El dolor en los quirófanos del Garrahan: están en las cirugías más complejas del país y venden alfajores para llegar a fin de mes

El hospital pediátrico que atiende los casos más difíciles de la Argentina hace, en promedio, 30 cirugías programadas por día
Yanett Rodríguez usa ambo violeta cada vez que le toca entrar a uno de los veinte quirófanos que tiene el Hospital Garrahan. El último miércoles, vestida con ese uniforme con el que entra a las cirugías de las que participa, esperó parada en la avenida Callao las novedades que trajeran sus compañeros tras una reunión en una dependencia de la Secretaría de Trabajo de la Nación. Las novedades fueron que no hubo novedades. Ningún avance concreto en el reclamo salarial que hacen los trabajadores del hospital pediátrico de mayor complejidad de la Argentina. Ese que salva vidas de niños, niñas y adolescentes que, por las características de su caso, no tienen las mismas chances en otros centros de salud públicos o privados.
Esa tarde, a una cuadra y media del Congreso frente al que se concentraban miles de manifestantes, fue la primera vez que, en diálogo con Infobae, Yanett se puso a llorar. Rodríguez vive en González Catán, donde nació. Comparte casa con su marido, que se desempeña como pre-residente en la terapia intensiva del Hospital Cuenca Alta de Cañuelas y cobra 600.000 pesos mensuales. Viaja una hora y media de ida y lo mismo de vuelta desde su casa hasta el Garrahan, en Parque Patricios.
Tiene 32 años y se desempeña como instrumentadora quirúrgica: en cada operación hay dos, una que asiste directamente a los cirujanos y que no se mueve de su lugar -"el campo quirúrgico"- por cuestiones de asepsia; la otra circula por ese espacio preparando los instrumentos que se pueden requerir pero no entra en contacto directo con el paciente.
"A mí lo que me emociona y a la vez me angustia es que en el Garrahan se hacen cosas que, ante ese mismo escenario pero en otro lugar, a un chico y sus papás les dirían que no hay solución. Y a quienes trabajamos en el hospital nos están tratando como ñoquis, como personas a las que se les puede pagar un sueldo que no alcanza para nada", contó ese miércoles. Y lloró.
Marcela Báez también es instrumentadora y lleva una fecha grabada en la memoria: "Yo entré al hospital el 2 de julio de 1992. Hace 33 años que estoy. Tengo 57 y me voy a jubilar acá. Yo me había formado en el Hospital Rivadavia y trabajé en el Hospital de Gastroenterología Udaondo. Se abrió un concurso para entrar al Garrahan, participé y quedé. En ese momento pasé de ganar 226 dólares por mes a ganar 628. Casi tripliqué mi sueldo. Entrabas al Garrahan con un sueldo mucho mejor a otros hospitales, públicos o privados. Ahora, con más de treinta años de antigüedad, gano 1.500.000 pesos. Por suerte tengo mi casa, porque tengo dos hijas a las que crío sola y si tuviera que alquilar no llego", describe.
En más de tres décadas en el hospital, Marcela vio momentos en los que los recursos abundaban y varias crisis. "El hospital formó y forma a especialistas que después son requeridos en cirugías y tratamientos complejísimos. Especialistas de renombre en el mundo. Los sigue formando, incluso con oportunidades de hacerlo en el exterior. El problema es que está pagando salarios que no alcanzan, y entonces hay muchos trabajadores que tienen que irse a otro lado sólo por cuestiones de sueldo", cuenta.
Cada mañana, otra instrumentadora ofrece opciones para quienes quieran desayunar. "Prepara alfajorcitos de maicena y chipá en la casa, y los vende acá en el hospital. Es la única manera que tiene de llegar a fin de mes con el sueldo que cobra. El básico es de alrededor de 800.000 y hay cada vez menos horas extras para tomar. Otra colega vende budines y otra vende medias. Nunca había visto algo así entre los trabajadores del Garrahan", explica Marcela.
"En el 2005 hubo un gran conflicto por los salarios, largos paros sobre todo de enfermeros. Pero esto que estoy viendo no lo vi nunca. Esto de tener que apelar a algo como hacer alfajorcitos o vender medias para sobrevivir no había pasado. Y que nos traten de ñoquis, de malos trabajadores, que nos chicaneen y nos traten como si este hospital no hiciera falta, tampoco", suma Báez.
Yanett se convirtió en instrumentadora quirúrgica en el Hospital Paroissien, en Isidro Casanova. Trabajó allí, en una ortopedia privada y en el Hospital Británico, del que se fue hace unos tres años. Llora de nuevo en otra conversación con Infobae, cuando explica por qué cambió esa institución por el Garrahan, al que entró tras un concurso, la revalidación de su título y una serie de entrevistas: "Yo vine porque acá se hacen cosas que no se hacen en otro lado. Acá a un chico que, por ejemplo, tiene un cáncer de hueso complicado se lo opera como no se opera en ningún otro lugar de la Argentina. Se hacen unas cirugías fetales que no se hacen en ningún otro centro de salud del país. Vine por eso, porque acá aprendés cosas que en otros lados parecen imposibles", dice, conmovida.
