvió a verlo y, con los años, cambió su apellido para siempre.
En Sao Paulo, Mengele alternó la protección de Gerhard, que colocaba una esvástica en la punta del árbol de Navidad, con la pareja formada por Wolfram Bossert, un excabo del ejército alemán y su mujer, Liselotte. Los dos se habían acercado a él por medio de Gerhard, que regresó luego a Alemania y le entregó toda su documentación personal a Mengele para que la falsificara y pasara a ser Wolfgang Gerhard. Los Bossert le facilitaron al fugitivo alemán un bungaló en Eldorado, cerca de la playa de Bertioga.
El 7 de febrero de 1979, Mengele, que para entonces tenía su salud deteriorada, recurrentes ataques de pánico, el temor permanente a ser capturado, y dormía con una pistola cargada bajo la almohada cada noche, bajó a la playa con los Bossert. Se metió en el mar y un accidente cerebro vascular lo mató mientras nadaba.
Fue enterrado como Wolfgang Gerhard. Los Bossert, que sabían quién era, callaron pero avisaron a Alemania.
Rolf Mengele vuelve a viajar a Brasil para hacerse de todas las pertenencias de su padre: correspondencia, efectos personales, sus escrupulosos cuadernos. Los Bossert, junto a otra pareja amiga, los húngaros Geza y Gitta Stammer, que también habían ayudado a Mengele, juran no divulgar jamás el secreto. Y cumplen porque también encubren su vital ayuda al criminal de guerra más buscado del mundo. Rolf también calla porque, dirá luego, quiso proteger a quienes habían ayudado a su padre.

En el resto del mundo, Mengele, que ha muerto, es visto en diferentes escenarios; lo persigue el implacable Simón Wiesenthal y la también implacable Beate Klarsfeld, lo buscan en Alemania, en Turquía y en Argentina, Chile, Bolivia y Brasil; Israel afirma que se oculta en Uruguay; en Estados Unidos, el New York Post cree haberlo localizado en el condado de Westchester, no lejos de New York. En Alemania, la familia Mengele calla.
Hasta que en el otoño europeo de 1984, y al parecer por una infidencia involuntaria de Hans Sedlmeier, el jefe de ventas de la empresa familiar, la Justicia decide allanar su casa; lo hace en marzo de 1985. Encuentran agendas codificadas, cartas fotocopiadas de Mengele, una carta de los Bossert que anuncia su muerte: todas las pistas miran a Brasil donde la Justicia alemana pide ayuda; la policía de Sao Paulo vigila al matrimonio Bossert y a los Stammer, pero Mengele no aparece. El 5 de junio, por fin, allanan la casa de Wolfram y Liselotte Bossert, que confiesan: Mengele está muerto y enterrado como Wolfgang Gerhard en el vecino cementerio de Embu.
La noticia sacude a Alemania; no muchos creen en la muerte del verdugo de Auschwitz: ¿y si todo es una nube de humo para ocultarlo por el resto de lo que le quede de vida? Hasta que Rolf rompe el silencio: admite que su padre ha muerto y cede la documentación que recogió en Brasil a la revista Bunte, con la condición de que los beneficios que depare la publicación sean destinados a las asociaciones de supervivientes de los campos nazis de concentración. La publicación también revela que la familia supo siempre dónde se ocultaba Mengele y lo ayudó con dinero hasta el final. Rolf vuelve a reafirmar que su padre murió en Brasil en 1979 y envía su simpatía a las víctimas de Auschwitz y a sus familias.
El 21 de junio de 1985, los forenses brasileños identifican el esqueleto desenterrado en Embu como el de Mengele. Recién en 1992 los análisis de ADN confirmarán la identidad: Rolf se prestó a dar una muestra de su sangre para la prueba. Alemania, Israel y Estados Unidos archivaron entonces toda la documentación sobre Mengele.
La empresa familiar de Günsburg cayó en 1985 luego de que se revelara la ayuda que había prestado al criminal. Fue vendida en 1991 y la marca desapareció en 2011. El material documental sobre el exilio de Mengele fue rematado en Estados Unidos en 2011 por un valor de doscientos cuarenta y cinco mil dólares. Vendedor y comprador permanecen en el anonimato. Rolf Mengele, según las últimas noticias, se radicó en Múnich y trabajó como abogado con el apellido de su esposa.
El Gobierno argentino abrió en abril pasado siete expedientes con 1850 documentos sobre la actividad nazi en el país. De ellos no es posible hasta ahora desentrañar cómo fue que el criminal de guerra más buscado del mundo no fue molestado mientras vivió en Buenos Aires y cómo logró documentación argentina tras gestionarla con su verdadero nombre y apellido.
En marzo de 2016, el esqueleto de Mengele fue donado a la medicina brasileña.
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