Virtualidad, irrealidad e infierno

26.05.2025
Juan Fuji - Anfibia
Juan Fuji - Anfibia

Por Carlos Gamerro 

Uno de los muchos méritos de la película Blade Runner (Ridley Scott, 1982) es el de haber articulado una de las paradojas definitorias de nuestra época. En el futuro que imagina (un 2019 que ya es nuestro pasado) los seres humanos deben convivir con androides que resultan indistinguibles de ellos, tanto que se necesitan sofisticados tests médicos o psicológicos para descubrirlos. La mayoría de estos replicantes, como se los llama, son conscientes de su carácter fabricado, pero hay una nueva generación a la que se le ha implantado memorias falsas, y creen que son humanos. Hasta acá, todo en orden: problema de ellos, si se confunden. Pero en este punto se abre el abismo ontológico: si un androide puede creer que es un ser humano, ¿cómo puede un ser humano estar seguro de no ser un androide? La película está basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) de Philip K. Dick, sin duda el autor más importante de la ciencia ficción del siglo XX, sobre todo porque "la pegó" con lo que sería el gran tema de nuestro tiempo: el reemplazo de lo que alguna vez llamamos realidad por sus imágenes, copias, representaciones, simulaciones y réplicas. Justo es decir que también la ciencia ficción argentina ofreció, y bastante antes, otra gran novela sobre el mismo tema: La invención de Morel (1940) de Adolfo Bioy Casares imagina una máquina capaz de grabar y proyectar imágenes no solo visuales y auditivas, sino también táctiles, olfativas y gustativas; sus proyecciones son entonces indistinguibles de los objetos reales que filmaron, con este significativo corolario: los seres vivientes así filmados (plantas, animales, personas) se degradan y mueren, y solo sobreviven en sus réplicas, condenados a repetir cíclicamente las mismas acciones –mientras la máquina funcione. La realidad se degrada a medida en la medida en que prosperan las copias.

Si bien no hemos llegado a ese umbral en lo que a realidad material (orgánica e inorgánica) respecta, en los últimos años lo hemos cruzado en lo que a la virtualidad se refiere. El mayor peligro de las fake news, y ahora las deep fakes creadas por inteligencia artificial, no es sólo que tomemos lo falso por verdadero, sino que tomemos lo verdadero por falso, y así pululan y prosperan los terraplanistas, los negadores de la pandemia del covid-19, de los resultados de ésta o aquélla elección, de los crímenes de la dictadura, del cambio climático… Estamos entrando, paso a paso, en una irrealidad donde un proliferante metaverso está royendo los bordes del universo y gradualmente reemplazándolo, y uno de los problemas del metaverso es que todo es posible: su "realidad" ya no es la de la percepción, sino el de las alucinaciones, las pesadillas y la demencia. Lo que las tres comparten es, justamente, la imposibilidad de distinguir lo verdadero de lo falso, lo inmaterial de lo material, la subjetividad personal de la colectiva. Lo propio del infierno, solía repetir Borges, no son los tormentos y las mutilaciones, sino su irrealidad. En ese infierno nos estamos hundiendo lentamente. Él mismo había previsto una eventualidad semejante en su cuento "Tlon, Uqbar, Orbis tertius", en el cual una enciclopedia imaginaria nos ofrece un mundo ficticio tanto más agradable y, sobre todo, comprensible que el nuestro, y la humanidad elige olvidar el mundo en que vive y se va pasando, mental y emocionalmente, a aquel. Como sucede con muchos de sus cuentos, basta agregarles un poco de tecnología para convertirlos en ciencia ficción, y basta leerlos como ciencia ficción para que se vuelvan profecía o diagnóstico de nuestra realidad presente. Borges concibió este relato, escrito en 1940, como parábola de los totalitarismos que entonces avanzaban en el mundo –comunismo y fascismo son los que nombra. Pocos años después, George Orwell combinaría las manipulaciones de la realidad practicadas por ambos tipos de regímenes en su fábula sobre la revolución traicionada, Rebelión en la granja (1945) y en el Estado totalitario imaginado en 1984 (1948). En ésta última, el pasado y el presente son continuamente manipulados por el "Ministerio de la verdad" para que coincidan con las falsedades propaladas por el partido.

Recientemente hemos tenido dos ejemplos ínfimos y mezquinos, pero no por eso menos ilustrativos, del carácter gradual, insidioso y tal vez ineluctable de este proceso que estamos padeciendo. El día de las elecciones legislativas en la Ciudad de Buenos Aires, desde las cuentas de diferentes referentes libertarios se difundieron falsos videos de Mauricio Macri y la candidata Silvia Lospenatto, generados por IA, llamando a votar por los candidatos de La Libertad Avanza. La respuesta unánime por parte de los funcionarios del Gobierno, del Presidente para abajo, fue tratar el asunto como intrascendente, una humorada, una anécdota sin relevancia, y decir que, por reclamar, Mauricio Macri era "un llorón" y "de cristal" (la metáfora dice más de lo que parece: lo que se está volviendo "de cristal" es nuestra democracia). Esta desestimación prescindente y canchera es más nociva y preocupante de lo que serían la refutación o la negación apasionadas, por más insinceras que fuesen: nos invita a participar del "chiste", a volvernos cómplices, a pensar que el estafado fue sólo un partido y sus candidatos y no todos nosotros. El hecho en sí quizás no fue muy relevante, y no parece que haya afectado en mucho, y menos decidido, el curso de la elección: pero minimizarlo o ignorarlo es normalizarlo: una invitación para quienes lo pergeñaron a ir más lejos la próxima vez, a usos mucho más extendidos y sistemáticos. Fue una prueba, a ver cuánto la sociedad y las leyes están dispuestas a tolerar.

El otro hecho significativo fue que la lista del partido de gobierno, que obtuvo el mayor número de votos, fuera encabezada por el vocero presidencial y secretario de Comunicación y Medios Manuel Adorni, el funcionario que desde diciembre de 2023, con cara de nada o mueca burlona dependiendo de las circunstancias, tiene a su cargo explicar lo inexplicable, difundir mentiras flagrantes e inventar datos inverificables, recordando en todo al cerdito 'Squealer' (Chillón) de Rebelión en la granja, vocero del líder supremo Napoleón, capaz de convertir lo injusto en justo, lo falso en verdadero, lo oscuro en claro (o viceversa). Entiendo que lo significativo no es que un 30% de los votantes (un 15% del padrón) haya votado por un muñeco que parece generado por inteligencia artificial, porque todo indica que hubieran votado a cualquier candidato que encabezara la lista de su partido, aunque lo supieran inexistente (¿cuán lejos estamos de los candidatos virtuales, generados enteramente por IA, sin correlato en el mundo físico?): lo significativo fue que el partido que hace de la manipulación y tergiversación más flagrante de la verdad su habitual y ostentado modus operandi lo haya elegido como su mascarón de proa. Una paradoja digna de Blade Runner: Mauricio Macri en el video generado por IA parece más real que Manuel Adorni en todos los que protagoniza.

Fuente:

https://recursoshumanostdf.ar/contenido/40876/virtualidad-irrealidad-e-infierno