Trabaja 35 horas semanales: 14 los sábados, 14 los domingos y 7 en una guardia nocturna en la que siempre hay cirugías de las que participar. "Mi básico es de algo más de 800.000 pesos. Con algunas guardias que sume, si hay, llego a 1.200.000 pesos. En lugares privados, una instrumentadora con mi misma experiencia puede ganar 1.800.000 pesos, 50% más de lo que yo sumo con las guardias y todo", describe.
Para complementar ese ingreso, da diez horas de clases semanales dentro de los quirófanos de un centro privado: le agrega 270.000 pesos a lo que le entra cada mes. "No me quiero ir del Garrahan. Acá se aprende todo el tiempo. Yo vengo de hacer trasplantes hepáticos en el Británico, que son cirugías complejas y donde también aprendía. Pero acá entro a operaciones en las que, para corregir la posición del cráneo de un chico, se le fractura el hueso, se lo cambia de lugar y se lo vuelve a armar", ejemplifica.
Tiene más de esos ejemplos bien a mano: "Hacemos cirugías delicadísimas de oncefalocele, donde, apenas nace, un bebé es trasladado al quirófano de neonatología porque nació con sus órganos fuera del cuerpo y hay que operar inmediatamente. O de osteosarcoma, un cáncer de huesos que se trata extrayendo el hueso que está enfermo, usando una prótesis que el cuerpo va a rechazar pero que ayudará a formar una membrana, e insertando algunas semanas después otra prótesis que se hace con hueso propio del paciente o material donado. Participar de cualquiera de esos procedimientos te capacita como en ningún otro lugar, pero el sueldo no alcanza", se lamenta Yanett.
Tiene un plan: buscar un segundo trabajo de más horas -y más redituable- que las clases que da durante diez horas semanales. "Hay muchos trabajadores del hospital buscando un segundo trabajo. No uno que sume unos pesos, porque eso ya no alcanza. Uno que tenga la misma cantidad de horas de las que hacemos acá para, con dos trabajos, hacer un sueldo. Hay instrumentadoras, médicos, enfermeras, todos en esa búsqueda. Para trabajar 14 horas por día, incluso dentro de un quirófano, con el riesgo que eso conlleva, para que alcance para el alquiler, los gastos del mes, y no quede ni tiempo ni energía para hacer algo que no sea trabajar", explica Marcela, que viajó dos veces a Missouri, Estados Unidos, enviada por el hospital a capacitarse en trasplantes bipulmonares.
Esa es una de las especialidades de Báez en el Garrahan, aunque también es referente de instrumentación en cirugía general pediátrica, en laparoscopía y en cirugía cardiovascular. Yanett, que trabajó durante varios años en trasplantes hepáticos que, según el estado del paciente, pueden durar entre 7 y 14 horas, ahora participa de las cirugías que surjan sábados, domingos y durante las guardias. El Garrahan, en promedio, programa unas treinta cirugías diarias y a esas hay que sumar las urgencias. "El quirófano siempre está activo en un hospital de estas dimensiones", define Rodríguez.
Los trabajadores del Garrahan reclaman una recomposición salarial que no llega. Los primeros en visibilizarlo fueron los médicos residentes, que ganan entre 797.000 y menos de un millón de pesos mensuales, según en qué año de la residencia se encuentren. Ese ingreso es a cambio de entre 60 y 70 horas de trabajo semanales, algo así como 2.800 pesos por hora para los médicos que sostienen la guardia y las rondas de atención a los pacientes internados.
Los residentes hicieron un paro que se levantó luego de que el Ministerio de Salud ofreciera un aumento no remunerativo -es decir, que no impacta en el aguinaldo, ni en el recibo si es requerido para alquilar un departamento o solicitar un crédito, ni en futuros incrementos- y se corriera el rumor de que habría despidos en caso de no suspender la medida.
Los trabajadores de planta del Garrahan también pararon y marcharon a la Plaza de los Dos Congresos. Exigen una recomposición que les permita vivir de su trabajo sin tener que ir en busca de otro empleo que les duplique las horas trabajadas. Un salario suficiente para vivir de eso para lo que se prepararon y siguen preparándose, y no depender de cuántos alfajores, porciones de budín o pares de medias vendan. En el medio de todo eso, de la angustia y de los rebusques, sostienen el hospital pediátrico que más soluciones puede ofrecer a las nenas, los nenes y los adolescentes de todo un país. El nuestro.
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